El Gobierno no pretende educar, sino dar títulos
Por Romina De Luca*
La columnista asegura que el Plan Fines 2, que permite terminar la secundaria, degrada las condiciones laborales de los docentes, empobrece los aprendizajes, estafa a sus propios alumnos al darles títulos sin contenido, y «entrega» la educación a organismos privados.
23/04/14
El ministro de Educación Alberto Sileoni salió al cruce de la nota publicada por este mismo diario el pasado 7 de abril sobre el Plan Fines II. Sin embargo, su descargo no responde a los planteos que allí realizaban docentes, alumnos, dirigentes sindicales y especialistas en educación. Desde diferentes perspectivas, las intervenciones compartían un núcleo: el plan permite “terminar la secundaria en poco tiempo y con escasa exigencia horaria”. La conclusión lógica se desprende por sí sola: el gobierno no pretende educar sino “dar títulos”. La propuesta sólo empobrece el modelo tradicional, tal como declaró en su columna de opinión Guillermina Tiramonti, especialista de FLACSO.
El ministro mira para otro lado y contesta lo que no se le pregunta. A las denuncias sobre el Fines II responde con las supuestas bondades del Fines I. Aclaremos al lector: el Fines I es un programa de “terminalidad”, es decir, ayuda a rendir materias pendientes a aquellos que completaron la secundaria. El programa en sí no carece de valor, pero no tiene nada de nuevo ni de original y no constituye ninguna revolución pedagógica. Mucho menos una solución a los problemas de la educación argentina.
¿A qué se refiere en realidad el ministro cuando dice que aquellos que critican la iniciativa “están atrasando 50 años y no saben nada de educación de adultos”? La iniciativa en cuestión es aquella sobre la que Sileoni vierte adjetivos hiperbólicos mientras elude entrar en detalles, el Plan Fines II. En su perspectiva abstracta y generalizadora, el plan tendría que ver con una propuesta “distinta”, con un trato más amigable y menos distante, con lugares de estudio accesibles y diferentes de las escuelas tradicionales. Estaríamos ante una “revolución educativa” acorde a una población que quiere estudiar y la escuela tradicional no la deja. Lo que el ministro debe responder es sencillo: con profesores que trabajan en condiciones degradadas y degradantes, por fuera del Estatuto docente, en lugares inapropiados, con sueldos irrisorios que se cobran con retraso, con alumnos que tienen un tercio de las clases, que ven porciones reducidas de los programas de un puñado de materias elegidos al azar, que incluso la mayoría de las veces no son atendidos por docentes titulados sino por “educadores populares”, con evaluaciones “acordadas”, ¿con ese sistema se logra una educación razonable? Es decir: ¿puede reemplazarse la escuela “tradicional” con el Plan Fines II? ¿Exageramos? ¿Quién va a ir a un CENS si le dan el mismo título por un tercio del esfuerzo?
El Fines II pretende realizar un proceso de escolarización, que en el sistema común lleva cinco largos años, en apenas seis cuatrimestres. De la jornada completa como objetivo pasamos a las 4 horas de cursada. De los cinco días a dos. Cuando nos referimos a que es “exprés” nos limitamos a describir el cronograma. La cursada es menos densa incluso si la comparamos con la educación de adultos. Resulta curiosa la defensa de una cursada con 72 días de clase por el mismo gobierno que está obsesionado con garantizar 190 días de ciclo lectivo y despotrica contra las huelgas docentes.
El ministro no lo afirma, pero en su desprecio de la escuela en la que él mismo estudió y trabajó, se encuentra implícita la decisión de eliminar la actual escuela de adultos, centrada en los CENS, por una estructura paralela, seguramente más barata y seguramente más “rendidora” a la hora de regalar títulos. Títulos vacíos de contenido, que excluirán a sus poseedores de cualquier desarrollo intelectual y laboral futuro, simplemente porque con lo que se aprende en Fines II nadie podrá ingresar a ninguna universidad ni a ningún empleo complejo.
Quienes criticaban a Macri por las aulas “container” o por impulsar la privatización, ahora defienden cosas peores: la entrega de la educación a organismos varios de la “sociedad civil”, en particular a La Cámpora. El ministro debería demostrar que es falso que el Fines II se implementa en locales de agrupaciones oficialistas, como La Abanderada I y II, el Movimiento Evita o la Mutual Alma Fuerte, de Moreno, o en las sedes de La Cámpora, la Unidad Básica Eva Perón, la Casa Compañera, o el local La Kolina, de Lanús.
Sileoni le echa la culpa al “Proceso”. Olvida que ya pasaron más de treinta años de su caída, que el peronismo gobernó dos tercios de ese tiempo y el kirchenismo administra el país desde hace más de una década. Como si hubiesen llegado ayer, describen una historia de la que no se hacen cargo a pesar de haberla protagonizado. Para resolver problemas que ellos mismos causaron, al menos en parte, inventan propuestas “originales”, “nacionales y populares”, cuya perversidad supera a la de los neoliberales, porque al menos ellos no adornan sus crueles perspectivas con las bellas palabras de la ideología progresista. De eso tiene que hablar el ministro: ¿por qué, detrás de la hojarasca y el “chamuyo”, el resultado de lo que proponen se parece tanto a aquello que dicen combatir?
* Investigadora de Educación del CEICS (Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales)