En 1979, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, manejada obviamente por los EE.UU., vino a la Argentina a inspeccionar la veracidad de las denuncias sobre violaciones a los DDHH. Había recibido evidencias de parte de organizaciones de DDHH y de partidos de izquierda. Al llegar, recogió 5.580 denuncias de compañeros desaparecidos. A nadie, que no estuviese ligado al gobierno de Videla, se le hubiera ocurrido repudiar esa visita y desautorizar esas denuncias. A la dictadura sí. La dictadura reaccionó con la misma campaña nacionalista ahora lleva adelante el kirchnerismo y el trotskismo argentino: que esa comisión estaba “inhabilitada moralmente” para acusar a nadie, que Argentina no era el único país con problemas de DDHH y que los problemas argentinos debían ser resueltos por los argentinos. A pesar de todo lo que se pudiera decir de esa comisión y de otras como esa, todos los partidos de izquierda realizaron gestiones con organismos internacionales y embajadas de países imperialistas para liberar a sus militantes. Una parte importante de los dirigentes revolucionarios deben su vida a personajes de la calaña de Jimmy Carter. Así como se lee…
La Venezuela de Maduro no tiene nada que envidarle a la dictadura argentina: dirigentes desaparecidos, presos, ejecuciones extrajudiciales, proscripción de los partidos de izquierda e intervención de los sindicatos. Con una diferencia, eso sí: el nivel de ajuste. La clase obrera venezolana está sufriendo el peor ajuste de toda la región, con salarios de 5 dólares.
En ese marco, en una actitud demagógica, relacionada con la disputa entre EE.UU. y China, la ONU decidió realizar un informe sobre las violaciones de DDHH y darle continuidad a una oficina donde se puedan realizar esas denuncias. A su vez, exhortar al chavismo a legalizar a los partidos políticos. La Argentina, necesitada de dólares, votó a favor, con la expectativa de cerrar un pacto con el FMI, que está del lado norteamericano de la trinchera. El kirchnerismo duro y la izquierda trotskista, en cambio, denunciaron ese voto como “cipayo” y recomendaron la abstención o el voto negativo. Un apoyo a una dictadura antiobrera y genocida en toda la regla.
La serie variopinta de excusas, a cual más extravagante y ridícula, no deja de asombrar. “Prepara la invasión militar yanqui”, nos gritan. Pero dicha invasión no se esboza en ningún lugar del documento, es algo que no interesa al imperialismo y para lo cual sabemos que no necesita ningún aval. Hace años que vienen con la misma cantinela, para negarse a luchar por la caída de la dictadura. Mientras tanto, la “invasión” nunca se produce. En cambio, sí vemos al ejército ruso asesorando la represión en territorio venezolano y a su armamento reprimiendo manifestaciones. Sobre esa presencia imperialista la izquierda no dice nada.
“No se puede votar con el Grupo de Lima”, alegan quienes son incapaces de llevar adelante una política independiente. ¿Lo que dice el documento es cierto? Sí, admiten. ¿Están matando a los trabajadores? Sí ¿Hace falta la legalización de los partidos y el cese de la represión? También. ¿No hay que denunciar todo esto en todos lados? Claro. ¿Entonces? “¡El Grupo de Liiiima….!” y no sabemos si está razonando con gente que no piensa bien o que tiene otros intereses. Si el Grupo de Lima dice que la tierra es esférica, la izquierda se vuelve terraplanista. Lo que vota o deja de votar el Grupo de Lima no tiene ninguna importancia. Acá lo único que importa es ayudar a la clase obrera venezolana y, en particular, a su vanguardia organizada. Hoy, su necesidad es salvar las vidas de los dirigentes revolucionarios y la de sus organizaciones. Lo del “Grupo de Lima” es un verso. A quien están mirando de reojo es a sus aliados K. Porque, en forma directa o indirecta, terminan haciendo lo que Cristina les manda. Eso se llama obedecer a una dirección política. Confiésenlo públicamente y nos ahorran a todos el tiempo y la paciencia.
Con el criterio de que la ONU no tiene autoridad (lo que es cierto), deberían votar contra las resoluciones del mismo organismo que denuncian a Israel por su política en Gaza y los territorios ocupados e incluso exigen la instalación de una comisión allí (Res. de julio de 2019). Sin embargo, cualquier partido con algo de conciencia votaría a favor de esas denuncias.
“Son los propios venezolanos quienes deben resolver el problema”, pontifican mientras los compañeros son masacrados. En buen criollo: “jódanse”. Menuda lección de solidaridad internacional nos dan estos partidos. No, hoy los obreros venezolanos no pueden. Hoy no tienen las herramientas políticas para detener esta masacre. Hoy en Venezuela salir a protestar es arriesgar la vida en forma inmediata, no hay ningún lugar en el que se pueda reclamar. Entonces, cualquier límite a la ofensiva militar de Maduro es una ayuda invaluable. Venga de donde provenga. Ahí tiene que aparecer el internacionalismo. Ahí, la solidaridad de los hermanos de clase. ¿Qué hicieron ustedes para luchar contra la dictadura en estos años? Nada. Absolutamente nada. O sea, la apoyaron. ¿Y con qué autoridad vienen a decirle a decirle a los compañeros presos, a los desaparecidos, a los que se juegan la vida que se arreglen solos? ¿No hubiera sido más sensato, en virtud de que se despreocuparon de los compañeros durante casi 15 años, callarse la boca? Nosotros denunciamos al chavismo desde el primer día. Creamos un Comité de Solidaridad con los Obreros Perseguidos en Venezuela para luchar por la aparición con vida de los desaparecidos y por la libertad de los presos obreros. En cambio, el trotskismo argentino repudia la primera lección del Manifiesto Comunista, lo que un socialista nunca debe olvidar: “Proletarios del mundo, uníos”.
En Venezuela, los políticos burgueses no tienen nada que temer. Capriles, Guaidó, López y Corina Machado andan sin ningún problema. En cambio, para el obrero no hay ningún espacio para efectuar denuncia alguna. Es, justamente, una dictadura. Los que nunca vivieron en esas condiciones, los que hacen de la militancia una estudiantina, no saben de qué se trata. Esa mirada pequeño burguesa tilinga a la que se acostumbró la izquierda (en especial, el PTS y el NMAS) no sabe lo que es la lucha más elemental por la vida y la libertad de los compañeros. No conoce, el retroceso que es perder un dirigente, un sindicato, un partido. No lo conoce y no le importa. No se imagina que, en condiciones tan duras, una oficina de la ONU, con todas las limitaciones, es un palo en la rueda a la represión de Maduro. Un lugar donde los compañeros pueden radicar una denuncia. ¿Qué puede no ser escuchada? Puede ser. Pero su sola presencia es un obstáculo a la completa arbitrariedad y al asesinato a mansalva a plena luz del día. ¿Pueden responder por qué hay que permitir que las FAES, el DGCIM, el ejército y los colectivos sigan matando? ¿Por qué?
La verdad es que hacen todo esto porque no tienen nada construido allá. Ningún militante venezolano les permitiría semejante crimen. Si tuviesen alguna organización, estarían tratando de liberar a sus compañeros o resguardarlos de la persecución. Pero, como no tienen nada, priorizan su alianza con el kirchnerismo, que en términos de verdad poco resultado les dio.
El principal enemigo de los compañeros venezolanos es el chavismo, el que enfrentan cotidianamente, el que los secuestra, los proscribe y los mata. ¿Qué otra cosa es “la derecha”? No hay “derecha” contra Maduro. La principal tarea de la clase obrera es derribar la dictadura. Para eso, hay que denunciar en todos lados el carácter sanguinario del régimen. Hay que liberar a los casi 150 dirigentes sindicales presos. Y eso requiere una campaña de esclarecimiento de los casos. En todos lados: en las redes, en los medios, en las embajadas, en la OEA, en la ONU. Rechazar la denuncia y la visibilización de los crímenes y el pedido de legalización de los partidos (es decir, que se nos permita militar) es apoyar la dictadura. Que quede claro: están del lado de nuestros asesinos. Son la fuerza encargada de neutralizar los elementos que podrían realizar una campaña seria contra Maduro. Son, por lo tanto, no solo cómplices, sino el principal soporte político de la dictadura. Aceptaron eso a cambio de uno votos que nunca llegaron. Además de defender a criminales, hacen malos cálculos.
Invitamos a todos los que quieran luchar por la libertad de los obreros presos y por la aparición con vida de los desaparecidos a unirse a nuestro comité.
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