Por la no renovación de 1.600 becas salieron a protestar. El trasfondo del primer gran conflicto entre el mundo científico y el Gobierno, que hizo de él su caballito de batalla.
Por Cecilia Farré
Tiempo atrás, el sistema científico nacional podía representarse como una pirámide invertida con pocos investigadores jóvenes en la base y, en los escalones más altos, más cantidad y de mayor edad. Según el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, el incremento de ingresos a becas en los últimos años respondió a la necesidad de cubrir una franja etárea en el Conicet y que una vez lograda esta recomposición, el crecimiento necesario es menor, del 10% anual sobre el total de becarios e investigadores actuales.
Problema. De acuerdo con la cartera de Ciencia, las becas tienen sueldos “a título de promoción y sin implicar relación de dependencia laboral actual o futura, para favorecer la obtención de grados académicos de nivel superior en distintas disciplinas”. Sin embargo, las becas son incompatibles con otros empleos, a excepción de un cargo docente de dedicación simple. “Si fuera una beca para estudiar podrías tener otro empleo. Estamos en el momento de vida activa más importante. Yo tengo 34 años, no pude acceder a un crédito, no tengo nada y de repente el Conicet me dice chau. ¿Qué hago?”, se pregunta Seiffer, quien está en el sistema de becas desde hace diez años.
Ante la posibilidad de quedar fuera de la carrera del investigador y la necesidad de buscar otra fuente de ingresos, Seiffer se considera “sobrecalificada en lo académico y subcalificada en otros ámbitos porque el ejercicio profesional requiere otras actitudes y saberes”.
En su política de apoyo a las nuevas generaciones, el Ministerio de Ciencia amplió la cantidad de becas doctorales y posdoctorales entre 2003 y 2011, que pasaron de 2.378 a 8.555. El problema se presenta a nivel de las becas posdoctorales y de carrera de investigación científica, en las que en 2011 no ingresaron 726 y 904 respectivamente, un total de 1.630 personas, según la agrupación Jóvenes Científicos Precarizados (JCP).
Verónica Giammaria estudió microbiología en la Universidad Nacional de Río Cuarto y en diciembre terminó su beca posdoctoral en el Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (Ingebi), y ahora se define como desocupada, ya que no accedió a la beca de investigación. “Tengo que buscar trabajo y siento incertidumbre y angustia. Mi formación es muy académica y en la empresas a veces buscan otro tipo de perfil”, describe y agrega: “La sensación es que nada alcanza, ni tres títulos, ni ser docente, ni las publicaciones; te cambian las reglas todos los años”.
Quejas. Otros reclamos que se presentaron en las manifestaciones de los becarios frente al Ministerio de Ciencia en las últimas semanas tienen que ver con reivindicaciones laborales: vacaciones, obra social, aportes jubilatorios y aguinaldo, además de la explicitación de los criterios de evaluación y la publicación del orden de mérito en los concursos para garantizar transparencia.
“No tengo manera de calcular cómo me pusieron la mitad del puntaje en antecedentes académicos, cuando hace dos años obtuve muy buen puntaje con menos antecedentes que ahora”, dice María Paula Di Yorio, del Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos del Conicet la regulación de los receptores de la proteína leptina. “Está bárbaro repatriar a los de afuera, pero a los de adentro nos dicen que nos arreglemos como podamos”, dice.
Ianina Harari no ingresó a la carrera del investigador. La becaria y docente ad honorem en la UBA contó que en la devolución, uno de sus evaluadores confesó “no haber leído los trabajos de la postulante”. Los candidatos reciben un dictamen y el puntaje, pero no saben quiénes formaron las comisiones evaluadoras ni el orden de mérito de los seleccionados.