El debate de la huelga de masas hasta la Revolución Rusa de 1905. Adelanto del prólogo de Huelga de masas, partido y sindicatos

en El Aromo nº 83

La lenta acumulación parlamentaria es considerada a fines de siglo XIX “la vieja y probada táctica” de la socialdemocracia. Predomina la concepción de las huelgas como actos acotados, pacíficos, desvinculados de otra acción. Todo esto da cuenta de un conjunto de ideas arraigado de un modo muy profundo en la ideología de la socialdemocracia alemana. Ideología que Huelga de masas, partido y sindicatos viene a discutir.

Marina Kabat (Grupo de Investigación sobre Historia de la Clase Obrera Argentina-CEICS) 

Lo nuevo y lo viejo

El debate sobre la huelga de masas tiene su epi­centro en Alemania donde, tras la eliminación de las leyes antisocialistas en 1890 el partido socialdemócrata cosecha importantes éxitos en el parlamento. La lenta acumulación parla­mentaria es considerada a fines de siglo XIX “la vieja y probada táctica” de la socialdemocracia. Esta táctica contaba, o al menos eso se supo­nía, con la “bendición” de Engels. Su prólogo a la edición alemana de Las luchas de clases en Francia, era considerado su testamento políti­co. En realidad, el texto había sido modificado por Kautsky (Engels se quejó de que lo hicie­ra quedar como un pacifista, pero el asunto no trascendió). El prólogo retocado por Kautsky era, para los contemporáneos, la del propio En­gels. Tal era la autoridad de la –supuesta- pala­bra del prócer socialista que ni siquiera quie­nes se oponían al parlamentarismo, entre ellos Rosa Luxemburgo, lo cuestionaban. Sea por una cuestión táctica o por un respeto dogmá­tico, los miembros del ala izquierda de la so­cialdemocracia en vez de confrontar en forma directa con el “testamento”, se limitaban a afir­mar que el mismo era malinterpretado.

Por la misma razón, en un inicio, los defenso­res de la huelga de masas rechazaban que ésta fuera una nueva táctica y en cambio la presen­tan como un complemento a la vieja y probada táctica. Concebían la huelga de masas como un mecanismo a través del cual la clase obrera po­día conseguir o defender el sufragio universal. Aunque, tanto Parvus como Rosa Luxembur­go contemplan la posibilidad de que en el pro­ceso de lucha, la reacción burguesa, condujera a acciones más radicales aún.

Se pueden identificar tres momentos en el de­bate sobre las huelga de masas. Rosa Luxem­burgo interviene en todos ellos. El primero puede situarse entre 1895 y 1904 y se centra en la discusión de las huelgas generales de Bélgi­ca. Durante el segundo período (1905-1906) la Revolución Rusa de 1905 le imprime un nue­vo giro al debate. Podría decirse que el congre­so de Stuttgart de 1907 abre una nueva etapa donde cobra importancia la discusión sobre la efectividad de una huelga general como medio para oponerse a una eventual guerra.

Las huelgas belgas

Antes de la primera revolución rusa, Bélgi­ca aparece como el laboratorio de la huelga de masas. De hecho, en gran medida la estrecha relación entre parlamentarismo y huelga de masas, coagula sobre la base del ejemplo belga. Las huelgas llevadas a cabo en este país durante 1893 y 1902 en defensa del sufragio universal constituían a inicios del siglo veinte el ejemplo por antonomasia de la huelga política de masas al que refieren todos los participantes del deba­te. Con la huelga de 1892 se había conseguido una extensión significativa del derecho al sufra­gio. Pero, cuando en 1902 se intentó emplear la misma táctica para ampliar esos derechos, el movimiento fracasó.

Muchos concluyeron tras esta derrota que la huelga de masas era una táctica poco eficien­te. Para Rosa, en cambio, el fracasó se debió al compromiso de los socialistas con los liberales, quienes determinaron el programa y los me­dios de la lucha. Como consecuencia, se limitó el movimiento a la demanda del sufragio uni­versal masculino, postergando el voto femeni­no. También se excluyó de antemano toda for­ma de acción directa, toda participación activa de las masas. Por todo esto, Rosa Luxemburgo afirma lo que debía revisarse no era el método revolucionario, sino el oportunismo que había arrastrado a la huelga a su fracaso.1

De esta manera, la discusión sobre la huelga de masas se enlaza con el debate sobre el reformis­mo. Pero, un sector del revisionismo, en el que participa Bernstein, acepta la huelga general política. Este grupo concibe esta medida como un soporte del parlamentarismo, siempre que sea controlada con mano firme dentro de cana­les legales. En cambio, son los dirigentes sindi­cales quienes se oponen a ella con más ímpetu. Esto se aprecia en el Congreso Socialista inter­nacional de Ámsterdam de agosto de 1904. El mismo nos muestra un cuadro muy represen­tativo del estado de la discusión y los alinea­mientos en torno a la huelga de masas antes de la Revolución Rusa de 1905.

En este congreso se acepta la huelga general como medio de lucha para conquistar o defen­der el sufragio y se la diferencia de la huelga ge­neral anarquista. También se advierte a los tra­bajadores que no deben dejarse tentar por la propaganda ácrata que busca resolver todo en un solo movimiento huelguístico apartando a los compañeros de su trabajo cotidiano. El con­greso rechaza, además, por inviable la huelga general absoluta.

En síntesis, la huelga de masas aparece en este momento como opuesta a la huelga general anarquista. Mientras para el anarquismo la huelga general era vista como la antípoda del parlamentarismo, para la socialdemocracia era un accesorio de ésta. Es entendida como un medio para conquistar o defender derechos po­líticos y, en ese sentido, sectores revisionistas la apoyan. Por ejemplo, Bernstein se manifiesta a favor de la huelga de masas.2 También la apo­yan los partidarios de Jaurés.3La posición más reaccionaria no es esgrimida por los revisionis­tas prominentes como Bernstein, sino por los líderes sindicales. Con una estrecha mirada cor­porativa, ellos demandan “tranquilidad” para que sus organizaciones prosperen. En cam­bio, reformistas consecuentes como Bernstein, comprenden la necesidad de medidas de fuer­za más importantes para defender o ampliar el sufragio y, de ese modo, liberar el potencial de la táctica parlamentarista por la que abogaban. Por ello, tanto Rosa Luxemburgo como Berns­tein son blancos de la crítica sindicalista.

La discusión de las huelgas en los congresos alemanes de 1905

El debate sobre la huelga de masas alcanza su punto más álgido en Alemania en 1905 cuando confluyen las condiciones externas, la Revolu­ción Rusa de 1905, con la situación interna de Alemania. Importantes huelgas con fines eco­nómicos se conjugan con movilizaciones con demandas democráticas. Alemania era un im­perio. Las facultades del emperador, apenas si encontraban una limitación formal en el Par­lamento, el Reichstag, de funciones acotadas. Cada región tenía constituciones diferentes donde regían distintas restricciones al sufra­gio. En Prusia, el corazón del imperio, en vez del sufragio universal, regía un sistema de voto censitario que dividía a la población en tres cas­tas favoreciendo la representación los sectores más acaudalados. La influencia de la revolución rusa de 1905 favorece una agitación a favor del sufragio universal.

Los sindicalistas alemanes se alarman por la creciente discusión de la huelga de masas. Theodor Bömelburg, uno de los gremialistas más conservadores, en el Congreso Sindical de Colonia de 1905 se expresa contra la huelga general anarquista y contra las huelgas en soli­daridad, alegrándose de que éstas se considera­ran descartadas en Alemania. Pero teme que el congreso del Partido impulse la huelga de ma­sas política y afirma que: “por eso que en esta oportunidad debemos nosotros fijar posiciones para no correr el riesgo de tener que aceptar más tarde resoluciones que sean adoptadas uni­lateralmente en otro lugar”.4

Este intento de los sindicatos de “primeriar” al partido para forzarlo a seguir su política causó el efecto contrario al buscado. La resolución del Congreso Sindical de Colonia suscitó un fuerte rechazo en el seno de la socialdemocracia ale­mana. Esta oleada de indignación obligó a la dirección partidaria a defender en el Congreso de Jena de 1905 una propuesta más radical de la que hubiera querido.

En el Congreso de Jena el propio Bebel, líder máximo del partido socialdemócrata alemán, realiza un informe sobre la huelga política de masas y propone una resolución que establece que, en caso de que se cercenaran los derechos políticos de la clase obrera alemana, se recurri­ría a la huelga general política como medio de defensa. En su informe Bebel critica duramen­te el apoliticismo de los sindicatos.5 Defiende la necesidad de actuar, en función de obtener de­rechos políticos, para mejorar las condiciones del partido en el terreno parlamentario.

Pero Bebel critica y rechaza como táctica del partido las huelgas en solidaridad. También re­chaza las huelgas de sectores no organizados, que cree condenadas al fracaso. Éste no era un problema menor porque entre los obreros no organizados se encontraban los ferroviarios y los empleados públicos, cuya organización es­taba vedada por ley. La convicción de la impo­sibilidad de triunfo de huelgas en solidaridad o huelgas de trabajadores no sindicalizados era absoluta. Constituía parte del sentido común de la socialdemocracia alemana, a tal punto de que estas afirmaciones ni siquiera eran funda­mentadas. Es sintomático que el partido sos­tenga estas ideas aún en su momento de mayor radicalización.

Predomina la concepción de las huelgas como actos acotados, pacíficos, desvinculados de otra acción. Como dice el sindicalista Karl Legien, los obreros no deben mostrarse.6A su vez, se manifiesta el temor que la acción de las masas generaba en la dirigencia partidaria. No solo Legien consideraba “peligrosa” la mera discu­sión de la huelga de masas. En el congreso de Jena, ante la afirmación de Bebel de que el par­tido no impulsaría a las masas ciegamente a la huelga, Heine pregunta desde el público “¿Y las podrán ustedes mantener controladas?”7 Todo esto da cuenta de un conjunto de ideas arrai­gado de un modo muy profundo en la ideolo­gía de la socialdemocracia alemana. Ideología que Huelga de masas, partido y sindicatos viene a discutir.

 Notas

1Luxemburgo, Rosa: “Y por tercera vez el experi­mento belga”, en: Parvus, Frölich Vandervelde, et al: Debate sobre la huelga de masas parte 1, Cuader­nos de Pasado y Presente, n° 62, SXXI, Buenos Ai­res, 1975p. 100.

2Pero Bernstein planteaba que una huelga de ma­sas debería realizarse en alianza con los liberales, es decir reproducir lo que había llevado al fracaso la huelga belga de 1902. Ver las críticas del sector ra­dical a la posición de Bernstein en: Frölich, P.: “El debate sobre la experiencia belga, Parvus, Frölich Vandervelde, et al: ob. cit., p. 67.

3Congreso Socialista Internacional de Ámsterdam, 14 al 20 de agosto de 1904, en: Kautsky, K. y A. Pannekoek: Debate sobre la huelga de masas, (segun­da parte), Cuadernos de Pasado y Presente n° 63, Córdoba, Pasado y Presente, 1976, pp. 132/133.

4Actas de las deliberaciones del 5° congreso de los sindicatos Alemanes, Colonia, 22 al 25 de mayo de 1905, en: Kautsky, K. y A. Pannekoek: ob. cit., p. 138.

5Actas de las deliberaciones del Congreso del Partido socialdemócrata alemán en Jena, 17 al 23 de sep­tiembre de 1905, Berlín, 1905, versión castellana en: Kautsky, Karl y Anton Pannekoek: ob. cit. , pp. 161 y 162.

6Ídem, p. 195.

7Ídem, p. 160.

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