Reseña del documental Cuarenta balas. El caso Fisher-Bufano, dirigido por Dionisio Cardozo y Ernesto Gut (2015)
El documental presenta las opiniones y evaluaciones de importantes dirigentes de la organización, lo que permite acercarnos al balance que el Partido Obrero hace del proceso revolucionario más agudo que vivió la Argentina y de su intervención en él.
Por Guido Lissandrello (Grupo de Investigación de la lucha de clases en los `70-CEICS)
El pasado 26 de marzo se estrenó el documental Cuarenta Balas. El caso Fisher-Bufano, guionada y dirigida por Dionisio Cardos y Ernesto Gut. El film muestra la trayectoria de Jorge Fisher y Miguel Ángel Bufano, dos militantes de Política Obrera (PO), antecesor del Partido Obrero, que en los ‘70 integraron la comisión interna de la fábrica Miluz y fueron asesinados por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) el 13 de diciembre de 1974.
En lo estrictamente artístico, el documental dista de ser novedoso. Cuarenta Balas no escapa a la estructura clásica en la que se intercalan imágenes de archivos (en este caso, del Cordobazo, el Devotazo, el retorno de Perón en Ezeiza, el Villazo, entre otros) y entrevistas, tanto a familiares (Viviana Asrilant y Sebastián Fisher, viuda e hijo respectivamente de Fisher; y Marilyn y Sergio Bufano ambos hermanos de Miguel Ángel) como a dirigentes de PO (Jorge Altamira, Néstor Pitrola, Alejandro Guerrero, Pablo Rieznik, Rafael Santos, Néstor Correa, etc.). A ello se añaden unas pocas escenas ficcionalizadas (el joven Fisher escuchando noticias sobre la Revolución Cubana o preparando sus exámenes universitarios) y animaciones elaboradas a partir de dibujos de Pablo Páez, para representar momentos de los que no se cuenta con material de archivo (la intervención de Fisher en el Plenario de Villa Constitución y el operativo que terminó con la caída de ambos militantes).
Más allá de esto, la propuesta resulta interesante toda vez que hace foco sobre un partido que en los años ‘70 no apostó al desarrollo de una estrategia que contemplara la construcción de frentes militares. En relación a ello presenta las opiniones y evaluaciones de importantes dirigentes de la organización, lo que permite acercarnos al balance que el Partido Obrero hace del proceso revolucionario más agudo que vivió la Argentina y de su intervención en él.
El fantasma del reformismo
El núcleo del documental lo constituye la actividad militante de Fisher y Bufano. Las primeras escenas nos muestran los inicios de la actividad partidaria de ambos, quienes siendo estudiantes universitarios se acercaron a PO en los últimos años de la década del ‘60, cuando bullía la actividad política en los claustros. Así, se integraron a la Tendencia Estudiantil Revolucionaria Socialista (TERS), vinculada al partido, y desde ese momento se foguearon en las actividades de agitación.
Sin embargo, la militancia universitaria se vio pronto interrumpida por el Cordobazo. En virtud de la evidente activación de la clase obrera, el partido avanzó en su vinculación con ella, impulsando una táctica de proletarización. Tanto Fisher como Bufano abandonaron sus estudios y comenzaron a buscar trabajo en ámbitos fabriles. Ambos terminaron confluyendo en la fábrica de pinturas Miluz, en el barrio de Villa Martelli. Allí nuevamente pusieron a prueba sus cualidades de agitadores, logrando imponerse en la comisión interna y alcanzando Fisher el cargo de Delegado General de la planta.
De este modo, el film logra rescatar la figura de dos importantes cuadros de agitación del PO, mostrando cómo la política de proletarización le permitió al partido trascender el ámbito pequeñoburgués del que se nutría y extender su influencia política más allá del núcleo universitario.
Ahora bien, como apuntábamos al inicio, lo más interesante de la propuesta se encuentra en las entrevistas a los dirigentes del partido, lo que nos introduce de lleno en el balance sobre dos puntos nodales de la discusión sobre la izquierda revolucionaria en la etapa: el grado de desarrollo del proceso revolucionario y el propio desarrollo del PO en este.
En cuanto al proceso revolucionario, en las entrevistas a Altamira, Guerrero y Pitrola puede percibirse una sobreestimación de la envergadura política del Cordobazo. Refiriéndose a este, Altamira destaca que en momentos de grandes convulsiones sociales hacen eclosión los anhelos reprimidos de los trabajadores. En ese sentido, la consigna del momento no fue “el retorno de Perón”, sino un “gobierno obrero y popular” lo que expresaría un “giro acelerado a la izquierda”. A ello suscribe Guerrero cuando señala que lo que se coreaba era “Luchar, vencer, obreros al poder”. De este modo, se insinúa una ruptura profunda de las masas con el peronismo, lo cual implicaría un momento muy avanzado de la lucha de clases ante una virtual derrota del reformismo. Sin embargo, reconoce Altamira, este proceso se abortaría con el retorno de Perón, quien “vuelve para cagarnos”.
Así expresado, el balance es y no es correcto. Efectivamente, el Cordobazo, que no se proponía “el retorno de Perón”, abrió un proceso revolucionario en la Argentina, signado por el giro hacia la izquierda y la ruptura con el peronismo de fracciones minoritarias, pero crecientes, de la clase obrera. Esa ruptura recién comenzaba a manifestarse como una tendencia real, pero incipiente. El grueso de la clase obrera aún se mantenía (y se mantuvo) fiel al reformismo. En la lógica de la explicación de Altamira, no se entiende por qué si el peronismo ya no encarnaba ninguna aspiración de la clase obrera, tuvo una potencia tal como para imponer en un impasse al proceso revolucionario. Salvo que uno crea que Perón fue un superhombre que pudo poner hábilmente, vaya a saber uno por cual encanto, fin a la amenaza revolucionaria con solo quererlo. De este modo, la historia aparece como pura contingencia. Estaba todo encaminado, pero a Perón se le ocurre volver y se acaba el cuento. Lo cierto es que el problema de los ‘70 era el peronismo, porque aún en aquellos años expresaba un elemento vivo en la clase obrera. “La vida por Perón” se decía en la época, y no era chiste. Eso mostraba que aún quedaba mucho por delante en la ardua tarea de combate ideológico de los revolucionarios.
Este mismo tipo de balance, que intenta explicar la derrota por una circunstancia fortuita y que pone la responsabilidad en otro, se observa en las reflexiones en torno al desarrollo propio de PO en la etapa, cuando el documental se introduce en el “Villazo”. Luego de que los metalúrgicos de Villa Constitución protagonizaran una importante huelga exitosa en marzo del 74, se convocó un Plenario Nacional Antiburocrático. Allí estuvo presente el PO a través de la voz de Fisher, quien planteó la necesidad de avanzar en una Coordinadora Nacional. Lo que habría sido una línea correcta del partido, se enfrentó contra un nuevo freno: Montoneros, el Partido Comunista, Agustín Tosco y René Salamanca. Ya sea para no romper con Perón (Montoneros y el PC) como para mantener la unidad (Tosco y Salamanca), todos ellos habrían complotado contra la propuesta del PO.
Otra vez “nos cagaron”, dan a entender Santos y Correa en sus testimonios. No Perón, sino Montoneros. Pero el problema, de nuevo, es más profundo: el PO no logró imponer su consigna porque la realidad es que no tenía la misma fuerza política, la misma inserción de masas, que los partidos con los que se enfrentó. No “los cagaron”, sencillamente no contaban con fuerza para imponer su línea. Que el propio Fisher, un delegado de una fábrica de pinturas completamente alejada de las luchas de Villa Constitución, sea el orador del partido en el Plenario, da cuenta de esta debilidad. Que se imponga la línea de organizaciones reformistas, evidencia que la ruptura con el peronismo no tenía la envergadura que el balance del PO plantea.
Cuidado con los perros
El balance sobre los ‘70 que presenta el documental se completa con la habitual crítica del trotskismo a las organizaciones armadas. Una crítica necesaria,1 pero mal llevada y diluida. La cuestión aparece concretamente cuando se examina la caída de Fisher y Bufano a manos de la Triple A. Luego de que esta se produce, la comisión interna de Miluz se reorganiza en torno a Noriega, un activista de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). A los pocos días, un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) ingresa a la fábrica y ajusticia a un directivo y un representante de Recursos Humanos. Poco después, la Triple A asesina al propio Noriega y el activismo de Miluz se dispersa por completo.
La conclusión del film: el desarme de la comisión interna es producto del accionar del PRT-ERP. Llama la atención este balance, en particular de una película que se propone denunciar los crímenes de la Triple A, porque no hace más que reproducir la vieja teoría de los dos demonios. El aniquilamiento físico y el desarme político de los trabajadores aparece aquí como consecuencia de la violencia de la “guerrilla”. Lo que se lleva de patadas con lo que el propio film muestra: que esa violencia estaba cuidadosamente dirigida a los activistas obreros, a aquellos que funcionaban como vínculo entre la vanguardia fabril y las organizaciones políticas revolucionarias. El asesinato de Fisher y Bufano fue el golpe más duro que recibió la comisión interna de Miluz. Y cuando ocurrió ello, no había mediado ninguna intervención del ERP. La crítica, además, se diluye políticamente porque, a diferencia de los demás balances, no aparece en boca de los dirigentes, sino que es enunciada por la viuda y por un compañero de Fisher.
El problema de la izquierda insurreccionalista en la etapa, y de PO como parte de ella, fue que, a pesar de tener una estrategia más acorde a la estructura social argentina que Montoneros y el PRT-ERP, no logró alcanzar la influencia de masas que tuvieron esos partidos. Por qué ocurrió esto es algo que merece aún una explicación. La respuesta del Partido Obrero a este interrogante, que encuentra la responsabilidad en otros (el genio maligno de Perón, la lealtad de Montoneros, el accionar del ERP), no ofrece enseñanzas para la lucha presente.
Notas
1Por cuestiones de espacio, remitimos al lector a la siguiente nota donde desarrollamos esa crítica: Grenat, Stella: “Irresponsable”, en El Aromo, nº 79, julio-agosto, 2014.