Ianina Harari
Razón y Revolución
La inventiva de la izquierda argentina en materia de chicanas es cada día más pobre, quizás como reflejo de su decadencia en el campo más amplio de las ideas. La última que nos han regalado es la de “macristas”. Proyectando sus propias debilidades políticas, creen que atacar al kirchnerismo significa alinearse con el macrismo. Esta idea copia la chicana peronista que acusa de gorila, oligarca, etc., a todo el que lo critique.
Hemos hablado bastante del síndrome del 17 de octubre. En su sujeción al peronismo, la izquierda se compró todos sus mitos, también los kirchneristas. Muchos partidos actúan como si estuvieran arrepentidos del voto en blanco y como si le dieran la razón a los K: parece que finalmente no eran lo mismo.
La verdad no es peronista
Hace tiempo que el grueso de la izquierda tiende hacia la socialdemocracia y al abandono del marxismo. Por eso, no es extraño que su caracterización del gobierno no solo reproduzca la kirchnerista, sino que abandone por completo cualquier tipo de análisis objetivo.
En lo económico se plantea que es neoliberal y que fue quien provocó la crisis, se lo asimila al señor Burns y se hace referencia a su gobierno como una “ceocracia”. Aquí se abandona todo análisis ya ni siquiera marxista sino materialista. En primer lugar, se supone que el decurso económico depende exclusivamente de la voluntad política. Así, la crisis capitalista no tiene ninguna dinámica objetiva, la economía argentina no tiene ninguna limitación estructural y las posibilidades de acción de la burguesía serían ilimitadas. Así la culpa de la crisis recae sobre la política económica “neoliberal”, el FMI y la deuda. Ya hemos explicado en extenso por qué no solo Macri no es neoliberal, sino que esa política no se aplicó nunca en la Argentina.1 Ese programa corresponde a la burguesía agraria que no quiere ceder renta para sostener al conjunto de capitales no agrarios que sin las transferencias estatales perecerían en el mercado. La burguesía no agraria se divide en dos capas: mientras la más concentrada depende menos de las transferencias estatales y reclama ser la única que las perciba, la más débil pugna por su subsistencia en el mercado y por aumentar el flujo de transferencias estatales. La primera pretende impulsar la centralización de capital en el mercado interno, lo que supone eliminar capitales sobrantes más chicos. Ese programa no es liberal porque no plantea el abandono completo de la protección. Es desarrollista: concentrar los recursos en generar condiciones de competitividad, en especial en los sectores con más posibilidades. La burguesía más débil, en cambio, se victimiza y culpa de su suerte a “los monopolios”, al capital extranjero “imperialista” o al capital financiero. Se pretende más progresista y arrastra detrás de sí a buena parte de la clase obrera. Eso es lo que confunde a la izquierda que se compra ese discurso. Pero se trata de la burguesía más explotadora, la que explica el 80% del trabajo en negro y de las jornadas laborales por encima de las 8 horas.
El problema es que para que el Estado tenga dinero para repartir hace falta o que la renta fluya o que se compense de otra forma, por ejemplo, con la deuda. La deuda viene, entonces, a evitar que el ajuste sea mayor del que ya es. Porque más allá de las intenciones, existen ciertas condiciones sociales y políticas que impiden llevar adelante cualquier política. Una de ellas es que aún no se aplastó del todo aquella fuerza nacida en 2001, por lo que desmontar ciertos gastos de contención de la sobrepoblación relativa sin provocar un estallido resulta complicado.
Cuando decimos que Macri no es neoliberal, no lo estamos defendiendo, estamos explicando qué intereses defiende dentro de las pugnas interburguesas. Cuando decimos que aplica políticas keynesianas, no lo estamos defendiendo, estamos describiendo las medidas. Macri buscó reactivar la obra pública (gasto estatal) y se propuso un ambicioso plan de infraestructura con eje en el transporte de carga (valga de ejemplo el Plan Belgrano).Su primer ministro de Economía fue el otrora kichnerista Prat Gay, luego miembro de Proyecto Sur. La baja salarial la hizo por medio de la inflación, una estrategia keynesiana, que ya aplicó Cristina. Solo algún despistado puede creer que Keynes tiene algún elemento progresista.
Un elemento que olvida la izquierda memento, es que la crisis no empezó en diciembre de 2015, empezó bastante antes. Ya en 2009 aparecieron los primeros coletazos, pero desde 2011 pega con fuerza, de ahí la famosa sintonía fina, el cepo al dólar, el impuesto a las ganancias para todos y todas, etc. Macri no llevó la pobreza de 4% al 35% en un mes de gobierno.
En lo político, los kirchneristas impusieron la idea de que estamos frente a una dictadura. Algunos para no repetir tan burdamente han hablado de “régimen de excepción”. Nuevamente, aquí el análisis marxista fue tirado a la basura. Resulta que ahora la democracia burguesa es lo que nos cuentan los manuales escolares y la represión no existe. La idea de que Macri es un dictador o un fascista es ridícula. La democracia burguesa no ha sido alterada en lo más mínimo, ninguna de sus instituciones fue suspendida y se mantienen vigentes las garantías legales. Solo alguien que cree que la democracia es lo que nos enseñan en la escuela puede creer semejante cosa. Como todo marxista debería saber, todo ello es una máscara que encubre el dominio de la burguesía. Por tanto, todas las críticas que haya para hacerle a este gobierno son críticas que le caben a todos los gobiernos burgueses. Y deben aprovecharse para desenmascarar este régimen, no para embellecerlo. No hubo aquí ningún cambio de régimen. Comparar esto con el fascismo es minimizar lo que significó ese régimen para la clase obrera y para la izquierda. Al margen que no hubo aquí ningún ascenso de masas, ningún peligro revolucionario que obligara a la burguesía a recurrir a una salida tal, ni se están aplicando aquí las dosis de violencia física que ello supone.
La izquierda siguió la caracterización del kirchnerismo en cada hecho donde se intentó asimilar a Macri con Videla. Parece que el hecho de que Santiago Maldonado haya muerto durante la represión en la Pu Lof no fue suficientemente grave, había también que comprar la hipótesis kirchnerista de que había sido desaparecido. Parece que también hay que defender corruptos porque con Macri se viola el estado de derecho por pedir un desafuero, que está previsto en la propia legislación. Además, parece que denunciar la corrupción sistemática que anida en el Estado burgués ya no sería materia de denuncia de los revolucionarios.
¿El síndrome del voto en blanco?
Cualquiera que critique esta visión, que el kirchnerismo impuso con la intención de polarizar con Macri para presentarse como una mejor alternativa y lavarse la cara, es acusado de Macrista. Parece que solo se puede criticar al macrismo y a ninguna otra variante burguesa (salvo a un difuso “gobernadores”) porque sino se “desvía la atención”. Cada vez que criticamos al kirchnerismo se nos dice que solo hay que criticar a Macri. Ahora bien, Macri no disimula sus intenciones. Mintió en campaña electoral como todo político, obvio. Pero todos conocemos las cifras de pobreza, desocupación e inflación, y por tanto sabemos cuánto se depreciaron nuestros salarios. Él mismo salió a decir abiertamente el ajuste que está ejecutando. Nadie se engaña con Macri.
En cambio, los kirchneristas se presentan, en una operación de marketing político, como algo diferente a una variante burguesa. Resulta que en 12 años de kirchnerismo no se reprimió, no se asesinaron luchadores ni hubo desaparecidos, todo comenzó con Mauricio. En la particular visión de los hechos del kirchnerismo ellos nunca reprimieron a las comunidades indigenistas que reclamaban tierras, ni mandaban patotas a asesinar compañeros. Y claro, en democracia nunca se dictan leyes represivas, menos durante el kirchnerismo, donde no existió Ley Antiterrorista, el Proyecto X. Y Milani fue condenado y no puesto al frente del ejército. Vivíamos mejor que en Alemania, mientras implementaban lo que llamaron “sintonía fina” para evitar decir ajuste, porque parece que el peronismo nunca ajusta. Como no conocíamos la inflación real, nunca se sinceraba la firma de paritarias a la baja.
La diferencia de los revolucionarios con los K es que nosotros no luchamos contra un gobierno, luchamos contra el conjunto de la burguesía y su Estado. En cambio, los kirchneristas solo simulan luchar cuando les sirve como campaña electoral, o sea por mero oportunismo. Por tanto, no es gente que esté en nuestra misma lucha. Ellos luchan por salvar a la burguesía más atrasada, nosotros por destruir toda la burguesía. Ellos luchan porque los obreros sigan siendo explotados, nosotros por eliminar la explotación. Es decir, defienden intereses opuestos a los que defendemos nosotros. Por supuesto, venden otra cosa.
Si vuelven en 2019 no van a hacer algo muy distinto al gobierno, simplemente porque la economía argentina en manos de la burguesía no tiene demasiadas alternativas. Su regreso implicaría, además, un recrudecimiento de la represión. Si en momentos en que la crisis era menos pronunciada nombraron a Milani, dictaron la Ley Antiterrorista, crearon el Proyecto X, fortalecieron el aparato de represión para estatal (patotas) y asesinaron a más de 40 luchadores, ¿qué serán capaces de hacer en el cenit de la crisis que empuje a una fracción creciente de la clase obrera a la lucha? Recordemos que tienen una larga tradición represiva que va desde el aparato montado por Perón desde 1943, pasando por la Triple A y Puente Pueyrredón.
¿Se puede no ser ni K ni M?
Hay un supuesto que sostiene esta chicana: en política únicamente se puede actuar dentro de alguno de los campos en que se divide la burguesía. Es decir, la política de la clase obrera se reduce simplemente a elegir un amo. Por supuesto que esto no se dice abiertamente, sino que se oculta detrás de la idea del posibilismo. Se trata de una política del cinismo derrotista, de quien ya se dio por vencido y cree que la revolución es imposible. Así, sus únicas opciones son la adaptación eterna a una fracción de la burguesía. Y mientras cree que apoyando a una dirección burguesa construye otra cosa, lo único que hace es reforzar las ilusiones en ese personal político y construirlo. Es decir, mientras algunos creen que usan al kirchnerismo, el kirchnerismo los usa a ellos. ¿Adivinen quién va a salir ganando y quién perdiendo? Pregúntenle a los Montoneros…
Nosotros, a contrapelo de la izquierda, creemos que es necesario construir una política independiente de toda variante burguesa. Defendemos la lucha ideológica como parte de la lucha de clases, y la batalla por las conciencias como una tarea partidaria. No obramos de forma oportunista a ver si algún peronista distraído se acerca. Intentamos explicar que la única forma de evitar seguir hundiéndose en la miseria y conquistar otra vida, es la lucha por el socialismo, algo que ningún político burgués puede darle. Eso no se soluciona simplemente con echar a Macri, se soluciona con una revolución socialista.
Notas
1 Sanz Cerbino, Gonzalo: “Los monjes negros. La burguesía liberal-desarrollista, de Krieger Vasena a Macri”, en El aromo, nº 100, marzo-abril de 2018.
Entonces estas de acuerdo con el PTS y el FIT que llamo a votar en blanco en el balotage de 2015 … De que izquierda hablas ???
Excelente analisis. Una pregunta: cuando al kirchnerismo se le achaca que después de 12 años en el poder dejó mas de 30% de pobreza suele contestar que cuando asumieron en el 2003 había un 50%, o sea que en realidad la bajaron casi 20 puntos. Eso es correcto ?
Mariano, el problema del kirchnerismo es que compara los resultados de sus gobiernos con el peor momento de la crisis (el 2001), con lo cual se pierde de vista si los indicadores mejoraron en términos históricos. Un gobierno que tuvo precios récord de soja, que le permitió recaudar muchísimo, se fue con indicadores que no superan los de la década del 90 (el menemismo), tenemos varias notas que lo muestran para salarios, pobreza, etc. Por lo tanto, en términos históricos consolidó la tendencia hacia el aumento de la tasa de explotación, la pauperización de la clase obrera, a la degradación de sus condiciones de vida, etc. Compararse con 2001 es sencillo, pero luego de 12 años de gobierno con condiciones económicas favorables han consolidado los niveles de miseria.