Campaña nacional de pelea contra la presencialidad criminal. Semana epidemiológica del 18/7 al 24/7

en Conti-Santoro/Novedades

En febrero de este año, la Argentina tenía en el hemisferio Norte un espejo en el que mirarse de cara a lo que sucedería en el futuro. Durante este año y medio que llevamos de pandemia, siempre se dijo que lo que pasaba en esas latitudes en el período invernal era, más o menos, el panorama que nos esperaba a los países del Sur cuando llegara el invierno. ¿Qué mostraba el espejo? Un escenario de las segundas olas, que obligaba a reforzar las restricciones y, por supuesto, a mantener las escuelas cerradas para evitar la propagación del virus por parte de los niños, niñas, y adolescentes que, mayoritariamente, transitan de manera asintomática la enfermedad. Por ejemplo, recientes estudios del gobierno británico detectaron la existencia de anticuerpos en casi un cuarto de los adolescentes de entre 16 y 17 años que tuvieron la enfermedad sin darse cuenta, toda una muestra de que esta población se contagia en una gran proporción.

Europa mostraba también lo que debía hacerse: vacunar. En efecto, mientras los países que sufrían la segunda o tercera ola del covid buscaban acelerar la vacunación, el gobierno argentino hacía anuncios fantasmas de 10 millones de vacunados en febrero, decidía entregar, a costa de la salud de todos, un negocio a Hugo Sigman, un exponente de la burguesía planera argentina. También, optaba por sostener sus vínculos con los gobiernos de Rusia y de China, en el marco en que se estaba discutiendo un acuerdo para convertir al país en un criadero de chanchos para el país asiático. Esto hizo que Argentina rechace acuerdos por vacunas necesarias que terminaría aceptando más tarde (la novela Pfizer) cuando vio que los votos no le alcanzaban. Para peor, el gobierno de “científicos” impidió que se desarrolle una vacuna propia en el país con todas sus delaciones, la desinversión en ciencia y los salarios de hambre de los investigadores del CONICET.

Hoy Argentina tiene un espejo distorsionado en el que mirarse. En efecto, vemos cómo el ingreso de la variante Delta en países que vacunaron con las dos dosis a más del 50% de su población, y que por lo tanto están cerca de lo que se conoce como “inmunidad de rebaño”, vuelve a imponer restricciones. Hace dos semanas, Países Bajos, España, Portugal, Luxemburgo, Chipre, y algunas regiones de Grecia y Dinamarca, ingresaron en lo que se conoce como “código rojo” o “alto riesgo”. Todos estos países decretaron nuevas restricciones, como toques de queda y prohibición de reuniones. Similar es el panorama en Francia, mientras que en Estados Unidos y en Inglaterra, la variante Delta representa el 80 y el 90% de los contagios respectivamente. Todos estos países mostraron, por ahora, una gran suba de casos, aunque un número de muertos menor al detectado en la primera y segunda ola. Cabe señalar además que el hemisferio del norte se encuentra transitando el receso académico estival. Pero, Argentina hoy no puede mirarse en ese espejo. Con solo 7.745.865 de personas vacunadas con la segunda dosis, solo el 17,2% de la población recibió el esquema completo de vacunación, la Argentina va camino a ser un tubo de ensayo de cómo actúa la variante Delta con un bajo nivel de población vacunada con el esquema completo.

Como si esto fuera poco, el gobierno nacional, los gobiernos provinciales, junto al gobierno de la Ciudad, decidieron sostener y profundizar la presencialidad, eliminando protocolos, como en CABA o Mendoza, extendiendo la permanencia en las aulas, como en Provincia de Buenos Aires, o bien retornando allí donde estaban suspendidas las clases, como en La Rioja o Formosa. Que Trotta en persona haya ido a la apertura de escuelas en La Rioja, muestra que el gobierno nacional también quiere colgarse la medalla de “campeón de la presencialidad”.

Para peor, la Argentina tiene dos problemas más. Uno, el piso de contagios con el que se va a encontrar la variante Delta. Repasemos, a comienzo de marzo, cuando recién se retornaba a la presencialidad, el país registraba 43.485 casos semanales entre la población total y 3.382 entre niñas, niños, y adolescentes. Hoy, esa marca es de 83.452 entre la población total y 9.298 entre niñas, niños y adolescentes. Si no fuese por las semanas de suspensión de presencialidad, el ausentismo de varios alumnos por el miedo de las familias, y las semanas del receso invernal, el panorama sería aún peor. El otro problema, es que la vacunación para niñas, niños y adolescentes, recién comenzó esta semana, con la distribución de 3,5 millones de dosis de Moderna, que alcanzarán para vacunar, don las dos dosis, a los aproximadamente 924.000 adolescentes con comorbilidades, y a un número similar sin patologías de riesgo, de los 12 millones de niños, niñas y adolescentes escolarizados. O sea, a poco más de un cuarto de nuestros estudiantes. Claro eso si deciden “priorizarlos” porque las vacunas de Moderna -la única pediátrica disponible en el país- ya fueron ofertadas como segunda dosis de quienes aguardan para completar el esquema con la Sputnik. Todo un reconocimiento de las malas decisiones tomadas en la campaña de vacunación.

Así, el bajo nivel de vacunación con segundas dosis, incluyendo a docentes, la falta de vacunación aún con primeras dosis para la población en edad escolar, el ingreso de la variante Delta, el alto nivel de casos diarios, la mayor circulación de la población debido a las aperturas indiscriminadas, y la presencialidad escolar en todo el país arman un coctel explosivo. Ante un panorama que no era mejor muy diferente a este, como el de marzo, los casos totales se duplicaron mientras que los casos entre la población escolar se triplicaron. El gobierno argentino va a contramano de lo que la realidad marca. Basta decir que Canadá habilitó los viajes a EE.UU. pero impide a los niños, niñas y adolescentes que vuelvan de esos viajes, asistan a escuelas y guarderías. Hablamos que se toma esta medida, en un país que vacunó al 60% de la población con las dos dosis.

No hay otro calificativo para los gobiernos, el nacional, los provinciales, y el de la Ciudad, que criminales, tanto por el manejo de una pandemia que supera por mucho los 100 mil muertos, pero también por lo hecho con la educación, sosteniendo una virtualidad en 2020 y bimodalidad en 2021, sin recursos de conectividad, equipos, o personal, teniendo que prácticamente asumir que los contenidos del 2020 no serán evaluados, abandonando a estudiantes dispensados a su suerte y vendiéndonos una “normalidad” que no solo existe sino que promete seguir enfermándonos.

Sabemos cuál es el porvenir porque lo vimos allá por febrero: cuando nos querían convencer de la presencialidad cuidada y a solo cuatro semanas transitábamos una segunda ola preanunciada. Por eso, tenemos muchas pelear por dar. La segunda dosis para los docentes, la vacunación completa para la población escolar, el sostenimiento de las dispensas para la población de riesgo son algunas de ellas. Sin embargo, lo urgente no debe taparnos lo más importante. Todos esos reclamos tienen que converger en un horizonte común de lucha: el reclamo por la suspensión de la presencialidad hasta la vacunación masiva con las dos dosis y el pasaje a la virtualidad con todo lo necesario para su funcionamiento de calidad, como equipos, conectividad, designación de personal, desdoblamiento de cursos y dispensas para las familias.

Corriente Nacional Docente Conti-Santoro

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