Pruebas ERCE: por qué el país está entre los peores niveles de la región

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En Sudamérica, quedó anteúltimo, solo por encima de Paraguay. “Quizá la evolución del salario docente lo grafique: hoy no cubre ni la mitad de la canasta básica”, explican.

Por Romina De Luca

Por debajo del promedio latinoamericano. Esa podría ser la síntesis que arrojó el Estudio Regional Comparativo Explicativo (ERCE) de 2019 para nuestro país. Atrás quedó un pasado irreconocible hoy: para los albores de los años cincuenta, la tasa de analfabetismo era del 13,4%, América Latina triplicaba el valor. Mientras la región estaba lejos, hacia fines de los 60, cerca del 94% de la población en edad escolar se incorporaba efectivamente a la escuela primaria obligatoria en el país. El promedio de escolaridad era de entre cuatro y cinco años de duración con gran disparidad regional: en un extremo Capital Federal con 5,8; del otro, el NEA y el NOA no superaban los tres.

La fragmentación actual no es nueva. Los niveles de repitencia eran altos, pero la escuela brindaba una formación sólida: la expansión del mercado editorial a través del consumo obrero lo constata. La misma clase social y su personal político que debate hoy responsabilidades se encargaron de adecuar la escuela al agotamiento de su sociedad, a su propia decadencia y degradación. Tal vez, la evolución del salario docente gráfica la parábola: en los años 30 el salario inicial cubría más de dos canastas familiares de la época, hoy ni la mitad de la canasta de pobreza a precios oficiales.

Sobre la culpa se ensayaron un sinfín de explicaciones. El peronismo se abroqueló detrás de una: la desinversión educativa bajo el macrismo. Curiosamente, los que gobernaron este país 25 de los últimos 38 años dicen no tener nada que ver. Los acusados se defendieron con argumentos no menos creíbles: que sus políticas darían resultados justo cuando fueron interrumpidas. Deberían dar cuenta de los otros 13 años porque algunas pruebas jurisdiccionales mostraban, en los 80, síntomas del cuadro que examinamos.

A lo largo de su gestión anterior, los peronistas vaticinaron que mejoraríamos en las pruebas PISA. Eso no pasó. A esta altura, deberían advertir que todas, pero todas las pruebas, dan cuenta de un mismo cuadro: la falta de pericias elementales de nuestros estudiantes. El Gobierno defendió para la tribuna que a ellos les fue mejor en el 2013.

Pero esos resultados estuvieron muy lejos de ser una panacea. En 2013, 38 de cada cien se ubicaron en el nivel más bajo, para 2019 lo hicieron 46 en lectura de 3º grado. En 2013, ya en 6º grado, el nivel más bajo lo alcanzaron 18 de cada cien estudiantes; en 2019; 22. Parece mejorar, al avanzar en el nivel, pero no: en los dos pisos más bajos permanece casi invariable un año y otro el 67-68% del estudiantado. En matemáticas el cuadro es peor: en 3º grado, en 2013, cuatro de cada diez alumnos estaban en el nivel más bajo, para 2019; cinco de cada diez. Cifras muy similares se alcanzaron en 6º grado. En ciencias naturales, cuarenta de cada cien alumnos estaban en el piso de la tabla en 2013, para 2019; 44. Lo cierto es que a poco de sumar indicadores una realidad se constata: entre seis y siete estudiantes tienen rendimientos bajos. Una cifra que se parece mucho a otra que comienza a hilvanar una explicación: la pobreza infantil estructural alcanza a siete de cada diez infantes mientras que la mitad de la Argentina es pobre. ¿Cuál es el valor de su educación para este sistema social? ¿Cuántos serán empleados?

Tal vez por eso, si algo hizo la política educativa todos estos años fue adecuar la escuela a la función de contención social. Descentralizar todo, regionalizar el currículum, volverlo mínimo. Hablan de erradicar los “elitismos” de la vieja escuela secundaria para sostener trayectorias nuevas. Deberían explicarnos qué hicieron con la escuela primaria porque fueron ellos quienes nos trajeron hasta acá.

Publicado en Perfil.

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