El nacimiento de la clase obrera santiagueña
La explotación forestal se inicia en la región chaqueña a fines del siglo XIX. Tras el tendido del ferrocarril su principal uso fue la producción de tanino para el curtido del cuero. En 1890 se inaugura en Corrientes la primera fábrica de tanino, seguida por otras hasta 1909. Tras cierto estancamiento, la actividad vuelve a expandirse durante la Primera Guerra Mundial hasta 1925. Luego comienzan los cierres hasta que la Segunda Guerra Mundial reactiva nuevamente la producción por la demanda militar de cueros. Si bien el auge se prolongó por algunos años durante la posguerra, desde 1950 comienzan a cerrarse fábricas. En 1962 la actividad tiene una caída más abrupta con el cierre de la principal empresa del sector, La Forestal –que decide trasladar sus plantas a África y reemplazar la producción de tanino por otros curtientes como la mimosa. Como consecuencia, cesan las exportaciones argentinas de tanino.
Hacia 1940 el Director del Departamento Nacional del Trabajo informaba en que “no menos de 50.000 obreros son peregrinos proveedores de brazos para las faenas agrícolas y forestales de Santa Fe y Chaco y cosechas de Córdoba y Buenos Aires y para las zafras de Tucumán, Salta y Jujuy”. Agregaba que
“La vida de trabajo del obrero santiagueño no es la del hombre civilizado. Son deficientes las condiciones de higiene y seguridad en que desarrolla su labor, en una atmósfera de inseguridad y de peligro, aunque familiarizado con ella. Sus consecuencias son realmente de carácter pavoroso; la mortalidad obrera -”capital humano”- acusa porcentajes que exceden todo cálculo e indican la necesidad imperiosa de que el Estado acuda a combatir el mal, salvando de la decadencia a una raza ya en principio de degeneración”.
El informe señala la ausencia de pequeñas o medianas propiedades algo que considera negativo, pues darles tierras a los obreros sería la mejor manera de preservar ese capital humano y mejorar sus condiciones de vida: “Colocar la propiedad rural al alcance de la clase trabajadora, es elevar su condición y difundir su bienestar”1
Emigración y ocupación de tierras
La decadencia de la economía forestal dio lugar en los ‘40 y ‘50 a una fuerte emigración que ha sido catalogada de “catástrofe demográfica”. 2 Efectivamente entre 1945 y 1960 se produce la mayor emigración de santiagueños, proceso que continúa entre 1960- 1970. En estos períodos el crecimiento poblacional fue casi nulo a pesar de la alta tasa de fecundidad de la provincia. En estos años los santiagueños se dirigen a las ciudades industriales. Cuando en la década del setenta esta demanda de trabajo decae, las grandes migraciones internas llegan a su fin. No así las migraciones estacionales.
Los obreros que no emigraron en forma definitiva ocuparon las tierras abandonadas por sus ex empleadores. Los ex hacheros, cuya vida previa podía ser completamente nómade, se instalan en las tierras abandonadas por las empresas forestales. Trabajan como asalariados en el desmonte de tierras en los períodos de expansión agrícola, se emplean en distintas actividades rurales a través de migraciones estacionales y realizan algunos cultivos de subsistencia o destinados al mercado.
Se ha señalado cómo en los períodos de crisis de la actividad forestal parecen incrementarse la cantidad de explotaciones chicas (de menos de 25 hectáreas). Este hecho ha sido interpretado como un proceso de “campesinización” y “descampesinización” 3, desdibujando la naturaleza del sujeto estudiado que sigue siendo, en realidad, obrero. Los obreros al asentarse en tierras no se transformaron en campesinos. Esto se evidencia al observar que siguen viviendo centralmente de sus ingresos como asalariados y no del producto de sus parcelas. En este sentido, un elemento clave de la economía familiar son las migraciones estacionales de uno o varios miembros de la familia, con el objeto de asalariarse en la cosecha de papa o el desflorado de maíz. Es significativo que aun quienes afirman que existe un proceso de campesinización reconozcan que la subsistencia de estas familias se garantiza mediante el asalariamiento. Así según una defensora de la tesis de la campesinización, en el año 2000 más del 90% del ingreso de las familias supuestamente campesinas provenía de trabajo asalariado, en especial del desmonte de predios de medianos y grandes productores.4
La propuesta del MOCASE
El primer antecedente de los conflictos actuales data de la década de 1960. Este caso refleja claramente la trayectoria que relatamos. En Suncho Pozo ante el cierre de los obrajes en los ‘40, los trabajadores forestales que permanecieron en el paraje se establecieron en las tierras que habían pertenecido a esas compañías. En los ´60, una empresa que había comprado las tierras inició un juicio de desalojo. Las familias residentes comenzaron a organizarse para evitarlo. El conflicto se agudiza en 1973, pero finalmente se resuelve de manera favorable para los pobladores, que aunque debieron desalojar el predio obtuvieron otros linderos.
La última expansión agrícola generó una nueva oleada de desalojos, pero dio lugar también a un proceso de resistencia mayor. En este contexto se conformó el Movimiento Campesino de Santiago del Estero –MOCASE- en agosto de 1990, a partir de la confluencia de diversas organizaciones preexistentes.
En 1999 el MOCASE se dividió. Un sector vinculado al Programa Social Agropecuario (PSA) consideraba necesaria la vinculación entre “campesinos” y técnicos; otro rechazaba tal vinculación, pues la entendía como una cooptación del Estado, y prefería el apoyo de ONGs (CENEPP, fundamentalmente). En el año 2001 se conforman dos MOCASE diferenciados. El MOCASE PSA se relacionó con la Federación Agraria Argentina y el MOCASE CENEPP empieza a autodenominarse MOCASE-Vía Campesina y se vincula con distintas organizaciones piqueteras como el MTD. Es también el que mayor desarrollo tiene y nuclea, según afirma, 9.000 personas.
El MOCASE PSA abiertamente cuestiona al movimiento de desocupados y plantea los subsidios agrarios como una alternativa al movimiento piquetero. En septiembre del 2002, en un evento religioso, el MOCASE PSA pide “que haya paz en nuestro país” y “para que no haya más piquetes, para que no haya más cortes de ruta, para que no haya más movilización (…) que haya créditos o subsidios para los campesinos”5.
Si bien el MOCASE-Vía Campesina. con su vinculación al MTD, aparentemente tendría otra postura, contribuye al igual que el MOCASE PSA a fracturar la unidad de la clase obrera. En la misma procesión católica, uno de los oradores de MOCASE- Vía campesina pide “justicia y trabajo”, pero en vez de converger en las tácticas y reclamos del movimiento piquetero, se espera que el desarrollo del cooperativismo agrario dé una respuesta a la falta de empleo.
El MOCASE genera la ilusión de que el capitalismo puede superarse mediante el cooperativismo y por un retorno a formas de producción pretéritas. “Antes éramos esclavos, peones. Ahora vivimos distinto y trabajamos para nosotros mismos”, dice un obrero de la cooperativa Ashca Cayku del MTD vía campesina6. Asimismo el movimiento procura construir una “identidad campesina”7, que implicaría la autonomía del Estado, de los partidos y sindicatos y, por último, autogestión de los recursos8. Es necesario enfatizar la relación existente entre la construcción de una identidad campesina y la autonomía respecto de los partidos políticos, que incluye, claro está, a los partidos obreros y las organizaciones sindicales. Sin embargo, no han mantenido el mismo celo respecto de la autonomía de la iglesia, participando regularmente bajo su tutela de la peregrinación al Mailín.
Más allá de las valientes luchas que los militantes del MOCASE desarrollan contra los desalojos, la estrategia que defienden es equivocada y conduce a la división de la clase obrera, pues se propone transformar obreros rurales en una suerte de campesinos cooperativistas cuyas posibilidades de éxito son virtualmente nulas. Lo peor es que, si las tuvieran, se convertirían en explotadores del trabajo ajeno. El autonomismo que predican tiende a reforzar esta separación.
Los obreros santiagueños no deben malgastar sus energías en el desarrollo de un cooperativismo estéril que en última instancia es funcional al sistema. Tal como quería el funcionario del Departamento Nacional de Trabajo, permite garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo, aunque en condiciones paupérrimas, en los períodos de desempleo masivo. Este tipo de cooperativismo agrario es retrógrado, implica una apología de la miseria y la autoexplotación, considerada una de las características de esta flamante identidad campesina. Esto no significa alentar la expulsión de los obreros de las tierras que sirven como medios de subsistencia, al menos marginal. Todo lo contrario: significa que la mejor defensa de esos medios de vida y de una calidad de vida superior sólo puede provenir de reincorporarlos a la corriente del movimiento obrero y de los partidos de la clase, a los que hay que exigirles que asuman esa tarea como propia.
Notas
1Girbal, N. et al: Las miradas diversas del pasado. Las economías agrarias del interior ante la crisis de 1930, Edición Nacional, Buenos Aires, 2005.
2Zurita, C: El trabajo en una sociedad tradicional. Tesis doctoral. Universidad Nacional de Santiago del Estero, 1999.
3Guaglianone, A.: “Análisis y evaluación del impacto del modelo de desarrollo obrajero-forestal en el chaco santiagueño. El caso de Los Juríes”, XXIII International Congress of the Latin American Studies Association, 2001; Barbetta, P. y Lapegna, P.: “No hay hombres sin tierra ni tierra sin hombres: luchas campesinas, ciudadanía y globalización en Argentina y Paraguay”, en Giarracca, N. y Levy, B. (comp.): Ruralidades latinoamericanas. Identidades y luchas Sociales, CLACSO, Buenos Aires, 2004.
4Guaglianone, A., op. cit.
5Citado en Durand, P.: El Movimiento Campesino de Santiago del Estero, en http://www.prensadefrente.org/pdfb2/index.php/new/2006/08/13/p1898
6Agosto, P. et al: MOCASE. Movimiento Campesino de Santiago del Estero. Una experiencia Cooperativa, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Buenos Aires, 2004.
7De Dios, R.: “Movimiento agrario y lucha social. El caso del Movimiento Campesino en Santiago del Estero”, en Realidad Económica, nº 199, 2003.
8Conclusiones del Primer Congreso del MOCASE