La lenta acumulación parlamentaria es considerada a fines de siglo XIX “la vieja y probada táctica” de la socialdemocracia. Predomina la concepción de las huelgas como actos acotados, pacíficos, desvinculados de otra acción. Todo esto da cuenta de un conjunto de ideas arraigado de un modo muy profundo en la ideología de la socialdemocracia alemana. Ideología que Huelga de masas, partido y sindicatos viene a discutir.
Marina Kabat (Grupo de Investigación sobre Historia de la Clase Obrera Argentina-CEICS)
Lo nuevo y lo viejo
El debate sobre la huelga de masas tiene su epicentro en Alemania donde, tras la eliminación de las leyes antisocialistas en 1890 el partido socialdemócrata cosecha importantes éxitos en el parlamento. La lenta acumulación parlamentaria es considerada a fines de siglo XIX “la vieja y probada táctica” de la socialdemocracia. Esta táctica contaba, o al menos eso se suponía, con la “bendición” de Engels. Su prólogo a la edición alemana de Las luchas de clases en Francia, era considerado su testamento político. En realidad, el texto había sido modificado por Kautsky (Engels se quejó de que lo hiciera quedar como un pacifista, pero el asunto no trascendió). El prólogo retocado por Kautsky era, para los contemporáneos, la del propio Engels. Tal era la autoridad de la –supuesta- palabra del prócer socialista que ni siquiera quienes se oponían al parlamentarismo, entre ellos Rosa Luxemburgo, lo cuestionaban. Sea por una cuestión táctica o por un respeto dogmático, los miembros del ala izquierda de la socialdemocracia en vez de confrontar en forma directa con el “testamento”, se limitaban a afirmar que el mismo era malinterpretado.
Por la misma razón, en un inicio, los defensores de la huelga de masas rechazaban que ésta fuera una nueva táctica y en cambio la presentan como un complemento a la vieja y probada táctica. Concebían la huelga de masas como un mecanismo a través del cual la clase obrera podía conseguir o defender el sufragio universal. Aunque, tanto Parvus como Rosa Luxemburgo contemplan la posibilidad de que en el proceso de lucha, la reacción burguesa, condujera a acciones más radicales aún.
Se pueden identificar tres momentos en el debate sobre las huelga de masas. Rosa Luxemburgo interviene en todos ellos. El primero puede situarse entre 1895 y 1904 y se centra en la discusión de las huelgas generales de Bélgica. Durante el segundo período (1905-1906) la Revolución Rusa de 1905 le imprime un nuevo giro al debate. Podría decirse que el congreso de Stuttgart de 1907 abre una nueva etapa donde cobra importancia la discusión sobre la efectividad de una huelga general como medio para oponerse a una eventual guerra.
Las huelgas belgas
Antes de la primera revolución rusa, Bélgica aparece como el laboratorio de la huelga de masas. De hecho, en gran medida la estrecha relación entre parlamentarismo y huelga de masas, coagula sobre la base del ejemplo belga. Las huelgas llevadas a cabo en este país durante 1893 y 1902 en defensa del sufragio universal constituían a inicios del siglo veinte el ejemplo por antonomasia de la huelga política de masas al que refieren todos los participantes del debate. Con la huelga de 1892 se había conseguido una extensión significativa del derecho al sufragio. Pero, cuando en 1902 se intentó emplear la misma táctica para ampliar esos derechos, el movimiento fracasó.
Muchos concluyeron tras esta derrota que la huelga de masas era una táctica poco eficiente. Para Rosa, en cambio, el fracasó se debió al compromiso de los socialistas con los liberales, quienes determinaron el programa y los medios de la lucha. Como consecuencia, se limitó el movimiento a la demanda del sufragio universal masculino, postergando el voto femenino. También se excluyó de antemano toda forma de acción directa, toda participación activa de las masas. Por todo esto, Rosa Luxemburgo afirma lo que debía revisarse no era el método revolucionario, sino el oportunismo que había arrastrado a la huelga a su fracaso.1
De esta manera, la discusión sobre la huelga de masas se enlaza con el debate sobre el reformismo. Pero, un sector del revisionismo, en el que participa Bernstein, acepta la huelga general política. Este grupo concibe esta medida como un soporte del parlamentarismo, siempre que sea controlada con mano firme dentro de canales legales. En cambio, son los dirigentes sindicales quienes se oponen a ella con más ímpetu. Esto se aprecia en el Congreso Socialista internacional de Ámsterdam de agosto de 1904. El mismo nos muestra un cuadro muy representativo del estado de la discusión y los alineamientos en torno a la huelga de masas antes de la Revolución Rusa de 1905.
En este congreso se acepta la huelga general como medio de lucha para conquistar o defender el sufragio y se la diferencia de la huelga general anarquista. También se advierte a los trabajadores que no deben dejarse tentar por la propaganda ácrata que busca resolver todo en un solo movimiento huelguístico apartando a los compañeros de su trabajo cotidiano. El congreso rechaza, además, por inviable la huelga general absoluta.
En síntesis, la huelga de masas aparece en este momento como opuesta a la huelga general anarquista. Mientras para el anarquismo la huelga general era vista como la antípoda del parlamentarismo, para la socialdemocracia era un accesorio de ésta. Es entendida como un medio para conquistar o defender derechos políticos y, en ese sentido, sectores revisionistas la apoyan. Por ejemplo, Bernstein se manifiesta a favor de la huelga de masas.2 También la apoyan los partidarios de Jaurés.3La posición más reaccionaria no es esgrimida por los revisionistas prominentes como Bernstein, sino por los líderes sindicales. Con una estrecha mirada corporativa, ellos demandan “tranquilidad” para que sus organizaciones prosperen. En cambio, reformistas consecuentes como Bernstein, comprenden la necesidad de medidas de fuerza más importantes para defender o ampliar el sufragio y, de ese modo, liberar el potencial de la táctica parlamentarista por la que abogaban. Por ello, tanto Rosa Luxemburgo como Bernstein son blancos de la crítica sindicalista.
La discusión de las huelgas en los congresos alemanes de 1905
El debate sobre la huelga de masas alcanza su punto más álgido en Alemania en 1905 cuando confluyen las condiciones externas, la Revolución Rusa de 1905, con la situación interna de Alemania. Importantes huelgas con fines económicos se conjugan con movilizaciones con demandas democráticas. Alemania era un imperio. Las facultades del emperador, apenas si encontraban una limitación formal en el Parlamento, el Reichstag, de funciones acotadas. Cada región tenía constituciones diferentes donde regían distintas restricciones al sufragio. En Prusia, el corazón del imperio, en vez del sufragio universal, regía un sistema de voto censitario que dividía a la población en tres castas favoreciendo la representación los sectores más acaudalados. La influencia de la revolución rusa de 1905 favorece una agitación a favor del sufragio universal.
Los sindicalistas alemanes se alarman por la creciente discusión de la huelga de masas. Theodor Bömelburg, uno de los gremialistas más conservadores, en el Congreso Sindical de Colonia de 1905 se expresa contra la huelga general anarquista y contra las huelgas en solidaridad, alegrándose de que éstas se consideraran descartadas en Alemania. Pero teme que el congreso del Partido impulse la huelga de masas política y afirma que: “por eso que en esta oportunidad debemos nosotros fijar posiciones para no correr el riesgo de tener que aceptar más tarde resoluciones que sean adoptadas unilateralmente en otro lugar”.4
Este intento de los sindicatos de “primeriar” al partido para forzarlo a seguir su política causó el efecto contrario al buscado. La resolución del Congreso Sindical de Colonia suscitó un fuerte rechazo en el seno de la socialdemocracia alemana. Esta oleada de indignación obligó a la dirección partidaria a defender en el Congreso de Jena de 1905 una propuesta más radical de la que hubiera querido.
En el Congreso de Jena el propio Bebel, líder máximo del partido socialdemócrata alemán, realiza un informe sobre la huelga política de masas y propone una resolución que establece que, en caso de que se cercenaran los derechos políticos de la clase obrera alemana, se recurriría a la huelga general política como medio de defensa. En su informe Bebel critica duramente el apoliticismo de los sindicatos.5 Defiende la necesidad de actuar, en función de obtener derechos políticos, para mejorar las condiciones del partido en el terreno parlamentario.
Pero Bebel critica y rechaza como táctica del partido las huelgas en solidaridad. También rechaza las huelgas de sectores no organizados, que cree condenadas al fracaso. Éste no era un problema menor porque entre los obreros no organizados se encontraban los ferroviarios y los empleados públicos, cuya organización estaba vedada por ley. La convicción de la imposibilidad de triunfo de huelgas en solidaridad o huelgas de trabajadores no sindicalizados era absoluta. Constituía parte del sentido común de la socialdemocracia alemana, a tal punto de que estas afirmaciones ni siquiera eran fundamentadas. Es sintomático que el partido sostenga estas ideas aún en su momento de mayor radicalización.
Predomina la concepción de las huelgas como actos acotados, pacíficos, desvinculados de otra acción. Como dice el sindicalista Karl Legien, los obreros no deben mostrarse.6A su vez, se manifiesta el temor que la acción de las masas generaba en la dirigencia partidaria. No solo Legien consideraba “peligrosa” la mera discusión de la huelga de masas. En el congreso de Jena, ante la afirmación de Bebel de que el partido no impulsaría a las masas ciegamente a la huelga, Heine pregunta desde el público “¿Y las podrán ustedes mantener controladas?”7 Todo esto da cuenta de un conjunto de ideas arraigado de un modo muy profundo en la ideología de la socialdemocracia alemana. Ideología que Huelga de masas, partido y sindicatos viene a discutir.
Notas
1Luxemburgo, Rosa: “Y por tercera vez el experimento belga”, en: Parvus, Frölich Vandervelde, et al: Debate sobre la huelga de masas parte 1, Cuadernos de Pasado y Presente, n° 62, SXXI, Buenos Aires, 1975p. 100.
2Pero Bernstein planteaba que una huelga de masas debería realizarse en alianza con los liberales, es decir reproducir lo que había llevado al fracaso la huelga belga de 1902. Ver las críticas del sector radical a la posición de Bernstein en: Frölich, P.: “El debate sobre la experiencia belga, Parvus, Frölich Vandervelde, et al: ob. cit., p. 67.
3Congreso Socialista Internacional de Ámsterdam, 14 al 20 de agosto de 1904, en: Kautsky, K. y A. Pannekoek: Debate sobre la huelga de masas, (segunda parte), Cuadernos de Pasado y Presente n° 63, Córdoba, Pasado y Presente, 1976, pp. 132/133.
4Actas de las deliberaciones del 5° congreso de los sindicatos Alemanes, Colonia, 22 al 25 de mayo de 1905, en: Kautsky, K. y A. Pannekoek: ob. cit., p. 138.
5Actas de las deliberaciones del Congreso del Partido socialdemócrata alemán en Jena, 17 al 23 de septiembre de 1905, Berlín, 1905, versión castellana en: Kautsky, Karl y Anton Pannekoek: ob. cit. , pp. 161 y 162.
6Ídem, p. 195.
7Ídem, p. 160.