¿Qué pasa en el mundo? Brasil, entre el Coronavirus y la miseria

en La Hoja Socialista 18/Novedades

En Brasil, la expansión del Coronavirus causó un verdadero desastre. Naturalmente, el progresismo latinoamericano culpa al “neoliberal” Bolsonaro. Con Lula o Dilma, dicen, la cosa hubiese sido diferente. Pero lo cierto es que más allá de la voluntad del presidente de privilegiar, como buen burgués, la ganancia por sobre la vida, esta elección fue compartida por todos los que vienen gobernando en los últimos años. No es Bolsonaro, es toda la clase a la que él, Dilma y Lula, representan.

Esto es muy fácil de ver poniendo sobre la mesa datos concretos. Primero, las condiciones de miseria general que le impusieron a la clase obrera. En la última década, el 40% de la población se encuentra en condiciones de informalidad. Eso significa salarios bajos, más trabajo y falta de derechos elementales como jubilación y licencias.

En los últimos diez años también, el salario mínimo se ubicó al menos cuatro veces por debajo de la canasta básica. Lula no pude decir nada sobre esto, porque en 2009, por caso, cuando él gobernaba, la canasta estaba en poco más de R$ 2.000, mientras que el salario mínimo apenas superaba los R$ 400. Es decir, un 20% de lo necesario para subsistir (y no más que eso).

Por esto mismo, no sorprende que 50 millones de laburantes se encuentren por debajo de la línea de pobreza. Estamos hablando de 1 de cada 4 habitantes. En 2018, alrededor de 30 millones de personas (15% de la población) no tenían acceso al servicio de agua corriente y 70 millones (36%) al de cloacas. Y en ciertos estados, la cosa empeora. Bahía, por ejemplo, gobernado por el partido de Lula hace 13 años, tiene un 57 de informalidad, 43% de pobreza y 45% de población sin cloacas.

En resumidas cuentas, el grueso de nuestros compañeros brasileros trabaja mucho, cobra poco y vive mal, muy mal. Está claro que con estas condiciones de base, es muy difícil implementar las medidas de higiene y salubridad más elementales para enfrentar la pandemia.

El sistema de salud no se encuentra en mejores condiciones. Hace rato que se viene achicando de manera muy fuerte. Entre 1976 y 2002, la cantidad de camas hospitalarias pasó de 4 a 2,7 por cada 1.000 habitantes. Tras los gobiernos de Lula y Dilma, se llegó al 1,9.  En países como Italia y España, donde la enfermedad hizo desastres y el sistema de salud colapsó, se registran 3 camas hospitalarias cada 1.000 habitantes.

Con estos datos sobre la mesa, no puede sorprender a nadie que hoy Brasil esté octavo en el ranking mundial de casos, con casi 170.000 infectados y sexto en el ranking de muertes con más de 11.000 fallecimientos.

Mientras tanto, Bolsonaro apuesta a la defensa de la economía. Su negativa a implantar una cuarentena nacional, a pesar de que todos los gobernadores la adoptaron en sus estados, se debe a dos motivos. Por un lado, en octubre se vienen elecciones municipales que no parecen serles del todo favorables. Por el otro, la economía. Desde un comienzo, Bolsonaro llevó adelante la agenda de las corporaciones patronales, facilitando despidos, suspensiones y recortes de salario.

Hoy se encuentra en una profunda crisis política. Enfrentado al conjunto de los gobernadores y con problemas dentro de su propio gabinete. Ya renunció el Ministro de Salud y el de Justicia. La oposición aprovecha la oportunidad para intentar desplazarlo.

Bolsonaro mostró no tener ningún interés en la salud de los trabajadores. En medio del agravamiento de la crisis del Coronavirus, solo se preocupó por la agenda de los patrones. Por su parte, la oposición encabezada por el partido de Lula busca aprovechar el momento para quitarse de encima al presidente ¿Le interesa la salud de los trabajadores? Claro que no. Si así fuera, lo hubieran demostrado durante sus años de gestión, cuando solo se dedicaron a robar y administrar la miseria. En el medio, la clase obrera se empobrece, enferma y muere. Es tiempo de que nuestros pares brasileros terminen con todos esos parásitos y tomen las riendas de sus propias vidas.

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