En las últimas dos décadas la falta de acceso a la vivienda por parte de la clase obrera argentina se ha agudizado. Es un problema indiscutible, que ningún gobierno hoy se atreve a negar. Sin embargo, las respuestas (no soluciones), rondan la esquizofrenia. Se alimenta el “dejar hacer” de los punteros y las organizaciones sociales que responden al gobierno, a la vez que se denuncian los negocios y acuerdos que ellos mismos alimentan, para intentar desprestigiar socialmente un reclamo justo. El brutal ajuste que estamos sufriendo lleva a que se agrave un problema que no es nuevo: una parte importante de la clase obrera no tiene donde pasar la noche, repararse del clima o evitar el hacinamiento. El aislamiento social producto de la pandemia solo vino a blanquear esta situación, que se agudiza a un ritmo acelerado.
La toma de los terrenos del barrio Numancia, en Guernica, es solo la punta del iceberg. Escenarios similares se encuentran a lo largo y ancho del país. El hilo conductor de cada uno de ellos es la pauperización de las amplias masas obreras que componen aquello que llamamos sobrepoblación relativa: desocupados, subocupados, changarines, feriantes, cartoneros, trapitos, “precarizados”, trabajadoras domésticas y a domicilio, entre tantos otros nombres que podemos darles. Por eso, la salida que debemos exigir tiene que dar una solución colectiva, que responda a nuestros intereses de clase, sin caer en las mezquindades con las que el Estado y los gobiernos nos acorralan para cerrar los reclamos y hacer propaganda para su tropa.
Frente al anuncio del inminente desalojo de las tomas del barrio Numancia, en Guernica, exigimos la implementación inmediata de un plan de construcción de viviendas para las familias obreras desocupadas. En la provincia de Buenos Aires y el resto del país sobran terrenos, pero la vivienda y el trabajo faltan. Es también, entonces, una oportunidad de dar trabajo estable, registrado y con plenos derechos laborales a los actuales desocupados. Hay que construir casas, acercar servicios, atender necesidades. Los planes de empleo sirven para sobrevivir el día a día, pero perpetúan la desocupación encubierta por ellos y la miseria cotidiana en la que estamos sumergidos. Además, refuerzan la red de punteros que responden solamente a los intereses del mejor postor, a la vez que permiten el desarrollo de toda la burocracia reunida en torno al Triunvirato Papal (CTEP, CCC, Barrios de Pie), cuyo poder político y económico se alimenta del crecimiento de la pobreza y la desocupación. Los desocupados no podemos seguir siendo utilizado por cada gobierno como masa de maniobra para la defensa de sus intereses y de la clase social que representa, la burguesía. Tenemos que tomar este y otros problemas que nos afectan en nuestras manos. Eso implica, en primer lugar, la reorganización de un movimiento de desocupados en torno a un programa que defienda los intereses genuinos de la clase obrera, lo que nos permitirá recuperar el terreno perdido durante los años de cooptación kirchnerista y macrista. Pero, además, tiene que plantearse la reorganización total de la sociedad argentina. Hace años que la clase obrera argentina transita un bucle de crisis y decadencia ante el cual la burguesía argentina no tiene nada que ofrecer, gobierne quien gobierne. Es hora de aceptar y hacer carne la idea de que somos nosotros quienes tenemos que tomar las riendas del asunto. Necesitamos poner en pie una Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados que empiece a discutir la verdadera refundación de nuestra sociedad con un programa socialista.
• No al desalojo de las tomas de terrenos.
• Programa nacional de trabajo para la construcción de viviendas, bajo control de los trabajadores.
• Subsidio universal al desocupado igual a dos canastas básicas. Basta de trabajo en negro y sin derechos para el Estado.
• Por una Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados.
Razón y Revolución