El próximo domingo 23 de julio se realizarán las elecciones generales en Chaco para renovar bancas en la legislatura provincial. La provincia del Chaco precisamente, presenta uno de los peores indicadores sociales del país en cuanto a nivel de pobreza, desnutrición, desocupación, trabajo, vivienda y educación. Todos los candidatos debatieron públicamente de estos temas. Pero, ¿usted cree que se van a ocupar seriamente?
El Frente Chaco Merece Más, lleva nada menos que al actual Ministro de Industria, Gustavo Ferrer, quien se la pasó ayudando a los empresarios con dineros nuestros. Fue funcionario de Capitanich, Bacilef Ivanoff y de Peppo, este último involucrado en la estafa del Instituto de Viviendas. Ferrer no se hace responsable del aumento de la indigencia y la desocupación en el Chaco en esta década. Más aun, en su campaña se jactó de que el campo ha tenido récords de siembra y rindes. O sea, más ganancias para los patrones. ¿Qué hemos visto nosotros de todo eso? Nada.
La oposición provincial es nada menos que el oficialismo nacional: Carim Peche, que proviene de la UCR. Fue quien apoyó la gobernación de Rozas, que ya sabemos cómo terminó. Cuando denuncia la “baja de la producción”, no está pensando en nuestra vestimenta y nuestro consumo de carne, sino en cuánto van a ganar los empresarios, a quienes quiere bajarle los impuestos. Es decir, un ajuste. Incluso, no le basta la influencia que ya tienen los capitalistas en el manejo del Estado (de su Estado), incluso la quiere blanquear, armando una Mesa de Concertación con las empresas para delinear el presupuesto público. Más aún, Peche dijo, alegremente, que “construir escuelas y hospitales no mejora la salud y la educación”. Por lo tanto, vaya sacando cuentas de lo que no va a hacer….Promete construir escuelas y hospitales, pero dice que no es imprescindible para mejorar la salud y la educación. Lo más grave de todo es que en medio de los femicidios, dijo que en general se “ha avanzado” en cuestiones de género. Se trata de propuestas que buscan ampliar las ganancias de los empresarios y, en consecuencia, nuestra miseria. Inevitablemente, la primera lleva a la segunda.
Pero también están los candidatos que ofrecen “reformas”. Nos dicen que no todos los empresarios son “malos” (como si fuera un problema moral). Que hay empresarios chicos, pobrecitos, que son nuestros aliados. Que una sociedad basada en la ganancia puede ofrecer mucho al obrero. Y pretenden, entonces, que nos conformemos con lo (poco) que tienen para nosotros: un subsidio miserable, un salario miserable, una educación degradada y una atención médica solo primaria.
Uno de ellos es Germán Bittel, que va por el Frente Grande. Es curioso que ahora venga a proponer reformas, cuando fue parte del gobierno de Capitanich todos estos años y apoyó “la década ganada”, que todos sabemos cómo afectó al Chaco. Para Bittel, el problema es la “sojización” y la desprotección a los pequeños productores. Ante todo, uno no sabe contra quién se queja, porque él y su gente gobernaron hasta hace muy poco. Pero, además, para Bittel, el problema no son los empresarios, sino de los cultivos. Una locura: si la soja crea riqueza, la cuestión no es erradicarla, sino quién se la apropia. La división de esos campos tan eficientes y con maquinaria tan moderna solo va a traer atraso y una menor producción. Lo que nadie se anima a discutir es si esas tierras tienen que expropiarse y pasar a manos de los trabajadores. La segunda propuesta es la de la “economía popular”, que es el eufemismo para crear “cooperativas”, que no son más que formas legales por las cuales hacen trabajar a los compañeros 12 horas (o más) por salarios de $3.500, fuera de convenio, sin derecho a la sindicalización y sin derechos laborales mínimos. Eso Bittel lo sabe muy bien, porque uno de su lista, Raúl “Toto” Galván, maneja la Cooperativa Porihajú, en Sáenz Peña.
La otra propuesta, también reformista, es la del candidato Aurelio Díaz (PO). Pide bajar las tarifas, un salario igual a la canasta familiar (o sea que seamos todos pobres) y, al igual que Bittel, quiere dividir la tierra para crear nuevos patrones.
Para todos, este es el único sistema posible. Todos creen que tenés que conformarte con lo poco (o nada) que te ofrezca el capitalismo, un mundo hecho por y para los patrones. Nadie propone expropiar toda la tierra y utilizar las fabulosas ganancias para construir hospitales, escuelas, puentes, caminos, viviendas. Nadie propone un servicio público gratuito de transporte al interior de la provincia, o a Corrientes, de calidad (con aire acondicionado y asientos cómodos). Nadie propone una sociedad diferente. Una sociedad mejor: el Socialismo.
¿Ha pensado en perder el temor cuando envía a sus hijos a la escuela que corra peligro por electrocución, se le caigan los techos encima o contraiga alguna enfermedad infecto contagiosa por el mal estado de los sanitarios? Piense en el Socialismo.
En el socialismo se acaba la explotación y los obreros pueden disfrutar de todo el trabajo social y no sólo de la migaja, el salario, que le devuelven a fin de mes, los patrones, los burgueses. En el capitalismo, el tipo de sociedad en que vivimos, cada máquina nueva que se inventa, ahorra tiempo de trabajo. En manos de un capitalista, le permitirá echar a los obreros que sobren y apoderarse de una mayor ganancia. En el Socialismo, el destino del desarrollo tecnológico está en manos de los obreros, que bien pueden decidir que si la máquina ahorra tiempo, entonces podemos achicar la jornada de trabajo. ¿Se imagina lo que sería trabajar sólo cuatro o cinco horas por día? Hoy día es perfectamente posible: sólo con la fortuna de los millonarios se podría multiplicar varias veces el sueldo de un obrero común; con poner a trabajar a todos los vagos que viven de los obreros, pero viven mucho mejor que los obreros, los burgueses, los curas, los policías, los militares, los burócratas sindicales, se podría disminuir tranquilamente las horas de trabajo. Con repartir las horas de trabajo entre los obreros ocupados y los millones de desocupados, se lograría todavía más tiempo libre para todos. Eso es el Socialismo, una sociedad de las necesidades satisfechas decentemente y del tiempo libre.
Pero, ¿qué es el Socialismo? ¿No es eso que fracasó hace veinte años, cuando se cayó el muro? ¿Esos países donde te obligan a vivir como los gobernantes quieren? No. La experiencia de la Unión Soviética tuvo sus límites, sus problemas y sus errores graves, gravísimos. Lo mismo se puede decir de Cuba. Pero en esos países la medicina era gratis (en Cuba lo sigue siendo), la gente tenía derecho a una casa, el hijo de un obrero estudiaba en las mejores escuelas y llegaba a la universidad, no había desocupación ni miseria e incluso se llegó a un elevadísimo nivel de desarrollo técnico y científico (baste recordar que el primer satélite y el primer ser humano en el espacio fueron soviéticos). Con sus problemas, durante mucho tiempo le dieron a la humanidad un espejo, aún deformado y empobrecido, de lo que podía llegar a ser la vida bajo el Socialismo: una sociedad sin patrones, donde las fábricas, los campos, los comercios, los bancos, todo aquello con lo que se produce y reproduce la vida, es propiedad de los obreros y no de un puñado de explotadores que gracias a ello viven como faraones. Precisamente por eso los ricos y sus amigos hablan pestes del socialismo. Y, con ese miedo encima, ningún “izquierdista” se anima a defenderlo. Se avergüenzan de lo que deberían estar orgullosos.
Como todos le proponen seguir la rueda que nos llevó donde estamos y nadie ofrece una solución real, las elecciones estas no van a modificar su situación. Por eso, no les demos nuestro voto, votemos en blanco. Pero, también por eso, lo llamamos a pensar en otra sociedad: el Socialismo. Y, obviamente, a construirlo.