Trotsky y Stalin, codo a codo en La Pampa. El estalinismo y el trotskismo frente a la cuestión agraria argentina en los ‘70

en El Aromo nº 99/Entradas

Lo que estos casos muestran, finalmente, es que el proletariado rural fue olvidado y traicionado por una izquierda que no conocía las coordenadas básicas de la realidad que pretendía transformar

 

 

Guido Lissandrello

Grupo de Investigación de la Izquierda Argentina


La apertura de un proceso revolucionario en la década del ’70 en la Argentina, obligó al conjunto de las organizaciones de izquierda (revolucionarias y reformistas) a avanzar en la clarificación de sus programas y estrategias. Ello abrió la puerta a una serie de debates políticos, dentro de los cuales no faltó el de la cuestión agraria. No podía ser de otra manera. En un capitalismo agrario como el argentino, cualquier discusión que tuviera como norte su transformación, no podía evitar pronunciarse sobre las tareas revolucionarias para el campo.

¿Existía un campesinado mayoritario, que pudiera ser el germen de una guerra de guerrillas? ¿Sería viable una reedición de la alianza obrero-campesina que llevó a los bolcheviques al poder? ¿La reforma agraria estaba a la orden del día? Esos fueron algunos de los interrogantes que ocuparon la “agenda agraria” de la izquierda. En otra ocasión hemos analizado una respuesta maoísta al asunto.1 En esta oportunidad nos interesa la propuesta programática de organizaciones que se filiaron en dos tradiciones opuestas del marxismo: el estalinismo y el trotskismo. Como mostraremos a continuación, examinando al Partido Comunista (PC), al Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y Política Obrera (PO), tras aparentes diferencias, desarrollaron una misma respuesta al problema agrario. Respuesta que los condujo a poner un pie en el campo del enemigo.

En defensa de los explotadores, siempre

Desde sus comienzos, el PC le otorgó particular importancia al problema agrario, adoptando la consigna de “reforma agraria integral”, casualmente la misma demanda de los patrones del campo nucleados en Federación Agraria Argentina (FAA). Para el PC, esta era la única solución “progresista y revolucionaria” para el campo argentino.2

En consonancia con esas definiciones, el partido desarrolló una abundante producción intelectual. Una cuenta sencilla lo pone en evidencia: entre 1960 y 1976 editó 6 libros sobre cuestiones agrarias, 3 de economía que incluían capítulos sobre el campo, y 15 cuadernillos y folletos. A ello deben sumarse los artículos de su revista teórica Nueva Era, que ascienden a 46 en aquel período. El contenido de ellos puede ser cuestionado y discutido, y estaba lejos de describir con exactitud la realidad agraria nacional, pero es el resultado de una preocupación por desarrollar la tarea intelectual de todo partido.

Este trabajo estaba centralizado en la Comisión Agraria, dedicada exclusivamente a estos temas, lo que es evidencia de la importancia que se le atribuía. El principal cuadro en esos años fue José María García. Su biografía es sugestiva. Hijo de chacareros, se abocó desde joven a militar FAA y a organizar a los productores en torno a sus reclamos por mejores precios. Así lo hizo con los sectores burgueses que se dedicaban a la producción de maní y girasol en Córdoba y luego con los de Santa Fe. Dicho en buen criollo, la política para el campo del PC estaba dirigida por un cuadro de origen chacarero, es decir, de un defensor de propietarios de tierras y explotadores de trabajadores.

El PC caracterizaba a la Argentina como “un país de desarrollo económico atrasado y desigual, dependiente del imperialismo”.3 La alianza entre la “oligarquía”, los “grandes capitalistas” y los “monopolios imperialistas” impedirían un desarrollo independiente y pleno del capitalismo. A la oligarquía se la definía como un grupo que había acaparado grandes extensiones de tierra y la explotaba de forma extensiva, es decir, irracional y bajo formas “semifeudales” tales como el arriendo, la aparcería o la mediería, todas formas de producción que no son antagónicas con el capitalismo. Por caso, hoy en día Grobocopatel es uno de los mayores arrendatarios, y está lejos de ser un señor feudal… Despreocupada del desarrollo nacional, esta clase “oprimía” al campesinado a través de los arriendos e impulsaba la crisis agraria: monocultivo, expulsión de pequeños y medianos productores, degradación del suelo. De este modo, el nudo del problema del país se encontraría en el campo, donde la “oligarquía” parasitaria impediría el desarrollo de las fuerzas productivas tanto en el agro como en la industria urbana. Es decir, el problema de fondo sería la ausencia de capitalismo y no las consecuencias de ese tipo de sociedad.

En este escenario, las fuerzas progresivas serían los obreros, los campesinos y, no podía faltar, la burguesía nacional. Todos ellos debían aliarse en un Frente Democrático Nacional para poner en pie una estructura capitalista plena, es decir, librada de ataduras imperiales, con una estructura “farmer” en el campo y una industria nacional fuerte. Una vez concretadas estas tareas burguesas, se abriría paso al socialismo. En definitiva, el etapismo estalinista.

Todo esto conducía a centralizar los esfuerzos del partido en construir la alianza obrero-campesina, ya que enfrentar a la oligarquía implicaba combatirla en su propio terreno y allí el sujeto revolucionario era el campesino. ¿Cómo se definía esta clase? Primero que nada, por oposición: “engloba a todo lo que en el campo nada tiene que ver con los monopolios imperialistas, los grandes terratenientes latifundistas y la gran burguesía intermediaria.”4 Va de suyo, entonces, que esa definición contiene a fracciones de la burguesía, siempre y cuando no sean “grandes”. Hay burgueses y burgueses…

En efecto, el PC reconocía abiertamente la necesidad de confluir con la burguesía agraria. Naturalmente, dentro del campesinado establecía una diferencia entre pobres, medios y ricos. Los pobres serían aquellos que trabajan la tierra (arrendada u ocupada) sin maquinaria o abonos, sin ganancia y cubriendo solo parcialmente su subsistencia, debiendo emplearse como asalariados. Está claro que se trata de semiproletarios u obreros con tierra, lo que no está claro es por qué el partido se empecinaba en llamarlos campesinos, contribuyendo a distanciarlos de otras fracciones de su misma clase e incentivando sus aspiraciones burguesas para convertirse ellos mismos en propietarios de medios de producción.

En cuanto a los llamados campesinos medios, estos serían la capa compuesta por quienes tienen cierta capacidad de acumulación, pueden contar con la propiedad de su tierra, e incluso maquinaria, pero que están sometidos al terrateniente. Si bien la definición es imprecisa, su contenido de clase se aclara cuando García, el ya citado teórico agrario, intenta defenderlos como los productores más eficientes: “las explotaciones agropecuarias trabajadas por familias laboriosas de chacareros, han sido y son de mucha mayor productividad y ocupación de mano de obra, que las grandes explotaciones latifundistas”.5 Resulta entonces, que los campesinos medios son los más explotadores porque son los que tienen mayor proporción de mano de obra ocupada. Y su suerte está atada a la competencia capitalista que los termina arruinando porque, como todo pequeño capital, terminan siendo ineficientes. En ello, y no en una oligarquía parasitaria y opresora, está la clave de su ruina.

Finalmente, queda la capa de “campesinos ricos” a los que se caracteriza como parte de la burguesía nacional, cuyos intereses entran en contradicción con el imperialismo y los terratenientes. Corporativamente este sector estaría representado por la FAA y las cooperativas agrarias. Esta capa también sería aliada del proletariado.

¿Cómo deberá la clase obrera conquistar este aliado? Defendiendo sus intereses, obviamente, pues nadie va a una alianza que no lo beneficie. Por ello el proletariado rural debía “buscar los pactos y acuerdos zonales y no la lucha o la huelga en bloque contra los productores”.6 Es decir, los peones debían soportar a sus explotadores “campesinos” y callarse la boca. Es más, debían sumar a sus luchas reclamos burgueses: rebaja de arriendos, propiedad de la tierra, precios compensatorios. ¿A cambio que recibiría? Más trabajo, porque se liberarían las tierras ociosas de la oligarquía, mejores salarios y mejoras en las condiciones de vida. Que productores más ineficientes pudieran ofrecer esto es más bien dudoso, pero lo más importante es que expone la lógica del PC: la clase obrera se beneficiará en la medida que haya más burgueses para explotarla. La teoría del derrame, en versión roja.

Con esta línea, el estalinismo criollo centró la lucha en la reforma agraria, que debía expropiar a la oligarquía y repartir la tierra. Ella debía hacerse con indemnizaciones, brindándole facilidades a los campesinos para pagar la tierra y debía ser impulsada mediante una Ley de Reforma Agraria.7 Como puede verse, pretensiones muy moderadas que muestran el reformismo, pacifismo y legalismo que ya caracterizaba al PC.

Todo este planteo resultaría ridículo si no fuera suficientemente grave. La línea del partido se militó tanto en corporaciones agrarias, como las FAA, las Ligas Agrarias y diferentes cooperativas, como en las decenas de seccionales de FATRE donde el PC tenía inserción, incluso dentro de la CGT. El partido le dedicó amplios esfuerzos a cimentar la alianza entre el proletariado rural y sus explotadores.

Burgueses travestidos  

El trotskismo, por su parte, no ofreció en los ’70 una variante programática para el agro diferente a la del PC. Es cierto que no estaba formulada en los mismos términos y que se partía de otras caracterizaciones sobre el capitalismo argentino. Pero más allá de eso, sus definiciones agrarias condujeron a las mismas consecuencias políticas que las del PC.

El trotskismo planteó una vía revolucionaria al socialismo que, si bien reconocía la existencia de tareas nacionales inconclusas, no llamaba a establecer alianzas con la burguesía ni apostaba a una etapa intermedia de capitalismo pleno. Por el contrario, sostenía que el caudillo de la revolución sería el proletariado, sujeto que protagonizaría un único proceso en el que se completarían tanto las tareas burguesas como las socialistas. A la burguesía no se le reconocía ningún potencial revolucionario.

Tanto el PST como el PO tomaron como base programática estos postulados de Trotsky. En La revolución permanente el revolucionario ruso señalaba que en los países coloniales o semicoloniales, el problema agrario era central para los revolucionarios, y que, por tanto, debían elaborarse programas de reivindicaciones transitorias para los campesinos, que eran “la mayoría aplastante de la población de los países atrasados”. Podrá dudarse de la certeza de estas caracterizaciones de Trotsky al momento que las enunció. Pero lo que está fuera de dudas es que en la Argentina de los ’70, intentar aplicar un programa aconsejado para realidades en las que el campesinado es una “mayoría aplastante” era (y es) completamente delirante. En aquellos años la población urbana argentina ya superaba el 80%, no solo no había campesinos sino que prácticamente no había gente en el campo. Ni hablar de que los productores agrarios para nada se parecían a la pequeña burguesía en el campo, a la que Trotsky se refería como “campesinos”.

Esta posición delirante tiene su fundamento en la ausencia, tanto para el PST como para el PO, de cualquier análisis sobre el campo argentino, punto en el que el PC los aventajaba holgadamente. Baste con decir que el morenismo solo redactó un documento específicamente agrario –Tesis Agrarias– en 1948, reeditados dos veces en los ’50 y utilizado aún en la escuela de cuadros realizada en 1977. La otra producción comparable, aunque mucho más genérica, fue el libro Método para la interpretación de la historia argentina, de 1975, que abordaba colateralmente la realidad del campo. ¿Y PO? Nada, absolutamente nada, más allá de alguna nota en su prensa. Recordemos que el propio partido reconocía que no tenía programa ni un conocimiento sobre la realidad en la que se movía.8

Comencemos examinando las posiciones del PST. Vale decir que las Tesis Agrarias, por su fecha, no pueden decir demasiado del agro en los ’70, para ese entonces el campo experimentaba profundas transformaciones que disparaban los niveles de producción y productividad y alteraban su estructura productiva. Sin embargo, conviene rescatar algunos puntos. Según el escenario que se traza allí, el campo estaría habitado por un puñado de terratenientes, algunos burgueses agrarios, unos cuantos peones y una enorme masa de campesinos. El grueso de la riqueza sería creada por el productor directo y su familia. Esto se sostiene señalando que habría poca mano de obra permanente y que el obrero transitorio solo “coopera” poco tiempo en el año. El punto aquí es que Moreno olvida que ese “poco tiempo” es el que corresponde a las faenas más importantes, la cosecha fundamentalmente. La subestimación del trabajo temporario es la forma por la cual se oculta al proletariado rural. Esto se completa con una sobreestimación del trabajo familiar, que se supone siempre ilimitado. Ni que decir que todas estas afirmaciones se realizan sobre el aire, sin atender a las magnitudes de las explotaciones y el trabajo realmente necesario para ponerlas en producción. Además de ello, se describe un campo de baja productividad y tecnológicamente atrasado. Si Moreno recabara algún dato, se encontraría con una realidad distinta: un agro que desde sus comienzos detentó altos niveles de productividad y que se encontraba al día en los estándares tecnológicos.

En Método…, ya de los ’70, Moreno plantea la misma estructura de clases. Por un lado, una clase terrateniente que vive parasitariamente de la renta del suelo, sin explotarla, un grupo de grandes estancieros capitalistas dedicados al ganado y una amplia masa de chacareros oprimidos e imposibilitados de desarrollar la “vía farmer”. Así el campo aparece dominado por una “tremenda rémora” que bloquea el desarrollo: la oligarquía. Ella sería, a la vez, responsable del estancamiento crónico. De todo esto no se ofrece evidencia alguna. Y no es raro, porque efectivamente no existían en el campo argentino terratenientes “puros” viviendo de rentas, sino terratenientes burgueses que producían con tecnología de punta. Al menos el estalinismo criollo se preocupó por intentar conocer la realidad y darle sustento a sus posiciones…

¿Con qué línea intervino el PST en la etapa? No es difícil de intuir: la reforma agraria. En ocasiones denominada “Reforma Agraria Socialista” y en otras “Programa de reforma y recolonización”, se planteaba la expropiación de la “oligarquía terrateniente” para distribuir en parcelas individuales o colectivas “como quieran los futuros colonos o los actuales trabajadores”.9 Un programa que no pretende la colectivización de la tierra y su concentración en escalas que reduzcan al mínimo posible el trabajo humano y abran paso a la tecnificación masiva. Por el contrario, crearía una capa de pequeños y medianos productores, a los que va a integrar también al proletariado rural.

Como ya dijimos, PO ostentó un mayor nivel de desconocimiento e improvisación. Sus posiciones no pasaron de formulaciones generales afirmando el carácter semicolonial del país por la opresión imperialista, un agro dominado por el “latifundio capitalista atrasado”, de baja productividad, basado en la explotación del peón y el campesino.10 Al igual que el morenismo, definió la existencia de una masa campesina que se reproducía por mano de obra familiar y cuyo número duplicaba el del proletariado rural. Al punto que señalaba que el 60% de la población del campo, era campesina y no explotadora, sin ninguna evidencia.11 Un disparate, pues ya entrada la década del ’70 más del 70% de los productores agrarios eran propietarios de tierras y el 74% correspondían a las llamadas “explotaciones medias” que comprendían extensiones de entre 201 y 5000 ha.12 No parece un campo poblado de pequeños campesinos justamente…

La conclusión de todo ello, es que el país tendría un escaso desarrollo de sus fuerzas productivas y por ello sería necesario una “revolución agraria” o “colectivización” y la “repoblación del campo”, para lo cual primero debía instaurarse un “gobierno obrero campesino”. ¿En qué consistía esa colectivización? No es lo que parece sugerir el nombre: el objeto de confiscación inmediata serían los “grandes propietarios agrarios”.13 El universo “campesino” queda por fuera. Incluso se señala que “la confiscación de la oligarquía es el primer paso real para terminar con la miseria de los campesinos y trabajadores del campo”, a la vez que “permitirá poblar el campo” para impulsar “una nueva colonización agraria, con trabajadores de toda América Latina.”14 Una reforma agraria en toda la regla.

Un horizonte común

Es evidente que los programas del trotskismo y el estalinismo argentino no son idénticos. Pero no menos cierto es que en política agraria, ambos programas se tocaban. Para los dos, allí no había tareas socialistas en lo inmediato. La existencia de una “oligarquía parasitaria” requería el desarrollo del campesinado, mediante la reforma agraria. Codovilla, Moreno y Altamira cumplían el mandato de Bujarin: “Campesinos, enriqueceos”. Esos planteos llevaban a la clase obrera rural a la fragmentación, en el mejor de los casos, y a ser furgón de cola de sus explotadores, en el peor.

En la Argentina de los ’70 no existía ni la oligarquía, ni el campesinado, si es que alguna vez existieron en estas pampas. De hecho, las tendencias generales que en ese momento se acentuaban eran bien diferentes: un proceso de concentración sin dispersión volvía dominante los estratos medios de los productores; el arriendo se tornaba cada vez menos significativo y el acceso de la propiedad era moneda corriente para los “chacareros”; el stock tecnológico se incrementaba e incorporaba las últimas novedades en semillas modificadas y herbicidas. De resultas de todo ello, se produjo un espectacular crecimiento de la producción y la productividad, motorizado por explotadores hechos y derechos. En este contexto, una reforma agraria no sería más que un retroceso en las fuerzas productivas, dándole la tierra a los burgueses menos eficientes. A su vez, ello crearía un problema a futuro: una enorme masa de pequeños productores que se enfrentaría al proletariado cuando este avanzara en la colectivización de todo el campo.

Abstraídos de esta realidad, tanto el trotskismo como el estalinismo agitaron consignas equivocadas. La posición del PC fue más sincera y más peligrosa. Sincera, porque daba igual que el mote de campesino encubriera a la burguesía agraria, toda vez que el partido defendía una alianza con esa clase. Peligrosa, porque el PC tenía un notable peso en los sindicatos agrarios y sus posiciones agrarias se tradujeron en intervenciones concretas. La posición del PO y PST, en cambio, fue engañosa pero irrelevante. Engañosa, porque esos partidos desechaban la alianza con la burguesía, pero la construían al llamar a la clase obrera a confluir con el campesinado. Irrelevante, porque el peso de estos sectores sobre el movimiento obrero rural era insignificante. Lo que estos tres casos muestran, finalmente, es que el proletariado rural fue olvidado y traicionado por una izquierda que no conocía las coordenadas básicas de la realidad que pretendía transformar.

NOTAS

1https://goo.gl/W5Wevj

2García, José María: El campo argentino y la reforma agraria, Calicanto, Buenos Aires, 1968, p. 147.

3PC: Programa del PCA. Aprobado por el XII Congreso, 1963, p. 3.

4Kohen, Clases sociales y programas agrarios, Quipo, Bs. As., 1968, p. 89.

5García, José María: Temas Agrarios Argentinos, Tierra y Progreso, Bs. As., 1963, p. 28.

6Kohen, Clases…, op. cit, p. 117.

7García, El campo…, op. cit., pp. 141-147.

8https://goo.gl/AsRVSn

9PST: Hagamos una campaña socialista revolucionaria, 11 de julio de 1973.

10TERS: 1er Congreso Nacional, octubre de 1971, p. 11.

11PO: Resoluciones del Primer Congreso Nacional, enero-febrero de 1976.

12Barsky, Osvaldo: El desarrollo agropecuario pampeano, Latinoamericano, Bs. As., 1991, pp. 210-223.

13PO, Resoluciones…, op. cit., p. 31; Política Obrera, 02/02/69; y, TERS, 1er Congreso…, op. cit., p. 13.

14PO, Resoluciones…, op. cit., p. 31.

1 Comentario

  1. No acuerdo con el analisis de época , decada 1970. Mi padre obrero rural de la pampa humeda en una estancia que ocupaba unas 6000hs, los pueblos subsistian como campesinos , fabricas no existían , solamente locales de servicios , y ramos generales. Las tareas rurales involucraban a todo el pueblo , que en diferentes actividades , como empleados golondrinas, asalariados , contratados, por cosechas , esquila , o arreos conseguian trabajo unicamente en el campo, la explosión agraria se dá a fines de 1980 y no antes y sobre todo con el ingreso de Monsanto en 1993. En la decada de 1970 , los campos estaban llenos de vacunos , ovinos, cerdos, en el campo donde me crie habia 7500 lanares y 3000 vacunos , se ocupaban domadores y criaban caballos. No se en base a que se habla de una explosión agraria en la decada del 70 , pero desde ya no es así, si existe tal explosión se dá de la mitad de la decada del 80 en adelante . Sobre cuestiones programáticas tacticas o estrategicas , la izquierda en general nunca considero estrategica la reforma agraria .Hoy los campos estan vacios y explotados por los pull de siembra , la poblacon a cambiado los habitos laborales a servicios profesionales o de abastecimiento , con algunas pocas fábricas, siendo aun la vida cotidiana , de tono agrario y atrasada, aunque la tecnologia acerque mas información, las religiones ocupan un amplio espacio que no ocupa la izquierda.

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