La semana pasada el Ministerio de Educación decidió, mediante la Resolución N° 2431/2021, reabrir hasta el 31 de agosto la inscripción a las becas Progresar. El programa tiene como objetivo garantizar el acceso y permanencia de los estudiantes en el sistema educativo. Sin embargo, lo que a simple vista podría parecer progresivo no es más que un manotazo de ahogado del gobierno de cara a las elecciones que, además, esconde una serie de falencias y no resuelve los problemas de los estudiantes.
La inscripción a las Progresar suele realizarse una vez por año, al comienzo del mismo, y pueden aplicar jóvenes de entre 18 y 24 años. El monto de las becas varía en relación al tipo y nivel de estudio aunque, en general, ronda entre los $3600 y los $4600 mensuales. En este caso, las becas no serán anuales sino que se cobrarán solo por seis meses, entre agosto y enero.
Requisitos para todos, becas para pocos
Como consecuencia de la crisis económica son cada vez más los jóvenes que aplican a las distintas becas. Pero también son muchos los que se quedan afuera, como quedó de manifiesto en la primera mitad del año. Esto se debe a que se trata de becas sumamente restrictivas a las que no todos pueden acceder. Veamos entonces cuáles son algunas de estas restricciones. En primer lugar, los ingresos del grupo familiar del aspirante no deben superar los tres salarios mínimos, vitales y móviles (SMVM). Pero, ¿de cuánto estamos hablando? El SMVM correspondiente al mes de julio fue de $27.216, por lo que quienes pretendan inscribirse deberán tener ingresos familiares inferiores a $81.648. Ahora bien, según el INDEC una familia necesitó en junio $69.931 para no caer en la pobreza. Aún no se han publicado los datos de julio, pero podemos suponer que el costo será mayor. Es decir, podrán aplicar aquellos estudiantes en cuyos hogares con suerte se logra superar la canasta básica de pobreza, con todo lo que ello significa.
Por otro lado, los postulantes no pueden superar los 24 años, salvo determinadas excepciones. A saber: los estudiantes avanzados pueden solicitar la beca siempre y cuando no superen los 30 años, en el caso de personas con hijo/s a cargo la cifra se eleva hasta los 35 y, por último, los denominados grupos vulnerables (trans, miembros de comunidades originarias, refugiados y discapacitados) y estudiantes de enfermería no poseen límite de edad. En el caso de Enfermería la excepción en el límite de edad responde a que se trata de una carrera con un gran predominio de mujeres mayores de 25 años con hijo/s a cargo. Aún así, según informes del Ministerio de Educación alrededor del 50% de la población estudiantil del nivel superior tiene más de 25 años y el 25% supera los 30 años. Podemos observar cómo, nuevamente, el grueso de los estudiantes queda por fuera de los alcances del plan Progresar.
Por último, si bien debido a la pandemia se han levantado ciertas restricciones académicas, en momentos de presencialidad los solicitantes deben cumplir también con ciertos requisitos como, por ejemplo, la aprobación del 50% de las materias.
Becas de miseria
Quienes se inscriben a las becas suelen encontrarse desocupados u ocupados informalmente o con bajos salarios. Como decíamos, los montos de las mismas suelen rondar entre los $3600 y los $4600 mensuales, aunque aumenta levemente dependiendo del nivel, carrera y qué tan avanzado se encuentre el estudiante respecto del plan de estudios. Según estimaciones del INDEC, para el mes de junio un adulto necesitó $21.517 para no caer en la pobreza y $9.195 para no ser catalogado como indigente. Sin embargo, el mayor estipendio que un estudiante puede percibir es de $9700 y corresponde a alumnos del último año de la carrera de enfermería. El resto se encuentra por debajo. Lo que esto nos muestra es que las becas no cubren siquiera los gastos mínimos que cualquier estudiante tiene.
La pandemia, además, agudizó problemas que los estudiantes arrastramos desde hace años. Es impensable que en pleno siglo XXI estudiantes de nivel primario, secundario y superior no cuenten con computadora y conexión a internet. Sin embargo, fueron muchos los estudiantes que no pudieron estudiar por la falta de herramientas y a los que el gobierno no les garantizó de ninguna forma el acceso y la continuidad escolar. Está claro que con $9700 pesos no se puede comprar una computadora, mucho menos vivir y desarrollarse plenamente.
El oportunismo electoral del gobierno
Mientras la crisis económica se profundiza y una tercer ola amenaza a una población que no ha sido vacunada masivamente, la preocupación del gobierno está puesta en las elecciones. En ese sentido, la reapertura de la inscripción responde a la necesidad del gobierno de los Fernández por captar el voto joven mediante una mínima inversión. Se muestra como un gobierno progresivo y preocupado por la educación de los jóvenes pero, como vimos, lo único que ofrece es miseria. Las becas Progresar no solo son restrictivas sino que no dan respuesta a los problemas materiales que atravesamos los estudiantes. Aún peor, ni siquiera se preocupan por garantizar a los estudiantes una educación de calidad ya que, en el caso de las Progresar destinadas a la educación obligatoria, gran parte de los beneficiarios de las becas finalizan sus estudios mediante el plan FinEs. A ello debemos sumar el hecho de que a lo largo de la pandemia el gobierno no ha garantizado en ningún momento la virtualidad.
¿Qué es, entonces, lo que los estudiantes necesitamos? En primer lugar, debemos conquistar el salario estudiantil. Necesitamos acceder a becas integrales sin límite de edad ni ningún otro tipo de restricciones, que cubran nuestras necesidades materiales y nos liberen del trabajo, permitiéndonos un desarrollo intelectual pleno. Necesitamos, además, que se garantice la virtualidad para que no haya más muertes evitables. En pandemia la presencialidad es criminal y sin vacunación masiva (con ambas dosis) a las aulas no podemos volver. Debemos luchar también para que cada lugar de estudio cuente con guarderías y jardines maternales de forma tal que las mujeres dispongan de tiempo y espacio para poder estudiar. Por último, necesitamos batallar por una educación científica, feminista y laica.