Hace ya rato que la izquierda revolucionaria argentina se encuentra embarcada en la construcción de un frente único contra el macrismo, en el que pretende tener como principal aliado al kirchnerismo. Insinuadas tímidamente en enero de 2016, con la defensa incondicional de Milagro Sala, las pretensiones frentistas se mostraron en todo su esplendor este año, con el affaire 2×1 y las marchas por Santiago Maldonado. La lucha que se abrió a partir de la represión a las movilizaciones contra la reforma previsional parecían ser otro de los grandes mojones de esa trayectoria. Sin embargo, los hechos volvieron a mostrar que la realidad es otra: no hay ni puede haber ningún frente único. Todo lo que propone Cristina es la sumisión lisa y llana.
Tras la represión con balas de goma, gases lacrimógenos e hidrantes en la Plaza Congreso del 18 de diciembre, el gobierno avanzó con la judicialización y el encarcelamiento de militantes y luchadores. Al día de hoy, dos compañeros del Partido Obrero, César Arakaki y Dimas Ponce, se encuentran detenidos y todo indica que en los próximos días Sebastián Romero, del PSTU, podría correr la misma suerte.
La izquierda, y el PO en particular, salió a enfrentar la ofensiva tanto por las vías legales como por la acción directa. En el caso de la primera, ajustó a sus militantes a derecho, apeló las detenciones, exigió la liberación durante el proceso judicial y se apresta ahora a defender la inocencia en relación a los hechos que se les imputan. Se trata de un accionar correcto. Hay que aprovechar todos los métodos legales e institucionales disponibles que nos permitan batallar por nuestro objetivo, que es la liberación de los presos. Quienes exigen que los partidos no presenten a la justicia a sus militantes perseguidos, y en consecuencia proponen el paso a la clandestinidad de ellos, no solo no comprenden el nivel en que se encuentra la lucha hoy sino que además exponen a los perseguidos a represalias mayores. Sin embargo, la utilización de los métodos institucionales, tampoco puede conducir al democratismo, como se vio en el discurso de Jorge Altamira, en el acto en Comodoro Py realizado para acompañar la presentación de Dimas Ponce. Allí el dirigente se quejó de que el macrismo pretende instalar que su partido es “una fuerza que es anti sistema” y antidemocrática, frente a lo cual señaló que “al único que no se le puede pedir título de democracia política es al Partido Obrero”. Son declaraciones verdaderamente preocupantes, porque los socialistas sí estamos en contra del sistema y sí estamos en contra de la democracia burguesa (que a eso se refieren cuando hablan de “democracia”, a secas).
En cuanto a la acción directa, la izquierda y el Encuentro Memoria Verdad y Justicia convocaron a una movilización de Congreso a Plaza de Mayo, que se realizó el jueves 11. El eje era denunciar la represión y el ajuste de Macri y los gobernadores, exigir la inmediata liberación de todos los detenidos y el cese a las persecuciones. El documento del acto, sin embargo, estaba notablemente lavado. Diluía por completo la responsabilidad del kirchnerismo, al que se escondía detrás de “los gobernadores”, y ni siquiera se lo mencionaba en las represiones que fue parte completamente activa: Santa Cruz y Formosa. No es que se ocultaran los hechos, sino que no se denuncia explícitamente a sus responsables políticos ni se exige su castigo. En definitiva, se les lava la cara.
¿Para que sirvió semejante agachada en nombre del “frente único”? Para nada. El kirchnerismo no se movilizó. No se vieron las banderas de La Cámpora ni de Nuevo Encuentro, los referentes K no le dedicaron ni un tweet al asunto. Solo apareció por la plaza un pequeño grupo de no más de 20 militantes del Movimiento Evita (cuyas credenciales kirchneristas son más bien flojas, recuérdese el apoyo a Randazzo y los acuerdos con Stanley) y algunos grupos filo K (Partido Comunista, La Poderosa, etc.). Pero ninguno de sus dirigentes se pronunció abiertamente, ni sus legisladores plantearon ningún juicio político al juez Torres. Es decir, o se borraron o simplemente fueron a pasar el presente. Esto lo denunció incluso el PTS. Y después nos dicen que hay que acercarse al kirchnerismo porque ahí “están las masas”…
Como si esto fuera poco, La Cámpora acaba de sacar un comunicado en defensa de “sindicalistas opositores”. En honor a la verdad, no les falta coherencia: hace dos meses, sacaban uno en igual tono, defendiendo al asesino de obreros Insfrán. Aquellos que no tienen el tupé de mover un dedo para defender a compañeros presos por luchar, no presentan un solo reparo a la hora de defender a mafiosos, chorros y asesinos. Con esta gente la izquierda quiere un frente único…
Es imprescindible sacar las lecciones del caso. Lo que estos hechos demuestran es que el frente único solo existe en la cabeza de la izquierda. No existe en la realidad. Le ponemos el cuerpo, la gente, las movilizaciones y somos los únicos que recibimos la represión. Ponemos los heridos y los detenidos. Mientras tanto el kirchnerismo se escapa, se queda en casa o lisa y llanamente nos repudia, mientras obtiene la liberación de un verdadero ladrón y enemigo de la clase obrera como Amado Boudou. Simplemente, porque Macri necesita al kirchnerismo. Simplemente, porque lo necesita no solo para tener un contrincante, sino para desbaratar cualquier intento de oposición burguesa en el peronismo.
El kirchnerismo no es nuestro aliado y no representan ninguna alternativa frente al macrismo. Todo lo contrario, le marcaron a Mauricio el camino a seguir en la degradación de nuestras condiciones de vida y en la represión a los que luchan. La izquierda insiste en esta estrategia porque finalmente no cree lo que decía hace dos años: Macri y Cristina son lo mismo. Y de ninguno de ellos los revolucionarios podemos esperar nada. Es momento de dejar de comportarse como un/a amante iluso/a que espera que alguna vez el/la casado/a deje todo y la acompañe. Hay que abandonar esta estrategia peligrosa de “unidad” con nuestros enemigos, estrategia en la que la izquierda apuesta todo (su programa, sus militantes, su prestigio) y no tiene nada para ganar.