En mayo de 2006 publicamos, en estas páginas, un artículo que debatía sobre la acción política de La Alameda, y su entonces recién nacida Unión de Trabajadores Costureros (UTC), dirigida por Gustavo Vera.1 En aquel momento, en medio de un revuelo mediático que se horrorizaba por la existencia de “trabajo esclavo” en los talleres de costura, sostuvimos que, pese al respeto que merecía la lucha de esta organización, era necesario polemizar sobre algunos aspectos de su política. Nuestra crítica apuntaba, en primer lugar, a alertar sobre los límites del cooperativismo; por otro lado, defendíamos la necesidad de intervenir en la lucha gremial, sindicalizando a los obreros y disputando la conducción de un sindicato burocratizado y patronal como el SOIVA. Después de cinco años, la Alameda se ha consolidado como un referente de la lucha de los costureros y ha ganado terreno en esta segunda línea, aunque sin abandonar la primera. Por eso creemos necesario volver a analizar su programa, con la convicción de que este fraternal debate puede ser útil a la hora de clarificar las estrategias más apropiadas para la lucha de los obreros del vestido.
Un paso adelante
La UTC ha desplegado, en estos últimos años, una importante lucha sindical que ha dado buenos frutos. Si bien el apoyo al cooperativismo y la apelación al Estado siguen ocupando un lugar prioritario, desde mediados del 2007 La Alameda comenzó a desarrollar una intervención sindical en las fábricas de ropa y grandes talleres de costura. Gracias a la repercusión que logró con sus escraches y denuncias a talleres clandestinos y marcas de ropa y, ante la completa parálisis del SOIVA, muchos trabajadores se acercaron a la sede de Parque Avellaneda para denunciar las condiciones de precariedad laboral y el incumplimiento de la legislación que ellos también sufrían, aunque estuvieran en blanco, no fueran inmigrantes bolivianos indocumentados y no trabajaran en talleres clandestinos. A partir de este acercamiento, La Alameda comenzó a intervenir en las fábricas, en primer lugar con un boletín periódico que repartía en los lugares de trabajo. El primer boletín vio la luz en septiembre de 2007 y, haciaa noviembre de 2009, se habían editado 15 números Los problemas planteados en cada fábrica eran en general los mismos: no se respetaban las categorías, no había delegados o eran burócratas, se “dibujaban” los recibos de sueldo, existían fuertes presiones por aumentar la intensidad laboral sin aumentar el salario y eran moneda corriente las malas condiciones de higiene, así como las persecuciones y amenazas contra los que empezaban a quejarse. La intervención de la UTC logró una difusión de los reclamos y la extensión de una red de contactos y solidaridad entre los trabajadores. Además, se consiguieron algunos objetivos más avanzados, como la mejora de ciertas condiciones laborales, la realización de asambleas y, sobre todo, el llamado a elecciones donde fueron elegidos nuevos delgados que no respondían a la dirección del SOIVA. El eje de la política sindical de la UTC fue, acertadamente, la denuncia de la actitud pro-patronal y mafiosa del sindicato y la lucha por su recuperación. Con claridad, la UTC llamaba a todos los costureros a organizarse por fábrica, exigir elecciones de delegados y pelear por una mejora de las condiciones laborales.2
Sin embargo, hay dos elementos ausentes que, creemos, la UTC debería considerar. Por un lado, se debería denunciar el salario a destajo, verdadero responsable de los miserables sueldos del sector. En efecto, como la historia de la rama lo demuestra, el pago por pieza provoca la disminución de los salarios mediante un perverso mecanismo por el cual, cuanto más trabajan los obreros, menos cobran. Tanto en los talleres como en las fábricas, los costureros tienden a incrementar su ritmo de trabajo, presionados no sólo por el ojo vigilante del capataz sino también por la necesidad de un pago mayor. Sin embargo, a medida que aumenta el ritmo de trabajo y por ende, aumenta la producción, el precio de la prenda disminuye, debido a que ha costado menos tiempo de trabajo realizarla. Por tal motivo, en el largo plazo, las tarifas del salario a destajo tienden a disminuir, provocando el efecto contrario al esperado por los trabajadores, que habían trabajado más rápido para ganar más. No por casualidad, los sindicatos de costureras, cortadores y zapateros, históricamente han rechazado el pago a destajo y exigido su abolición.3 Creemos que la UTC debería tomar este reclamo propio del gremio y sumarlo a su pliego de condiciones. Si bien esto está ausente en las caracterizaciones de la UTC, aciertan en la línea desarrollada mientras el pago a destajo no sea abolido. Como plantea uno de sus principales dirigentes: “Lo que se está haciendo ahora es decirle a los compañeros que discutan entre ellos un tope y que nadie supere ese tope de horas trabajadas.”4
En los boletines de la UTC, tampoco aparece ninguna crítica al sistema de trabajo a domicilio, es decir la terciarización, generalmente de las tareas de costura, hacia los talleres o las propias casas de los obreros. Mientras históricamente el principal reclamo de los gremios del vestido y del calzado fue la abolición del trabajo a domicilio y la concentración de los costureros en las fábricas, la UTC pareciera no seguir esta línea. En los boletines no aparece nada al respecto. Consultado sobre este tema, un delegado nos contestó:
“Nosotros apuntamos, no sé si a abolirlo, pero por lo menos a reglamentarlo y que pasen a ser trabajadores registrados, con su sindicato, etc. (…) Entonces si se puede abolir y que pasen a trabajar en blanco en las grandes fábricas, sería lo mismo, digamos. El problema es que dejen de trabajar 18 horas, en las condiciones de esclavitud en las que están.”5
Pero, es precisamente la existencia de los talleres de costura y el trabajo a domicilio lo que garantiza los bajos salarios, la intensidad y la precariedad laboral. Es un hecho históricamente comprobado que el trabajo a domicilio dificulta enormemente la acción sindical y todo tipo de control del proceso laboral. Pelear contra el trabajo en negro, barato y flexibilizado implica pelear contra el trabajo a domicilio, contra los talleres de costura (clandestinos o no) y contra cualquier forma de pequeño capital. Sólo la integración de los talleres a las fábricas, es decir, la abolición del trabajo a domicilio y la concentración de los costureros en las grandes empresas, permitirá un mejoramiento general de las condiciones laborales en el sector, además de abrir el camino para la sindicalización de todos los obreros del vestido.
Durmiendo con el enemigo
Este nuevo camino que ha sembrado la UTC no implicó el abandono de su estrategia cooperativista. Por el contrario, dicha estrategia fue profundizada a partir de la formación de varias cooperativas que La Alameda ha impulsado en forma conjunta con el gobierno porteño y el INTI, quienes aportan los recursos necesarios para su financiamiento. El principal proyecto conjunto fue la inauguración, en julio de 2009, del Polo Textil, donde actualmente se asientan siete cooperativas de costura. Si bien La Alameda asegura que este lugar está preparado para que trabajen más de 100 personas, hasta ahora sólo lo hacen 30 costureros, muchos de los cuales deben manejar varias máquinas al mismo tiempo. Además de ser su proveedor, el INTI es también su único cliente: los productos allí confeccionados son comprados por este organismo para distribuir en sectores carenciados o para abastecer a su propio personal. Aunque desde la Alameda aseguran que están haciendo contactos con distintas fábricas para que terciaricen las tareas de costura en el Polo Textil, no hay ninguna interesada en la propuesta. Según un integrante de la cooperativa, las empresas “todavía siguen acostumbradas al esquema de costos de los talleres clandestinos”.6
Como suele ocurrir con este tipo de cooperativas, su escasa productividad, producto del pequeño tamaño de su capital, hace que el proyecto sea inviable en términos económicos y dependa de la voluntad del Estado para sostenerlo. De este modo, la cooperativa, si quiere seguir subsistiendo, queda presa de las redes clientelares de los organismos estatales, con las implicancias políticas que esto tiene. En la pre-inauguración del Polo Textil, el 4 de diciembre de 2007, La Alameda agradeció “la voluntad manifestada por el Ministerio de Producción que compró el predio y ahora termina sus refacciones, y (…) la voluntad del INTI que aportará maquinarias, mercado y ayudará a organizar las cooperativas”.7 La confianza en el Estado ya había quedado explícita en el acto de lanzamiento del Programa de Certificación INTI de Compromiso Social Compartido para empresas de indumentaria, en agosto de 2006, donde Gustavo Vera felicitó la iniciativa del INTI, indicando que “si el Instituto no da el puntapié inicial en este tema, quién lo habría de dar, ya que es el estado el que tiene que tratar de reparar de alguna manera las inequidades sociales y la forma de súper explotación salvaje”.8
Sin embargo, el Estado no es un tercer actor que media entre explotados y explotadores sino que es la institución organizadora de las relaciones sociales fundamentales y debe garantizar la reproducción de dichas relaciones. Bajo el capitalismo, el Estado es la concentración del poder de la burguesía; es, por lo tanto, un Estado burgués, que responde a los intereses más generales de esa clase social. Por tal motivo, no apoyará nunca ningún proceso que lleve, en el corto, mediano o largo plazo, al cuestionamiento de las relaciones capitalistas. Si el Estado burgués se muestra interesado en sostener cooperativas es porque, frente a la crisis abierta en 2001, cree necesario contener una masa de población que, por aquellos años, protagonizaba uno de los episodios más importantes en la historia de la lucha de clases, de la mano del movimiento piquetero: los desocupados. Si el Estado burgués, además, se muestra capaz de sostener estas cooperativas, es porque la coyuntura económica abierta luego del 2002 se lo permite, aún con serios límites. Entonces, la estrategia cooperativista de La Alameda depende de la voluntad y de la capacidad del Estado burgués de apoyarla. La voluntad seguirá existiendo siempre y cuando la UTC-Alameda no profundice un planteo político que cuestione los intereses burgueses. La capacidad se verá seriamente comprometida por la crisis económica y el ahogo presupuestario de un país que ya está discutiendo la necesidad de volver al ciclo de endeudamiento externo. Nos permitimos, por consiguiente, dudar de la viabilidad de esta estrategia.
Por la independencia política de la clase obrera
La UTC-Alameda ha protagonizado una legítima lucha que merece el mayor de nuestros respetos. Sin embargo, si analizamos su programa, vemos que en ella conviven, contradictoriamente, dos estrategias opuestas. La defensa del cooperativismo no es más que una respuesta burguesa al Argentinazo; es la estrategia de la burguesía en el seno de la clase obrera, sobre la base de la conciliación de clases. La lucha sindical que apuesta a la recuperación del sindicato, al enfrentamiento con la patronal por la mejora de las condiciones laborales y a la independencia de clase, implica un enfrentamiento al estado burgués y un acercamiento a otros gremios que están dando la misma pelea. Si la promoción de las cooperativas apunta, en el mejor de los casos, a convertir a los desocupados en sus propios explotadores, la lucha sindical permite la unificación de distintas fracciones de la clase obrera, a partir del reclamo por la concentración de los costureros en las grandes fábricas. Creemos que este es el camino más fructífero para lograr, como plantea La Alameda, una sociedad “sin esclavos ni excluidos”.
NOTAS
1 Pascucci, Silvina: “Las contradicciones del cooperativismo”, en El Aromo nº 28, mayo de 2006.
2 Boletín UTC, año 3, nº 8 (22/01/09).
3 Ver Pascucci Silvina: Costureras, monjas y anarquistas, Ediciones ryr, 2007, y Kabat Marina: Del taller a la fábrica, Ediciones ryr, 2005
4 Entrevista a un delegado de una empresa de confección, dirigente de la UTC-Alameda, en poder de la autora.
5 Ídem.
6 Entrevista a un integrante del Polo Textil, en poder de la autora.
7 Boletín UTC, año 1 nº 3 (26/11/07)
8 Saber Cómo nº 44, INTI, septiembre de 2006