Inundaciones: poco de catástrofe, mucho de miseria

en Prensa-escrita

Los damnificados por las últimas inundaciones, que afectan con mayor intensidad al litoral argentino, rondarían las 29.000 personas, 10.000 de las cuales debieron dejar sus hogares. Esto no podría ser de otra manera cuando se estima que alrededor de 6 millones de personas, casi un 15 % del total de la población, vive en zonas inundables. Red Eco Alternativo

(Red Eco) Argentina – Los aglomerados con mayor porcentaje de población en zonas inundables son Santa Fe, Córdoba, Salta, Corrientes y las localidades del Gran Buenos Aires. En los tres últimos, la población residente en estos espacios constituía entre un 27 y un 30% respectivamente al segundo trimestre de 2015.
Los datos crecen inevitablemente en momentos de crisis económicas. En este sentido, se observa un aumento durante los años 2003 y 2004, luego en 2008, y posteriormente un ascenso sostenido de 2012 a 2015.
“No se trata de un problema climático o incluso geográfico. La residencia en zonas inundables remite a las condiciones económicas de la población. Las muertes y daños provocados por el agua se deben a la precariedad de las condiciones de vida de la clase trabajadora”, afirmaron desde el Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS).
Para profundizar sobre este tema, Red Eco entrevistó al Licenciado en Historia, Rodolfo Leyes. Becario del CONICET, trabaja en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Entre Ríos en Concepción del Uruguay y forma parte de uno de los grupos de investigación del CEICS.

La Fatalidad Meteorológica y el NIÑO
“El problema de fondo no es el clima sino la falta de planificación urbana  o de obras que prevengan toda esta situación”, aseguró el investigador, quien recuerda que cuando se habla del clima se debería pensar en ciclos. “En la actualidad,  y por el cambio climático, parecería que determinados fenómenos se dan con mayor fuerza que lo que se daban antes”, afirmó para salir al cruce de posiciones de funcionarios que prefieren echarle la culpa al clima: “Si bien obviamente el clima es el detonante lo que tenemos que discutir es por qué faltan obras, por qué están faltando planificaciones y proyecciones para solucionar este problema”.
Leyes consideró que estas situaciones climáticas no llegan de un día para el otro: “Los climatólogos y gente de la Nasa – que son los que tienen los estudios más avanzados – hacía por lo menos un año que hablaban de que este año sería el Niño más grande del cual había registro en el último  medio siglo y se viene cumpliendo esa proyección. O sea que si hace un año sabíamos que iba a pasar eso se podrían haber tomado ciertas medidas que, sin embargo, no se tomaron”.
Vivir en la frontera con Uruguay le permite contrastar cómo se ha tratado el problema de la creciente del lado argentino y cómo del lado del país hermano: “Cuando fue la creciente grande que tuvo el Río Uruguay entre noviembre y diciembre del año pasado, 15 días antes ellos ya habían sacado la gente de las casas. Sin embargo del lado entrerriano la mayoría de la gente se fue cuando el agua ya le estaba entrando a las casas, no había información, la presencia del Estado fue prácticamente nula. Entonces no se proyectan obras y tampoco hay planes de emergencia para el momento mismo que llega la creciente. Por eso no hablamos de catástrofes climáticas sino de crímenes sociales porque  teniendo la posibilidad de prevenirlos, no se previenen”.

Red Eco: ¿Cuáles son las medidas concretas que se deberían haber tomado para evitar que la gente se inunde? ¿Es inevitable que esto suceda?

Rodolfo Leyes: Respecto a lo inevitable, lo que se inundan son zonas bajas, que no son habitables, donde no debería vivir nadie. Sin embargo, hay gente viviendo allí porque el costo que tiene la tierra para los trabajadores –esa es la clase social que afecta- le queda fuera de su alcance para vivir en una zona mejor.
Respecto a las medidas concretas la primera debería ser relocalizar a las poblaciones que viven en zonas bajas y llevarlas para que vivan en lugares que tengan todos los servicios, que tengan la mejor calidad de vida posible fuera de zonas inundables, entonces lo que hace falta son planes de vivienda.
En segunda instancia, para la gente que por una u otra razón no se puede trasladar o es difícil hacerlo, se pueden hacer obras de defensa, se hacen grandes murallones que son defensas y que funcionan contra la creciente. Ahora, el problema con las defensas es que si no están hechas al 100% bien, siempre es un riesgo. Aquí, la experiencia de Santa Fe es que las defensas que ellos tenían para prevenirse del Río Salado o del Río Paraná, que son los que afectaban en las crecientes, las defensas tenían bombas que no funcionaban y terminó quedando el agua adentro por las grandes lluvias. Por eso si las obras no están bien hechas lo que puede suceder es una catástrofe.  En la última creciente grande, Concepción del Uruguay que tiene una gran defensa, tenía filtraciones.

Para ilustrar esta situación el investigador recordó lo que el actual gobernador de Entre Ríos, Gustavo Bordet, dijo cuando era intendente de la ciudad de Concordia, tal vez la más afectada por las crecientes del Río Uruguay: “Durante 2009 tuvimos una creciente muy grande; se aprovechó y se hizo un plan de obra y se sacó la población trasladando a lugares no inundables a cerca de 600 familias. En la última creciente de octubre-diciembre, el entonces intendente que ya era Gobernador de la provincia, dijo: ‘nosotros sacamos esa gente y ahora tenemos 50 familias nuevas viviendo en el mismo lugar’. Y empezó a hablar de la falta de cultura, o sea que siempre la culpa del problema es una abstracción, si no es el clima es la ignorancia de la gente. La verdad es que la gente no es ignorante pero tampoco le queda otra opción”.

Red Eco: ¿Cuánto tiene que ver la deforestación y el avance de la frontera sojera? ¿Cómo afecta esto a poblaciones que no están a la vera de los ríos?

Rodolfo Leyes: Claramente una hectárea de selva o de bosque absorbe muchísima más agua que una hectárea de soja, trigo, eucalipto o cualquier monocultivo. Claramente la desforestación afecta y en gran medida, no sólo por el agua que no se absorbe sino, sobre todo por el escurrimiento. Hoy llueve sobre un campo pelado de algún monocultivo – no hay que demonizar solamente la soja – y en esa tierra el agua escurre mucho más rápido e inevitablemente termina  llegando (a las ciudades) mucho más fuerte y precipitadamente. Eso es lo que pasó en la ciudad de La Paz, en el norte entrerriano, cerca del límite con Corrientes. Allí había un arroyo al que se le desmontó toda la cuenca y terminó como si fuera una zanja. Cuando llovió el caudal de agua que fue elevadísimo hizo como un embudo y el arroyo no dio abasto y provocó inundaciones. Si hubiese habido bosque la creciente se hubiera producido igual, pero la diferencia es que posiblemente hubiese sido más extendida en el tiempo y con un pico no tan alto.
Además, tener bosques en las cuencas previene las sequias. Ahora estamos en el Niño pero después viene la Niña que son épocas de sequías  y los bosques también previenen eso. Lo que trabajan los países llamados desarrollados es alternar obras de manejos de agua – represas, diques, lagos artificiales- con los bosques y los humedales naturales, justamente para mantener el agua y que sirva para manejar este problema.

Los datos elaborados en la investigación de la que forma parte Roberto Leyes hablan de 6 millones de personas – el 15% de la población argentina – asentadas en zonas inundables. Este dato lo confeccionaron a partir de la Encuesta Permanente de Hogares y constituye, afirma Leyes, un cálculo conservador porque la pregunta que la EPH hace en su relevamiento es si en el lapso del último año el encuestado se inundó.
“Pero hay zonas, por ejemplo La Plata, en que la gente no sabía que esa era zona inundable hasta que se inundó.  Porque en zonas como esa influye el desarrollo urbano, las obras que deberían haberse hecho y no se hicieron, el entubamiento bien o mal hecho de los cursos de agua en zonas urbanas, lo cual modifica el cálculo. Desglosar este dato por provincia es aún más difícil porque el de la EPH es un dato nacional y la mayoría de las provincias no tienen estadísticas. Lo que nosotros estamos rastreando es ver si Entre Ríos tiene algún tipo de estadística similar. Hace 15 días que venimos buscando por el tema de la inundación y no se consigue nada. Hoy en esta provincia hay alrededor de 13.000 personas afectadas por la creciente, de las cuales hay cerca de 2.000 evacuadas. Esto son números off de record que lo construye más o menos la Prefectura Naval que está vinculada a la gente por las evacuaciones, o los bomberos. Pero no hay un cálculo por parte del Estado como un dato oficial que se haya divulgado”, explicó.
Para Leyes la falta de existencia de datos es una reafirmación de que las inundaciones son un crimen social y que no hay interés por parte del Estado en solucionar de fondo el problema: “Hay una especie de protocolo de cómo actúan los políticos, vienen al lugar de la inundación después que todo el mundo ya está inundado, recorren la zona, prometen obras, 15 o 20 días después parece que algo se mueve y ahí se detiene y no pasa nada más”, afirmó.

Red Eco: Detrás de las cifras hay personas, familias, que con cada inundación – que en muchos casos se repiten año a año , incluso más de una vez en el mismo año – pierden lo mucho o generalmente poco que tienen ¿Hay resignación a esa “fatalidad”?

Roberto Leyes: Resignación, el ánimo por el piso porque ven que pasa el tiempo y no pasa nada. Hay gente que se ha inundado los últimos 5 años cuatro o cinco veces. Para alguien que vive inundándose, cada inundación-dependiendo la fuerza – le va sacando parte de su trabajo, le va destruyendo sus muebles. La sensación es que nadie te da una mano; la palabra que usan es que se sienten “manoseados”. Nos palmean la espalda y la solución definitiva no aparece, nos dicen. Estamos hablando de gente que vive en muchos casos en condiciones paupérrimas, pierden todo y el Estado no responde y todos los años pasan por la misma historia. Entonces el estado de ánimo es la resignación, el sentimiento es que están a la intemperie, que cada vez que viene algo así van a perder un poco más.

Leyes compartió durante la entrevista algunos casos que le tocan de cerca como entrerriano: “Una vecina de un barrio de Colón contó que vivía en una construcción de madera y la creciente literalmente le llevó la casa. Otro vecino comentó que por eso le había puesto un candado con una cadena a la casa, para que la crecida no se la lleve, como si fuera una bicicleta. Estamos hablando de casas hechas con cuatro paredes de madera de eucaliptus y techo de chapa.
La bronca se refuerza porque en la mayoría de las ciudades, en esta última creciente grande, no se le dio un peso a ninguno de los afectados: “La gente  que se inundó tuvo que volver a su casa y arreglárselas por sus propios medios. Estamos hablando de la población trabajadora más empobrecida que son es la que realmente menos tiene. Esa gente es la más afectada”, dijo.
Los motivos no son precisamente la falta de dinero porque, según explicó el investigador del CONICET, “los subsidios en la costa del Uruguay se cubren con los fondos de la represa Salto Grande, una caja de dinero fabulosa, lo que significa que la plata que se le da a la gente es menos que un vuelto. Para tener una idea de lo gigantesca que es esta represa, basta decir que el 70% de la energía que consume Buenos Aires proviene de Salto Grande. No se dio plata porque se especulaba que iba a venir otra creciente y que si se le daba plata en esta ocasión se iban a volver a inundar e iban a tener que volver a dar dinero luego”.

Santa Fe: más del mismo sufrimiento
En esta provincia, 1800 personas debieron abandonar sus hogares debido a las inundaciones provocadas por las lluvias que dieron lugar a la crecida de los ríos Salado y Paraná. El agua alcanzó a cubrir 7 millones de hectáreas, lo que implica el 50% del territorio.
Durante los últimos días el río Paraná estuvo bajando su caudal, habilitando a que se empiecen a drenar las zonas tapadas por el agua, el Paraná bajó 11 centímetros durante la semana en las localidades de Santa Fe, Rosario y San Lorenzo. Hoy se encuentra en 6,04 metros, mientras que el río Salado experimentó una crecida de 2 centímetros.
Un poco menos de la mitad de quienes se encuentran afectados pertenecen a la capital provincial, alrededor de 800 personas evacuadas, una situación menos grata para los habitantes de esa ciudad que sufrieron las inundaciones de 2003, que tuvo por saldo la destrucción de varias viviendas y la muerte en algunos casos.
Quienes viven en la costa santafesina ya se veían afectados por la crecida del río Paraná, sumando ahora las intensas lluvias. Los más perjudicados son los que han quedado fuera del anillo de defensa, lugar donde se generan las mayores filtraciones de agua, por falta de obras de desagües troncales que son fundamentales para impedirlo.
Desde el año 2003 los vecinos vienen reclamando para que se lleven adelante los trabajos necesarios para no volver a atravesar una nueva inundación como la que vivieron aquellos años. Sin embargo, continúan sin obtener respuesta.

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