Un largo camino por recorrer – Ianina Harari

en El Aromo nº 95/Entradas

585a895475d21_800x550Un largo camino por recorrer. La lucha de los trabajadores de CONICET

 

Diciembre de 2016 será recordado como un momento histórico para los trabajadores de la ciencia. La toma desmintió la caracterización acerca de la pasividad de los investigadores. Sin embargo, también se hicieron evidentes un conjunto de obstáculos para avanzar en mayores niveles de organización y concientización.

Ianina Harari

Razón y Revolución – Ciencia y Técnica


La toma de diciembre fue precedida por una serie de luchas a lo largo de 2016 contra los primeros indicios del ajuste que el Gobierno comenzaba a implementar. Finalmente, en diciembre estalló la bronca cuando se anunciaron solo 385 ingresos. El resultado de la toma que duró cinco días, fue un Acta Acuerdo en el que se consigna un listado de 508 compañeros a los que se les otorga por un año una beca posdoctoral y que deberán ser incorporados al CONICET o a otros organismos y universidades, siempre que se respeten las mismas condiciones que tendrían de haber ingresado a Carrera. Con la importancia que tiene el haber frenado momentáneamente el ajuste, el acuerdo alcanzado no fue más que un triunfo parcial, en una lucha contra una política de achicamiento del CONICET y otras instituciones científicas. Se consiguió algo, pero no se alcanzó ni siquiera el objetivo parcial: la incorporación ya de los 500. Ni siquiera se pidió por la suerte del conjunto de los 1.100 que incluían a los no recomendados para el ingreso y aquellos que tenían una sola recomendación.

En ese contexto, esta victoria no solo es parcial, porque no se logró el objetivo de máxima sino porque, incluso si lo conseguimos, aun no habremos derrotado la política de ajuste del Gobierno, que va a darse por un movimiento de pinzas: por abajo, achicando la cantidad de becas doctorales; por arriba, reduciendo los ingresos a carrera. En modo alguno se ha derrotado su política que continúa desarrollándose con los recortes en la asignación de becas y en el cupo que se anunció para el nuevo llamado a ingresos. Si se mira bien, Macri ha logrado también un éxito relativo, porque no solo no ha renunciado a ajustar la planta, sino que ha logrado un acta en el que se reconoce, implícitamente, que puede hacerlo, en tanto se acepta que los que debieran haber ingresado al organismo pueden ser “colocados” en otro lugar.

Decimos “parcial” porque estamos frente a una política hostil a la producción científica, que prefiere la innovación inmediata que se compra llave en mano y que considera un gasto inútil el estudio de todo aquello que excede las necesidades de la limitada y primitiva producción capitalista local. No fue casual que, durante el conflicto, se atacara a los investigadores del área cultural para esconder que esta política no cree en la necesidad de producir ciencia. Los recortes son acompañados además por el refuerzo de la orientación que se pretende dar a la investigación científica: en los cupos tanto de becas como de carrera comienza a tener mayor peso aquellos dedicados a los temas estratégicos. Se trata de líneas de investigación definidas por las autoridades del organismo, orientadas a la investigación tecnológica y “útil” para el capital local, que deja prácticamente afuera a todo el universo de las ciencias sociales y humanas, así como a la investigación básica. No es casual esta orientación avalada por un Directorio antidemocrático, cuyos miembros son elegidos por una minoría y en donde participan representantes de la UIA y la SRA, pero no de los trabajadores.

En la rueda del hamster

Otro aspecto de la parcialidad del reclamo de incorporación de los recomendados es que, aun lográndolo, no habremos torcido ni un ápice la política más general de precarización laboral del organismo, que aparece como legitimada no solo por el organismo sino también, lamentablemente, por muchos compañeros.

Los becarios son trabajadores contratados a término, a los que se les niega su condición de tales con la excusa de que se trata de una instancia de formación y estudio (como el pasante), aun cuando está obligado a desarrollar nuevo conocimiento y no simplemente apropiarse del existente. A lo largo de su carrera, el científico vive con la amenaza de ser despedido por un mecanismo de evaluación continua totalmente arbitrario y oscuro.1

Las evaluaciones en CONICET carecen de los elementos que cualquier concurso público debería tener. No existen criterios públicos de evaluación, ni órdenes de mérito. Tampoco hay posibilidades de tener veedores gremiales. Todo ello hace a los concursos poco transparentes y permite total impunidad para ejercer todo tipo de arbitrariedades, que se verifican cuando se revisan, por ejemplo, los expedientes de los concursos de ingreso a carrera.

Por ejemplo, un recomendado por la Comisión Evaluadora y la Junta de Clasificación (doble recomendación), puede estar por debajo de alguien que tiene solo una de las recomendaciones. Además, como si fuera poco, el Directorio puede seleccionar ingresantes sin seguir esos órdenes sin ningún justificativo (como podría ser relevancia temática o prioridad geográfica).

Hace algunas décadas, la figura del becario no existía y los investigadores ingresaban directamente a la carrera y allí hacían su tesis doctoral. Entonces, la pelea por la estabilidad laboral, para que los becarios sean el primer escalafón de la CIC, es crucial para dar una solución al problema de los despidos. Porque ahora se reclama por aquellos que fueron recomendados, pero mañana por el simple mecanismo de no recomendar postulantes, van a dejar afuera la cantidad que quieran y, con la línea de aceptar que los concursos tal como están son válidos, no se va a poder reclamar. Pero más importante que ello es que recomendados o no, los despidos van a continuar en la medida de la conveniencia del Gobierno, porque los mecanismos se mantienen y todos los años nos vamos a enfrentar al mismo problema. Así como en el resto del Estado se lucha por el pase a planta de los contratados, en CONICET hay que dar esta lucha de fondo para los becarios. Si no, cada año volvemos a fojas cero. Por ello, el plan de lucha tiene que incluir como consigna “Todos adentro del CONICET”, que contiene los reclamos por los nuevos ingresos y por las becas. Esa es la línea que confronta la política del Gobierno. Que hayamos tenido que hacer concesiones momentáneas, sin duda necesarias, no nos tiene que limitar para continuar con nuestro objetivo de fondo.

Por una política obrera

Una batalla que se viene dando hace años es por el reconocimiento de los investigadores como trabajadores. La defensa del carácter obrero de los científicos conlleva a una serie de reivindicaciones propias de cualquier trabajador, entre ellas la defensa de la estabilidad laboral y la denuncia de todos los despidos. Una política gremial clasista, es decir que defienda la independencia de clase y no claudique frente a la patronal, no puede aceptar los criterios patronales, o sea burgueses, que se imponen a los trabajadores para precarizarlos y despedirlos. En CONICET esos criterios patronales son las formas de evaluación y selección que explicamos. Quienes las defienden y buscan adaptarse a ellas pecan de academicismo, que no es otra cosa que la política burguesa para la ciencia.

Es esta política la que defienden los kirchneristas. Por eso primero se negaban a hablar de despidos y luego solo les parecía legítimo reclamar por los que tuvieran doble recomendación, porque, según ellos, habrían pasado por un proceso “riguroso” de evaluación. Defendieron y defienden el ingreso de “los 500” y se desentienden del resto que quedó afuera, imponiendo un criterio que ni el mismo CONICET utiliza. Por supuesto que los kirchneristas no quieren saber nada con el cuestionamiento a los criterios de evaluación. Con el argumento que puede deslegitimar el acuerdo, no quieren avanzar en ninguna crítica, lo cual refuerza una posición mezquina que rompe toda solidaridad de clase. Lo único que les importa son los 500 y el resto que se calle la boca. Si en la convocatoria de mañana estamos peor, no importa. Si hay 600 compañeros en la calle, no importa.

No sorprende que los kirchneristas tengan una política patronal. Sí es preocupante que ciertos compañeros de izquierda incorporen este tipo de argumentos. En particular, el PO ha venido defendiendo el reclamo por los compañeros con doble recomendación. No solo han agitado la idea de que la toma culminó con un “triunfazo”, sino que en un boletín de su agrupación2 afirman que se habría logrado reincorporar a todos los despedidos. Se trata lisa y llanamente de una mentira al servicio de justificar su caracterización de “triunfo”. Por supuesto que no se reincorporaron a todos los despedidos, porque ni siquiera se reclamó por todos sino solo por menos de la mitad (500 sobre 1.100). Para que quede claro: se defiende que en un conflicto se luche por menos de la mitad de los despedidos, lo cual legitima el derecho de la patronal a despedir compañeros año a año. Pero, además, aun no logramos ninguna reincorporación, sino el otorgamiento de una beca posdoctoral por un año. Este tipo de planteos resulta no solo mentiroso sino irresponsable, porque da a entender que lo obtenido cierra el conflicto y que la lucha está terminada, y no sirve para preparar a los compañeros en la lucha que aun tenemos por delante. De hecho, ha habido reticencia a incorporar al reclamo a los que tienen una sola recomendación, que se organizaron y pidieron ser incluidos con el argumento de que la lucha no se dio por ellos. También se mostraron reticentes a movilizar en enero por el recorte de becas. Las similitudes de estas actitudes con las que son propias de la burocracia saltan a la vista y resultan preocupantes en compañeros que debieran estar defendiendo una posición clasista y discutiendo los criterios patronales que esgrime también el kirchnerismo.

Lo que se logró en diciembre fue una tregua en la que debíamos ganar tiempo para fortalecer la organización y preparar un plan de lucha. Los avances organizativos continúan ciertamente trabados. Si bien ya se realizaron dos plenarios nacionales, aun no se ha logrado poner en pie alguna forma operativa de organización a nivel nacional. Es evidente que la patronal juega con esto, como con el artilugio de no dejar ingresar representantes de los CCT provinciales a la mesa de seguimiento del acuerdo. Parte del problema se encuentra en que muchos compañeros tienen como horizonte el conflicto por el acuerdo y no la organización para la lucha más general. Así, en el último plenario la discusión se empantanó en decidir quiénes subirían a la mesa de seguimiento y no se lograron avances en el debate por una coordinación nacional, que excede el problema inmediato del acta y para la que necesitamos la mayor fortaleza posible. Ello implica mantener la unidad. Por ello es preocupante que, en especial en Capital Federal, sectores del kirchnerismo se nieguen a participar de las instancias de debate y decisión colectiva, como es la asamblea regional.

En cuanto al plan de lucha, es necesario pensar en la radicalización de las medidas. Es evidente que el Gobierno ha seguido avanzando con el ajuste y está preparando el terreno para que las ambigüedades del acuerdo se salden a su favor. Desde la exclusión del acta de 19 compañeros sin doble recomendación que habían sido incorporados, pasando por las noticias sobre los puestos que pretende ofrecer (por ejemplo, de empleados de archivos), hasta su voluntad de negociar individualmente con los despedidos incluidos en el acuerdo o el recorte de becas y de ingresos a carrera. Ellos se están endureciendo. Nosotros necesitamos hacer lo mismo para torcerles el brazo. No solo en cuanto a las medidas, sino en cuanto a los reclamos. Debemos ser firmes en la defensa de todas nuestras demandas, porque no podemos ir a negociar planteando el piso de nuestras reivindicaciones. Hay que defender a todos los despedidos como consigna general.

Diciembre demostró que tenemos condiciones para avanzar y que al Gobierno se lo puede hacer retroceder. Si no confiamos en nosotros, la patronal va a seguir utilizando ese derrotismo en su favor. Por eso, los científicos debemos recuperar lo mejor de la tradición obrera: el clasismo. Si investigar es trabajar, defendamos nuestros reclamos obreros: no más despidos en Conicet. TODOS ADENTRO.

Notas

1Ver Sanz Cerbino, Gonzalo: “La vida de un becario”, en El Aromo, nº 89, marzo abril de 2016. https://goo.gl/6fqlep

2https://drive.google.com/file/d/0B1BVHIpBqlEiSjdydnhKaGJOSFE/view

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