Por Osvaldo Regina
Colaborador
La crisis financiera destacó las nuevas condiciones de funcionamiento de las economías del Primer Mundo en la primera década del siglo XXI: endeudamiento yankee ayudado por las importaciones, principalmente de origen chino, y retroceso relativo de la tajada primermundista del ingreso mundial. En efecto, durante ese período las mayores tasas de crecimiento mundial se registraron en China, India y otras economías de bajo producto por habitante, motivo por el cual los países desarrollados nucleados en la OCDE habrían reducido su porción del PIB mundial desde 60% en 2000 a un estimado de 51% en 2010 (1).
Este rezago relativo se dio tanto en el nivel de la producción como de los precios, en auge para las materias primas y el petróleo, y se vincula, en parte, con los procesos orientales de liberalización y apertura al mercado mundial operados a partir de los años ochenta. La baratura tercermundana en manufactura disparó sobre los mercados de trabajo occidentales la concurrencia implícita de 1.500 millones de trabajadores chinos, indios, de la ex URSS y otros de Europa del Este, todos ellos con salarios de poder adquisitivo interno inferiores a los de Primer Mundo y, además, devaluados por las respectivas políticas cambiarias de “dólar caro”. Por ejemplo, el valor en dólares del salario en Nueva Delhi se estimó, para 2006, en apenas 7% del neoyorquino, en Pekín 10% y en Varsovia y Moscú entre 20% y 25%. Por otro lado, tanto en Nueva Delhi como en Pekín el poder de compra interno de la hora de trabajo promedia una quinta parte que en Nueva York mientras en Varsovia representa un cuarto y en Moscú un tercio.(2)
El dinamismo exportador de la economía China radicó en el bajo nivel de consumo de los hogares a partir de una super explotación de la fuerza de trabajo, la baratura del yuan y la provisión de crédito y energía subsidiados a las empresas. Sin embargo, la crisis financiera del primer mundo causó una caída en sus exportaciones y proyecta menores tasas de crecimiento que la burocracia política china trataría de compensar elevando el consumo interno y el magro ingreso de sus trabajadores.
“Austeridad” y más “crisis” contra el empleo y el salario
En una primera etapa, el empuje productivo de la mísera periferia facilitó el boom de consumo europeo posterior a la incorporación del euro y el gobierno de Bush sacó ventaja de la baratura de los importados y de la facilidad del endeudamiento externo, alentando a las familias a comprar una vivienda totalmente hipotecada. Mediante créditos baratos, se evitó que la gente percibiera el estancamiento que, simultáneamente, se estaba registrando en el ingreso promedio de los hogares. Pero la combinación de pérdida de competitividad sumada a la desconfianza de los capitalistas en el futuro originada por la crisis financiera pueden todavía dar lugar a un escenario de estancamiento y bajas tasas de crecimiento de la producción y los ingresos. Primero, en el mundo desarrollado y más tarde en la periferia.
En los EEUU fue muy importante, hasta ahora, la recuperación del gasto total y también de las ganancias empresarias. Sin embargo, el desempleo permaneció cerca del 10%. La Reserva Federal (FED), el banco central de los EEUU, anunció recientemente la compra de títulos de deuda de la Tesorería norteamericana con el fin de mantener bajas las tasas de interés y así evitar una nueva caída en el nivel de actividad. Se retoman así, aunque de manera acotada, las políticas monetarias expansivas de la demanda que implementara frente a la crisis entre fines de 2008 y marzo del año pasado.
Buscan así estimular al mercado para relanzar la inversión pero con una extrema cautela para evitar que baje sustancialmente el elevado desempleo. Según las estimaciones de la importante financiera Goldman Sachs, la tasa de crecimiento del PIB estadounidense en 2011 sería de apenas 1,9%. Tan baja que determinaría incluso ¡¡una nueva suba en el desempleo!!
El gran desempleo no impide un debate entre los directivos de la FED acerca de si la actual política de una tasa de interés cercana a cero sobre los préstamos del central a los bancos debería o no cambiarse al 1%. Argumentan que esta situación de tasas de interés muy próximas a cero y la incapacidad de usar la política monetaria para estimular el gasto privado es la que caracteriza a la última década de estancamiento en el ritmo de crecimiento de Japón.
En cambio, economistas como Krugman reclama contra la excesiva “prudencia” de la FED para reducir el desempleo y propone bajar mejor las tasas haciendo que la FED salga a comprar no sólo deuda estatal sino también privada, como ya hizo con los fondos de hipotecas entre fines de 2008 y principios de 2009.
En Europa, las políticas de “austeridad” se pretenden aplicar sobre sanos y enfermos. Para los miembros en crisis, “más coordinación y supervisión temprana de las políticas presupuestarias y económicas. Más sanciones y actuar más rápido después, es decir, en caso de que se desborden las finanzas públicas”, según sintetizó Le Monde el 21 de julio acerca de las propuestas de París y Berlín para evitar un nuevo caso griego. La imposición de bajos déficits estatales prolongará el efecto de la crisis sobre el empleo con la esperanza de que esto relance la competitividad europea y su acumulación de capital. Pero cualquier manual de macroeconomía explica que el déficit público refuerza el nivel de gasto total y con ello la producción, reduciendo el desempleo. Por el contrario, la austeridad sirve para poner en caja a los precios y a los salarios.
Los trabajadores yankees y el promedio de los europeos en la zona del Euro sufren un 10% de desempleo que no baja, pero Portugal, Grecia, Irlanda y Eslovaquia van del 11% al 15% mientras que Estonia, España y Latvia andan por el 20%. El absurdo europeo de “austeridad” frente a la crisis no es otra cosa que crear las condiciones para lograr, a largo plazo, una baja de los salarios en el Primer Mundo, tanto los de bolsillo como el gasto en jubilaciones, pensiones, seguros de desempleo y cobertura de salud. Al mismo tiempo, se busca reducir los condicionamientos legales y convencionales sobre la organización del trabajo por el capital y, en general, sobre las condiciones de trabajo. Otros rubros pueden verse afectados, como es el caso de la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación y de los diversos servicios sociales gratuitos de apoyo a la vejez, los discapacitados, la población marginada, etc.. Es clara, la gran difusión que se hace últimamente por la prensa del descalce entre ingresos y egresos del sistema jubilatorio en Italia y otros países, preparando el terreno para nuevos ahorros del capital a costa de antiguos beneficios a la “clase pasiva”.
Una política económica antiobrera y antidemocrática
Al final del camino, se pretendería que la disminución de la participación de los trabajadores europeos en el ingreso nacional debería reducir costos para competir con la baratura de los asalariados orientales. A largo plazo, ello daría lugar a un relanzamiento del capitalismo en la región apoyado en nuevas inversiones productivas con expectativas de ganancia más sólidas. La meta es aligerar a las empresas la carga fiscal de un Estado “amigable” y “benefactor” hacia el trabajo, antes necesario como recurso de control social y supervivencia capitalista ante los numerosos levantamientos revolucionarios de su proletariado a lo largo de los últimos doscientos años.
La política económica actual de la UE no es sólo antiobrera sino también antidemocrática porque tanto los poderes ejecutivos como los legislativos carecen de mandato para formular planes de emergencia que, por incidir de manera sustancial en las condiciones de vida y trabajo de los ciudadanos, deberían ser sometidos a debate y a una consulta popular específica. La próxima creación de un sistema de iniciativa ciudadana en la UE debería utilizarse para motorizar el descontento obrero exigiendo se plebisciten las políticas económicas que afecten significativamente el empleo y los ingresos de los asalariados.
De no mediar una respuesta obrera y popular que impida estos planes, la solución a la crisis rejuvenecerá unos años al capitalismo europeo en lugar de enterrarlo. Así las cosas, las burocracias políticas “socialistas” de europa, igual que las de centro y de derecha, unidos todos regionalmente y hasta con alguna lágrima asomada, aprovechan esta crisis no para democratizar la sociedad sino para profundizar el carácter antiobrero de la crisis: están relanzando, sigilosamente, lo esencial del antes tan criticado proyecto “neoliberal” que radica en evitar, por breve que sea, cualquier retorno del pleno empleo.
NOTAS
(1) En base a datos de la OCDE
(2) UBS: Prices and earnings, 2006.