Un paso adelante, dos atrás Sindicalismo y política en el FIT

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En pocos días, el FIT estropeó en el terreno político lo que legítimamente había ganado en la acción sindical, demostrando que no sabe qué hacer más allá de la fábrica y que carece, además, de vocación de poder. Bastó que el macrismo retomara la iniciativa sobre el elemento más débil del kirchnerismo para que la izquierda cayera otra vez en la maniobra. Si en PepsiCo la izquierda obligó a todo el mundo a pronunciarse e introdujo una cuña en el kirchnerismo, el ataque contra De Vido provocó una inusual solidaridad de la izquierda con este personaje, para soldar un “frente único”. El mismo día que Baradel y Yasky acompañaban la carpa de los compañeros despedidos (y se pedía que no se los insulte), el FIT defendía a De Vido en el Parlamento. A renglón seguido, Myriam Bregman simpatizó públicamente con Evita, el Papa y Scioli. Si el kirchnerismo parecía retroceder, la izquierda se encarga de darle el aire que necesita.
La conmoción política que provocó la lucha de PepsiCo muestra un camino sobre cómo debe conducirse un combate de este tipo. A diferencia de AGR, docentes, CONICET y otros conflictos parecidos, nadie bajó los brazos, dejó de enfrentar a la burocracia, se retiró antes de tiempo ni anunció “triunfazos” inexistentes. El resultado es el que vemos: todo el arco político fue obligado a pronunciarse, en lo que fue un golpe al Gobierno, al kirchnerismo y a la CGT.
El escenario es similar: una lucha contra la patronal, en inferioridad de condiciones y con el abandono y hostilidad de la burocracia. Las deficiencias, también: la falta de una coordinación general y sistemática para esta fracción, la más combativa de la clase obrera. Sin embargo, en este caso, los trabajadores de PepsiCo no se entregaron ni se dejaron pasar por arriba por la conducción sindical: resistieron el desalojo hasta las últimas consecuencias, generando un hecho político de suma envergadura.
El kirchnerismo no tuvo otra opción que apoyar e ir. Se invirtió entonces la lógica de la marcha del 2×1. Allí, toda la izquierda fue a la rastra del kirchnerismo. Aquí, este tuvo que ir a la marcha de aquella, no sin atravesar una crisis interna (véase las declaraciones de Hebe). Esto tiene mayor importancia si se recuerda que la propia Cristina ordenó a los dirigentes sindicales congelar toda movilización hasta después de los comicios.
En su momento, hicimos una serie de críticas a cómo se manejaron los conflictos en docentes, AGR y CONICET. Cuidadosas (porque los compañeros conducían una lucha difícil), pero no por eso menos severas: retirarse sin pena ni gloria solo permitió el fortalecimiento del gobierno y de la burocracia sindical, priorizar la imagen pública de cara a las elecciones por sobre la conducción de la acción directa de la clase obrera solo conduce a una andanada de derrotas inocultables y mentir sobre “triunfazos” inexistentes, también. Lo que se demuestra en PepsiCo es sencillamente que teníamos razón.
Sin embargo, todo ese caudal -obtenido tras simplemente haber seguido las reglas más elementales de cualquier conducción sindical-, se dilapidó rápidamente cuando todo el FIT salió en defensa de De Vido.
En los hechos, el asunto se resume de la siguiente manera: el macrismo intentó profundizar su iniciativa polarizadora (para tratar de ganar los votos de Massa) y tantear un plan B por si esta se le vuelve en contra en las PASO (acelerar las causas contra Cristina); ergo, apura a la Justicia con la expulsión del emblema de la corrupción K: Julio De Vido. El kirchnerismo apela a lo único que tiene a mano y se victimiza ridículamente. ¿Y qué hace la izquierda? Apoya a De Vido y se opone a su expulsión del Parlamento. La “solidaridad” de Baradel con PepsiCo, que se limita a ir a una marcha y no a llamar a una huelga docente o a plantarse frente al desalojo y denunciarlo, se complementa con la solidaridad (sin comillas) parlamentaria. El diputado K, Guillermo Carmona, en su discurso, elogió las posiciones del FIT, las usó para defender a su compañero caído en desgracia y se comprometió a “apoyar” a la izquierda en sus reclamos.
Si en PepsiCo, la izquierda obligó al kirchnerismo a marchar detrás suyo y se colocó como el caudillo contra el macrismo, aquí se invirtieron los roles y la izquierda fue detrás del kirchnerismo. Con una diferencia: mientras en el primer caso se enfrentaba la vida de los trabajadores contra el Estado y el capital, aquí estamos hablando de la defensa de un corrupto y un asesino de obreros (crimen social de Once, entre otros crímenes), al que se lo quiere expulsar, justamente, por corrupto y asesino de obreros.
Lo peor del caso es que, en junio de 2016, el FIT había presentado un pedido de desafuero de De Vido (que fue cajoneado por el PRO). Un año después, el kirchnerismo los fuerza a cambiar de posición. Un calco de lo que sucedió en el caso de la marcha contra el 2×1. Como en aquella oportunidad, el FIT dirá que se delimitaron “en ciertas partes del discurso”, pero como “la columna independiente”, lo que vale son los hechos duros: antes marcharon juntos y ahora votaron lo mismo. Y, al igual que aquella vez, el kirchnerismo se deglutió a la izquierda y Macri se puso en el bolsillo a todos. Ahora perfectamente puede emparentar PepsiCo con De Vido. Gran favor le hicieron a los compañeros despedidos…
Los argumentos para defender a este delincuente son dos, que se complementan. El primero es que se “avanza sobre un legislador por sus posiciones políticas”, según deslizó Nathalia González Seligra, diputada por el PTS. El segundo es que la figura de “inhabilidad moral” es ambigua y se podría sentar un precedente para expulsar legisladores de izquierda con cualquier argumento, como sucede en Mendoza y Córdoba. Algo de eso puede verse en la gestación de una alianza (que no sabemos cuánto tiene de objetiva y cuánto de acordada), que puede verse cuando el diputado K dice que va a apoyar a los legisladores del FIT en Mendoza contra el macrismo. A cambio de mantener posiciones parlamentarias, se entrega lo que nos separa de De Vido.
Los dichos de la diputada del PTS merecerían una rectificación pública de su partido. Está repitiendo lo que increíblemente argumenta este personaje. ¿Están hablando del mismo De Vido, del cajero de los Kirchner, de uno de los máximos responsables de la degradación de la vida obrera, del desfalco de la plata de los trabajadores?
De Vido no está siendo acusado por sus “posiciones políticas” que son bien conocidas y son las que favorecieron a empresarios parásitos en el gobierno anterior y en este. Sus “posiciones políticas” le merecerían, más bien, una distinción de su clase. Se lo juzga por eso mismo que su propia bancada lo acusó hace un año. ¿Acaso se olvidaron del proyecto que se presentó hace un año pidiendo su desafuero o simplemente están exhibiendo todo el cretinismo parlamentario del que son capaces con el objetivo de ganarse las migajas del voto cristinista? Igualar a De Vido con cualquier luchador honesto es un verdadero insulto a todo el activismo, a todo el que alguna vez luchó por algo, sea revolucionario o no.
El segundo argumento es completamente ridículo y muestra el desconocimiento de las nociones básicas de la lucha de clases. La burguesía no necesita ninguna ley en especial para desplazar a diputados de izquierda. Puede apelar a cualquier artilugio leguleyo y siempre va a encontrar alguno, y si no tiene, lo hace sin ninguno y se acabó. Parece que hay que explicarles que lo que regula las relaciones jurídicas no son los textos, sino las relaciones de fuerza. Un juez no libera a un huelguista porque este tiene un brillante abogado y las leyes lo amparan, lo hace porque las consecuencias políticas son más pesadas que lo que se espera obtener. Los compañeros de Mendoza y Córdoba serán expulsados o no según este criterio. Por lo tanto, la pregunta es qué relaciones de fuerza construye el FIT cuando apoya a un delincuente como De Vido y defiende al kirchnerismo. La respuesta es el desarme. En lugar de aprovechar el hecho de PepsiCo para mostrarse como una dirección que enfrenta al macrismo y al kirchnerismo, queda adherido a lo peor del segundo. ¿Cómo se defiende mejor a los legisladores de izquierda? ¿Mostrando que son perseguidos por el macrismo por defender a los obreros de todas las fuerzas políticas, que nada los une a ningún delincuente, o asociándose con los corruptos y permitiendo que el resto de las fuerzas los acusen de cómplices? ¿La clase obrera va a ganar fuerza siguiendo a Cristina o construyendo una dirección revolucionaria?
Si en lugar de admitir el apoyo K en Mendoza a cambio de defender a De Vido a nivel nacional, la izquierda hubiera desechado tal componenda, pedido la expulsión de De Vido (y Máximo y tutti cuanti), y aceptado el desafío de enfrentarse con el gobierno macrista en las calles sin el paraguas de Cristina, en una campaña contra la proscripción política, le hubiera dado continuidad política al hecho sindical de PepsiCo, con un resultado seguramente similar: obligar al cristinismo a ir detrás de la izquierda o emblocarse con Macri. Ese era el camino.
Lo terrible del caso no es que simplemente se dilapidó lo de PepsiCo, sino que se corrompió. Se puso a todo ese movimiento bajo la dirección política de Cristina y, en términos inmediatos, se le dio argumentos a Mauricio: son los defensores de los corruptos.
El gran problema de la izquierda es que cuando sale de la fábrica (y habría bastante para discutir lo que hace ahí), cuando las relaciones de fuerzas no son tan sencillas (patrón-obrero), cuando la burguesía presenta sus propias disputas como esenciales y el peronismo amenaza, se asusta y pierde su orientación. Lo vimos en la entrevista que dio ayer Myriam Bregman. ¿El Papa? “Contradictorio” (y no un reaccionario en toda la regla al que hay que combatir). ¿Scioli? No era igual a Macri. ¿Evita? El voto femenino (¿y la persecución a la izquierda, el apoyo al franquismo, la educación católica, los ataques al feminismo?). El PTS es, en realidad, la mueca más absurda de un rostro real: la atracción que la izquierda siente por el peronismo. ¿Y qué es el peronismo? A lo sumo, un reformismo. Eso es lo que tenemos en el FIT, una dirección abierta y ridículamente reformista.

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