La economía argentina hace agua por todos lados. Eso no lo discute nadie. Es un dato de la realidad. Como explicamos en otros números, nuestro país es un capitalismo chico y agrario. Hay pocas ramas de la economía realmente competitivas, más allá del campo. El grueso de la industria es completamente parasitaria y sobrevive a base de chuparse los dólares que entran por los productos agropecuarios. Ese ingreso es, a no olvidarse, el resultado del trabajo de la clase obrera.
Ahora bien, cuando los precios internacionales de esos productos caen, el país se encuentra en problemas. Una vía de escape es la deuda, pero ese chorro se agota fácil y más temprano que tarde, hay que pagar. Por eso la Argentina va de crisis en crisis.
La burguesía, sin embargo, viene apostando a la búsqueda de un nuevo milagro, que salve sus bolsillos en este país. Seguramente oyó hablar de Vaca Muerta, como reserva de petróleo. Es decir, ante la caída de las materias primas, a salvarse con el “oro negro”.
Efectivamente, en Vaca Muerta existen cantidades de gas y petróleo no convencional que convierten a nuestro país en la segunda y cuarta reserva mundial, respectivamente. Estamos ante una reserva que alcanzaría los 27 mil millones de barriles de petróleo no convencional y cerca de 802 billones de pies cúbicos de gas. Hasta el momento, la explotación de estos yacimientos, que se realiza con una técnica denominada “fracking”, resultaban muy costosos. Hace pocos años, se estimaba que para resultar rentable, el barril de petróleo no podía estar por debajo de los 84 dólares. Si el precio fuera inferior, la explotación ya no resultaría rentable.
Sin embargo, en el último tiempo se produjeron avances que redujeron el costo para extraer petróleo con esta técnica y, por lo tanto, la producción se hizo más barata. Básicamente, se alcanzaron mejoras tecnológicas y se avanzó en donde siempre ajusta la burguesía: en las condiciones de trabajo de los laburantes. Vía flexibilización, nuestros brazos resultan más baratos. ¿Queda claro de quien es el negocio en el capitalismo? Lo cierto es que los costos se redujeron a más de la mitad, y ahora el negocio es rentable con un barril a 43 dólares.
¿Encontraron, entonces, los patrones argentinos una nueva gallina de los huevos de oro? No, no la encontraron. La promesa de Vaca Muerta presenta varias dificultades que vuelven a mostrar los límites de este país inviable que es la Argentina capitalista. Por un lado, por los montos de inversión. Se estima que para la operación total del yacimiento se requieren más de 140 mil millones de dólares. Un nivel de inversión prohibitivo para los burgueses locales y para el gobierno.
Como usted sabe, los patrones se la pasan hablando de que falta “cultura del trabajo” y que la gente vive de planes, pero son los primeros en reclamar subsidios. Bueno, justamente ese es otro de los problemas. En un contexto de recesión como es el actual, el recorte de los subsidios vuelve aún menos atractiva la inversión de capitales extranjeros. A esto se suma que la infraestructura local de transporte y la provisión de agua (imprescindible para el fracking) son completamente inadecuadas para la explotación.
Como si todo esto fuera poco, se espera que a mediano plazo los precios del petróleo y el gas caigan, por la multiplicación de la oferta en el mercado, la puesta en producción de otros yacimientos y por el avance de las fuentes renovables. La urgencia por exprimirle todo el jugo a Vaca Muerta es un intento desesperado para darle algo de aire a los patrones locales que se están comiendo el país. Otra ilusión es la producción de litio, sobre la que hablaremos en otro número. Igual, le adelantamos: es también inviable. La Argentina capitalista está condenada al fracaso. Los burgueses locales se comen la soja, la deuda, el petróleo, el litio y nuestras condiciones de trabajo y de vida. Así y todo, no puede salir de la crisis. De este pantano de miseria, degradación y crisis, solo podemos salir con una nueva forma de organización de la vida: el Socialismo.