Burgués, industrial y nacional. Biografía política de Martínez de Hoz – Verónica Baudino

en El Aromo nº 72

videla2 Verónica Baudino
Grupo de Investigación de Historia de la Burguesía

La muerte de quien fuera ministro de Economía durante la última dictadura ha resucitado las visiones que lo asocian a una política anti-nacional y anti-industrial. En este artículo repasaremos su trayectoria, que lo ubica, contrariamente a lo que indica el sentido común, como un cuadro de la burguesía nacional.

Una visión muy repetida y generalizada que atribuye al ex ministro de economía la representación de los intereses de los grandes capitales monopólicos y extranjeros. Desde esta mirada del proceso histórico, Martínez de Hoz expresó el programa de la burguesía reaccionaria contra la alianza de la burguesía “progresista y nacional” con la clase trabajadora. Esta perspectiva divide a la burguesía entre una “buena” (productiva, preocupada por el desarrollo nacional y proclive, dado su cariz progresista, a establecer alianzas con la clase obrera) y una “mala” (oligárquica, financiera, antinacional y antipopular). Intenta de esta manera soslayarse la unidad de clase de la burguesía que sobrevuela por encima de las contradicciones entre sus diferentes capas y fracciones. Unidad que se impone, sobre todo, en momentos en que peligra la continuidad de la dominación social, como en los albores del golpe de 1976. Unidad que expresó, en ese momento, la figura de Martínez de Hoz.

Camino a la fama

José Alfredo Martínez de Hoz provino de una familia burguesa cuyos miembros han intervenido de manera constante en distintas esferas la vida política argentina. Se graduó como Doctor en Leyes en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Continuó sus estudios en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, donde obtuvo su título de Master en Derecho Comparado. Desde su juventud militó defendiendo los intereses de su clase. A fines de la década de 1940 fue presidente del Ateneo de la Juventud Democrática Argentina, una organización de intelectuales que proveyó al Estado de más de un funcionario. Publicaban una revista, Demos, desde donde se criticaba al peronismo por el lugar otorgado a las masas trabajadoras en el escenario político [1].
En 1956, durante la Revolución Libertadora, se desempeñó por primera vez como funcionario estatal al mando del Ministerio de Economía, Finanzas y Obras Públicas de la Intervención Federal en la Provincia de Salta. Entre 1957 y 1958 fue Presidente de la Junta Nacional de Granos. Durante el gobierno de José María Guido (ante la destitución de Frondizi por parte de las Fuerzas Armadas), ocupó primero el cargo de Secretario de Estado de Agricultura y Ganadería de la Nación, y luego el Ministerio de Economía.
Martínez de Hoz fue dirigente destacado del Consejo Empresario Argentino (CEA). Fundada en 1967, la entidad nucleaba a los capitales más importantes que operaban en Argentina en aquél entonces. Surgió del grupo IDEA y estaba conformado por empresarios de todas las ramas, nominados por el propio Consejo para formar parte de él. Se trató de un selecto número de capitales nacionales y extranjeros: Loma Negra, Alpargatas, Noel, Cámara de la Construcción, Dálmine, FIAT, Ford, Bunge y Born, entre otros. El CEA habría gozado de un lugar privilegiado como interlocutor del gobierno de Onganía, principalmente a partir de la conexión con Krieger Vasena.
Su intervención pública menguó durante el primer período del tercer gobierno peronista para proyectarse a un nivel superior. La reactualización de la crisis económica y política luego de la muerte de Perón le dio a Martínez de Hoz, y la fracción de la burguesía que representaba, un lugar político cada vez más preponderante. Como presidente de Acindar colaboró en el denominado Operativo Serpiente Roja del Paraná a principios de 1975, una acción represiva de amplio alcance ordenada por el gobierno de María Estela Martínez de Perón. Mediante la articulación de las fuerzas paramilitares (la Triple A y los matones sindicales) y policiales, en acuerdo con las empresas metalúrgicas de Villa Constitución (Acindar, Marathon y Metcon –luego Paraná Metal-), secuestraron, torturaron y asesinaron a dirigentes de la temida “guerrilla fabril”. El operativo, destinado a desbaratar a la seccional local de la UOM en manos del clasismo, obró como un ensayo de lo que vendría.
No fue un hecho aislado. Luego del fracaso del Plan Rodrigo, el CEA de Martínez de Hoz, CARBAP y la Cámara de Comercio, a la que pronto se sumaron COPAL (Coordinadora de Industrias de Productos Alimenticios, Bebidas y Afines), SRA y la Bolsa de Comercio, lanzaron una ofensiva que tenía por objetivo la consumación de una salida política que garantizara las condiciones para efectivizar la concreción del programa económico que sacara, finalmente, al país de la crisis. Ese programa debía avanzar abiertamente sobre el salario real y las conquistas obreras para recomponer las bases de la acumulación de capital. Pero para hacerlo, debía disciplinar al movimiento obrero en el que ganaba posiciones la izquierda revolucionaria, que ya había desbaratado el plan de ajuste de Celestino Rodrigo. A él apuntó la sangrienta represión desatada tras el golpe, que venía a realizar el interés del conjunto de la clase dominante. Por eso, a la opción dictatorial fueron sumándose, en los primeros meses de 1976, representantes de diferentes sectores de la burguesía industrial y agraria más chica, nucleados hasta ese entonces en la CGE.

Reinado y ocaso

El papel protagónico llegó para Martínez de Hoz en 1976, como funcionario de la dictadura militar. El gobierno encabezado por Videla tuvo como eje, por un lado, el plan represivo y la eliminación de cuadros dirigentes de la fuerza revolucionaria, que buscaba desarticularla y desalentar toda posible reconstitución a futuro. Y, por otro, el programa económico implementado por Martínez de Hoz. Sus principales medidas consistieron en el congelamiento de salarios, eliminación del sistema de control de precios, sanción de un nuevo régimen que desreguló las inversiones extranjeras, unificación de la paridad cambiaria (comercial y financiera), reducción de las retenciones a las exportaciones y disminución de aranceles a la importación. Se dispuso una nueva ley de Promoción Industrial que beneficiaba tanto a nacionales como extranjeros, una Reforma Financiera que liberalizó el mercado de créditos y un ritmo de sobrevaluación creciente de la moneda mediante la famosa “tablita”.
La gran mayoría de las representaciones de la burguesía nacional y extranjera saludaron la instauración de la dictadura y el plan económico implementado. El CEA, ideólogo del plan y, como observamos, gestor de la estrategia golpista intervino en su puesta en marcha aportando funcionarios públicos. Formaban parte de la institución el Grupo Zorroaquin, ASTRA, Grupo Roberts-Alpargatas, Techint, Bunge y Born y Banco Shaw. La Fundación Mediterránea dio la bienvenida al golpe y al sentido general de las medidas implementadas. Detrás de la figura pública de Domingo Cavallo, cabeza de la fundación, se encontraban Bagley, Agrometal, Bridas, Establecimiento Las Marías, Fate, Frigorífico Rioplatense, Gatic, Industrias Metalúrgicas Pescarmona, Industrias Metalúrgicas Zanello, Laboratorios Bagó, Ledesma, Alto Paraná, Café Águila, Ferrum, Manliba, Materfer, Grandes Motores Diesel y Sevel, entre otras. Los miembros de la UIA, aunque con diferencias entre sus tendencias internas, saludaron el programa. El sector agropecuario (SRA, FAA, CRA, CARBAP), también se alineó con el golpe militar en términos políticos, aunque pronto hicieron sentir sus quejas por las cargas impositivas y el tipo de cambio que avanzaban sobre la renta. Se observa que Martínez de Hoz gozó del apoyo del conjunto de la burguesía que opera en Argentina, que buscaba restablecer su hegemonía, más allá de las disputas internas existentes por ver qué fracción o capa de la burguesía pagaba los costos de la crisis.
Restituida la democracia (y la hegemonía) en 1983, con el avance de la burguesía sobre las condiciones políticas y materiales de la clase obrera, el personal que se había manchado las manos con sangre ya no era útil. Así, Martínez de Hoz y las cúpulas militares fueron la prenda de cambio de la naciente democracia. Mientras los capitales cuyos intereses habían defendido operaban libremente tras el “restablecimiento del orden”, Martínez de Hoz tuvo que rendir cuentas ante la justicia. Fue procesado en la causa por la deuda externa impulsada por Olmos y estuvo en prisión domiciliaria por el secuestro de los empresarios Federico y Miguel Gutheim. En 1990, durante el menemismo, fue indultado. Dieciséis años después, Argentinazo mediante, se declaró la nulidad del indulto, se reabrieron las causas y el ex ministro terminó su vida en prisión (domiciliaria).
Martínez de Hoz no sólo fue un burgués sino que se desempeñó como un cuadro político de su clase. Su extracción social lo ubicó en un lugar privilegiado para tal función. Actuó desde su juventud en círculos de propaganda y luego en la esfera pública. Se desempeñó en distintas instancias llevando a cabo los llamados “programas de estabilización” (ajuste) en momentos de contracción económica. Su lugar en la Revolución Libertadora, el gobierno de Guido y la dictadura de 1976 muestran que el programa que personificaba tenía un lugar privilegiado ante la necesidad de restablecer la acumulación de capital. Expresó la estrategia de la fracción más concentrada de la burguesía nacional, que aglutinó tras de sí, en estas coyunturas, a muchos capitales menores que apostaban al “ajuste” ante la posibilidad de perderlo todo (por la crisis o por la ofensiva de la clase obrera). En los momentos de bienestar económico, por el alza de la renta agraria, su figura se “escondía”, pero recobraba fuerza ante cada crisis.
Martínez de Hoz, sin embargo, no expresó el avance de una fracción financiera, reaccionaria y antinacional sobre la industrial y progresista, sino de la hegemonía política de las capas más productivas de la burguesía nacional, que contaban con mayores potencialidades para campear la crisis. El proyecto económico de Martínez de Hoz fomentó el avance de los exponentes de la burguesía nacional (y extranjera que opera en Argentina) más grande por sobre la pequeña. Dos capas de una misma clase en disputa por liderar la acumulación de capital. Martínez de Hoz fue, entonces, un preciado dirigente político de una fracción de la burguesía nacional. Que supo, a su vez, erigirse en dirección económica del gobierno que salvó a la burguesía toda del avance de la clase obrera en 1976.

NOTAS:
1 Muleiro, Vicente: 1976. El golpe civil, Editorial Planeta, Buenos Aires, 2011.

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