“Tu cuerpo deja de ser tuyo cuando el tipo pone un billete y te dice ‘arrodíllate así’” Charla sobre la prostitución en Argentina, en el marco del Taller Abierto de Género.
“Reglamentar la prostitución es suponer que la mujer es eso: un objeto de consumo, un cuerpo que está al servicio del hombre por el dominio del dinero. Esto es lo que hace el reglamentarismo: considera a la prostitución como un trabajo. En realidad, hay muchos intereses económicos por parte de los reglamentaristas, porque, como les dije, la prostitución es el tercer comercio a nivel mundial.” Edgardo Calandra
Panelistas: Florencia Guimaraes García y Edgardo Calandra
A lo largo del primer cuatrimestre del 2017 realizamos un Taller Abierto de Historia de Género, auspiciado por la cátedra Historia Argentina III B. El mismo tenía por objetivo trabajar y discutir las distintas problemáticas que afectan a las mujeres a lo largo de la historia. El taller se dividió en tres partes: clases teóricas dictadas por las profesoras Rosana López Rodríguez y Marina Kabat, las mesas de debate con diferentes referentes y dos obras de teatro con perspectiva de género.
En el marco de las mesas de debate, abordamos como primer tema la prostitución, a partir de dos paneles con diferentes perspectivas. El viernes 12 de mayo participaron de la mesa “El ejercicio de la sexualidad como trabajo”: María Riot (actriz porno y militante de AMMAR), Cherry Vecchio (trabajadora sexual), Sofía (acompañante sexual de personas con discapacidad) y Melisa (trabajadora sexual Travesti). Mientras que el viernes 19 se realizó la mesa “Prostitución ¿trabajo o violencia? Hablan las abolicionistas” con la participación de Florencia Guimaraes García (militante del PC y Furia Trava) y Edgardo Calandra (Red Alto al tráfico y a la trata). A continuación, presentamos lo más saliente de esta última charla con el movimiento abolicionista.
Florencia Guimaraes García (FGG): Buenas tardes a todos. Además de ser militante del Partido Comunista y de pertenecer a Furia Trava, soy sobreviviente del sistema prostituyente. Estuve doce años en situación de prostitución, desde los catorce o quince años hasta los veintisiete. Para empezar, quisiera leerles algo que escribí que para mí es importante:
“Siempre me pregunté: ¿Cuál es la fantasía de aquellos que jamás han sido prostituidos? ¿Cuán fantasioso es pensar o imaginar el momento en que una persona es abusada, humillada, maltratada, es decir, oprimida? ¿Cómo imaginarán una relación entre el prostituyente y la prostituida? ¿Será entonces qué piensan, qué sienten, que esa es una relación de pares, de cordialidad, de respeto, de acuerdo, sobre el placer mutuo? Si tanto imaginan, si fantasean, les propongo ahora imaginar que cuando una tiene que subir al auto de un extraño, sin saber la ruta, qué hay en el auto, cuán consciente es, lo que siente, lo que piensa. Y lo que confirma es miedo, pánico o desorientación. Les propongo pensar, como final abierto, si es una fantasía o una realidad volver con vida. Les propongo a la fantasía incorporarle sensaciones. Por ejemplo: asumamos que es placentero cualquier olor, cualquier palabra, cualquier control del cuerpo, sentir que alguien o algo descarga su odio dentro de tu boca, controla tu cuerpo, descarga en tus tetas, en tu culo, en tu espalada, en donde quiere. Te propongo pensar en esa fantasía, que te aprieten la cabeza, la controlen y te obliguen a sentir en la garganta cualquier sabor, a tolerar en la nariz cualquier olor. Y no te lo proponen, te obligan a realizar sus deseos y, con ello, su dominación, donde el único guión es cumplir sus perversos deseos. En esa fantasía, el orto es la pirámide de su control. Ahí se mide su fuerza, su dominio, su carácter, su personalidad. Lo que se descarga en el orto, mi orto, confirmará su fantasía. Entonces, al bajar de ese coche, ese orto se convierte en cuerpo despreciado, usado. Él descargó; lo usó como un pedazo de carne. Lo masticó y escupió.”
Las personas travestis manifestamos nuestra identidad de género entre los ocho y los once años de edad. Lamentablemente, la mayoría de nosotras terminamos en el sistema prostituyente, porque somos expulsadas. Por eso tenemos una expectativa de vida de cuarenta años de edad.
Hay que pensar muy seriamente cuando hablamos de prostitución. No se puede banalizar, no se puede caer en esto nuevo (que pareciera que está de moda) que es el querer legalizar algo que ya es legal. Porque ahí también está la falacia de algunas compañeras, que de putas no tienen nada más que el mote, porque nunca las vi en una esquina, sino sentadas detrás de un escritorio cobrando suculentos sueldos. No solamente cobrando por parte del Estado, sino de financiamientos internacionales…
La prostitución en la Argentina no está penada de manera individual. Lo que sí está penado y lo que sí quieren legalizar es el proxenetismo: los cabarets, los departamentos privados, etc.
Edgardo Calandra (EC): Soy parte de RATT Argentina (Red Alto al Tráfico y a la Trata) y vine en representación de Viviana Caminos, que tuvo que viajar a San Luis a dar un curso. Soy Licenciado en Psicología, milito la lucha contra la trata desde hace algunos años, soy abolicionista y adhiero a todos los postulados del feminismo. Nuestro país es abolicionista. No sé si todos saben qué es el abolicionismo, el reglamentarismo y el prohibicionismo. Para empezar digamos que son distintos modos de interpretar a la mujer. Aparte, es una forma legislativa de entender la prostitución.
Por ejemplo, el reglamentarismo lo tenemos en Holanda, en Alemania, en Uruguay, en un solo estado de EE.UU. (Las Vegas). La prostitución es el tercer negocio a nivel mundial. Tenés el negocio de las armas, el de las drogas y tenés el negocio de las mujeres.
A través del cuerpo de una mujer se genera un gran negocio y una organización mafiosa que explota a las mujeres. Los reglamentaristas dicen que habría que reglamentar la prostitución, que sea un trabajo. Argumentan que eso podría brindar una mayor sanidad a la mujer. En Holanda, se descubrió que la sanidad se la dio más al hombre que a la mujer. Se les da un carnet a las mujeres, deben cumplir un régimen sanitario, pero esos regímenes sanitarios no están al servicio de la mujer, sino al servicio del hombre que consume prostitución, que paga por esos cuerpos. Es para que el hombre no se enferme, no para la mujer. Esto también tiende a estigmatizar a la mujer, porque reglamentar la prostitución es suponer que la mujer es eso: un objeto de consumo, un cuerpo que está al servicio del hombre por el dominio del dinero. Es decir, uno que tiene un poder -que es el dinero- puede hacer lo que quiera con un cuerpo humano. Esto es lo que hace el reglamentarismo: considera a la prostitución como un trabajo. En realidad, hay muchos intereses económicos por parte de los reglamentaristas, porque, como les dije, la prostitución es el tercer comercio a nivel mundial. Entonces, los reglamentaristas, tienen buenos abogados, tienen a un montón de personas que les pagan muy bien para que fomenten la idea de que exista la prostitución reglamentada.
Nuestro país, en una época, fue reglamentarista. Desde el siglo XIX hasta 1936, aproximadamente. Estas leyes se fueron modificando hasta que hubo una persona, Raquel Liberman, la polaca, que se enfrentó a la red de trata más importante que había en esos tiempos, la ZwiMigdal.
A partir de ahí se consiguió que nuestro país adhiriera a los protocolos internacionales y se transforme en un país abolicionista. Me gustaría aclararles que el sistema prostibulario es la forma de violencia más extrema que se hace en un mundo, en el que la desigualdad de género es muy grande. Existe una desigualdad de género que es notoria: una mujer no es lo mismo que un hombre, en todo sentido, en cuanto a poder, me refiero.
Volviendo al tema, el reglamentarismo es tomar a la mujer como a un objeto de consumo. Hay una relación entre el cliente y el objeto de consumo. El reglamentarismo es eso: uno tiene un poder que es el dinero, consume un cuerpo humano y hay un Estado que avala esa relación.
El abolicionismo permite que exista la prostitución desde el punto de vista del “yo hago con mi cuerpo lo que quiero”, pero prohíbe el proxenetismo, la explotación de la mujer. Esto hace que se permita luchar contra la trata de personas.
Un caso que les quería comentar es de Holanda, uno de los primeros países en los que se reglamentó la prostitución. Se implementó el reglamentarismo con el objetivo de mejorar las condiciones sanitarias de la mujer, pero las estadísticas arrojaron que las mujeres continuaban en las mismas condiciones que antes. En Australia, cuando se reglamentó la prostitución, allá por la década de 1980, hubo una proliferación de prostíbulos mucho mayor que en la época anterior. En todos los ejemplos que tenemos de reglamentarismo no solo ha aumentado la prostitución, sino que también ha aumentado la trata de personas.
Por último, existe también el sistema prohibicionista. La mayoría de los estados de Estados Unidos, Irlanda y otros países son prohibicionistas, es decir, las mujeres que ejercen la prostitución van presas. Pero contra el cliente no hay medidas. Este sistema pena a la mujer, la estigmatiza, no le da un tratamiento o una asistencia sino que -por el contrario- se la lleva a la cárcel. Es de los peores sistemas que existen, junto con el reglamentarismo.
Estos son entonces los tres sistemas que tratan sobre la prostitución. Nuestro país es abolicionista desde la década del ‘30. Suscribimos a los protocolos internacionales desde el ‘99, como el Protocolo de Palermo. También tenemos una ley contra la trata, que penaliza a la persona que explota sexualmente a mujeres.
La trata de personas es la esclavitud del siglo XX. A chicas jovencitas les ofrecen trabajos diciendo que van a ganar $10.000 por semana limpiando casas, van a las entrevistas y no aparecen nunca más. Las llevan a distintos lugares, pierden sus nombres, su identidad, vulneran todos sus derechos físicos, psicológicos, sociales. Luego de determinado tiempo, en esa situación, cuando no se sabe hacer otra cosa más que prostituirte porque te obligaron, por violaciones sostenidas, llegan a los 25, 26, 30 años con el cuerpo totalmente desgastado y dicen “yo me prostituyo porque quiero”. Y ahí es donde está el argumento de mujeres en situación de prostitución, que dicen que se prostituyen porque quieren. Una lo hace porque quiere, pero en ciertas condiciones, en un contexto. Hay un contexto detrás de esto.
Público: ¿Cómo se puede pensar la tensión entre reglamentarismo y el rol del Estado?
FGG: El Estado tiene la obligación de garantizar todas esas cuestiones. Lo que sucede es que aquí, lo que están pidiendo las compañeras, es que seamos nosotras las que tengamos que ir a hacernos toda clase de análisis como si fuésemos al SENASA, como si fuésemos una vaca para que el señor burgués casado -o no burgués también, porque esto atraviesa todas las clases- se quede tranquilo de que va a poner la pistola en cualquier lado y que no se va a enfermar y no va enfermar a su familia ¿Por qué no hacemos que sean ellos los que tengan que hacerse los controles? Yo fui prostituída en Uruguay, las compañeras uruguayas tenían que estar con un carnet, para cuando caía sanidad.
No solo es el tema de la salud ¿Por qué las putas son las que tienen que estar registradas por el Estado? ¿Por qué tenemos que estar en una lista? ¿Por qué no son los señores los que se van a hacer los análisis para no pudrirnos a nosotras? ¿Por qué son ellos a los que hay que proteger?
Hay una gran confusión, las reglamentaristas quieren identificarnos a nosotras -las abolicionistas- como prohibicionistas. Yo no le prohíbo nada a nadie, ni me interesa hacerlo. Cada una hará de su vida lo que quiera. Hay una cuestión clara y es que las personas que somos prostituídas, somos las estructuralmente pobres.
Hablemos de reglamentarismo. El día que todas podamos elegir, el día que la comunidad travesti -en la que hoy el 80% está en situación de prostitución, lo cual no sucede con ningún otro colectivo, ni con las mujeres ni con nadie- pueda elegir, hablemos de reglamentación. Mientras estemos nosotras poniendo los cuerpos y nosotras poniendo las muertas no vamos a hablar de reglamentación, vamos a hablar de abolicionismo, de violencia. No vamos a cuidarle la chota al patriarcado. Todo lo contrario, tenemos que cuidar a todas nuestras compañeras mujeres, travestis, trans, tortas, niños y niñas.
Mi mejor amiga vive en Holanda, en un departamento con otras cinco compañeras más, mujeres y travestis. Un ambiente. Duermen en el piso y se van turnando para que el tipo esté cómodo en el comedor cuando venga. En esas condiciones tenemos a todas nuestras compañeras. En los países en los que se ha reglamentado la prostitución, ha crecido la trata terriblemente. En Holanda, las putas que están en la vidriera no son las holandesas, son todas las niñas y mujeres traídas de los países del Este y países como Tailandia. Todas pobres, todas tratadas.
Quieren perpetuar la situación de las travestis para que seamos prostitutas toda la vida. Por eso yo digo que el día que la opción de que podamos elegir qué podemos hacer, qué queremos ser, ahí puede ser otra cuestión. Porque te vienen con el tema de la legalidad, pero la prostitución es legal en nuestro país. Lo que ellas quieren es legalizar a los proxenetas y al proxenetismo. Y a la policía, porque ellas nos dicen “policías”, pero son ellas las que transan con la policía, las que hacen una “putiseñal” que la manejan ellas, junto con el Ministerio de Seguridad, donde tienen a las prostitutas registradas. Nosotras no queremos ninguna prostituta más registrada por el Estado. Cuando hablamos de autonomía, ¿de qué autonomía estamos hablando, si vos querés poner tu cuerpo al Estado en bandeja? Autonomía es cuando a mí se me da la gana de ir a pararme en una esquina y no le tengo que rendir cuentas a nadie. Eso es autonomía, que igualmente es una palabra bastante compleja, porque si nos ponemos hablar de estas relaciones de poder que los varones ejercen sobre nosotras, cuando dicen “el placer y mi cuerpo es mío”… ¿Sabes qué? Tu cuerpo deja de ser tuyo cuando el tipo pone un billete y te dice “arrodíllate así”, “ponete en cuatro” o “chúpamela así”. Ahí tu cuerpo dejo de ser tuyo, pasa a ser una cosa, una mercancía.
Por lo menos, yo no le voy a cuidar la chota al patriarcado, bajo ningún punto de vista, porque me considero feminista. Y el feminismo no puede avalar al sistema prostituyente y no puede avalar el privilegio de los varones, ni la violencia que los varones ejercen sobre las femineidades.
Público: ¿Hay algún análisis de la distribución del consumo de la prostitución entre las clases sociales?
EC: Mira, hay una cosa que está muy invisibilizado, a nivel general, y es justamente el cliente de prostitución. Se habla de la prostituta, se habla de la asistencia, pero no se habla de quién consume la prostitución. Y eso transversal a todas las clases sociales. Consume el de la clase social baja, media, alta, todos consumen prostitución. No hay parámetro especifico del que consume prostitución. No es un violador el consumidor de prostitución. Es una persona que ve a la mujer como un objeto, así, sencillamente ¿Por qué? Porque hay una cultura patriarcal imperante, que gobierna el sistema desde el punto de vista cultural. O sea, subyace desde la escolaridad más primaria de todas las personas. Ahí vemos a la mujer como un objeto. Ves que la mujer está siendo objetivizada sexualmente. Entonces, a partir de ahí, cualquiera puede ver un catálogo y decir “quiero a esta mujer”. Es imposible hablar de estadísticas del consumidor de prostitución.
Rosana López Rodríguez: Yo justamente iba hacer una aclaración, con relación a conceptos que nosotros manejamos en la primera clase del taller. El patriarcado tiene dos elementos que son claves y que son los que están explicando acá, tanto Florencia como Edgardo. Por un lado, el sostenimiento de la familia nuclear, que además de familia nuclear es una imposición ideológica de la clase dominante. O sea, que se supo construir bajo el capitalismo a partir de las revoluciones burguesas. Entonces, siempre decimos “familia nuclear burguesa”. La otra característica es la de la heterosexualidad. En ese sentido, es que lo que planteaba Florencia: coloca a las travestis y a las trans en una situación de doble opresión. La situación de las mujeres en términos de esa familia nuclear burguesa, obviamente heterosexual, ha sentado las bases de una división entre dos tipos de mujeres: unas mujeres que son para las funciones familiares y otras mujeres que caen en la bolsa de las travestis, las trans. Por eso las “putas” son las “otras mujeres”. Ahora, ¿a qué iba con esto? Que en la batalla contra el patriarcado, y por eso ambos se definieron como feministas, también las mujeres que por ese patriarcado han sido consideradas válidas para la constitución de una familia nuclear burguesa y heterosexual, deben establecer una alianza estratégica con las otras mujeres, con las putas y con las travestis ¿Por qué? Porque forma parte todo del mismo problema. La matriz del problema que nos pone a todas en el mismo lugar es el patriarcado con estos dos pilares que decíamos recién: la división entre “mujeres buenas” y “mujeres malas” para la familia y heterosexualidad o heteronormatividad obligatoria. Entonces, hay que romper con esos dos parámetros que hacen que en el patriarcado caigamos como cloaca las mujeres buenas, las mujeres malas, los transexuales, los travestis.
FGG: Justo lo había apuntado el tema de nosotras las travestis y como tenemos que amoldar o estereotipar nuestro cuerpo para los prostituyentes, para los violadores, para los consumidores de humanos y humanas, la gravedad de todo esto. La tercer causa de muerte de las personas travestis y trans es la aplicación de silicona y la medicina ilegal, porque muchas de nosotras tenemos que adecuar el estereotipo de cuerpo a lo que el señor tenga ganas de comerse. Si vos estas parada y la del al lado tiene la teta más grande, a la otra semana te hiciste las tetas más grandes. Entonces, en ese querer complacer a estos señores se nos va la vida. ¿Por qué recurrimos a esto? Porque también hay una realidad. Primero, los costos. Segundo, la ilegalidad que se aplica a nuestros cuerpos. A muchas de nosotras, las travestis, ni siquiera nos operan en el quirófano. En la oficina, te abren, te cierran la teta, te sacan la guita, no te dan una factura (ni una boleta ni nada) y te mandan a tu casa. Lo mismo pasa con los alquileres. Pagamos el doble o el triple de cualquier persona que está sentada acá. Simplemente, porque somos travas, porque somos ilegales, porque somos inmigrantes, porque somos prostitutas. Entonces, cuando hablamos de patriarcado y hablamos de estereotipos, de lo que hacen con nuestros cuerpos travestis, lo que nosotras tenemos que hacer para poder subsistir, eso es la tercera causa de muerte.
La primera son las enfermedades de transmisión sexual. La segunda es lo que nosotros consideramos “travesticidios”, no solamente de los varones, sino también el travesticidio social, porque creemos que el Estado y toda la sociedad es responsable.
Nosotras no somos prohibicionistas. El prohibicionismo lo que pretende es penar sobre todo al prostituyente. En algunos casos, a la prostituta y, en otros, al prostituyente. Eso tiene que ver con el prohibicionismo. Nosotras somos abolicionistas, no prohibicionistas.
Entonces cuando les decimos proxenetas [se refiere a las integrantes de AMMAr, regulacionistas] no es necesariamente una chicana, es porque entre las filas de AMMAr se amparan proxenetas y tratantes. Ellas mismas están diciendo que quieren tener proxenetas, con la gravedad de esto. Regentean burdeles y hacen negocio con el cuerpo de otra, pero el carnet de afiliada sería un “derecho laboral”. No hace falta mucho más que decir, porque si tenemos compañeras de esta misma organización que acaban de ser penadas, que son proxenetas y que encima defienden proxenetas, no hay mucho más para aclarar.
Nosotras lo que estamos exigiendo es que el estado se haga cargo de las que tengan ganas, de que haya políticas para que, primero, no se llegue a ser prostituidas y, después, para las que estamos en situación o estuvimos en situación de prostitución podamos tener otra alternativa.
Esa comparación de que “todos somos explotados y explotadas”. Sí, todos somos explotados en este sistema, pero no tiene ni la remota comparación: un trabajo donde te explotan y vos trabajas en una fábrica o donde sea, con que este, explotando tu culo y tu alma. La prostitución no tiene punto de comparación con ningún tipo de trabajo: la prostitución es violencia.
Público: Claro, ellas también lo que hacen es diferenciar. Ellas decían que una cosa era la explotación sexual, que involucraba al fuero laboral, y otra cosa era la trata, que involucraba al fuero penal…
FGG: Pero la prostitución no es un trabajo. Y otro tema: ¿para qué son tratadas las mujeres, niñas, travestis y trans? Para ser prostituidas. Así de simple, no son tratadas para otra cosa en este caso.
Me quedé pensando en la ART, ya que quiere que seamos laburadoras. Cuando a mí me rompan el culo o me la pusieron un poco más fuerte, ¿qué le voy a decir a la ART? Claro, ¿quién va a ser la patronal? ¿Los prostituyentes?
Público: Que ellas utilicen la aplicación de la putiseñal…
FGG: Sí, pero esa aplicación tiene un trasfondo detrás. Esa aplicación está manejada desde AMMAr y desde el Ministerio de Seguridad… ¡casualmente!
Público: ¿Qué es eso?
FGG: Es una aplicación como si fuera una especie de botón de pánico, donde la puta si está siendo violentada puede mandar un mensaje. Ahora, ahí vos quedas registrada en el Ministerio de Seguridad. Quedás registrada con la yuta y un montón de cosas más. No es anónimo.
Público: Yo tengo una pregunta, porque la semana pasada una de las preguntas fue en relación con la trata y con el caso de Marita Verón y con la relación con la esclavitud. Y una de las compañeras que estaba de panelista (si me corrigen los que fueron) dijo algo así como que nunca encontraron una situación de esclavitud de personas. Sí mujeres en situaciones muy, muy precarias, pero nunca en esa situación de esclavitud, sino siempre hubo un consentimiento.
FGG: ¡Qué caradura!
EC: Un caradurismo absoluto.
Público: Tienen una compañera que fue asesinada, justamente por denunciar trata, Sandra Cabrera.
EC: Aparte está absolutamente documentada la cantidad de mujeres en situación de trata que tuvieron hijos y fueron rescatadas. En todo el caso de Marita Verón, a partir de la liberación de las personas que estuvieron en ese juicio, fue que nació la ley 26.364, porque salieron libres los principales imputados y los jueces que dejaron libres a esas personas, al poco tiempo, se pidieron una licencia y luego la jubilación. O sea, fueron pagados para que se permitiera eso. Las declaraciones eran obscenas: de lo que se estaba diciendo de los casos de trata, del secuestro de Marita Verón propiamente dicho, la organización de la remisería que tenía ese tugurio, los manejos que había con el menemismo en ese momento, con esa organización como las redes en todo el país, como en La Rioja, Tucumán, Salta. Se había comprobado que en las elecciones esa misma remisería había llevado personas a votar, en las elecciones que ganó Menem.