La semana pasada el kirchnerismo salió a vender humo con un impuesto a la riqueza o “Aporte Solidario y Extraordinario”, que será tratado mañana en el Congreso. Cristina, que dio la orden de apalear e incendiar ranchos y merenderos de familias y niños en Guernica, ahora se presenta como un Robin Hood moderno. En el fondo, no es más que una medida totalmente miserable para tapar lo que probablemente sea la crisis más grave del país y que intenta resolverse con un ajuste bestial que haría sonrojar a Menem y a Macri.
Vayamos a los hechos concretos. Según la letra del proyecto, fortunas que lleguen hasta 3.000 millones de pesos deberán aportar entre el 2 y el 3,25% de sus bienes; más allá de los 3.000 millones, 3,50%. Pero no sobre el total, sino sobre el “excedente” de un mínimo no imponible más una suma fija: si alguien tiene 210 millones de pesos, paga el 2% de los 10 millones “excedentes”, más 4 millones de pesos, un total de $ 4.200.000. O lo que es lo mismo, un 2,1% del total de su fortuna.
Los números pueden parecer altos, claro, porque los laburantes no vemos esas sumas ni en una década de trabajo. Pero lo cierto es que para los patrones eso es chaucha y palito. Hablamos de millonarios que van a poner, por única vez, entre 2 y 4% de sus ganancias, mientras la inflación saca tajadas de a 20 o 30% de los jubilados, mientras los propios futuros “grandes aportantes” les han sacado a sus obreros, gracias a la burocracia sindical, reducciones salariales de hasta el 35% en sus salarios. Nos toman de idiotas.
Y ahí no termina la cosa. ¿A dónde va a parar lo que se recaude? Casi en su totalidad a manos de… patrones. Un 80% de lo recaudado va a subsidiar a la burguesía: 20% a pymes, 25% a Vaca Muerta, 15% a urbanización, es decir, a la renta urbana en la compra de terrenos y a las empresas de construcción, y un último 20% a pagar las vacunas que hagan posible que la explotación recupere su ritmo “normal”. El resto, apenas un 20%, a planes Progresar. La clase obrera recibirá, de todo esto, apenas unos 350 millones de dólares. Es decir, nada.
¿Qué papel juega entonces este proyecto? El asunto tiene una explicación bastante sencilla: construir una cortina de humo mientras se lleva adelante un ajuste bestial. Recordemos que se acabó el IFE, se le viene afanando a los jubilados duro y parejo, la inflación se acelera, la devaluación se profundiza. Todo, contra nuestro bolsillo. A ello se suma que el aumento de la pobreza llevó a la multiplicación de las tomas de tierras para resolver el problema de la vivienda. A ello el gobierno respondió a los palos limpios.
Justamente el proyecto busca darle algo de qué hablar, algo de lo que agarrarse para que la tropa kirchnerista pueda defenderse. Es un vaso de agua para pasar el atracón de sapos. Más cuando el tan mentado proyecto de Alberto de legalización del aborto parece no llegar nunca, ni se sabe realmente qué dice.
Lo cierto es que, entonces, este impuesto no va a hacer mella en las ganancias patronales. Saca muy poco y por única vez, a gente que la junta en pala. De todo eso, los laburantes no vamos a ver prácticamente nada, porque la guita se la van a llevar los propios patrones. En el medio de toda esta maniobra, lo que sigue avanzando es un ajuste bestial sobre nuestros bolsillos que nos está hundiendo cada vez más en una miseria profunda. Este es el verdadero problema del que debemos tomar nota para organizarnos y salir a luchar.
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