Los chacareros de Videla.

en El Aromo n° 43

Verónica Baudino

Laboratorio de Análisis Político – CEICS

El conflicto del campo actualizó los debates acerca de las posibles alianzas de la clase obrera en función de sus tareas revolucionarias. Los principales partidos de izquierda PO, PTS, MST y PCR, caracterizaron una vez más a la Federación Agraria Argentina como una organización de pequeños productores explotados por las fracciones más concentradas de la burguesía agraria.1 Esta característica estructural, sumada a una supuesta tradición de lucha “independiente”, constituiría a esta entidad agropecuaria en un aliado en las luchas políticas obreras. Así, la izquierda en su conjunto mantiene una valoración positiva de la FAA, socavada apenas por una alianza coyuntural con la SRA. En sus propias palabras: “La Federación Agraria Argentina e incluso muchos chacareros autoconvocados han desvirtuado el carácter independiente de su lucha al aliarse a la Sociedad Rural y a los pulpos agrofinancieros”.2 Esas posiciones han sido elaboradas en abstracción de un examen no ya de su composición patronal, sino de su comportamiento histórico. La presunta comunidad de intereses entre la clase obrera y la entidad en cuestión suele remitirse al Grito de Alcorta de 1912, y las protestas agrarias durante el menemismo. Se olvidan otros momentos históricos, en particular, sus posiciones ante el golpe de Estado de 1976.

Fuimos golpistas

Si la Federación Agraria Argentina fue, en algún momento, “progresista”, es de esperar que se hubiera opuesto al golpe militar de 1976, o al menos pronunciado de modo desfavorable. Sin embargo, la institución agraria, que atravesaba un duro conflicto con el gobierno peronista por las cargas al sector agropecuario, saludó el cambio de aires. Bajo el titular “Se abren nuevas expectativas”, el 1º de abril de 1976 en su periódico La tierra, señaló: “Se cerró otra etapa en la accidentada marcha de a vida institucional argentina. El largo y penoso proceso de debilitamiento de nuestras instituciones republicanas, jaqueadas en sus principios básicos de sustentación por sus propios protagonistas que no acertaban a encontrar un camino viable para reemplazarlo, tuvo su epílogo en la madrugada del 24 de marzo pasado, cuando un pronunciamiento militar determinó la caducidad de todas las autoridades constitucionales y su reemplazo -en el Gobierno Central- por un triunvirato integrado por los comandantes generales de las Fuerzas Armadas. El cambio -que operó en todos los órdenes- se produjo en forma casi matemática, sin que hubiera dificultades, por lo que la actividad del país prácticamente no se vio alterada en su ritmo habitual.”3 La bienvenida a un gobierno de facto que reemplazó al que, a su juicio, posibilitó la crisis política de la época, fue reforzada en sucesivas afirmaciones en sus Memorias y Balances. En su editorial del período 1975/1976, hicieron suyas las palabras del Arzobispo de Santa Fe, Monseñor Vicente Zaspe, quien exhortó a las Fuerzas Armadas unidas, las familias, la juventud, los jueces, los docentes, los medios de comunicación, los políticos, los sindicatos, los empresarios y la Iglesia a trabajar conjuntamente para “reorganizar la Nación”. Siguiendo el mismo espíritu, Humberto Volando, entonces director de la entidad escribió: “Con la nueva etapa que se inició, como argentinos de bien, hemos hecho fervientes votos, para que los que asumieron la responsabilidad de conducir acierten, que actúen inspirados por un espíritu de grandeza y sepan discernir en todo momento entre los intereses reales y los de las fracciones.“4 Las palabras de Volando, difundido como valuarte del progresismo, que luego inclusive apoyó la gestión de De la Rúa, se replicaron en 1977, reafirmando el apoyo de la entidad a la política general de las Fuerzas Armadas: “Las Fuerzas Armadas, en su mensaje al país al cumplirse dos años del Proceso de Reorganización Nacional, han dicho: ‘Las Fuerzas Armadas se encuentran elaborando las bases políticas que permitirán a la Nación transitar el camino a la democracia, la justicia y la libertad sin los riesgos y asechanzas que han caracterizado las últimas décadas de nuestra historia.’ Aplaudimos sin reservas, este tan sustancioso enunciado, sin duda, congruente con las más caras aspiraciones del pueblo argentino.”5 La editorial del período 1978/1979, balancea la experiencia mediante las siguientes palabras: “Vemos afianzarse y consolidarse la paz interior y la conciencia soberana de la población. La paz alcanzada en este aspecto interno permite visualizar la formación de una conciencia de unidad frente a quienes quisieron imponer la violencia como método.”6 Estas frases contienen las definiciones de la entidad acerca del rumbo general del Estado Argentino. Ante la crisis revolucionaria, la FAA no ostentó una política “independiente”, ni “progresista”, sino que apoyó al personal político que tuvo por objetivo la reconstitución de la dominación por la vía de la eliminación física de los compañeros revolucionarios, la proscripción de las organizaciones políticas y la persecución a los dirigentes obreros. Este apoyo se extendió de lo político a lo económico, en tanto fueron saludadas la aplicación de diversas medidas económicas y el nombramiento de ciertos funcionarios clave para el sector agropecuario, como Mario Carlos Madariaga (ex vicepresidente de CRA), Jorge Zorreguieta (ex director de la SRA), Alberto Ramón Mihura (dirigente de las sociedades rurales del litoral), Juan Aleman (asesor económico de la SRA) y Jorge José Girado (ex vicepresidente segundo de CARBAP).7 Tampoco podría argumentarse que, al menos, se opusieron a la política económica del Proceso. Los dirigentes de la FAA expresaron su acuerdo con el ministro de economía, Martínez de Hoz y a su vez caracterizaron como “medidas importantes” la privatización del comercio de cereales y oleaginosas, la eliminación de la cuota de faena en materia de carnes, la fijación de nuevos valores para el trigo, maíz, sorgo y girasol, y la implementación de “importantes” medidas tributarias.8 La preocupación de la entidad por su futuro económico, la llevó a concertar reuniones con el mismo secretario de agricultura, Madariaga, quien asistió a la reunión directiva de la institución a explicar los lineamientos de la política económica.9 Asimismo, la Federación Agraria participó en diversas reuniones empresariales, de la FACA y la Asociación Argentina de Comerciantes, donde dirigentes de la SRA, CRA y CARBAP elogiaron a Madariaga esgrimiendo que “tiene una filosofía de trabajo importante para el sector, que es la de ponerse en contacto con los hombres de campo”.10

Tarea cumplida

Aun ante las evidentes señales de apoyo, el año siguiente al golpe militar encontró a la Federación Agraria reclamando políticas sectoriales específicas. Especialmente, pugnaban por “…una distribución equitativa de las cargas en este período de esfuerzo excepcional”.11 El pedido se dirigía al reajuste del precio mínimo sostén del trigo, lino, soja, girasol y maní, de la sanción legal de las modificaciones de la ley de arrendamientos y aparcerías. A su vez, reclamaron mayores créditos para el sector. En 1982, en plena decadencia de la dictadura, las reiteradas insistencias en la insatisfacción de las demandas, sumadas a la crisis económica y social hicieron que la Federación Agraria realizara su primera crítica abierta al gobierno militar. Seis años luego del golpe militar, en su editorial declararon: “La designación de Bignone y la llegada de otro equipo de gobierno muestran que el Proceso de reorganización nacional está terminado y que a partir de este momento todos los afanes de sus prosélitos están encaminados a hallar una salida política más o menos decorosa. Se vive la crisis más grande de la historia argentina. “12 Esta posición era, a esta altura, poco singular. El conjunto del sistema político burgués había decidido un cambio de régimen. Cumplida la derrota de las fuerzas revolucionarias, se imponía un régimen de plena hegemonía. La cuestión, justamente, era cómo realizar un aterrizaje “decoroso”. Es decir, evitar toda una avalancha de reclamos contra el personal que había ejecutado tareas militares, que ponían en cuestión a las Fuerzas Armadas. En ese entonces, se pactó un año de tregua, en el que las fuerzas militares se ocuparon en quemar documentación, preparar la transición y declarar una “autoamnistía”.

Es mi condición…

La imagen de una Federación Agraria combativa, que asemeja sus luchas a la de las organizaciones de izquierda, evidentemente se erigió como un mito. Un somero repaso por las declaraciones publicadas en sus Memorias y Balances demuestra todo lo contrario. La FAA es una organización que actúa de acuerdo con sus intereses de clase: cuando la reproducción general del sistema se ve amenazado apoya regímenes dictatoriales tendientes a encauzar los antagonismos de clase. En este sentido, cierran filas con el resto de la burguesía ante la posibilidad revolucionaria, aún cuando las medidas económicas no los beneficiaran directamente. Por el contrario, luego de la derrota de la fracción revolucionaria de la clase obrera, una vez reinstaurada la democracia burguesa, los asuntos corporativos asumen el primer lugar en las disputas con el poder político de turno. Seguramente se nos objetará que la FAA no podía hacer otra cosa que pronunciarse a favor de la dictadura aún estando en desacuerdo. Se trata de una afirmación poco perspicaz: al menos se podrían haber abstenido de la miserable tarea de cantar loas a semejantes personajes. La FAA argumentó, a su favor, haber tenido miembros desaparecidos. Eso, en realidad, no prueba absolutamente nada: una crisis revolucionaria provoca rupturas y crisis de conciencia en todas las organizaciones sociales, lo que no implica que éstas cambien su programa político ni sus intereses históricos. Tanto miembros de la Iglesia como del Ejército fueron eliminados por la contrarrevolución y a nadie en su sano juicio se le ocurriría afirmar que estas instituciones no constituyeron pilares de la dictadura. Más aún, el hecho de que la FAA haya tenido desaparecidos en sus propias filas convierte a sus afirmaciones en algo más miserable aún. En este contexto, resulta difícil comprender el asombro de ciertas organizaciones ante la alianza de la FAA con la SRA y CRA. El estupor de ciertos compañeros mantiene intacta la falsa idea de que FAA es un representante de pequeños productores empobrecidos luchadores y oculta que son los mismos que colaboraron en la derrota de la clase obrera a punta de fusil.

Notas

1 Ver la nota de Fabián Harari, en este mismo suplemento.

2 http://www.comunicados-po.com. ar/, 26 de marzo de 2008.

3 La Tierra, Año LXIV, Nº 6692, Rosario, 1º de abril de 1976, p. 1.

4 FAA: Memoria y Balance 1975/1976.

5 FAA: Memoria y Balance 1977/1978, p. 22.

6 FAA: Memoria y Balance 1978/1979, p.21.

7 La Tierra, Año LXIV, N° 6.694, Rosario, 22 de abril de 1976, p.1.

8 La Tierra, Año LXIV, N° 6.693, Rosario, 15 de abril de 1976.

9 La Prensa, 4 de junio de 1976.

10La Opinión, 28 de abril de 1976.

11FAA: Memoria y Balance 1976/1977, p. 21.

12FAA: Memoria y Balance, 1981/1982, p. 28.

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