En los papeles, la carrera de Trabajo Social se supone que tiene como función solucionar los problemas de la población, principalmente los de la clase obrera más pauperizada. Guiados por conceptos tales como “restitución de derechos”, “dignidad humana”, “justicia”, etc., se propondrían resolver de forma progresiva situaciones problemáticas donde esos puntos no se cumplan.
No obstante, la realidad dista mucho de ese planteo teórico. Al igual que otras profesiones (como la docencia, por ejemplo), la del trabajador social está bajo el control del Estado. Y como ya explicamos, más allá del sentido común que nos dice que “el Estado somos todos”, lo cierto es que es un instrumento de dominación de clase. En el capitalismo, sabemos, es el instrumento de la clase capitalista, de los patrones. Por lo tanto, el tipo de formación específica en este campo y su posterior inserción laboral están atados a las necesidades de esta clase social.
Recordemos que en la Argentina existe una enorme masa de la población que el capital no puede absorber productivamente. Lo explicamos en otra oportunidad, cuando nos referimos a la población sobrante. Su retraso productivo le impide poder hacerlo, agravando, de esta forma, una tendencia que es mundial. En otras palabras, es población obrera que le sobra a la burguesía.
¿Qué tiene que ver esto con la carrera de Trabajo Social? Que justamente, la burguesía necesita de un ejército de funcionarios que realicen la tarea de contención (y no otra cosas más que eso) de esa población. Dando algunas migajas, se asegura de que nadie proteste y que la calle esté ordenada. Cambiar algo, para que nada cambie. De ahí que cualquier perspectiva progresiva de la carrera queda trunca.
Eso es algo que vemos desde el momento de la instancia de formación. Al margen de las materias teóricas que tienen un contenido muy genérico, las materias “de campo”, o sea, las vinculadas a la práctica profesional, se limitan a exigir a los estudiantes la confección de encuestas. Un entrenamiento para ser futuros informantes del Estado.
Eso tiene como correlato, que muchas de esas “prácticas” se realizan en gran medida en unidades básicas, locales de Acción Familiar y de la CTEP. En otras palabras, buena parte de ese trabajo de campo está mediado por organizaciones peronistas y de la misma Iglesia Católica, las cuales nos enseñan a “ayudar” a los pobres y no a crear un conocimiento y una práctica que sirva para transformar realmente sus condiciones de vida. Nos quieren como asistentes sociales. Aquí se manifiesta con toda crudeza la relación entre la carrera, las prácticas punteriles del peronismo y la beneficencia cristiana. Un combo que, lejos que tener por horizonte sacar a esta fracción de la clase obrera de la miseria, busca darle alguna limosna (o plan) y usarla de masa de maniobra. Nuestra propuesta consiste en romper esa rueda. Por un lado, queremos parar con la degradación intelectual de la carrera. Por otro, darle a la misma un perfil realmente progresivo para la clase obrera. Ambos problemas van de la mano. Si sos de los que no quieren caer en la beneficencia cristiana o el asistencialismo peronista y querés un Trabajo Social científico y al servicio de la transformación social te invitamos a sumarte a nuestro plan de intervención.
De acuerdo