Pablo Pereira y Sahasranshu Dash
Colaboradores
El ingreso de la India en la dinámica de la acumulación mundial podría significar un incremento de la lluvia de manufacturas baratas y contribuir a regimentar al proletariado occidental, aunque en un contexto de sobreproducción mundial; lo que podría echar más leña al fuego de la crisis.
Desde la segunda mitad del siglo XX y con mayor fuerza desde los ‘80, presenciamos el traslado masivo de capitales al Asia.1 Este pasaje se produjo para aprovechar la barata y disciplinada mano de obra de la región. Luego de un período, en algunos países se desarrollaron nuevas capacidades hacia producciones más complejas. Primero fue Japón, luego siguió el boom de los tigres asiáticos y de Corea del Sur y Taiwán. Luego de las reformas de Deng Xiaoping, China entró en la espiral de un desarrollo económico que la convirtió en la “fabrica del mundo”. Su población de más de 1.300 millones de personas se ha convertido en un inmenso reservorio de mano de obra para el mercado mundial.
En este contexto, la India se presenta como una economía con potencial, dada la abundancia de fuerza de trabajo y los síntomas de desaceleración en China. Tal es así que en 2016 tuvo un crecimiento superior al del gigante asiático, lo que en breve llevaría a escalar más posiciones en el ránking (hoy ocupa el 7° puesto en PBI en términos nominales y 3° en paridad de poder adquisitivo). Por ello, es considerada por los economistas burgueses como un posible reemplazo o complemento ante la desaceleración china. Veamos sus perspectivas y límites, ante los síntomas de desgaste del país de Mao y Confucio.
La vía India… al capitalismo
Los primeros gobiernos del estado independiente, en un contexto mundial de fuerte intervención estatal, establecieron un férreo control de la economía mediante la planificación centralizada. Con Nehru, el gobierno tomó las riendas de industrias claves (insumos industriales, energía) y expandió la inversión pública. No obstante, en materia económica los resultados fueron magros.
En los ‘80 se produjo una primera liberalización de la economía que terminó en la crisis de la deuda en los ’90. Entre 1991 y 1993 la rupia se devaluó un 70%, y hacia el final de esa década la pérdida de valor frente al dólar alcanzó el 135%. Se encaró entonces un proceso de reformas y apertura gradual. Se permitió el ingreso de capital foráneo en varios sectores hasta el 51% del paquete accionario. En la industria, el Estado mantuvo control sobre sectores como químicos, fármacos, bebidas alcohólicas, tabaco y sustancias atómicas. En los servicios, hubo apertura en telecomunicaciones, bancos y seguros, antes bajo monopolio estatal.
Desde estas reformas, aumentó la inversión extranjera directa y comenzaron a destacar sectores hoy claves, como el software. A pesar de todo, las altas tasas de crecimiento recién se alcanzarían a partir del nuevo milenio, acelerándose luego de la crisis de 2008. Eso generó la perspectiva de que, sumado al “bono demográfico” (elevado crecimiento de su población en edad de trabajar),2 protagonice un sostenido proceso de crecimiento en los próximos años. En ese sentido, cabe preguntarse qué rol puede jugar en el proceso de acumulación y si es una solución capitalista a la crisis.
Crecimiento vía commodities, software y bajos salarios
La India, el país de grandes maravillas, de las exportaciones de diamantes (principal exportador mundial junto con los EEUU, con más de 24 mil millones de dólares en 2016), combustibles, textiles, oro y medicamentos (un 3,7% del comercio mundial); es también la de la pobreza y la desnutrición. Sobre todo en el ámbito rural, donde se registra la mayor parte de la población (un 67% de los 1.300 millones de habitantes en 2016) y gran parte del empleo. La India representa el 3% de la producción mundial (un 7% en paridad de poder adquisitivo). Los analistas esperan que se convierta en pocas décadas en la segunda economía mundial, superando a los EEUU en términos de PBI. También se estima que la población joven en edad de trabajar supere a la de China en diez años. En efecto, la economía india viene creciendo a una velocidad promedio del 7,5% anual luego de la crisis de 2008-9, más rápido que su vecino del noreste.
Como señalamos, este fenómeno se debió en parte a los flujos de IED y a los permisos para la inversión privada. Pero la base de ello se encuentra en los magros salarios que atraen capital de otras partes del mundo. Esto llevó a incrementar la competitividad de la economía india y su inserción. No obstante, cabe mencionar que su sector manufacturero aun es relativamente menor en relación a la producción total. De hecho, entre sus principales exportaciones (que dan una idea de los sectores más competitivos) se encuentran bienes primarios o vinculados a recursos naturales: metales preciosos (17%), minerales (11%), productos vegetales y animales (8%) y metales (7%). En el sector de “manufacturas de origen industrial”, se encuentran los químicos (principalmente medicamentos) y textiles, cada uno con 14% del total de ventas al exterior, y la maquinaria con un 9%. A nivel mundial, ocupa el puesto 18° entre los exportadores, con un 1,7% de la participación total desde 2011. Su balanza comercial, a diferencia de China, es estructuralmente deficitaria. Sobre todo por la necesidad de importación de energía: el petróleo crudo ocupa casi un quinto de las compras, y precisa importar 80% de su consumo energético. Desde 2009 hasta la actualidad, el promedio del saldo comercial de productos arroja un abultado déficit que, compensado en parte con exportación de servicios, roza los 80 mil millones de dólares anuales.
Ello repercute en las cuentas públicas. Aunque en descenso desde 2009, la India tiene un déficit fiscal del 3,24% del PBI; y uno de los déficits de cuenta corriente más grandes del mundo. Esto se compensa mediante el endeudamiento. La deuda pública alcanza el 50% del PBI. Si bien la externa es menor en comparación con otros países (21% del PBI), en torno a los 417 mil millones de dólares en 2017, se ha incrementado aceleradamente desde 2008 (cuando pasó de 172 a 224 mil millones), a razón de 11% anual.
En este panorama, los considerados “servicios” (software, seguros, comunicaciones, hotelería) se muestran como la actividad más dinámica. Emplean a más de un cuarto de la población y ciertos subsectores tienen relevancia competitiva. Por caso, en 2014 se exportaron 310 mil millones de dólares en servicios, cuando en productos manufacturados la cifra alcanzó 260 mil millones. Casi la mitad fueron servicios informáticos, lo que muestra el potencial de desarrollo de servicios IT. En 2016, el valor de producción de software fue de 128 mil millones de dólares (más de la mitad del valor producido por toda la manufactura), con un 82% destinado a la exportación.
La baratura de la mano de obra
La población activa de la India se compone de 522 millones de seres humanos, lo que la convierte en la segunda mayor “reserva” de trabajadores del mundo luego de China, que cuenta con 806 millones de ocupables.3 En cuanto al lugar de residencia, se encuentra en la situación de China durante la segunda mitad de los ’90: aproximadamente un tercio de los indios viven en ciudades, mientras que el 67% restante tiene base agraria. En 2016, cerca de 885,4 millones de personas. El movimiento de masas rurales hacia las ciudades permite la conversión en asalariado urbano, elevando los estándares de vida (y, para los laxos parámetros del Banco Mundial, permitiendo el engrose de la “clase media”). Pero esto es apenas un paliativo. Por caso, el promedio de los salarios rurales registrados, (incluyendo maquinistas de artefactos agrícolas y otros trabajos de cierta calificación) entre 2013 y 2017 se encontraban alrededor de los 4,5 dólares al día. Según el propio Ministerio de Trabajo y Empleo los obreros fabriles ganaban en promedio, entre 2006 y 2012, apenas 1.436 dólares al año. El salario promedio mensual de la economía, según datos internacionales, es apenas superior a los 540 dólares (poco más de la mitad del malayo o del chino, cuatro veces menos que el taiwanés, aunque por encima del vietnamita y en el mismo nivel que el brasileño o el mexicano). Aunque cabe destacar que estos datos refieren a la economía registrada. En la India, la mayor parte de los trabajadores revistan en el sector informal o bien en distintas formas de contrato por tercerización, lo que los ubica muy por debajo de estos promedios.4 Además, sufren una casi total desprotección laboral, jornadas extensas, y condiciones deplorables. Es decir, la flexibilización a pleno.
No obstante, a pesar de contar con abundante mano de obra y a bajo costo, el capital entra con cierto recelo. Esto determina una especificidad de la economía india en relación a otros países de similares características, como en el caso de China, donde el proceso se dio más rápidamente. Tal es así que en este último país el nivel de los salarios aumentó a una velocidad superior, permitiendo que sus salarios reales superen a los de la India, históricamente mayores. El costo laboral en dólares por hora para la manufactura, en promedio, se incrementó de 0,53 en 2003 a 0,92 en 2010. En relación con los EEUU, eso representó para los trabajadores indios pasar de recibir un salario bruto que correspondía al 2,7% del salario en EEUU en 2002, a uno de un 3,6% en 2009. En China, ese mismo porcentaje pasó del 2,2% al 5,1%.
Al interior de los sectores, para 2010 la Refinación de petróleo era el sector con mayores costos, con 4,2U$S la hora. Muy por debajo seguían Computación, Electrónica y Óptica y el de Maquinaria y Equipos (2,4), Automóviles (2,2), Productos farmacéuticos (2,1), Químicos y el de Equipamiento Eléctrico (2). Los salarios más bajos están en las manufacturas trabajo intensivas y en la producción de alimentos con menos de 1 dólar la hora. Hay que tener en cuenta que muchas manufacturas de la India son informales. Si bien el sector manufacturero registrado produce alrededor de dos tercios del valor agregado total, el 80% del empleo en la manufactura es generado por el sector informal, lo que demuestra el vasto universo de población disponible.5
En ese sentido, lo que está en juego es la posibilidad de que India pueda convertirse en receptor de capital, sustituyendo en parte a China, debido a sus bajos salarios. Por el momento, el sudeste asiático (aun con mayores costos laborales que la India) es el que está recibiendo la reubicación de fábricas del sur industrial de China. El ingreso de lleno de la India en esta dinámica podría significar un incremento de la lluvia de manufacturas baratas y colaborar en el disciplinamiento del proletariado de los países occidentales, aunque en un contexto de sobreproducción; lo que podría echar más leña al fuego de la crisis mundial.
Notas
1Datos del Geo-Esquema de Naciones Unidas.
2Cómo invertir con éxito en la India, PWC, 2013. En https://goo.gl/4E9JrS.
3En base a CIA Factbook, https://goo.gl/Ms5wc8.
4Egan, Julia: “La fórmula india”, en El Aromo n° 93, 2016, https://goo.gl/KLcqnE; y Regina, Osvaldo: “El Estado indio se rinde al capital”, en El Aromo n° 69, 2012, https://goo.gl/PZV5Vw.
5Sincavage, Jessica et al.: “Labor costs in India’s organized manufacturing sector”, en BLS, mayo 2010.