Seguramente habrá oído alguna vez, o quizás usted mismo llegó a pensarlo, que el fracaso recurrente de la Argentina se debe a la falta de planes. “Hace falta un proyecto de país”, se dice comúnmente. Algunos especifican, “hay que apostar a la industria” o “démosle valor agregado a lo que cosechamos del campo”. Más allá de los matices, lo cierto es que todo parece reducirse a una tarea sencilla: ponerse de acuerdo en un par de cuestiones y salir adelante.
La burguesía misma apela a estas ideas. En tiempos electorales lo vemos bien claro. Todos los candidatos empiezan a hablar de sus propuestas y proyectos. Nosotros sabemos, la experiencia nos lo enseñó, que el gobierno pasa de mano en mano y nuestra realidad va de mal en peor. Los sueldos no alcanzan para pagar la luz y el transporte, cuando no vive uno sencillamente de una “caridad” estatal que no es tal. Así que, algo hay que prometer. Y ahí aparece la idea del “modelo”.
Cristina y los peronistas dicen que Macri es un “modelo” neoliberal, que destruye la industria y que revierte las “grandes conquistas” de la década ganada. Al mismo tiempo dicen que el suyo es un modelo “inclusivo”, con políticas industriales y de reactivación del mercado interno. En la otra vereda, Macri dice que lo de Cambiemos es un “modelo” de desarrollo, sin corrupción, con el objetivo de pobreza cero y con empleo sustentable y no ficticio.
Lo que todos ocultan es que detrás de todo este palabrerío insulso, no hay mucha vuelta: todos los gobiernos venideros necesitan más explotación, más deuda –si no le cae un veranito de soja o Vaca Muerta resulta un negoción- y seguir manteniendo capitalistas con subsidios de todo tipo.
Vamos a la realidad. La primera cuestión es que la Argentina es capitalista: industriales y capitales agrarios viven de explotar obreros y acumulan riquezas con nuestro sudor. Para que eso funcione así, hay que mantenerlos. ¿Por qué? Porque si no, se funden. Ocurre que son capitalistas bastante berretas. Salvo por algunas excepciones como el agro y otro par de empresas, la gran mayoría tiende a desaparecer en la competencia capitalista. Así que, el Estado vive transfiriéndole plata de uno u otro modo. Los K lo hicieron con la soja, pero cuando se acabó, quisieron ir por deuda. Macri fue con deuda. Y cuando se acabó, con más deuda.
En el medio, Macri recortó plata que los K vendían como “subsidios al consumo” (las tarifas). Eran más bien subsidios a las empresas: el kirchnerismo ponía plata en bolsillos patronales como forma de contener el salario obrero, mientras compensaba con más subsidios a las prestadoras de servicios y brindaba energía barata a los capitalistas. ¿Cómo nos engrupían? Con este argumento patronal: “tu salario –pagando alimentos y tarifas- vale por 10 pesos, pero el gobierno te subsidia las tarifas, entonces negociamos por 5”. Mientras, el costo del servicio crecía. Una bomba de tiempo que se pateaba para adelante: cuando la plata se acabara, iba a quedar al descubierto que no podíamos pagar la luz. No porque no trabajáramos lo suficiente, sino porque nos pagan miseria.
¿Y para los trabajadores? Hay una política en común: tenemos que salir más baratos. Y así estamos. Desde la “década ganada”, nuestros salarios se firman por debajo de la inflación. Por sector se avanza cada vez más con la flexibilización, incluso donde dirigen los gremialistas K. El trabajo basura se impone en muchos sectores con contratos a prueba, con tiempo determinado y tercerización. La expansión de los monotributistas está a la orden del día. ¿Y en las provincias virtualmente explosivas por su pobreza? Fácil: a contener, no vaya a ser cosa que estalle todo. Eso sí, con más precarización que antes. Eso sin mencionar la destrucción de la educación y la salud pública que ambos (CFK y Mauricio) impulsaron.
Como se ve, no hay un “modelo bueno” y uno “malo”. Hay un solo sistema y es el capitalismo, en las condiciones en que se desarrolló en nuestro país. Para combatirlo, no tenemos que cambiarle la cara, sino destruirlo. El único “proyecto” viable es el que cambia las bases mismas de la sociedad: un “modelo” en el que ya no hay explotación y gobernamos los verdaderos productores de la riqueza, los trabajadores.
Para seguir leyendo
En una vieja nota explicábamos por qué no existe un “modelo neoliberal”: “Neoliberalismo”, http://bit.ly/2uZlItY
También combativos el “otro modelo”, el que supone que hay que apostar a la pequeña y mediana industria: “Las Pyme ¿una salida?”, http://bit.ly/2U8ARn1