Por Fernando Dachevsky – El crecimiento de la industria manufacturera local durante los últimos cinco años es innegable. Éste no sólo fue en términos absolutos, sino que también registró un ascenso en relación a las importaciones. Mientras hace diez años, un punto porcentual de crecimiento del PBI acarreaba consigo un incremento del 3,4% en las importaciones, hoy esa cifra se redujo al 2,0%.1 Es que la devaluación del peso, posterior a la crisis del 2001, dio a la industria local un margen para acumular que antes no tenía. Con el dólar a $3, las mercancías con las cuales compite la industria local (es decir, las importadas) vieron multiplicar su precio en pesos. Así, el techo de los costos de los industriales nacionales se elevó súbitamente. De esta forma, el dólar alto se convirtió en una forma de protección que explica el crecimiento industrial de los últimos 5 años, permitiendo incluso cierto nivel de sustitución de importaciones. Sin embargo, esta protección tiene un límite. A pesar de que el tipo de cambio permanece en un 3 a 1, los precios de los productores vienen en ascenso desde el 2002, “comiéndose” la brecha generada por la devaluación. Por esta razón, para entender qué perspectivas le caben a la industria nacional, analizaremos cómo evolucionó la relación entre los precios de los manufacturados y el tipo de cambio. En el gráfi co que acompaña este artículo vemos que durante los noventa la evolución de los precios al productor manufacturero local tuvo como techo el tipo de cambio.
Con un 1 a 1 como límite, sólo podían sobrevivir a la competencia externa aquellas industrias con precios que pudieran ajustarse a esa situación. Aquellos que superaban el techo quebraban o se volvían importadores. El gráfi co muestra que el crecimiento industrial post 2002 no fue el producto de un abaratamiento de los costos, sino la consecuencia de la suba de su techo, devaluación mediante. Con el 3 a 1 se le dio a la burguesía nacional un margen de protección frente a la competencia externa que antes no tenía.
Sin embargo, el colchón cambiario sobre el cual descansa la industria local no es eterno. Sostener el 3 a 1 no es gratuito y, con el paso del tiempo, se vuelve más costoso. Para mantener el dólar alto, el gobierno interviene, mediante el Banco Central (BCRA), comprando dólares que ingresan a la Argentina. Pero, a medida que la economía crece, son más los dólares que tiene que comprar. En 2006 se compraron u$s 36 millones de dólares por día (en promedio). En 2007, esta cifra ascendió a los u$s 58 millones.2 No obstante, la intervención cambiaria tiene, también, un límite: si bien la colocación de dólares en el exterior le permite al BCRA obtener un interés, éste debe ser siempre menor que el que paga cuando compra esos dólares con letras y notas. Dado que la tasa de interés local es mayor que la internacional, el problema se reduce a que el endeudamiento del BCRA no provoque una situación deficitaria.
La diferencia entre los intereses que recibe y los que paga arroja, por ahora, un superávit. Sin embargo, la mayor acumulación de reservas compromete al organismo cada vez más. Por esta razón, se ha reducido el rendimiento de reservas. Mientras en 2006 éste dio un superávit de $1.534 millones, en 2007 se reducirá a $ 404 millones.3 En defi nitiva, el 3 a 1 se está convirtiendo una mochila cada vez más pesada de sostener. Aún suponiendo que el gobierno tenga éxito en garantizar el tipo de cambio actual, es inevitable que los precios internos se eleven. El gráfi co es bastante ilustrativo en este sentido. Podemos ver allí como la brecha entre los precios a los productores de manufacturados y el tipo de cambio se achica progresivamente. Al ritmo que vienen creciendo los precios, durante 2006 y 2007, para mediados de 2008 tendríamos una relación entre precios y tipo de cambio similar a la de la década de 1990.
La situación en que se encuentra la industria manufacturera nacional, de cara a un escenario de este tipo, no pareciera ser muy auspiciosa. Es que sin el colchón cambiario como ayuda, la competitividad de la industria local dependerá del aumento en su capacidad productiva. Sin embargo, tomando los propios datos que publica el Ministerio de Economía, observamos que hasta 2005, el incremento de la producción industrial fue, en gran medida, resultado de la utilización de capacidad instalada ociosa. Recién en el primer trimestre de 2007, el crecimiento debería descansar en la ampliación de la capacidad instalada.4
En la medida en que el crecimiento dependa cada vez más en nuevas inversiones, aparecerán signos de desaceleración. De hecho, ya se presentan algunos. En 2005, el crecimiento industrial interanual del primer trimestre de 2005 fue de 8,4%. En 2006, de 7,4%. Este año, ha descendido al 6,7%.5 A su vez, el de mayo de este año fue de un 6,6%, cifra que se encuentra por debajo del 7,3% que había registrado en el mismo mes, en 2006 en relación al del 2005. También se encontró por debajo del 6,9% que pronosticaron los “gurúes” que participan en el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que organiza el Banco Central.6
Notas
1Econométrica en base al Mecon.
2El Economista, 08/06/2007
3El Economista, 08/06/2007
4Mecon.
5Mecon.
6Véase www.bcra.gov.ar