A cuentagotas. Los resultados de Aprender 2016 – Romina De Luca

en El Aromo n° 96/Entradas

angelitoA cuentagotas. Los resultados de Aprender 2016

 

De forma antojadiza y gradual, el Gobierno nacional empieza a dar a conocer los datos de las pruebas Aprender 2016. En el primer informe solo difundió datos totales. Algunas provincias agregan algún dato suelto más. Aquí no hay nada nuevo: la degradación sigue en pie.

 

Romina De Luca

GES – CEICS


Muy a cuentagotas, el Gobierno nacional empieza a difundir algunos de los resultados de las pruebas Aprender 2016. Como ya es una tendencia oficial, la prensa tuvo primero el informe. La estrategia del gobierno era clara: usar la información como parte de la campaña de desprestigio a los docentes en la discusión por las paritarias 2017. La semana en la que se realizaría la marcha más masiva desde que se inició el conflicto, el gobierno sacó a relucir los datos. Resultados “sorprendentemente malos”, dijo Macri. Veamos.

 

En tinieblas

 

En primer lugar, corresponde señalar el alcance de la muestra. En las escuelas públicas, solo el 66% de los alumnos respondió más de la mitad del cuestionario. Es decir, si bien se pretendió como un cuestionario censal (todos los alumnos respondiendo) terminó siendo una muestra grande. En las escuelas privadas lo hizo el 84% de los alumnos, una cifra mayor pero tampoco absoluta. Cómo se desagrega esa cifra a lo largo de todo el país, es un misterio que solo el gobierno conoce. En segundo lugar, se presentaron solo datos totales, desagregados únicamente por tipo de gestión (público/privada) y por ámbito (urbano/rural); según trayectoria escolar (impacto de los años de repitencia en el rendimiento), nivel socioeconómico (bajo, medio y alto; quintiles) y género.

Se arribó así a una serie de conclusiones más o menos obvias y conocidas: que la trayectoria escolar y el nivel socioeconómico impactan en el rendimiento. Los alumnos pobres tienen, en general (ya que no tenemos ningún nivel de detalle o desagregación de los datos) peores rendimientos; que el peor rendimiento si se expresa en la trayectoria escolar como repitencia retroalimenta el punto inicial; que los alumnos que estudian en ámbitos urbanos rinden mejor y que, así englobada, la escuela privada “rinde” mejor que la pública. El gobierno apuntó con todo al secundario. Señaló que el 50% de los alumnos que terminaron la escuela secundaria no lograron alcanzar conocimientos mínimos de matemática y el 70% no podía operar con conceptos básicos. En la primeria los números serían algo mejores aunque no menos críticos.

Resulta extraño que el gobierno nacional se sorprenda. Sus mismos datos revelan que el panorama no es muy distinto al ya conocido. En la escuela secundaria, en el 2013 el 28,5% de los alumnos tuvo rendimiento por debajo del nivel básico en lengua; en las Aprender, el 23%. Para matemática las cifras fueron, en el 2013, 40% y 24,8% para los resultados debajo de básico y básico; en las Aprender 2016, treparon a 40,9% y 29,3%. En el último grado de la escuela primaria, en 2013, el 41,7 de los alumnos alcanzaron un nivel debajo de básico o básico (18% y 23,7%) para lengua; en 2016 el 33,2% (14,5% y 18,7%). En matemática los guarismos se movieron de 48,3% (21,8% y 25,5%) a 41,4% (18 y 23,4%).1

Con datos generales y englobados, la estrategia del gobierno fue la de insistir con una única idea: la escuela privada rinde mejor solo porque allí no hay paros y se garantizan las clases. No extraña que uno de los descolgadísimos datos del informe oficial machaque que el 82% de los directivos señala que sus docentes de secundaria faltan mucho. Ahora bien, englobados los datos, no se puede ver la fragmentación en el interior del circuito privado: la escuela parroquial de San Justo no rinde igual que el Northlands. La composición de clase de esos alumnos no es comparable, por lo tanto, no lo son sus condiciones de vida materiales ni culturales. Pretender que “rindan” igual es fantasioso. Lo mismo ocurre en la escuela pública: las asociadas a la universidad rinden mejor que la mejor escuela de Villa Lugano o Bajo Flores.

Es cierto que el bajo rendimiento es un problema de la escuela pública. Y la explicación es sencilla: la mayoría de la población estudia en escuelas públicas. Por lo tanto, el problema de la escuela pública y sus resultados es responsabilidad de los gobiernos que nos han manejado en los últimos 50 años, porque el problema no es de ahora. Tenemos datos sueltos de cómo el problema se expresa incluso en los ’80, antes del boom de las pruebas estandarizadas.

 

¿Y ahora qué?

 

Si ve observan las cifras con detalle, se nota un panorama donde hay mejoras relativas, en un cuadro general muy malo. Quizás por eso el gobierno no ofrece los datos completos: no quiere que sepamos, con detalle, donde y por qué están los problemas. Ya tiene un “diagnóstico”: el problema son los docentes. Quiere usar las Aprender para justificar ataques profundos al conjunto de los trabajadores de la educación.

Por eso, hay que defender nuestro derecho a la información. Los sindicatos deben exigir se les entregue todo lo vinculado a las pruebas. La información debe ser precisa, desagregada, y debe permitir cotejar la veracidad del procesamiento oficial. Queremos ver las bases. Hay que entender que el momento del “boicot” a las pruebas ya pasó. Ahora hay que ir a disputar los resultados y no podemos hacerlo desde el oscurantismo. El gobierno torpemente ya mostró sus cartas. Debemos ahora nosotros preparar nuestro juego. Tomemos los resultados y mostremos al país cuál es el verdadero problema. Los sindicatos deben exigir la información de las pruebas para organizar en cada una de las escuelas asambleas para discutir la política educativa de las últimas décadas y cómo ella se expresa en los resultados. Las conclusiones deben reunirnos en un gran Congreso Educativo. Hay que evaluar a los evaluadores. No podemos abandonar esa trinchera. No podemos dejar que hablen de nosotros sin prepararnos para el contraataque en su propio terreno.

 

Notas

1Ministerio de Educación y Deportes: Aprender 2016. Primer Informe de Resultados, Buenos Aires, 2017 p. 77-78.

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