Nicolás Villanova y Ianina Harari(1)
TES – CEICS
En julio de 2009(2) , en estas mismas páginas, habíamos planteado que el costo creciente de los alquileres era un problema central de la clase obrera. Su manifestación más aguda se encontraba en el elevado precio y la escasez de piezas para alquilar tanto en las villas como en los inquilinatos. En ese momento -un año y medio atrás- el arrendamiento de una habitación pequeña en una villa se encontraba entre 300 y 400 pesos. Hoy, los testimonios de los obreros que ocuparon predios en distintos lugares de Capital y el conurbano dan cuenta de que no se consiguen habitaciones por menos de $500 pesos. En un contexto inflacionario, muchas familias que viven hacinadas, destinan el grueso de sus ingresos a pagar el pequeño techo que alquilan y enfrentan la posibilidad del desalojo. Era cuestión de tiempo para que el problema estallara.
La información que presentamos surge de entrevistas y charlas informales que el equipo de El Aromo realizó en las tomas del Parque Indoamericano, antes de que el gobierno nacional lo convirtiera en un gheto del que nadie podía entrar ni salir. También obtuvimos información, por el mismo método, en el predio ocupado en Bernal.
Solidaridad obrera en El Parque Indoamericano
De las entrevistas realizadas surge que todos los ocupantes mantuvieron el alquiler en la villa. Esto presentaba una disyuntiva: no podían dejar una casa sola en la villa pero tampoco el lote que consiguieron en el parque. Además, tenían que seguir trabajando para pagar el alquiler. Esta situación se resolvió –mientras fue posible el ingreso y egreso del parque- mediante la organización y solidaridad entre vecinos. Un joven de 18 años cuidaba el lote de una vecina que había ido a bañarse y ver cómo se encontraban sus hijos que permanecían en la villa 20, aunque él no estuviera de acuerdo con la ocupación del parque, donde solía ir a jugar al fútbol. Otra joven se trasladó desde Almirante Brown para ayudar a su hermana y quedarse en la casilla de la villa mientras ésta y su cuñado cuidaban el predio.
En cuanto a los dueños de las casas que se alquilan en la villa, los ocupantes comentaron que son predominantemente bolivianos con mayor tiempo de radicación en Argentina, aunque también hay paraguayos y argentinos. En general, formaron parte de tomas de tierras cuando se originó la villa o lograron acumular los 15 o 20 mil dólares que cuesta comprarse una vivienda ahí. Los entrevistados denunciaron que muchas veces no les quieren alquilar porque tienen hijos y prefieren a hombres solos o a parejas muy jóvenes sin niños. Esta falta de vivienda e incertidumbre es aprovechada por los dueños para subir los alquileres a personas temerosas de quedar desalojadas y no poder conseguir otra vivienda. Los titulares de las casas viven exclusivamente de rentas y se dedican a custodiar las viviendas para evitar robos, según los testimonios.
Las viviendas de las villas, por las que muchos dejan la mitad de su sueldo, consisten en cuartos en donde las familias deben vivir amontonadas. A esto, se suma el problema de la negativa de los dueños a tener inquilinos con hijos. Un delegado de la toma relataba la situación:
“Hay gente que, como ahora, entraron hace muchos años a esas villas, construyeron casas de 3 pisos, de cuartitos de 3×3, 3×4, que te alquilan por quinientos, seiscientos pesos, cosa que si tenés una familia de cinco hijos no vas a entrar. Mas allá de eso, si tenés más de dos hijos no te quieren alquilar más, y si vas a salir a alquilar afuera de la villa te van a cobrar un montón porque no hay cuartos. ¿Sabés que si te corren de una casa no te quieren alquilar? Dicen que los chicos arruinan. Nuestros paisanos mismos, ni peruanos, ni paraguayos, ni argentinos. Lo primero que te preguntan en la puerta es ¿cuántos chicos tenés? Vos les decís 3, 4, 2 ó 1 directamente te dicen ‘no tengo pieza’.”
Como se cansaron de repetir, los ocupantes del Parque tomaron esta medida como último recurso ante la ausencia de otras opciones. Muchas de las personas intentaron durante años por los medios legales acceder a una vivienda. Pero sus relatos dan cuenta de la falta de atención por parte del Estado de los problemas habitacionales. Melisa, una de las ocupantes, está anotada hace 6 años en el Instituto de la Vivienda de la Ciudad sin ningún tipo de respuesta. Beatriz, una delegada, nos cuenta su odisea: “Yo fui muchas veces al IVC a pedir que nos otorguen una vivienda. Pedía que me den un casa y me decían volvete al mes. Y volvía y van rotando los que están y te cansa el sistema”.
Tampoco la opción de pagar por un hogar está a su alcance. A pesar de su voluntad, los créditos hipotecarios están muy lejos de las posibilidades de estos obreros. No sólo por los montos que implican las cuotas, sino porque es necesario acreditar recibo de sueldo en blanco. El único ocupante de los 45 entrevistados que tenía un empleo en blanco, Samuel, de 22 años, trabaja en una empresa de confección y gana 2 mil pesos. El año pasado, cuando escuchó hablar del lanzamiento de una línea de créditos, se acercó al Banco Hipotecario donde muy rápidamente se enteró de que no calificaba para acceder a nada. Otros, en cambio, ni siquiera pueden acercarse al banco. Como relata Beatriz:
“Siempre quise yo comprarme una casita pero no llego. Yo gano mil pesos. Yo trabajo en changuitas, hago limpieza, por hora gano. Yo llego hasta mil, mil cien a veces. No puedo ahorrar mucha plata, como piden ahora, de 20 mil dólares para arriba. Quise comprarme aunque sea en la villa, algo chiquito. Yo alquilo por $500 una casita chiquita y nada más. Tengo que compartir el baño, tengo que compartir el patio, todo tengo que compartir. Así vivo”.
Cooperativistas y changarines en Bernal
En Bernal, también se produjo la ocupación de un predio ubicado entre las calles Montevideo, Zapiola y los dos afluentes del Arroyo Las Piedras. Ese terreno es parte del frigorífico FINEXCOR. La ocupación comenzó el 12 de diciembre al mediodía. Los ocupantes del predio residen en las cercanías del barrio y en general se conocen con el resto de los vecinos. Además, como se trata de un descampado que suelen utilizar los delincuentes para esconderse luego de los arrebatos, la ocupación podría evitar estos hechos.
Al igual que en el caso anterior, todas las personas que ocuparon el predio son inquilinos de viviendas o piezas. Hay matrimonios muy jóvenes, de 17 años, que no tienen hijos, pero alquilan una pieza de 4 x 4, con baño compartido y pagan 400 pesos. Lo mismo sucede con familias más numerosas, como una señora que está separada y vive con sus 3 hijos. Otros, provenían de viviendas de 2 ambientes. Uno de estos hogares con baño compartido tiene un costo que oscila entre los 600 y los 800 pesos. Con baño privado puede llegar a costar hasta 1.200 pesos. La misma delegada, Juana Rodríguez, tiene una familia compuesta por su matrimonio, 9 hijos y 3 nietos. Todos vivían hacinados en una casa de dos ambientes.
El motivo por el cual decidieron ocupar el predio, nuevamente, es la creciente dificultad para costear los alquileres. Los empleos de los cuales provienen son precarios y obtienen bajos ingresos. Mientras realizaba el censo, la delegada preguntó los oficios de quienes se asentaron. En general, los ocupantes realizan changas de todo tipo (albañilería, pintura, arreglos de plomería), cartonean y muchos se encuentran vinculados a cooperativas del plan “Argentina Trabaja”. En esta última, el trabajo consiste en la limpieza de espacios verdes y públicos y obtienen 1.200 pesos de ingresos mensuales, por trabajar desde las 8 de la mañana hasta las 14.
Uno de los entrevistados señaló que alcanza a obtener, aproximadamente, 70 pesos diarios por changas de albañilería y, mensualmente, entre 1.200 y 1.400 pesos. La delegada señaló que ella obtenía 1.200 pesos por la cooperativa y su marido 1.800 pesos mensuales por trabajos de albañilería. Otros ocupantes provienen de empleos como personal de limpieza y trabajan 8 horas diarias, durante 6 días a la semana, es decir, 48 horas semanales. Todos los entrevistados señalaron que no se encuentran adeudando meses de alquiler. Argumentaron que, de ser así, los echan a los dos meses de no pagar. Sin embargo, los ingresos resultan bajos para garantizar todos los gastos. Una entrevistada comentó que sólo su marido trabajaba en la cooperativa y obtenía 1.200 pesos y que ella no tenía empleo. La familia se compone del matrimonio y un hijo. Alquilan una vivienda sin baño propio por 600 pesos. De manera que deben vivir con 600 pesos mensuales. A eso se sumó recientemente que el alquiler iba a aumentarles a 800 pesos.
Con la excepción de unos pocos quienes ya habían trasladado sus pertenencias, la mayoría no había abandonado su vivienda alquilada. En general, algunos miembros de la familia se quedaban en el predio ocupado, mientras que otros retornaban a sus casas para pasar la noche ante la incertidumbre de lo que sucederá con su reclamo.
Tierra y libertad
Los testimonios recogidos en las dos tomas confirman que la situación de esta fracción de la clase obrera lejos de mejorar bajo el gobierno nacional y popular, continúa empeorando. La capa más explotada de los trabajadores argentinos ya no puede mantener un techo en las peores condiciones imaginables, hacinados en un cuarto de una villa. El proceso inflacionario, mal que le pese a más de un funcionario, los tiene como principales víctimas. Las tomas del último mes son una primera muestra de lo que se viene. Hace tiempo que estos obreros entendieron que la lucha constituye la única forma de conseguir lo que les corresponde.
Notas:
(1) Esta nota, como la firmada por Marina Kabat, se basa en un trabajo de campo donde participaron también Santiago Ponce, Roberto Muños y Tamara Seiffer.
(2) “La odisea del (ex) inquilino”, en El Aromo, nº 49, Julio-Agosto de 2009.