La crisis del FIT no hace sino profundizarse y traer nuevos cimbronazos. El Manifiesto Político que publicó hace unos días el Partido Obrero es un ejemplo muy elocuente. Destinado a señalar las tareas que debería afrontar el movimiento obrero y la izquierda este año, es en realidad una amenaza de patear la mesa y rediscutir todos los acuerdos entre los tres partidos del FIT.
Luego de denunciar la ofensiva antiobrera del gobierno actual y la complicidad de la oposición, el Manifiesto pasa a una serie de consideraciones sobre el futuro del FIT. Más allá de los desacuerdos que podamos tener en las caracterizaciones más generales (“régimen de coalición” o la cuestión de género), ese último punto, las perspectivas del frente, constituye la discusión más importante.
El PO caracteriza que estamos ante una nueva situación o, mejor dicho, una “transición política”, aunque no especifica de dónde ni hacia dónde. El caso es que, según este Manifiesto, el FIT “no ha actuado como un bloque común, en el plano de la acción política y parlamentaria, desde la asunción del gobierno de Macri”. Es decir, antes sí. Se olvida que el FIT funciona como un “Interbloque” desde el 2013…
En fin, vamos a lo que importa: ante esta nueva situación, el PO nos advierte sobre dos peligros: el electoralismo y el seguidismo al nacionalismo (en este caso, al kirchnerismo). Un claro mensaje al PTS. En cambio, para el PO, la tarea del FIT sería “abrirle paso a una salida obrera” (socialista no, claro). Esto requeriría “una modificación del actual rumbo del Frente de Izquierda”. ¿Cuál?
Aquí el PO lanza su propuesta “novedosa”: una acción política común. Para eso realizan un llamamiento:
“Llamamos a los otros partidos del Frente de Izquierda; a quienes han simpatizado y apoyado sus listas y en general, a todo el movimiento obrero combativo y luchadores de izquierda a debatir estas conclusiones políticas y un programa; a discutir un plan de acción que incluya la realización de congresos y plenarios en los distritos y en el plano nacional”
He aquí la verdadera novedad, en boca del PO. En primer lugar, la convocatoria a “quienes han simpatizado y apoyado sus listas”. Es decir, a todos los partidos que trabajan por el FIT, pero no tienen ni voz ni voto. Luego de cuatro años de mantener a un importante contingente de militantes del FIT en estado de proscripción, el PO se da cuenta que allí reside una fuerza capaz de cambiar la ecuación que ha empantanado al frente. En segundo, a “congresos y plenarios”, que deberían derivar en el “plano nacional”. Es decir, colocar a la fuerza militante por sobre los acuerdos administrativos.
Más allá de la propia responsabilidad del PO en el estado de situación, la gran pregunta es si se trata de un ofrecimiento sincero o no. ¿Por qué la desconfianza? Primero, porque hemos propuesto este tipo de cosas desde el 2013 y siempre encontramos la negativa de quienes ahora lo proponen. Hemos pedido la incorporación al FIT de todos los partidos que militan por él y aquí estamos. Hemos sostenido la necesidad de un congreso de militantes para definir un programa, un plan de acción e incluso las candidaturas y, como se sabe, fuimos a las internas abiertas (con el resultado conocido). Segundo, porque resulta curioso que el PO anuncie este tipo de cosas cuando se vienen las PASO, hay que definir candidaturas y sabe que perdió las anteriores y que puede perder estas. Si uno fuera mal pensado, diría que es una forma de hacer jugar el apoyo militante que el PO tiene dentro (IS) y fuera del FIT (IR, Rompiendo Cadenas y otras agrupaciones) con el simple objetivo de dirimir candidaturas.
Más allá de todo esto, la propuesta es un síntoma del estado del FIT. Sincera o no, es una abierta amenaza a la dirección del frente. En especial, al PTS. La crisis, entonces, no hace más que profundizarse. Luego de que Altamira denunciara el “inmovilismo” del FIT durante 2016, se convocó al acto de Atlanta. Allí, la única propuesta concreta, fuera de alusiones abstractas, fue prepararse para las elecciones de este año. Nada se avanzó y el FIT no intervino en ninguna lucha como tal. Ni siquiera frente a los despidos pudo sacar un comunicado común. Ni por AGR-Clarín. En ese contexto, el PO reconoce que las conversaciones a puertas cerradas con la dirección del PTS -estrategia usada hasta ahora- no van a sacar al frente de su crisis. Pueden servir para acordar cuestiones técnicas, pero no para cambiar la ecuación política. Por eso, amenaza con patear el tablero.
Pero por ahora es eso: una amenaza. No una apuesta. No hay fecha de convocatoria, ni campaña, ni llamamiento concreto a las organizaciones. Eso es lo que hace falta y el PO está en condiciones (al menos técnicas) de hacerlo. El frente no va a salir de sus crisis ni con un acto ni con una buena elección. Por el contrario, corre el riesgo de transformarse en una coalición electoral y parlamentarista cada vez más corrida hacia la centroizquierda. Es exactamente lo que ese Manifiesto avizora. Si realmente le importa el futuro del FIT, si realmente cree en lo que está diciendo, llamamos al PO a poner una fecha para un congreso de militantes que apoyan al FIT. Y, como no se trata de esperar a que el PO se decida (si verdaderamente es sincero), llamamos al resto de las organizaciones integrantes y simpatizantes del FIT a preparar ese congreso, para votar un programa, una dirección y un plan de acción, que nos permita construir la herramienta revolucionaria que necesitan los trabajadores.
Nos ponemos a disposición de la tarea.
Razón y Revolución
Con el respeto que le tengo a su organización, es claro que por una relación de fuerzas no se puede incorporar a todo grupo que aparezca en nombre de la defensa del FIT (lo hizo hace un tiempo hasta la TPR ahora ultra K), a tomar decisiones dentro del FIT. Esto por una cuestión básica de responsabilidad de quienes tienen una construcción política con cierta inserción. A quienes no tienen esa inserción, les es gratis tomar decisiones políticas sin poner nada en riesgo en definitiva.
Más allá de eso, la idea de impulsar un congreso y plenarios, e impulsar el debate de los trabajadores (donde por supuesto se admitirían a las corrientes y organizaciones simpatizantes a deliberar) va en linea con nuestros planteamientos históricos. Al FIT no le interesa sumar grupos. Le interesa ser un canal para las masas.
Al principio de la constitución del FIT existía una mayor coordinación, se sacaban declaraciones y demás. Luego comenzaron a exacerbarse diferencias estratégicas (que RyR subestima planteando una unificación partidaria), las cuales redujeron impidieron una acción común y redujeron al FIT a una coalición electoral. Por eso el PO propone en 2014 un Congreso, pero era cantado que los socios del FIT no iban a venir, porque su único eje de intervención era en ese momento apoyar «las luchas» perdiendo un eje político. No solo eso, sino que con el Encuentro de Atlanta intentaron poner un polo antagónico al FIT para reagrupar a los trabajadores, donde sin embargo puenteaban a las organizaciones reales de las masas y cualquier tipo de intervención común en ellas. No se le puede pasar a RyR este liquidacionismo, contra el cual intentamos el CMOI. Luego vino el 2015 que exacerbó el faccionalismo detrás de un planteo democratizante, y el 2016 del «giro a la derecha» y la adaptación a la «resistencia con aguante». En estas condiciones el PO no dejó de hacer propuestas de intervención común (a sabiendas de que existen divergencias que caracterizamos como estratégicas) que fueron rechazadas, como por ejemplo movilizar el año pasado al inicio de sesiones o el 1 de mayo. RyR simplemente no puede ignorar esto para decir después que el PO hace un planteo especulativo.
En estas condiciones, proponer la disolución de los partidos en el FIT (partido único con tendencias) es un disparate. No somos de la idea de que hasta la conformación del partido comunista ruso se acabó la historia del movimiento socialista y que después de eso las diferencias surgidas entre los grupos reclamados leninistas eran simples divergencias tácticas. Dentro de una organización revolucionaria pueden surgir tendencias, que se van resolviendo al calor de la experiencia histórica o que de mantenerse derivan en rupturas. Las fusiones de grupos de tipo «organizativas», manteniendo intactas las divergencias previas, son un «Movimiento al desastre».
Con lo que cuesta construir una alternativa de clase en una semicolonia en derrumbe!, los partidos constitutivos salen a dividir. Despues se quejan del populismo. Mamita querida!!