Por Martín Rodríguez
La aparición del COVID-19 trastocó el escenario político, económico y educativo. El avance de la pandemia sorprendió principalmente al gobierno. Recordemos que, ante los primeros casos en el mundo, el propio Ministro de Salud subestimó la situación pretendiendo tener todo «bajo control». El virus no llegaría a nuestro país. Sin embargo, aquí estamos. El Coronavirus demostró no ser una “simple gripecita” obligando a Alberto Fernández a tomar cartas en el asunto dado el endeble sistema de salud. Su accionar, la cuarentena temprana, a decir suyo, le sirvió para fortalecerse políticamente. Hoy pasados más de cuarenta días del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio el dilema para los políticos burgueses es cómo salir de la cuarentena en medio del otoño y con un invierno por llegar. Improvisación. Pasamos de “primero la salud y la vida” al “contagio administrado”. En términos educativos, podemos afirmar que la pandemia desnudó y potenció la crisis educativa.
El Ministro de Educación nacional Nicolás Trotta, en un principio, también minimizó el problema argumentando que no había razón alguna para cerrar las escuelas. Recordemos que una de las primeras medidas previas al aislamiento fue la suspensión de los eventos públicos masivos (incluso los de 200 personas). Escuelas que concentran más de 1.000 alumnos por turno bien podrían entrar en esa categoría. La presión docente hizo que la suspensión de clases llegara una semana antes del aislamiento total. Aunque el gobierno buscó primero cerrar solo aquellas escuelas donde personal educativo “presentara síntomas” o protegiendo a las categorías de “riesgo”. Esa primera semana la bajada fue que la inasistencia solo alcanzara a los alumnos. La presión docente se hizo sentir. Una vez dictado el aislamiento social preventivo y obligatorio, cada provincia, definió su propia cuarentena. En algunas provincias se establecieron guardias mínimas (CABA y Entre Ríos), en otras obligaron a asistir a directivos (Buenos Aires) y auxiliares, mientras que otras optaron por suspender completamente las clases presenciales inmediatamente (Misiones, Chaco, Jujuy). En Misiones y Río Negro, además, se justificó la cuarentena por el dengue.
En estas primeras medidas se evidenció que el funcionamiento interno de cada institución quedó sujeto a la decisión de los directivos por la falta de instrucciones claras, precisas y homogéneas por parte de supervisores e inspectores. Algún desprevenido puede pensar que la pandemia y la urgencia explican la poca coordinación del gobierno a nivel nacional con sus pares provinciales. Nada de eso. La pandemia expuso los problemas de un sistema educativo descentralizado y fragmentado en 24 jurisdicciones distintas. Con un sistema unificado, la coordinación política sería mucho más eficiente.
Contenedores
Lo interesante del dilema escuela abierta versus escuela cerrada, fueron los argumentos que justificaban una u otra posición ¿Por su función pedagógica? No. Para el gobierno, las escuelas cumplen una función social primordial: dar de comer y “contener” a los alumnos. En suma, “asistir” a ese 40% de la población activa precarizada o desocupada parece tarea de primer orden para evitar un estallido social. La desprolijidad y el desprecio por la salud de los trabajadores se hizo evidente también al inicio. La ridícula idea de abrir solamente los comedores, como si allí no fuera posible que se contagiaran los compañeros y sus familias junto a los comensales, fue reemplazada por la entrega de viandas o bolsones de alimentos. Para la tarea, el gobierno obligó a directivos, docentes y auxiliares a abrir la escuela para entregar viandas. De esta manera, cientos de personas, incluidas las familias, transitan las instituciones educativas con el fin de garantizar la contención social. Así, muchas personas arriesgan su salud en búsqueda de una vianda que les permita sobrellevar la cuarentena. Dicha vianda/bolsón ni siquiera basta para garantizar la alimentación saludable que requieren las familias obreras. Tal como sucede con la comida brindada en los comedores en tiempos normales, las viandas/bolsones son insuficientes tanto en contenido como en calidad.
Resuelto el problema de la contención social, ahora sí el gobierno tuvo que pensar en cómo garantizar la continuidad escolar. Para la labor, inmediatamente se propuso la virtualidad. También, se crearon plataformas virtuales en varias provincias. Por su parte, el gobierno creó la plataforma “Seguimos Educando”, la cual brinda contenido educativo por TV, radio y web. De antemano nadie puede estar en desacuerdo con estas medidas. Sin embargo, la descentralización vuelve a emerger como un problema central ¿Cómo se puede coordinar el contenido educativo por TV y radio para las 24 jurisdicciones para un sistema educativo descentralizado? Los contenidos “prioritarios” emergieron como la respuesta. Frente a la falta de conectividad de millones de alumnos, de la cual nos ocupamos en otro lado (el lector puede consultar con detalle aquí), el gobierno sumó cuadernillos impresos que también fueron repartidos al azar y muestran su bajo alcance para atender a la magnitud de la demanda.
Todas estas limitaciones exponen las mentiras de la burguesía argentina a lo largo de todas estas décadas. Dice querer educar y sus recetas condenan a un tercio de los alumnos al analfabetismo funcional. Además, por lo menos desde los ’90, con el Plan Social Educativo iniciado en 1993 y del Programa de Descentralización y Mejoramiento de la Enseñanza Media en 1994, se empezó a hablar de la aplicación de las TIC’S en el país. Luego vino la Campaña Nacional de Alfabetización Digital y el Programa Integral para la Igualdad Educativa a comienzos del 2000. Con el kirchnerismo, el Plan Conectar Igualdad terminaría con la desigualdad tecnología y el macrismo nos prometió aulas virtuales para llevarnos al primer mundo. Todos esos programas mostraron su verdadero alcance. Después de décadas de planes, programas y dinero por doquier, la burguesía argentina no pudo garantizar en todos estos años la modalidad virtual de calidad. La Pandemia lo desnuda. Pero responde a sus prioridades. Nada impediría distribuir tablest, computadoras y teléfonos inteligentes a todos los alumnos del país y a sus docentes. Lo mismo vale para la provisión de internet gratuita, no solo liberando las plataformas educativas. No se trata de un problema de recursos sino de que esos recursos son mercancías y la burguesía pretende ganar por ellas.
Desprovistos de recursos, la discusión que hoy asoma en el horizonte es por las evaluaciones. El gobierno ya sentó postura: no darle prioridad a los contenidos y concentrarse en mantener lo afectivo-emocional. Obviamente no sabe cómo salir de su propio embrollo: educar sin recursos contemplando a los que hoy están ausentes del proceso. Por eso, dispuso que «es hora de evaluar, pero no de calificar». Si bien no hay ninguna resolución clara al respecto todavía, cada provincia adopta una posición distinta. Entre Ríos decidió no evaluar numéricamente. En línea con los últimos dichos de Trotta, Córdoba planteo evaluaciones «formativas», es decir, evaluar el proceso de apropiación de contenidos en general. Otros hablan de evaluar cuando se retome la presencialidad. La conclusión es clara: el gobierno piensa «hacer como si» se evalúa, lo cual es una completa estafa para los alumnos y docentes que pudieron garantizar la virtualidad y que efectivamente con un esfuerzo descomunal continuaron enseñando. Como dijimos se trata de defender ese vínculo pedagógico que nos une. Por eso, debemos evaluar a todos aquellos que realizaron las actividades y postergar la nota de aquellos que no pueden sostener la virtualidad si lo que queremos es darle valor a nuestra tarea.
Desocupación y sobreexplotación, dos caras de la moneda
Otro de los aspectos que se agravaron y expusieron con la pandemia fue la situación laboral de la docencia. Al igual que sucede con los trabajadores precarizados de otras ramas de la economía, empeoró el nivel de precarización y degradación general del sector docente. Los primeros en estallar fueron los docentes de Fines. Antes de la cuarentena, la demora en la regularización del Plan alertó a los compañeros. Una vez que se dictó la cuarentena, los actos públicos fueron suspendidos, dejando a miles de compañeros sin ingresos. Hasta el momento, en la provincia de Buenos Aires donde se concentra la mayor parte del plan, solo volverán las comisiones que se gradúan el primer cuatrimestre del 2020. Para cubrir la demanda de docentes, el gobierno decidió recontratar a todos aquellos que fueron empleados el último cuatrimestre del 2019. El Fines es el sustento de miles de docentes que recién se inician en la docencia y carecen de estabilidad como también de aquellos que necesitan sumar horas para llegar a fin de mes. Sabemos que la necesidad de ellos es usada como masa de maniobra por parte de la burguesía para oponerlos a los trabajadores de la histórica modalidad de adultos. Una nota aparte merece las nuevas modificaciones de las que ya hablamos aquí y cuyas consecuencias degradarán aún más la rama de adultos. Lo hemos dicho hasta el cansancio: poco le importa la educación de la clase obrera que asiste al formato de adultos y el gobierno solo se vale de los beneficios de su sistema punteril y precarizador.
No menos desesperante es la situación de los suplentes e interinos/provisionales o reemplazantes de todo el país. La suspensión de los actos públicos dejó sin posibilidades de empleo a miles de compañeros. Si bien en Buenos Aires y en CABA se prorrogó la duración de los cargos y en localidades como Bariloche realizaron actos públicos online, en la mayoría del país los compañeros que no son titulares no saben qué hacer. Algunos pudieron cobrar los miserables $10.000 correspondientes al Ingreso Familiar de Emergencia. Sin embargo, sabemos que los que quedaron con pocas horas y necesitan tomar más, no pueden acceder a ningún tipo de ayuda porque para el gobierno son ocupados. En el fondo, el problema no es la pandemia, sino la situación arrastrada hace décadas. En la mayoría del país, titularizar al menos un cargo requiere muchos años. Muchos docentes culminan suplencias el 31 de diciembre pese que el ciclo escolar dura hasta febrero del año siguiente. Ya sea por las trabas burocráticas, por la competencia, la falta de vacantes o el sistema mismo, la cuarentena mostró el estado de precariedad en el que todos los docentes desarrollamos nuestra labor.
Pero los docentes que gozan de cierta estabilidad también se vieron afectados por la Pandemia. En primer lugar, para la mayoría, la jornada laboral pasó a ser de 24×7. Las condiciones materiales de nuestros alumnos, y las nuestras, nos obligan a atender dudas y consultas en todo día y horario. En segundo lugar, al ser una profesión principalmente femenina, el patriarcado incide en más de un sentido. Muchas compañeras se ven obligadas a combinar trabajo en casa, con las labores domésticas y el acompañamiento pedagógico de sus propios hijos. Una muestra más de la irracionalidad del sistema: mientras en Chaco se estima que hay 20.000 docentes sin trabajo, los reemplazantes de todo el país piden trabajo, los compañeros misioneros aguardan que los llamen para cubrir horas de seis escuelas porque no existe un padrón único, un puñado de docentes se encuentran hoy sobrecargados. La misma sobrecarga que encontramos durante la “vida normal” del sistema educativo cuando privilegia acumular cuarenta y tantos alumnos en un curso antes de desdoblarlo.
Por qué luchar
En el plano político/sindical, la cuarentena descolocó a gran parte de las organizaciones docentes, sobre todo de izquierda. En los primeros días del aislamiento llegamos a leer todo tipo de interpretaciones, desde la denuncia por la “suspensión de las libertades individuales” a las comparaciones con el Estado de sitio, llegando al punto extremo de decir que nos quieren reemplazar por computadoras al estilo Terminator. Cuando recapacitaron, pronto asumieron una actitud que oscila entre el imposibilismo y la irresponsabilidad. Ninguna de las corrientes que forma parte del universo Multicolor le exigió al Estado condiciones materiales para la virtualidad. En el mejor de los casos se limitaron a pedir insumos de limpieza e higiene y discutir sobre el reparto de viandas y bolsones. Incluso más de una corriente se sumó a la “gran patriada” albertista posando en fotos mientras repartían comida. Eso sí, ninguna de ellas dijo demasiado sobre cómo resolvemos la continuidad pedagógica. La mayoría se limitó a cruzarse de brazos, asumir que la virtualidad es imposible y ya. Que la burocracia se haga la distraída, vaya y pase, pero que los compañeros se resignen y menosprecien el valor a la educación que le asignan ciertos sectores de la clase obrera, es preocupante.
La burocracia peronista actuó con cierta astucia, asumiéndose enseguida como la garante de la contención social. Así, pronto se sumaron a la gesta patriótica de Alberto ocupándose de la distribución de viandas y bolsones, entregando los cuadernillos de “Seguimos Educando” e incluso algunos sindicatos realizan campañas de vacunación para los afiliados. Probablemente, el acto simbólico más importante se vio en estos días con Baradel aclimatando el Recreo de Tigre con algo que simulan ser camas. Sin embargo, al igual que la Multicolor, la Celeste descuidó el aspecto pedagógico e incluso el sindical. Solo se limitaron a aplaudir los $10.000 del IFE y el subsidio miserable de Kicillof. Sin embargo, nada dicen de los problemas pedagógicos y económicos que vivimos. Eso sí, todos los días nos inundan con transmisiones en vivo con “especialistas” y clases de salsa ¿Los compañeros pueden llenar la heladera aprendiendo a mover las caderas?
Las agrupaciones combativas debemos aportar soluciones superadoras y ambiciosas. De nada sirve pensar corporativamente, sino que debemos actuar como clase. No podemos resignarnos a una salida de tipo española o italiana y aprobar a todos los alumnos para que el año que viene recuperen lo perdido en algún momento del ciclo lectivo. Sabemos que eso es una estafa y es la salida “histórica” de la burguesía. Lo importante es pensar cómo revertir esta situación y tratar de que la mayoría de los alumnos no pierda el año. Dado que la virtualidad es la única respuesta efectiva en tiempos de cuarentena, necesitamos que el Estado provea las condiciones materiales para garantizar la modalidad virtual de forma efectiva. Sabemos que hay provincias en donde los trabajadores no pueden acceder a internet porque es caro, la señal es pésima o directamente no llega. Por eso, en primer lugar, necesitamos wifi gratis y de calidad para toda la población. Luego, todos los alumnos y docentes deben contar con su computadora. El Plan Conectar Igualdad (para secundaria y primaria) debe ponerse en marcha a través de la reactivación de la industria de computadoras en Tierra del Fuego (con todas las medidas de seguridad necesarias y duplicación de los salarios). Eso no es todo. Los docentes sin trabajo o con poca carga horaria deben ser incorporados al circuito formal para asegurar la continuidad pedagógica y el asesoramiento técnico. Solo este sistema irracional puede acumular docentes desocupados de un lado y sobreexplotados del otro. Además, debemos dotar a las escuelas de gabinetes psicopedagógicos, EOES y DOES. Sabemos que las familias no pueden resolver por sí solas está situación, por eso el acompañamiento desde este espacio es vital. A su vez, para evitar el contagio, cada uno de esos padres desocupados o que viven en la informalidad debe tener su subsidio equivalente a dos canastas básicas reales. Solo así podremos reconstruir una existencia humana. Vale recordar que en marzo se estimaba que el costo de la canasta básica total no bajaba de los $62.000, según ATE INDEC. Que el gobierno ofrezca 10.000$ da cuenta de la miseria a la que nos somete. Que ofrezca un magro bolsón de comida habla del mínimo al que aspira a llegar.
Tiempos extraordinarios, requieren medidas extraordinarias. El gobierno, al igual que la burocracia, pretende disfrazar la realidad para que luzca como lo que no es. De paso, desarrolla toda una batería de medidas cosméticas para sacar provecho político de la pandemia. Las agrupaciones combativas debemos abandonar todo tipo de paranoia sin sentido. Si el gobierno pretende hacer un “como si”, no debemos limitarnos a la denuncia y el imposibilismo; sino proponer acciones concretas para enfrentar estos tiempos. La educación es algo muy valioso para la clase obrera, por lo tanto, no podemos perder el lazo con las familias. La ruptura con ellas, solo nos fragmentaría más como clase. Defender su educación es defendernos a nosotros mismos. Es luchar contra las tendencias al embrutecimiento de este sistema. Es abrir una ventana para construir el mundo que merecemos. No podremos hacerlos solos. No podremos hacerlos si los abandonamos. Hoy más que nunca, aliados.