Julieta Pacheco
Grupo de Investigación de la Lucha de Clases en los ‘70
Contra quienes piensan que Montoneros era una organización revolucionaria, nos ocupamos de examinar las posiciones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), una agrupación que confluye en Montoneros y que fue considerada como su costado “marxista”. En el número pasado, analizamos su debate con el PRT. En esta entrega, nos dedicamos al proceso de fusión con Montoneros. Si todavía alberga ilusiones propias de esa “juventud maravillosa”, lea esta nota y supérelas de una vez…
De un tiempo a esta parte se viene revalorizando la militancia peronista de los ‘70. La creación de organizaciones que remiten a ese espectro político, así como la reivindicación del programa de liberación nacional por parte de dirigentes políticos y artistas, son expresión de ello. Suele creerse que el peronismo tiene un potencial transformador y es este punto el que destacan sus defensores. Con la intención de esclarecer la naturaleza del programa de liberación nacional es que venimos abordando en El Aromo los límites de la organización Montoneros, aquella que expresaba los deseos de conciliación entre el socialismo y el peronismo en los ‘70. En el último número, desmontamos uno de los argumentos que se utiliza para afirmar que esta organización habría contenido una tendencia de izquierda marxista-leninista: la supuesta vocación revolucionaria de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que se funden con Montoneros en octubre de 1973. Allí vimos como esta agrupación, lejos de expresar una tendencia de izquierda, muy tempranamente adhirió al reformismo peronista. Aquí veremos cómo, meses antes de la fusión, las FAR coincidían con prácticamente todos los puntos del programa (reformista) de Montoneros.
Coincidencias programáticas
Las discusiones para acercar posiciones y lograr la fusión entre Montoneros y FAR quedaron asentadas en un extenso documento elaborado esta última organización [1], redactado en base a un documento de la primera [2]. Su análisis nos permitirá demostrar que la fusión de ambas no se dio a partir de la discusión de puntos programáticos, sino de una necesidad estratégica y organizativa.
En el documento de las FAR no encontramos un cuestionamiento a las bases programáticas principales del documento montonero. El primer punto a resaltar es que las dos organizaciones caracterizaban que la contradicción principal de la etapa se encontraba en el enfrentamiento “nación-imperialismo”. En este sentido, Montoneros afirmaba que la contradicción a resolver era la dominación militar, política, económica y cultural del
“imperialismo en conjunción con la gran burguesía industrial, comercial, financiera, agropecuaria, sobre la nación, formada por la clase obrera, los distintos sectores marginados del proceso de producción […] la pequeña burguesía asalariada, independiente y pequeños propietarios y la pequeña burguesía urbana y rural.”
Las FAR coincidían con esta caracterización afirmando que:
“la contradicción principal es la que enfrenta a la alianza constituida por el imperialismo y la oligarquía nativa (alta burguesía industrial, financiera, comercial y agropecuaria) con la clase obrera, demás sectores populares y la mediana burguesía urbana y rural.”
Derivado de esta caracterización, ambas organizaciones acordaban que la nación estaba compuesta por todas las clases y sectores del “pueblo” y de la mediana burguesía, que compartieran el interés de romper o limitar la dependencia externa. También reconocían que dentro de la nación existían contradicciones secundarias, pero que esta etapa no ameritaba su desarrollo ni profundización. Vemos en este punto cómo FAR y Montoneros acordaban en incluir a fracciones de la burguesía nacional dentro de la alianza por la liberación nacional. Pero este elemento no quedó solamente en el planteo teórico, sino que se plasmó prácticamente en la defensa del programa del Frente Justicialista para la Liberación Nacional (FREJULI). Ambas caracterizaban que, ante el fracaso de la política de Onganía, el nuevo plan desplegado por sus sucesores apuntaba a integrar al peronismo y concretar una alianza con fracciones de la mediana burguesía, neutralizando a la pequeña. También coincidían en la necesidad de ganar a estas capas para la “alianza nacional”. Para ello, debían desarrollarse todos los métodos de lucha (armados y no armados), y debía ratificarse el reconocimiento de Perón como líder del movimiento. Entonces, el pasaje de la teoría a la práctica se manifestó en la elaboración de un plan que incluía la necesidad de captar a los sectores que se identificaban con la Hora del Pueblo, el FRECILINA y el Encuentro Nacional de los Argentinos (ENA). A su vez, buscaban incorporar a los representantes de la juventud del Consejo Superior del Movimiento y del PJ. Para ello, debían presentarse como auténticos herederos del peronismo, por lo que adhirieron al manifiesto elaborado y acordado por la CGT y la CGE (que luego se concretaría en el Pacto Social), se movilizaron detrás de la consigna “Luche y vuelve” por el retorno de Perón y acordaron canalizar sus fuerzas en la formación del FREJULI.
Hasta aquí, podemos observar una plena coincidencia programática, que se había manifestado a principios de los años ’70, pero que se profundizaba hacia mediados de 1973. En este sentido, ninguna de las dos organizaciones cuestionaba, al momento de la fusión en octubre de 1973, el reconocimiento de Perón como líder del movimiento peronista y su dirección de la primera etapa del proceso de liberación. A su vez, acordaban en proyectar una política que incorporara a la mayor cantidad de “sectores sociales”, incluyendo a fracciones de la burguesía nacional. En este punto, vemos cómo en una etapa en donde el proceso político comenzaba a mostrar los límites del reformismo, y mientras Perón intentaba neutralizar a la izquierda peronista llamando a su “institucionalización”, Montoneros y FAR acordaban en seguir esta línea.
Un problema de organigrama
Si bien las FAR acordaban prácticamente en todo el planteo programático de Montoneros, encontramos algunos cuestionamientos que se limitaron al plano organizativo. Esto nos permite ratificar un punto que venimos señalando desde las primeras notas sobre el tema: ni Montoneros ni FAR entendían que debía darse una discusión programática. Por el contrario, este punto ya se encontraría saldado. El problema que arrastraba históricamente el movimiento peronista, según ellos, era la falta de una estructura organizativa adecuada que permitiera enfrentarse a las fuerzas imperialistas. Estas organizaciones se proponían como el continente que debía ocupar ese espacio, pero diferían en cómo debía construirse.
Montoneros sostenía que para alcanzar los objetivos planteados para la etapa, la “organización político-militar representante de la clase obrera” debía garantizar “su hegemonía mediante su organización y consolidación ideológica”. FAR, en cambio, consideraba que era inexacto sostener que la organización representaba al conjunto de esa clase. Más bien, debían darse dos etapas, “en la primera, cuando aún no se nutre principalmente de la clase obrera, puede decirse que expresa en sus acciones los intereses objetivos de la clase obrera”. Si su política era la adecuada, iría “recibiendo el aporte de los obreros más concientes”, accediendo a la “segunda etapa, en la cual la organización revolucionaria es la clase obrera organizada”.
Es decir, para Montoneros, la propia experiencia de las masas generaba el desarrollo de su conciencia, así como sus formas organizativas. De este modo, se concebían como parte natural de esa evolución, direccionándolo. Por el contrario, para las FAR la organización aparecía por fuera de las masas, creciendo a partir del aporte de sus elementos más conscientes y, mediante una política adecuada, se fusionaría con la clase, convirtiéndose la vanguardia y las masas en un solo elemento.
Más allá de esta divergencia, acordaban en que los intereses históricos de la clase obrera argentina en la etapa serían aquellos que garantizarían su liberación del imperialismo. De modo tal que, como vimos en el acápite anterior, podemos afirmar que la discrepancia se concentraba en el tipo de vínculo de la organización con de las masas y no a su contenido político.
Finalmente…
Con el análisis de las discusiones dadas en la fusión entre Montoneros y FAR pudimos esclarecer el programa de ambas, descartando la idea que ubica a las FAR en el en programa revolucionario. En concreto, lo que nos muestra el debate en los documentos es que ambas organizaciones caracterizaban la etapa como de liberación nacional, acordaban en la necesidad de establecer alianzas con fracciones de la burguesía nacional y reconocían a Perón como su dirección. Asimismo, vimos que las divergencias, todas ellas salvables, se situaban en el plano organizativo. Es decir, cuál era el método adecuado para construir una vanguardia. Todo ello nos permite afirmar que las dos organizaciones consideraban que el peronismo adolecía sólo de un problema organizativo y no programático. La fusión entonces se estableció como consecuencia natural de una coincidencia entre dos organizaciones reformistas, que buscaban el calor de la misma dirección.
NOTAS
1 “Aportes críticos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias al ‘Documento Base para la Reactualización de la Línea Político-Militar’”, 15 de septiembre de 1973, en Baschetti, Roberto (comp.): Documentos (1970-1973), de la guerrilla peronista al gobierno popular, De la Campana, Buenos Aires, 2004. Todas las citas referidas a las FAR pertenecen a este documento.
2 Montoneros y Fuerzas Armadas Revolucionarias: “Documentos estratégicos”, en op. cit. Todas las citas referidas a Montoneros pertenecen a este documento.