Durante el transcurso del año, la clase obrera no logró poner en jaque al gobierno. No le faltó oportunidad con todas las turbulencias que sufrió Macri. Y sin embargo, paso a paso, el macrismo avanzó con una vuelta de tuerca más en el ajuste y degradación de los trabajadores.
Aunque la reforma laboral no fue tratada, las paritarias dieron un saldo negativo. Si bien todas rompieron el techo que el gobierno se había propuesto inicialmente, la gran mayoría firmó por debajo de la inflación anual que superaría el 45%, a excepción de aceiteros que firmó por encima y cuatro gremios que empataron. O sea, nuestro salario vale menos.
Por otro lado, el gobierno impuso cláusulas de revisión y no gatillo, es decir, apenas el compromiso de volver a reunirse si la inflación se dispara. Que eso ocurra depende de la fuerza del gremio para exigirlo. El resultado es claro: la burocracia peronista de todos los pelajes es una piedra en el zapato. Para colmo, a la izquierda de eso, no aparece una alternativa. Estamos cada vez peor. Y se nota.
Fuera de algunos casos excepcionales (Aceiteros que cerró un 75%, con un bono de 34 mil pesos y cláusula de revisión a julio 2019), algunos gremios arañaron relativamente la inflación anual. Sanidad (Daer), Comercio (Cavalliero), Petroleros de YPF y Call Centers firmaron un 45%. Eso sí, las patronales de comercio ya advirtieron no poder costear los aumentos, justo en un rubro en crisis y con mucho trabajo en negro. Es evidente que solo una parte mínima podrá cobrar el aumento.
Otros gremios –la mayoría- se encuentran unos puntos por debajo. Camioneros, Alimentación, Metalúrgicos alcanzaron un 40%, con bono de fin de año. En septiembre, varios gremios cerraron debajo del 30%. La docencia universitaria, donde dirige el kirchnerismo, cerró con un acuerdo miserable de 24 a 26% después de un mes de huelga con alto acatamiento. Como se ve, el kirchnerismo, con un caudal movilizado, garantizó la derrota. UPCN ni hablemos: reapertura de paritarias mediante, cerró un 25%. ATE dice oponerse, pero sin un plan de lucha. A las palabras se las lleva el viento. Por último, el campeón de las derrotas, Robi Baradel ni siquiera cerró su paritaria con Vidal.
Además, el bono que negoció la CGT es una auténtica fantochada. Se trató de una suma no remunerativo de 5 mil pesos para desactivar un paro nacional que, en realidad, nunca había convocado. Seamos realistas: pensemos en las pymes –las que tengan personal blanqueado, que son las menos- o en los sectores en crisis. ¿Lo van a pagar? Lo más probable es que no. Por eso, el propio Ministro de Producción, Dante Sica, ya habló de “flexibilidad”: dos pagos o más. ¿De qué depende? De la capacidad de negociación de cada sector. Lo mismo va a pasar con la posibilidad que el bono corra a cuenta de futuros aumentos. Y ya vimos cómo se planta la burocracia…
El asunto se va a profundizar el año que viene. El gobierno ya anticipa que quiere aumentos con tope de 23% y sin cláusula gatillo. Así ya cerró dos paritarias con UTEDYC -empleados de gimnasios como mutuales- y FATERYH –trabajadores de edificios-. Con estas negociaciones quedó más que claro, que no hay chance alguna de ganar con la burocracia peronista que dirige nuestros sindicatos. La kirchnerista posa de combativa pero entrega huelgas y convenios. Para diferenciarse, la izquierda tiene que presentarse como una alternativa de verdad a todas ellas. Debe ocupar un lugar activo para impulsar un plan de lucha y una política propia, más allá de lo que haga o deje de hacer la burocracia. La crisis solo va a ser superada con una salida socialista, lo que requiere de audacia y decisión, y no esperar a las conducciones burocráticas.