Por Jonathan Bastida Bellot
El pasado 19 de agosto el gobierno de Larreta dio a conocer de manera oficial su protocolo para el inicio de la vuelta a clases. Su propuesta, en realidad, consistía en convertir a las escuelas públicas y, eventualmente, a las privadas en “cibers”, tal como bautizaron los sindicatos. Se trataba del uso de aulas digitales para aquellos alumnos que desertaron durante el transcurso del año. En realidad, el gobierno de la Ciudad quiso dar el primer paso hacia una posible vuelta general. Si bien la medida no tuvo éxito debido a la fuerte movilización de docentes y alumnos, el gobierno porteño vuelve a la carga a la espera de la luz verde nacional.
Frente esta propuesta, el gobierno nacional, de la mano de Trotta, primero coqueteó con este proyecto (recordemos que Larreta lo anunció en plena conferencia de prensa al lado de Alberto Fernández, quien no salió a desdecirlo), después lo rechazó (producto de la movilización de la comunidad educativa) pero finalmente admitió estar abierto al diálogo.[1] De hecho, cuando Trotta dice que el protocolo fue rechazado por no cumplir 15 de los 28 puntos aprobados por el Consejo Federal de Educación, reconoce tácitamente que la pandemia no es un obstáculo para abrir los colegios. Tal vez por eso, octubre se presenta como el mes de la vuelta Y, en lugar de escuelas plazas como pretendía el gobierno porteño en su segunda intentona, ahora vamos hacia las escuelas patios. Hay que destacar que no estamos ante una medida aislada: el gobierno nacional y los distintos gobiernos provinciales iniciaron, desde hace unos meses, un proceso de apertura gradual del sistema educativo.
Acuña y el protocolo
El protocolo presentado por la Ciudad estableció como objetivo que los alumnos pudieran conectarse y “desarrollar actividades virtuales para la continuidad pedagógica, tales como encuentros sincrónicos, carga y descarga de archivos” o búsqueda de información o tareas. Lo cierto es que se trata de todas actividades que bien podrían realizarse en el hogar si se contara con los recursos técnicos y materiales para ellos.
El primer documento oficial fue publicado el 19 de agosto, pero los días previos ya se había filtrado su contenido y las inconsistencias. Primero Larreta dijo que solo se habilitarían unas pocas escuelas de gestión pública y privada. A los pocos días, esas pocas se convirtieron en 464 establecimientos de nivel primario y 170 de nivel secundario, esto es, casi la totalidad de las escuelas de la modalidad común para el nivel primario. Todo esto sin contar los colegios privados que podrían ser habilitados con la debida autorización del Ministerio de Educación de la Ciudad.
Algo similar ocurrió con el número de alumnos afectados. Primero, el gobierno primero sostuvo que serían 5.100 los alumnos desconectados, luego ascendieron a 6.500 y, más tarde, ya se hablaba de 9.510. Al parecer es solo cuestión de tiempo y de escarbar un poco más para que este número siga creciendo. Lo cierto es que ambos puntos ponen de relieve la ignorancia por parte del gobierno del problema real y su vocación de mentir a cada paso encubriendo su verdadera intención: abrir escalonadamente todas las escuelas.
Para peor, el gobierno construye su número a partir de las consultas a los directivos de los colegios cambiándole todo el tiempo los parámetros de medición. Para el proyecto retorno solo preguntó por los que nunca tuvieron contacto sin incluir en este cómputo a los que se conectaron una o dos veces y después desertaron o a los que lo hicieron muy intermitentemente. A esos estudiantes se los incluye en el grupo que está “en proceso», independientemente de si interrumpieron su proceso pedagógico hace meses. Es claro que con estos criterios de medición el sistema educativo porteño parece una maravilla, tanto como el número nacional de la continuidad que se estimó en 95% para todo el país.
Algo similar aparece con el personal docente convocado. En la primera propuesta que transformaba a las escuelas en ciber se fijó una combinación de trabajadores, carne de cañón, de distintas áreas. El protocolo fijaba que el equipo de conducción debía organizar una guardia docente para desarrollar las tareas de acompañamiento digital. Dentro del personal convocado, no quedaban exentos del todo quienes forman parte de los grupos de riesgo. Al igual que estipula el Protocolo Nacional, aquellos mayores de 60 años pueden ser convocados por las escuelas si son considerados “personal esencial para el establecimiento”. Si pensamos en la falta de personal docente y auxiliar de las escuelas, no sería raro suponer que se convoque a personas que compongan los grupos de riesgo. Respecto al número de personas destinadas a esas funciones se fijó una cantidad máxima de 3.170 docentes, no docentes y representantes del Ministerio de Educación para llevar a cabo las actividades programadas. Con la tendencia que tiene Larreta y compañía a aumentar las cifras, no extrañaría que en las próximas propuestas ese número se engrose.
Lo cierto es que la idea de concentrar alumnos en espacios cerrados con la tendencia a la propagación del virus en esas condiciones generó una reacción en cadena como era de esperarse.
La lucha docente se impone (temporalmente)
La reacción de los docentes de la ciudad no se hizo esperar y se organizaron numerosas asambleas impulsadas por Ademys y también otras por distrito y por escuela. Se publicaron más de 50 documentos emanados de esas asambleas rechazando el protocolo propuesto por Acuña.
Esa enorme movilización fue la que obligó al gobierno nacional a dar marcha atrás pese a los guiños que le hacían a Larreta. Trotta se vio empujado a rechazar el documento. Sin embargo, este no parece ser el fin de la historia y la ciudad piensa redoblar la apuesta. En una entrevista hecha a Acuña el 30 de agosto dijo que el gobierno de la ciudad no se iba a resignar a terminar el año sin clases presenciales, no limitándose a abrir únicamente los espacios digitales.[2] Tampoco es que Trotta haya cerrado por completo esta posibilidad y habilitó el diálogo. Allí se inició, entonces, la etapa de las escuelas parque.
El nuevo proyecto de Acuña apeló a sortear el escollo de los espacios cerrados y buscó, entonces, habilitar las escuelas al aire libre. La nueva avanzada contaba con una serie de distintas etapas. La primera y la segunda estarían orientadas a aquellos alumnos que no tuvieron contacto con sus escuelas o los que tuvieron escaso contacto. Supuestamente, la idea era lograr reconectarlos. A estos alumnos son los que quieren meter en los espacios digitales abiertos. Pero junto a ellos apela a que vuelvan a la presencialidad los últimos años de los dos niveles, séptimo grado y quinto año. En la cuarta etapa pretenden incorporar a los primeros años, tanto de primaria como de secundaria aspecto que quedaría supeditado a la decisión de cada colegio. Avanzaríamos con la fragmentación del sistema. Para convencer al conjunto de la sociedad, Acuña apela al factor cansancio de las familias frente a la cuarentena y corrió el eje de lo pedagógico a lo vincular. Así se paseó por radios y TV explicando la necesidad de vinculación de los niños con sus pares porque, como siempre, la tarea pedagógica puede esperar. Este nuevo capítulo, tiene media sanción por parte de Trotta quien, para ganar tiempo, objetó el que la escuela “saliera” a la calle y propuso que la actividad se desarrolle en el patio de las escuelas, lo que obliga a presentar un nuevo protocolo.
Trotta y la burocracia K
Este intento por parte de Larreta no es un hecho aislado. Tanto el gobierno nacional como el resto de los gobiernos provinciales están operando, desde hace meses, por la apertura de las escuelas y la vuelta a la presencialidad. La piedra de toque de ese interés fue el Protocolo “Marco y lineamientos federales para el retorno a clases presenciales en la educación obligatoria y terciaria”, aprobado en el Consejo Federal de Educación de forma unánime por Nación y los 24 ministros de educación de las provincias, allá por principios de julio. No ahondaremos de nuevo sobre ese documento, ya lo hicimos en otro lado. Sí debemos marcar que ese protocolo implica exponer la salud de miles de docentes y alumnos y lanzarlos a las calles para meterlos en aulas hacinadas y escuelas sin agua, solo por mencionar algunos problemas. Los partidos burgueses pueden discutir tal o cual punto sobre dicho protocolo, pero lo cierto es que en contexto de pandemia y de escalada de los casos es inadmisible imaginar la vuelta a clases. El caso de Jujuy (uno de los primeros experimentos) es paradigmático: a poco tiempo de abrir tuvo que volver a cerrar. Trotta se muestra “intransigente” frente a Larreta pero habilitó el caso jujeño y hoy las modalidades de semipresencialidad en Formosa y La Pampa mientras Chaco se habilita en la misma dirección.
Si bien, en un primer momento, Baradel y Alesso sumaron voces discordantes hacia la vuelta, hoy la situación es distinta. Fue el propio Baradel el que, el 17 de julio pasado, anunció que se opone a una vuelta generalizada pero no frente a una salida “focalizada”. Al mismo tiempo pidió «prestar especial atención a los chicos que perdieron vínculo con la escuela y, fundamentalmente, a los que están terminando ciclos». [3] O sea, pedía algo muy parecido al proyecto actual de Acuña.
Está claro, el sindicalismo K tiene doble cara. Allí donde su contrincante es el tío Alberto o Kicillof no hace nada y es más dócil. No es casualidad que SUTEBA haya allanado el camino durante los años previos con el fin de garantizar el triunfo del peronismo y su estabilidad. Y por este mismo motivo apenas asumió, trató de “desestabilizador y golpista” a quienes lucharan por algo más que las migajas que tiraba Alberto Fernández. Encubren que en la provincia de Buenos Aires también los desconectados se acumulan de a cientos de miles, tal como mostramos en otra nota. Pero poco hacen por evidenciar esa situación, no vaya a ser que se desestabilice el gobierno.
En la ciudad es panorama es distinto. Si la Celeste se mueve aquí es únicamente porque su contrincante es Larreta (véase, por ejemplo, el paro de principios de agosto). En relación al tema que planteamos al principio (la presencialidad) no solo rechazó el protocolo, sino que hizo una presentación en la Justicia contra el gobierno para que este entregue computadoras y garantice la conectividad. Asimismo, Angélica Graciano (UTE) se refirió a los problemas de conectividad de los estudiantes como si fuera una particularidad porteña, haciendo la vista gorda del cuadro nacional dominado por el peronismo. Sin ir más lejos, del otro lado del riachuelo, la situación no parece mejor que aquí y de presentar recursos judiciales, ni hablar. Por el contrario, en la provincia de Buenos Aires, Baradel le tira flores a la “excelente” gestión de Axel. Hace un tiempo excusó al gobernador al decir que este había implementado el programa “Escuelas en Obras” el cual tuvo que suspenderse por la pandemia, es decir, hizo lo que “pudo” y las escuelas aún esperan solución.
Por un plan de emergencia
El personal político burgués está corriendo la carrera por las elecciones 2021/2023. En la ciudad de Buenos Aires, Larreta evidencia una posición electoralista y oportunista: quiere pasar a la historia como el que mejor manejó la pandemia y nos llevó hacia la normalidad. En lugar de intentar resolver en términos reales el problema de la deserción escolar, apela al agotamiento que el aislamiento genera en padres y alumnos. Todo para presentarse como una salida progresista y preocupada para que los chicos no sigan perdiendo clases. Esto es muy difícil creer si tenemos en cuenta que hace unas semanas no tenían idea cuantos eran los alumnos que no se conectaron nunca. También que la solución es bien sencilla: conectividad, recursos tecnológicos, docentes y personal de acompañamiento para revincular. Por eso, queda claro que tampoco le interesa la calidad de los contenidos. De más está decir que la labor pedagógica y técnica brilla por su ausencia y hoy se apela a lo emocional.
Por otro lado, este intento del gobierno porteño debemos enmarcarlo dentro de la tendencia general de apertura que se ve en todo el país. Esa tendencia se irá agravando en la medida que se siga flexibilizando la cuarentena y, por lo tanto, aumente la necesidad de los padres de ubicar a sus hijos en los colegios para poder trabajar. Hoy más que nunca, pretenden restablecer el lugar de guardería de la escuela.
Lo cierto es que mientras atravesemos una pandemia solo hay una solución viable. La desconexión se soluciona con computadoras y conexión gratuita y de calidad. Dinero y computadores hay. Las dependencias del Estado (incluidas las escuelas) cuentan con una enorme cantidad de dispositivos que hoy están en desuso por la pandemia. Esto debe estar acompañado por la contratación del personal docente técnico, asistencial y pedagógico necesario para acompañar la trayectoria de todos los alumnos. Además, hace falta un plan: cómo recomponer lo vincular a distancia, cómo sortear el agotamiento y el stress mental, cómo trabajar sobre los contenidos, cómo combinar lo curricular con espacios ciberlúdicos que apunten a descomprimir. Para conseguir esto, docentes, auxiliares, estudiantes y familias tenemos que dar una lucha de conjunto contra la irracionalidad capitalista que degrada nuestra educación y pone en riesgo nuestras vidas. La pandemia lo expresa hoy más que nunca y para salir del atolladero hace falta un plan.