Historia, programa y partido

en El Aromo nº 8

 

Por Alejandro Barton, Grupo de Investigación de la Izquierda Argentina en el CEICS

 

La intervención dirigente de una clase en la historia, su acción consciente sobre la realidad, requiere el conocimiento sobre el conjunto de las relaciones sociales fundamentales del país en las que éstas se desarrollan. Es decir, requiere de una vigorosa actividad intelectual que sea capaz de reunir el conjunto de esa realidad y de darle proyección, al encarnar en lo avanzado de la clase, la vida nueva que emerge de la crisis de las relaciones sociales existentes (la revolución social). Por eso, toda visión historiográfica o de la realidad social, en la medida que sintetiza un conjunto de relaciones sociales, es potencialmente un programa, es decir un conjunto teórico de conocimientos organizados, dispuestos a la acción. Para que realmente lo sea, debe estar al servicio de la clase que materializa dicho programa. Es decir, debe ser el factor teórico de la organización consciente de la clase trabajadora. De la conjunción de ambos elementos resulta el partido.

La historia del trotskismo argentino, desde su nacimiento a partir de pequeños grupos dispersos, surgidos fundamentalmente del PC o de fracciones desprendidas del mismo (1929), hasta el advenimiento del peronismo, es la historia de la lucha por el programa.

En efecto, lo que estaba en discusión era el carácter inmediato de la revolución. ¿Existen tareas democráticas incumplidas en la Argentina? ¿Cuál es el grado de desarrollo del capitalismo en la Argentina? A esto se sumaba el carácter de “semicolonial” que le adjudicaba el movimiento trotskista internacional (vía Lenin y su caracterización del imperialismo) a los países sujetos a la penetración de capitales que ya no encontraban “un lugar en el mundo”. Por lo que a las tareas democráticas, se les sumarían las antiimperialistas. ¿Existirán, entonces, tareas antiimperialistas, además de las democráticas? Y si existen, ¿hay una burguesía nacional capaz dirigir un proceso de “liberación nacional”? Sí, dirían algunos y liderados por Liborio Justo formarían la Liga Obrera Revolucionaria (LOR). No, dirían otros y constituirían la Liga Obrera Socialista (LOS).

Aún formado, a instancias de la dirección latinoamericana de la IVª Internacional, el primer partido trotskista unificado, el Partido Obrero Revolucionario Socialista (PORS), las divergencias continúan y el PORS se disuelve en una decena de organizaciones.

Sobre la base programática de la LOR, se articulará el Grupo Cuarta Internacional (GCI) dirigido por Posadas. Esta organización sostendrá la existencia de contradicciones entre un desarrollo nacional de la industrialización, liderado por la burguesía local, con un desarrollo del capitalismo a partir de la expansión imperialista de los capitales ingleses y norteamericanos. Las tareas de la clase obrera serían dirigir el proceso nacional antiimperialista (industrialización del país sobre bases socialistas) aprovechando los choques entre ambas fracciones de la burguesía para disputar la dirección política del país.

La orientación general de la segunda corriente mencionada, la LOS, será el programa que tratará de desarrollar el Grupo Obrero Marxista (GOM) inspirado por Nahuel Moreno. Para esta corriente, la industrialización se realizó a partir del capital imperialista instalado en el país, a partir de la primera década del siglo XX. La burguesía local no tendría ningún tipo de roce con la imperialista, ya que su escasa tecnificación la hace depender de la maquinaria europea, perpetuando el carácter atrasado de la sociedad argentina. No existe, entonces, un proceso nacional en curso y la tarea planteada para el proletariado es la dirección de un proceso antiimperialista que, por el sujeto que la protagoniza, desemboca en socialismo.

Entre el ´43 y el ´45 varios grupos trotskistas deciden intervenir en el movimiento obrero. A la débil e incipiente elaboración programática, se le sumaba ahora la vigorosa experiencia sindical de la clase obrera argentina. La organización morenista (cuyos herederos fueron el PRT, MAS, MST y PTS), desarrollando su tesis de la subordinación del desarrollo capitalista argentino a la expansión del capital imperialista, elaboró un esbozo de interpretación del desarrollo social, según el cual, el capitalismo argentino se caracteriza por ser un capitalismo atrasado, en el que la burguesía nativa no desempeña ningún papel. No contempló el desarrollo en expansión protagonizado a partir de algunas fracciones de la burguesía local en las décadas anteriores. Desarrollo que condujo a la formación de una burguesía que orientó su producción a la ampliación del mercado interno y por lo tanto a la expansión salarial. Es sobre esta base, sobre la que se asentó la fuerte experiencia reformista de la clase obrera argentina con la que se encuentra el GOM. La organización liderada por Moreno tendió a interpretar la figura de Perón (por lo menos la de sus dos primeras presidencias) como un “agente del capital inglés” que se apoyaba en la clase obrera para resistir al imperialismo norteamericano. No vio en la filiación peronista de la clase trabajadora, la expresión de sus intereses reformistas de clase, que tienen como base ya varias décadas de desarrollo histórico.

Si nos atenemos a estas breves líneas, podríamos arriesgar la hipótesis de que la construcción de la teoría del programa de la revolución en nuestro país, partió con rezago respecto a la amplia experiencia reformista de la clase obrera. Superarla es el desafío actual. La historia de los partidos (los de la izquierda revolucionaria, que aspira a expresar los intereses histórico generales de la clase trabajadora) es la historia de los programas en pugna por comprender la realidad y por dotar a la clase de una organización que transforme sus intereses en organización consciente. Su historia, nos sirve entonces, para recoger la experiencia sembrada, así como para plantear problemas aún no vislumbrados.

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