Por Verónica Baudino – La imagen recorrió el mundo: un periodista irakí le arrojó sus zapatos por la cabeza a George Bush en una conferencia de prensa. Aunque éste, ágil, los esquivó y esbozó una sonrisa socarrona, el hecho expresa el descontento que se respira en vastos lugares del globo. Es que el desenvolvimiento de la crisis genera una creciente deslegitimación del personal político gobernante y de la clase a la que representan. Las dificultades económicas inclusive explican que los “zapatazos” también provengan de fracciones de la burguesía con serios problemas para reproducirse como tal. Se extienden y profundizan así las pujas entre clases y al interior mismo de la clase dominante.
Los hechos más sobresalientes ocurren, sin duda, en Grecia. Los Estados europeos observan con temor las movilizaciones con carácter insurreccional que protagonizan las fracciones más pauperizadas de la clase obrera griega. Sobre la misma se han venido descargando las consecuencias de la crisis a partir de ataques al sistema de salud, empleo estatal, salarios y educación pública. Similar situación ocurre en otros países del viejo continente, que se han expresado en movilizaciones en Francia, Italia y España, donde el desempleo empieza a pegar fuerte. Un fantasma recorre Europa y las burguesías nacionales piden que el primer ministro griego regularice la situación, so pena se extienda a otros países.
En Estados Unidos, los festejos por el triunfo de Obama podrán verse empañados pronto si los 10 millones de desocupados y aquellos que perdieron sus hogares por las ejecuciones hipotecarias (que ascienden a 10.000 semanales) irrumpen en las calles contra el desamparo del Estado, desesperado por el salvataje de los grandes capitales.
En Argentina, las cosas no parecen ser diferentes. Presenciamos una lucha, por ahora con disimulo, entre las diferentes fracciones de la burguesía por recibir los beneficios de los planes de Cristina. Sin embargo, inclusive sus laderos, la Unión Industrial Argentina, entre los elogios de rigor, se apresuraron a remarcar que son insuficientes. Razones no les falta. Aunque los Kirchner intenten salvaguardar la rentabilidad del empresariado, las arcas del Estado se verán disminuidas ante la caída del 50% de los precios internacionales de los granos, principal bien de exportación. Así, las cosas, la incapacidad del gobierno de salvar al conjunto de la burguesía, generará rupturas con sus aliados estratégicos. El proyecto de blanqueo de capitales es una muestra de que cada vez le cuesta más al gobierno equilibrar la balanza entre las fracciones del capital. Mientras los banqueros se muestran satisfechos, la mayoría de los industriales y la oposición política ve con malos ojos el plan. Probablemente porque beneficie a sectores concentrados de la economía contra aquellos que, ya débiles por la competencia extranjera, sienten sobre sus cabezas el peso de las cargas impositivas.
El sector agropecuario, por su parte, se prepara para librar una nueva lucha en año de elecciones. Corren las negociaciones con el Pro, Duhalde, Reutemann, Lozano y la Coalición Cívica. La crisis ya engrosa las filas de los desocupados y de los trabajadores que cobran un salario menor a causa de las suspensiones, como en la rama automotriz. No alcanzan los créditos para incentivar el consumo de una clase obrera con sus salarios cada vez más depreciados. Los pedidos de una brusca devaluación no harán más que acentuar esta situación, en la cual no servirán de nada la eliminación de la tablita de Machinea y menos aún el vergonzoso plus de $200 pesos para los jubilados, anunciado caraduramente con bombos y platillos. Se avecinan, para el poder, tiempos de zapatazos difíciles de esquivar.