Nota, con entrevista a Juan Kornblihtt, sobre la situación de los trabajadores argentinos. En diario Hoy (La Plata), (30/04/2013)

en Prensa-escrita

Nada que festejarLos trabajadores no tienen nada que celebrar

Mientras el empleo genuino se derrumba y la actividad industrial se encuentra reducida a su mínima expresión, el clientelismo político dentro del Estado crece de manera escandalosa

Mañana se celebra el día internacional de los trabajadores y esta fecha tan especial, para todas aquellas personas que se ganan la vida con esfuerzo y con el sudor de su frente, encuentra a gran parte de los asalariados argentinos en una situación dramática, similar a la que se vivía en los años ´90.

La recesión económica, un mercado interno escuálido y un sistema productivo reducido a su mínima expresión empiezan a eclosionar y poner en crisis el discurso montado desde la Casa Rosada. Las consecuencias las está pagando la ciudadanía. Los asalariados no solamente tienen que afrontar una inflación galopante del 30% anual, que produce una acelerada pérdida del poder adquisitivo producto de que los aumen­tos de haberes, para aquellos que tienen la suerte de ser trabajadores  registrados, están muy por debajo de esa cifra. En los últimos meses también se comenzó a notar las consecuencias de la recesión en las fuentes laborales.

La construcción por el piso

El sector de la construcción, que es considerado un gran dinamizador de la economía, se desplomó. La caída es superior al 35% y en el último año –solamente en esta actividad- se han perdido alrededor de 100 mil puestos de trabajo, de los cuales 60 mil se encontraban no registrados. Y todo indica que la tendencia, lejos de revertirse, se está profundizando en lo que va de 2013.

En este contexto, las debilidades en lo que hace a la competencia y la inversión hacen que los más de 11 millones de trabajadores que hay en el país se vean amenazados por el fantasma de la desocupación y la exclusión.

Juan Kornblihtt, director del observatorio de economía del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (Ceics),  señalo a Hoy que existe un problema estructural en los niveles de productividad de los capitales existentes en el país.

“Lo que caracteriza a la industria que aparece en con el kirchenrismo es su muy baja productividad. Lo que sucede en la Argentina si uno lo compara a nivel internacional, que es lo que importa, es que claramente ha ido perdiendo posiciones. Por lo tanto, para que esta industria pueda sobrevivir necesita subsidios, que pueden ser directos, como sucede cuando hay alguna crisis como por ejemplo al sector automotriz, o mediante subsidios indirectos como son la energía, el transporte, entre otros”, aseguro a Hoy el investigador del Ceics.

La utilización indiscriminada de los fondos de la Anses ha sido la estrategia del gobierno nacional para solventar los beneficios a algunas grandes empresas amigas del poder. como por ejemplo el rescate a la Generals Motors en 2009. A costa de las garantías futuras de los jubilados y pensionados el ejecutivo nacional se ha empecinado en solventar las ganancias de grandes multinacionales.

De todas formas, el parche estatal a los sectores amigos del poder se le suma a la proliferación asistencialismo y empleo público no productivo. El estado, en la era K, se ha convertido en la principal agencia de empleo, que se sostiene a partir de una mochila fiscal cada vez más pesada que recae sobre los ciudadanos que pagan sus impuestos y sobre las pymes, que se encuentran con la soga al cuello.

“Acá lo que hay es que el sector privado prácticamente no crea empleo y toda la creación de empleo está en manos del sector estatal, en base a contratos, que es un nivel más de precarización. Hay un parate en la economía que ha generado la caída de trabajo, y todavía la crisis internacional no ha pegado muy fuerte en el país, por lo que la situación podría ser aún peor en el corto plazo”, agregó a nuestro diario Eduardo Lucita, economista e investigador de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA).

Indicadores

Algunos números hablan por si solos acerca de cómo el Estado se ha convertido en un gigantesco elefante blanco, hambriento de recursos fiscales. La gestión de Cristina Fernández incrementó, en los últimos cuatro años, un 160% la partida total de gastos en personal de la administración pública nacional, y en un 181% los contratos temporarios del Estado, cuya gran mayoría beneficia a los jóvenes de La Cámpora. De esta manera, desde 2009 hasta 2013, el presupuesto en sueldos de empleados estatales aumentó en $ 43.349 millones.

La paradoja de esta situación es la siguiente: mientras proliferan contratos para los militantes rentados, la mayoría de los verdaderos trabajadores, que  aun conservan su fuente laboral, viven con el temor de quedarse sin empleo en el corto plazo.

Entre las suspensiones y los parches estatales

Desde el Ceics advierten que una importante porción de las fuentes laborales están de­sapareciendo o resguardadas bajo la tutela del Estado. “Ya están habiendo suspensiones, y ya hay muchas empresas donde el Estado está pagando los sueldos sin que los trabajadores vayan a trabajar, por ejemplo en algunas automotrices. El empleo ante la crisis no lo van a poder sostener”, sostuvo Kornblihtt.

La mentira de la industria automotriz

«El sector automotriz jugó un rol muy importante en la reindustrialización», relato la Presidenta Cristina Fernández en el marco de un acto realizado en 2011 en una de la fabricas que Peugeot tiene en el país. Ahora bien, el crecimiento de empleos en el sector pende de un hilo debido a la falta de productividad y una dependencia casi total de las autopartes fabricadas en Brasil. La realidad es que tanto la industria automotriz, como otros sectores productivos, se reducen a ser meros ensambladoras de partes que se producen en otras partes del mundo.

“En el país tenemos  cincos o seis empresas automotrices  que son muy chicas e ineficientes. ¿Por que están acá? Por los subsidios y la protección que le permiten vender autos mas caros con una baja inversión y baja productividad. A su vez es un sector que esta muy supeditado a la importación de autopartes y tiene un déficit comercial muy grande, en el sentido que exporta poco e importa mucho”, añadió Kornblihtt, quien a su vez caracterizo a las empresas de “muy ineficientes”.

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