ENTRE RÍOS-La carrera contra la inflación

en ECD/El Correo Docente 25

Nuevamente, el 2020 nos encuentra en una negociación salarial con la patronal local. Todo anuncia que será tan insuficiente como las anteriores justificado en el marco del Pacto Social y la “solidaridad” para los de más abajo, como dijo el presidente en la apertura de sesiones en el Congreso. Sin embargo, el clima de las discusiones es distinto. Durante los últimos cuatro años, la burocracia tuvo una gran excusa para mostrarse “luchadora”: la supresión de la paritaria nacional docente por parte de Mauricio Macri colocó en la calle a la CTERA y facilitó ese alineamiento de la Integración nivel local aun cuando gobernara un aliado peronista como Gustavo Bordet.

En los “nuevos tiempos”, la llave maestra para el gobierno nacional y local era la reinstalación de la paritaria nacional. Se anunció en las PASO, octubre confirmó esa medida, se volvió a anunciar en diciembre, pero la primera negociación concreta llegó bien entrado febrero a días del inicio del ciclo lectivo. Fue lo suficientemente a tiempo para que Alberto dijera en la apertura de las sesiones que las clases empezaban, aunque hubiera paro en 14 provincias. Y lo bastante insuficiente como para ir sembrando descontento (véase la editorial en este mismo número).

La demora en la paritaria nacional impactó en nuestra provincia. El gobernador Bordet citó a los sindicatos a fines de febrero para anunciarles que les haría una oferta salarial recién el 6 de marzo. Ante tantas promesas incumplidas y gracias a la presión de la oposición, el sindicato docente de la provincia convocó a 72hs de paro el 2, 3 y 4 de marzo, con marcha provincial en Paraná y al paro de mujeres para el 9 de marzo. El gobernador hizo méritos para cosechar la medida porque, además, anunció la revisión del sistema previsional docente por considerarlo de “privilegios”.

En la reunión del 6, el gobierno ofreció aumentos trimestrales acordes a tres parámetros: inflación, nivel de actividad económica e ingresos provinciales. Además, se suman $4.840 de FONID, acordados en la Paritaria Nacional Docente, a pagar en cuatro cuotas. En definitiva, la oferta nos plantea ciertos interrogantes. En primer lugar, debemos esperar hasta abril para tener una noción del aumento. Sin embargo podemos intuir que será a la baja. Entre Ríos tiene superávit fiscal, aunque a fines de 2019 el mismo se redujo en comparación a años anteriores. Tampoco nos anoticiaron cual de las tres variables tendrá más peso a la hora de asignar los aumentos ¿Será promediando las tres o con un promedio ponderado? Todas estas dudas permanecen en la incógnita.

La oferta abre un nuevo escenario que tendrá que ser capeado por la burocracia integracionista. La unidad de la oposición en el diseño de un plan de lucha es lo que necesita hoy la docencia entrerriana porque como vamos a mostrar en esta nota, hace años que nuestro salario corre una carrera imposible: la carrera contra la inflación. El ajuste en marcha en clave solidaria agravará ese cuadro. Mientras nosotros corremos y nos gobiernan los de siempre -el peronismo- el ajuste de nuestros bolsillos crece para beneficiar siempre a los patrones.

Volver al futuro

El secretario general de AGMER Marcelo Pagani expresó a mediados de febrero su expectativa por la paritaria nacional. También declaró que el acuerdo paritario 2019 le permitió a los docentes “acompañar el proceso inflacionario”. Para él, “producto de la resistencia, de la lucha y de la permanente disputa con la patronal, tuvimos una pérdida salarial en cuatro años de 15 puntos”. Aunque reconoció había “problemas” en los escalones iniciales del escalafón. Prometió que no negociaron por menos que la inflación, pero el gobierno ya avisó que no está dispuesto a firmar ni hacer respetar la cláusula gatillo. Ahora bien, Pagani no solo realiza promesas que se desvanecen en el viento, sino que tiene un punto de partida equivocado: nuestro salario perdió mucho más de quince puntos en los últimos años. Claro, develarlo implicaría revelar su propia función: ser un dique de contención para la patronal. Veamos.

Allá lejos y hace tiempo, en enero de 2017, durante el segundo año de la gobernación de Bordet, una maestra que recién se iniciaba en la docencia cobraba un salario de bolsillo $9.329, mientras que la Canasta Básica Total (CBT) medida por el INDEC era de $13.323,62 para un hogar tipo II (dos adultos y dos menores).  Por su parte, un docente con 10 años de antigüedad también quedaba por debajo de la CBT con un haber de poco más de $10.800. Recién con 20 años de antigüedad, un docente superaba con su salario dicha canasta que, como hemos dicho hace tiempo, es una medición de consumos pobres para pobres. La realidad del docente de secundaria no está muy alejada de la pobreza tampoco. En el caso de las horas cátedra, un docente con más de 36 horas sin antigüedad apenas cobraba por encima de la CBT.

Un año más tarde, el cuadro de situación era similar. En enero de 2018, la inflación hizo que el aumento de la CBT, siempre según el INDEC y comparando enero de ese año y del anterior, fuera de 27,40%, mientras que los salarios docentes, en promedio, aumentaron un 24 %. En un año, se acumula, entonces un desfasaje del orden del 3%. Traducido a pesos, la CBT alcanzó los $16.973,83, mientras que en el caso del salario del cargo testigo llegaba a apenas $11.577 y el del cargo del docente con 10 años de antigüedad la cifra ascendía a $13.435,75 también por debajo de la canasta de pobreza del INDEC.

En enero de 2019 ya nuestra carrera contra la inflación se vuelve notoriamente desigual. Mientras la canasta total sube promedio 55,79% y los salarios apenas un 33% promedio. Ahora, como muestra el cuadro de esta nota, ya ni siquiera el cargo de maestra de grado con máxima antigüedad logra cubrir la CBT del INDEC. La pobreza también alcanza al cargo de profesor que recién inicia porque ahora tampoco logra cubrir lo mínimo con sus 36hs.  

Ya parados en el 2020, pareciera, cláusula gatillo mediante, que le hubiésemos empatado a la inflación como sostiene Pagani. En 2019, la CBT subió tanto como el año anterior: casi 52,68 % interanual, mientras que los salarios se incrementaron en promedio, un 53%. A simple vista parece una recomposición salarial, pero recordemos que mientras los porcentajes pactados en la paritaria 2019 llegan secuenciados, el docente absorbe toda la inflación durante el año y, con suerte, le paga la cláusula gatillo. Nuestra provincia está en el selecto grupo que pagó el acuerdo paritario pese a la presión del gobierno nacional para no hacerlo y los incumplimientos en más de una provincia. Eso sí, recordemos que del acuerdo paritario anterior estábamos en -12%. Así que, en definitiva, en el mediano plazo también perdimos dinero. 

¿Cuál es la conclusión de todo este resumen? En primer lugar, para medir la pérdida acumulada todos estos años tenemos que considerar que cada estimación de caída no surge de la suma algebraica de todos los promedios acumulados año a año sino en base al año anterior. Pongamos un ejemplo sencillo. si el año 1 la canasta valiera $ 1000 y tuviera un incremento del 20 % su valor el año 2 sería de $1200, y si ese año el incremento fuera de otro 30% sería el valor del año 3 de $1560, si sumamos los porcentajes el aumento hubiera sido 50%, pero en realidad fue de 56% ($1000 vs $1560). Lo mismo ocurre con el salario docente. ¿Cuál es el número al que arribamos? Mientras la inflación acumulada sobre la canasta del INDEC da un total de 203% en los tres años, el salario docente “subió” un total 153%. No perdimos quince puntos sino cincuenta, un dato que los docentes sienten en su bolsillo cotidianamente y explica por qué a todos los docentes entrerrianos se nos cada vez más complicado llegar a fin de mes.

Sin embargo, aquí no termina el problema porque la medición que tomamos para medir la pobreza es la oficial. El costo de la canasta familiar es mucho mayor si tomamos algunos otros indicadores. Por ejemplo, en diciembre de 2019, se estimaba que en Rosario la canasta familiar ascendía a los 62.000$ según los cálculos de la Cesyac mientras una maestra que recién iniciaba ganaba poco más de 29mil pesos. La canasta de la Ciudad de Buenos Aires también ascendía, según los organismos oficiales, a 61.000$ y ese es el número que ATE-INDEC marcó como mínimo salarial. Sabiendo de estos desfasajes, quienes formamos parte de la Corriente Nacional Docente Conti-Santoro hace varios años ya realizamos un relevamiento mensual para estimar el costo de la canasta familiar mínima de un docente precisamente para tener un elemento concreto para discutir con nuestra patronal. Como vamos a ver, los resultados del desfasaje entre el costo de vida y el salario son mayores.

Nuestro propio relevamiento

Dentro de las tareas que, como minoría en AGMER-Colón en el marco de la Secretaría de Organización, nos dimos fue realizar de manera autónoma y de forma sistemática un relevamiento de precios de una canasta docente que tomamos como representativa de la realidad de cada docente de la provincia. Dicha canasta está confeccionada en base a la realidad de consumo que vive cada familia y se realiza el relevamiento de precios en los mismos comercios en el mismo momento del mes a lo largo del año. Esta Canasta tiene en cuenta, además de los alimentos y bebidas, artículos de librería, mantenimiento del hogar, salud, vestimenta, transporte, etc., sumamos algunos bienes culturales necesarios de nuestra tarea pero también estamos hablando de un consumo modesto. Sin embargo, las diferencias con los datos oficiales son abismales.

Cuando se comenzó a realizar este relevamiento, en marzo de 2018, el valor de la canasta era de $ 21.995, y el salario de la maestra que recién se iniciaba era de $12.752 o sea que alcanzaba a cubrir el 58% de la Canasta Docente mientras que según las cifras del INDEC cubría el 68%. Luego de estos dos años, al mes de febrero de 2020, el valor de la canasta medida por nuestra Corriente es de $52.078 (casi $12.000 más de lo publicado por el INDEC) y el salario de una docente de primaria que recién se inicia es de $23.655, apenas cubre un 45% del valor de dicha canasta mientras que comparando con los datos del INDEC la cobertura es del 58%. El gráfico abajo muestra claramente el ensanchamiento de la brecha entre uno y otro.

Con este relevamiento desnudamos otro mecanismo de la patronal para bajarnos el salario: igualar el consumo del docente a los de cualquier trabajador promedio, cuando todos saben que nosotros tenemos que gastar parte del salario en materiales didácticos, formación, cursos y otros menesteres no reconocidos salarialmente, pero necesarios para nuestra labor. De esta forma se iguala hacia abajo, “solidariamente” nos dicen ahora, para que los docentes terminemos reclamando menos de lo que necesitamos para sobrevivir. En otras oportunidades, ya explicamos que los consumos de la canasta básica total (que nosotros tomamos como referencia y agregamos algunos ítems culturales) son consumos mínimos, para nada óptimos ni ideales: con consumos de pobreza.

Por eso, mientras el conjunto de la burocracia (y también sectores de la oposición) reivindica como consigna “salario igual a la canasta familiar” nosotros tomamos dos determinaciones. Por un lado, poder construir un insumo de referencia para discutir localmente el valor del INDEC. De allí, es que surge la tarea de relevamiento propio realizado en la Secretaria de Organización como minoría en AGMER-Dpto. Colón. Por otro lado, no nos resignamos y recuperamos nuestra propia historia. Mostramos que en la década del ’30 (que también puede ser considerada un momento de crisis económica, pero coincide con una etapa ascendente del sistema educativo) un salario que recién iniciaba tenía un salario igual a más de dos canastas familiares de esa época. Si fue posible, ese debe ser nuestro objetivo. Por eso luchamos por la recomposición histórica de nuestro salario e impulsamos la consigna que el cargo testigo no puede ser inferior a dos canastas básicas docentes. Si queremos empezar a revertir la miseria acumulada debemos caminar en esa dirección. Compañero docente, te invitamos a sumarte para construir juntos y en la lucha esa realidad.

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