¿Leninismo?

en El Aromo nº 83

 

 

 

En esta nota, nuestro colaborador sostiene que el Leninismo no puede ser reducido a la caricatura del “centralismo democrático” posterior a 1923 sino que su legado es la meta de construir una organización independiente que presente una alternativa política frente a las fuerzas del reformismo.

 

Charlie Post

Colaborador*

 

 

Dos desarrollos han desatado un renovado debate sobre la organización socialista revolucionaria. Por un lado, la emergencia de los “nuevos partidos de izquierda” y la crisis constante de la auto-denominada izquierda revolucionaria -de la cual la reciente ruptura en el Partido de los Trabajadores Socialistas británico es sólo un síntoma-, forzaron a los revolucionarios a repensar gran parte del sentido común heredado, en lo que concierne a cómo será construido y organizado un movimiento de la clase obrera revolucionaria. Por otro lado, una ola de nuevo conocimiento, en particular el trabajo de Lars Lih[1], ha traído serios desafíos a nuestro entendimiento histórico del lugar del Bolchevismo ruso previo a la social democracia de 1914. Un riesgo en estos debates es la continua relevancia del “Leninismo” para las políticas revolucionarias en el siglo XXI.

Existen, de todas formas, pequeños consensos en qué se quiere significar exactamente con “Leninismo”. Generalmente, el término posee dos significados distintos, aunque interrelacionados. El primero es una teoría distintitva de la organización socialista revolucionaria. Lenin, tanto en su libro ¿Qué hacer? (1903) como para el momento de la ruptura de la social democracia rusa en 1912, había formulado una teoría de un “partido de nuevo tipo”.  Este nuevo tipo de organización socialista estaba basado en la oposición a dos aspectos claves de la teoría y la práctica de la social democracia europea. Primero, los partidos social demócratas eran “todo incluido”, uniendo revolucionarios con “oportunistas” (el término que Lenin utilizaba para los reformistas) en el intento de representar a la clase obrera “como un todo”. Lenin comprendió la necesidad de construir un partido “homogéneo” unido alrededor de un programa revolucionario. Un partido de la vanguardia revolucionaria de la clase obrera organizada, de manera separada de los trabajadores “retrasados” y de sus líderes reformistas. En segundo lugar, la social democracia era demasiado descentralizada organizativamente, lo que permitía a los reformistas el derecho a criticar públicamente y actuar contra las decisiones del partido. Los Bolcheviques fueron pioneros en el “centralismo democrático”, en el que un liderazgo autoritario central determinaba la perspectiva y la actividad de todas las organizaciones del partido.

Desafortunadamente, la mayor parte de los debates recientes sobre Leninismo están signados por una confusión entre la teoría marxista y la práctica marxista. La teoría marxista, como todas las teorías científicas intenta proveer una explicación relativamente abstracta y conceptual del mundo. Dicho sencillamente, la teoría marxista provee una explicación relativamente abstracta de un fenómeno social, enraizado en la categoría más básica del materialismo histórico. Todas las teorías marxistas deben ser, al mismo tiempo, conceptualmente coherentes y, lo más importante, explicar la historia real.

La práctica socialista se refiere a la actividad de hecho de los militantes socialistas en los movimientos sociales y de trabajadores. A pesar del empeño de la izquierda marxista por una unidad entre la teoría y la práctica, habitualmente ha habido discrepancias entre ellas. Dicho de otro modo, no hay una correspondencia unívoca entre una teoría y una práctica política.

Es nuestra opinión que había una separación entre la teoría y la práctica de Lenin y los Bolcheviques, particularmente antes de 1914. Mientras Lenin y sus camaradas eran innovadores prácticos en la organización y estrategia revolucionaria, su teoría permanecía dentro de la corriente principal del “Marxismo Ortodoxo”, corriente de la social democracia mejor representada por Karl Kautsky. La tarea de los revolucionarios en el siglo XXI es la de reconocer esa separación, evaluar de manera crítica la teoría de Lenin a la luz de los desarrollos históricos y desarrollar un fundamento teórico para sus logros en la práctica revolucionaria.

 

El mito en el “Concepto del Partido” de Lenin

 

A pesar de las declaraciones contrarias, hay pequeñas evidencias de que Lenin o los demás líderes del Partido Bolchevique desarrollaron una perspectiva teórica distintiva en la organización socialista, al menos previamente a 1914. Como veremos, la práctica organizativa de los Bolcheviques era radicalmente diferente a la del resto de la social democracia previa a la  guerra. De manera que estas innovaciones prácticas permanecían sin teorizar para la mayor parte de la historia del Bolchevismo[2].

Lars Lih en Lenin Rediscovered [Redescubrir a Lenin] presenta una poderosa crítica a la noción –común a la izquierda “leninista” y la derecha anti-leninista- de que Lenin rompe con la teoría dominante sobre la organización socialista ya en 1903. El autor claramente demuestra que Lenin (como él mismo declaró) fue un entusiasta defensor del modelo dominante de organización socialista de la preguerra –el Partido Social-Demócrata Alemán (SPD)-. Sencillamente, Lenin fue un seguidor bastante ortodoxo de Karl Kautsky, el principal teórico de la social-democracia de la preguerra, en ambas cuestiones: política y organización socialista. A través de una reconstrucción exhaustiva de los escritos de Kautsky, en particular el Programa de Erfurt del SPD de 1891,  Lih sostiene que Lenin fue un “ruso erfurtiano”.

Ambos, Kautsky y Lenin, entendieron la especificidad del movimiento marxista y socialista –su insistencia en que el socialismo debía ser el producto de la lucha de clases y no de un plan de acción. Anteriormente, las teorías socialistas pre marxistas (y varios teóricos post marxistas en las tradiciones social demócratas y stalinistas) presenciaron las luchas de los trabajadores en los lugares de trabajo como “limitadas” y “egoístas” –perjudiciales para el desarrollo de un orden social planificado y colectivista. Una elite de intelectuales liberales impondría el socialismo en las masas atrasadas. En el programa de Erfurt, Kautsky queda claro que el marxismo arraigó el socialismo en la auto organización y la auto actividad de los trabajadores en el día a día. Así, era a través de la fusión de la intelectualidad socialista con los activistas obreros más activos y “decididos” que un partido socialista de masas debía ser construido.[3]

También existe una considerable evidencia histórica de que la práctica organizacional de los Bolcheviques antes de 1921 anuló cualquier semejanza con aquella que imponían al Partido Comunista, el estandarte del “Leninismo”, después de 1923. Marcel Liberman, en Leninism Under Lenin[4], documenta que una facción Bolchevique y el RSDLP no era “políticamente homogéneo” en la forma en que luego de 1923 los “leninistas” usaron el término. No sólo existían debates vivos sobre teoría y estrategia, en particular sobre el rol de los capitalistas, los trabajadores y los campesinos en la venidera revolución rusa, sino que las corrientes y facciones políticas e ideológicas eran libres de formarse en cualquier momento (no simplemente durante períodos limitados de discusiones “pre-congresales”) y para expresar sus diferencias públicamente. Lenin fue bastante claro acerca de la necesidad de la discusión pública en su texto “Un reclamo al Partido por Delegados para el Congreso de la Unidad, que pertenecían al ex Grupo Bolchevique” [“An Appeal to the Party by Delegates to the Unity Congress Who Belonged to the Former ‘Bolshevik’ Group,”] escrito en abril de 1906, mientras la primera revolución Rusa estaba en retirada. Mientas elogiaba la renovada unidad del RSDLP y la disolución de las facciones Bolchevique y Menchevique, Lenin señaló las continuas diferencias en las actitudes del partido hacia las luchas campesinas, la participación en la Duma (parlamento zarista) y la necesidad de continuar con una organización clandestina para prepararse para una insurrección armada contra el zarismo.

Como Lih ha discutido, los social demócratas rusos, tanto Mencheviques como Bolcheviques, siempre enfatizaban el aspecto democrático del “centralismo democrático” antes de 1921.[5] En pocas palabras, la tropa de Bolcheviques disfrutaba más los derechos democráticos que el disenso (incluyendo públicamente) con la “línea del partido” y el gran control democrático sobre sus líderes en las condiciones de la autocracia zarista a comienzos del siglo XX, que lo que hacía  la mayoría de los miembros de organizaciones ostensiblemente “leninistas” bajo las condiciones de la legalidad capitalista un siglo después.

La forma de organización que hoy clama el manto de “leninista” fue inventada después de la muerte de Lenin en 1924. En el despertar de la derrota de la Revolución Alemana en Octubre de 1923, la dirección del Comunismo Internacional circunscribió cualquier discusión política a las raíces de su retraso histórico. En cambio, el Comité bajo la dirección de Zinoviev argumentó que la falta de disciplina organizacional y de homogeneidad ideológica en el Partido Comunista Alemán (KPD) era la causa de la derrota y lanzaron una campaña para “bolchevizar” los partidos comunistas recientemente fundados.

Los orígenes de lo que la mayoría de la izquierda revolucionaria considera “Leninismo” y “centralismo democrático” hoy –la proscripción en organizar corrientes minoritarias (ni facciones contendiendo por la dirección o tendencias ideológicas) excepto por  períodos de tiempo extremadamente limitados; la noción que los desacuerdos dentro del movimiento revolucionario reflejan la influencia de “fuerzas de clase extrañas”; la subordinación de los rangos de la organización a la incuestionable autoridad de los “cuerpos superiores”, incluyendo su habilidad para dictar tácticas; y la máxima autoridad de cuerpos internacionales para determinar la orientación política de las organizaciones nacionales, incluyendo la selección de su dirección – puede ser encontrada en las campañas de “bolchevización” lanzadas después de 1923.[6]

 

“Marxismo-Leninismo”

 

La afirmación de que Lenin desarrolló un cuerpo de teoría original y útil es también altamente cuestionable. La mayoría de las explicaciones del “Marxismo-Leninismo” afirman que Lenin realizó perdurables avances teóricos sobre tres cuestiones claves –las raíces del reformismo (“oportunismo”), la estrategia para la Revolución Rusa de 1917 y la teoría del capitalismo imperialista-monopolista. Primero, ninguna de estas teorías era original. Como Lih ha argumentado consistentemente, Lenin siguió siendo teóricamente un kautskiano consistente a lo largo de su vida[7]. Pero Lih no estaba solo en esta valoración. León Trotsky, en su obituario de 1938 para Kautsky afirmó:

 

“Los intentos de la actual historiografía de la Comintern de presentar las cosas como Lenin, casi en su juventud, han visto en Kautsky un oportunista y han declarado la guerra en contra suyo, son radicalmente falsos. Casi hasta el momento de la guerra mundial, Lenin consideraba a Kautsky como el sucesor genuino de la causa de Marx y Engels.”[8]

 

Una explicación del reformismo y de la dinámica de la conciencia de la clase obrera son elementos esenciales de cualquier teoría de organización revolucionaria. La explicación de Lenin de las raíces del reformismo –la noción de que los monopolios y el imperialismo permiten a la clase capitalista “sobornar” una “aristocracia obrera” con altos salarios y más seguridad en el empleo- le debe mucho a los primeros escritos de Kautsky. En su clásico La Revolución Social, publicado por primera vez en 1902, Kautsky afirmó que el dominio del capital inglés sobre el mercado mundial y el imperio colonial explicaban la dominación del socialismo reformista no marxista allí:

 

“Inglaterra fue el suelo clásico del capitalismo, aquel sobre el cual el capital industrial obtuvo el dominio. El capitalismo inglés llevó al poder el dominio económico no sólo de la clase alta de su propia tierra sino también de tierras extranjeras… Abandonó la supresión violenta de la clase obrera y dependió mucho más de la diplomacia pacífica, por un momento asumió privilegios políticos para los poderosamente organizados y buscó comprar y corromper a sus líderes de avances amigables en los cuales era exitoso muy a menudo.”[9]

 

Como he afirmado con mucho detalle en otros sitios[10], la teoría de la aristocracia obrera en todas sus variantes es teóricamente inconsistente y empíricamente infundada. Una explicación superior del reformismo en el movimiento de los trabajadores puede encontrarse en La huelga masas, de Luxemburgo, escrito en el despertar de la Revolución Rusa en 1905-1906. Para Luxemburgo, el necesario carácter episódico de la lucha de la clase obrera y la emergencia de un funcionariado de tiempo completo en los sindicatos y en los partidos social-demócratas son la fundación del reformismo –no una capa de trabajadores bien pagos supuestamente “sobornados” por los “súper-beneficios” del imperialismo y el monopolio.

La teoría de Lenin de la Revolución Rusa no era particularmente original o precisa.[11] Para Lenin y los Bolcheviques antes de 1917, la meta de la Revolución Rusa era una “dictadura democrática del proletariado y el campesinado”. En el feudalismo-absolutista ruso, la revolución “democrático-burguesa” estaba en la agenda. Rechazando el argumento menchevique de que la debilitada clase capitalista rusa lideraría esta revolución, Lenin afirmó que sólo una revolución democrática radical de los trabajadores y campesinos, que dependiera de sus propias organizaciones, podría establecer un gobierno revolucionario temporal que llevara a cabo tareas no-socialistas –abolición del Zarismo, organización de una Asamblea Constituyente para fundar la república democrática, distribuir la tierra a los campesinos y establecer la jornada laboral de 8 horas. Habiendo consumado estas tareas, el gobierno revolucionario podría entregar el poder a un régimen capitalista democrático.

Las fuerzas impulsoras de la Revolución Rusa y sus perspectivas (1906) de Kautsky[12], delinea un análisis y una estrategia que los Bolcheviques afirmaron como propia. Sin embargo, esta perspectiva resultó ser errónea. En 1917, la revolución de los trabajadores y campesinos no se limitó a la destrucción del Zarismo, la implementación de la reforma agraria y la jornada laboral de 8 horas o el establecimiento de una república capitalista democrática. En cambio, los trabajadores y campesinos derrocaron el gobierno capitalista provisional, establecieron un estado de los trabajadores basado en los concejos (“soviets”) y comenzaron a socavar la propiedad privada capitalista. En pocas palabras, el advenimiento de la Revolución Rusa no confirmó la teoría y la estrategia de Lenin y de los Bolcheviques, sino la del disidente menchevique, Trotsky. Trotsky había afirmado desde 1906 que no sólo la clase obrera derrocaría al Zarismo con el apoyo del campesinado, sino que no se limitaría a las tareas “democrático-burguesas”. Nuevamente, mientras la práctica Bolchevique en 1917 rompió con la visión estratégica de Lenin y Kautsky, ni Lenin ni ningún otro líder Bolchevique jamás tiró por la borda explícitamente la “dictadura democrática”.

Finalmente, aun en Imperialismo: La etapa superior del capitalismo de Lenin, no era de todo original. Claramente, Lenin rechazaba la noción de “ultra-imperialismo” de Kautsky posterior a 1912, donde un poder único, imperialista y dominante puede hacer el conflicto militar inter-imperialista una cuestión del pasado. Sin embargo, Lenin ensayó los argumentos de Kautsky desde 1902 en la relación con los monopolios, el capital financiero y el capitalismo mundial[13]. El imperialismo de Lenin no era un acertado análisis del capitalismo en los siglos XX o XXI. Michael Kidron, uno de los fundadores de la tradición socialista internacional, señaló en su ensayo de 1970 “Imperialismo-Etapa Superior pero sólo una”[14], desafió las afirmaciones de Lenin de que el capitalismo imperialista estaba caracterizado por la fusión universal del capital bancario e industrial en capital financiero, la división del mundo en colonias y esferas de influencia, y la exportación de capital del Norte global al Sur global. Kidron buscaba preservar la noción de capital monopolista, una noción que también ha sido objeto de considerables críticas teóricas y empíricas desde fines de los ’70.[15]

Claramente, hay mucho que los marxistas contemporáneos pueden obtener de una lectura cuidadosa y crítica de Lenin. Sus análisis coyunturales de las luchas de los trabajadores y campesinos rusos, su oposición consistente a la política reformista y su internacionalismo son todas inspiraciones para los revolucionarios de hoy. Dos trabajos teóricos, sin embargo, sobresalen ambos como originales y de perdurable valor. El primero es Estado y Revolución y su “compañero” La revolución proletaria y el renegado Kautsky. Lenin señaló la ambigüedad de Kautsky en El camino al poder, de 1909, en cómo la clase obrera tomaría el poder político. Las formulaciones de Kautsky dejaban abierta la posibilidad de que un partido socialista tomara el poder a través de las elecciones parlamentarias y comenzara la transición al socialismo. Lenin, claramente, rechazaba este escenario, reafirmando los dichos de Marx de que la “emancipación de la clase obrera debe ser concretada por la clase obrera misma”. Sólo a través de la auto organización de un poder político alternativo de la clase obrera –consejo de trabajadores- y la destrucción del estado capitalista existente, podría la clase obrera tomar el poder, abolir el capitalismo y construir el socialismo.[16]

Incluso de mayor importancia para los revolucionarios en el oeste, donde el reformismo en el movimiento de los trabajadores ha sido mucho más duradero que lo que la tradición marxista jamás haya imaginado, es El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. En un intento de pelear contra el fracaso de la ola revolucionaria de 1918-1920 en el Oeste de Europa, Lenin dio algunos pasos vacilantes e iniciales más allá de la noción de que una aristocracia obrera privilegiada es la principal fuente de “oportunismo” en el movimiento obrero. Iba hacia el reconocimiento de que el carácter desigual de las luchas de la clase obrera bajo las condiciones  de dominio capitalista, producían una capa/estrato de sindicatos y oficiales parlamentarios quienes estaban incondicionalmente comprometidos con las políticas reformistas. Lenin era claro en cuanto a que sólo la participación en todas y cada una de las luchas de la clase obrera –en el lugar de trabajo, en los barrios y aun en la arena electoral- haría que sectores crecientes de la clase obrera experimentaran los límites de las políticas reformistas en la práctica. En pocas palabras, sólo a través de su propia organización y su propia actividad podría la clase obrera ganar la política revolucionaria. Si los revolucionarios se abstienen de tales luchas como insuficientemente “radicales” o “revolucionarias”, efectivamente entregarán su dirección a las fuerzas del reformismo.

Claramente, los marxistas revolucionarios a comienzos del siglo XXI necesitan romper teóricamente,  con el marxismo de la Segunda Internacional. Las nociones de Kautsky del crecimiento automático del poder y la conciencia de la clase obrera, una ruptura mecánica del capitalismo, la desvalorización de la tarea educativa de los socialistas, carecen, claramente, de fundamento. Luego de las experiencias del estalinismo y fascismo, necesitamos desarrollar un marxismo que claramente rechace la teleología y coloquen los espacios de auto organización y auto actividad de la clase obrera en el centro del proyecto socialista. Necesitamos reconocer también, por supuesto, que Lenin –como la mayoría del ala revolucionaria previa a la social democracia de 1914- rompió con este marxismo en la práctica, pero no en la teoría.

 

¿Qué queda del Leninismo?

 

El legado más duradero del “Leninismo” se encuentra en el estudio y la teorización de la práctica única de Lenin y los Bolcheviques. El movimiento de la social democracia rusa, como la social democracia internacional como un todo era el producto de tres grandes olas de huelgas (1890, 1905-1907, 1912-1914) que cuestionaron el desarrollo capitalista. Estas olas de huelgas enmarcaron los grandes debates teórico-políticos de este período (“revisionismo”, 1899-1901; “huelga de masas”, 1906-1010; guerra y revolución, 1912-1914), y crearon la base social de las distintas alas de la social democracia.

La discontinuidad de ellas, como todas las luchas de trabajadores bajo el capitalismo, produjo dos capas sociales distintas cuya unidad caracterizó a la social democracia previa a 1914. Por un lado, las luchas de masas antes de 1914 generaron cientos de miles de líderes radicales y revolucionarios en los lugares de trabajo. Estos trabajadores metalúrgicos calificados, generalmente bien pagados, libraron incontables batallas contra la aceleración de los tiempos laborales y la eliminación progresiva del trabajo calificado y por mejores sueldos, y llevaron adelante luchas políticas por derechos democráticos y sociales, frecuentemente contra los deseos de los líderes socialdemócratas de sus sindicatos y partidos. Esta “minoría militante”, la real vanguardia obrera, era audiencia de las masas para los revolucionarios, el ala de izquierda de la social democracia –Luxemburgo, Lenin, Trotsky, Gramsci y antes de 1914, Kautsky. Por otro lado, la estabilización de las instituciones parlamentarias, la universalización del sufragio entre los hombres de la clase obrera y la “legalización de los sindicatos” permitió la consolidación de un estrato de funcionarios sindicales (sindicalistas), parlamentarios y partidistas a tiempo completo. Con el apoyo de los segmentos menos activos de la clase obrera (las masas de votantes de la social democracia y los miembros del partido y de los sindicatos), estos funcionarios buscaban un “lugar en la mesa” de la sociedad capitalista. Consagrados a la normalización de las relaciones de clase a través de las reformas parlamentarias y las negociaciones colectivas institucionalizadas, estos funcionarios eran la base social de las políticas reformistas en el movimiento socialista de la pre-guerra.

El movimiento de la social democracia rusa, tomó un camino distinto en el resto de Europa. Dicho en pocas palabras, era imposible construir un “partido como el social demócrata bajo las condiciones rusas”. El absolutismo zarista entró en cortocircuito con la estabilización de las instituciones parlamentarias y la legalidad de los sindicatos, limitando así el desarrollo de un estrato de funcionarios sindicales, parlamentarios y partidistas a tiempo completo que eran la base social del reformismo en Occidente. Como resultado, los bolcheviques construyeron un partido de líderes obreros revolucionarios, independientes y capaces de refutar políticamente las fuerzas del liberalismo capitalista y el reformismo de la clase obrera. Aquellos social demócratas rusos que simpatizaban más con el reformismo, en concreto varios mencheviques, disfrutaron el apoyo de trabajadores calificados en industrias de pequeña escala (imprentas, etc.). Sin embargo, eran incapaces de establecer su dominación en el movimiento obrero, debido a la ausencia de instituciones parlamentarias y sindicatos legales en Rusia.

Dicho en pocas palabras, el Leninismo no puede ser reducido a la caricatura del “centralismo democrático” posterior a 1923. En cambio, el legado que perdura del Leninismo mantiene la meta de construir una organización independiente de organizadores y activistas anti capitalistas, que se esfuerzan por proyectar una alternativa política frente a las fuerzas del reformismo oficial, no sólo en las elecciones, sino también en las luchas sociales y extraparlamentarias de las masas. Construir tal organización hoy en día no será una tarea sencilla. El “material humano” para un partido revolucionario obrero de masas –un estrato considerable de activistas en las comunidades y lugares de trabajo que están dispuestos a, y son capaces de, actuar independientemente de las fuerzas del reformismo oficial –no existe hoy en día. Cuatro décadas de derrotas casi continuas a lo largo del mundo capitalista, las que han socavado la combatividad de los trabajadores, son solo parcialmente responsables. Aun de mayor importancia es el impacto del stalinismo, en particular el legado del frente popular, en la desorganización social y política de la “minoría militante” –la vanguardia obrera- en la clase obrera[17]. Como resultado, la tarea de los socialistas revolucionarios a comienzos del siglo XXI, están desdobladas. Por un lado, necesitamos organizar y educar cuadros militantes en las líneas generales de la política y teoría marxista revolucionaria y desarrollar una práctica común en los movimientos sociales y de trabajadores. Por otro lado, necesitamos participar en la reorganización de la vanguardia obrera a través de la construcción de “organizaciones transicionales”, independientes, de militantes que no son aun revolucionarios.

*Militante de Solidaridad, una organización norteamericana, socialista revolucionaria

1El trabajo de Lih es voluminoso. Sus dos contribuciones más importantes son Lenin Rediscovered: What is to be Done?, en Context (Chicago: Haymarket Books, 2008) y Lenin (London: Reaktion Press, 2011).

2Para una perspectiva similar sobre la teoría y práctica organizacional de los Bolcheviques, ver D. Gluckstein, “The Missing Party,” International Socialism Journal 2 (22), 1984.

3La tesis de Lih fue impuganda por los fallecidos Chris Harman and Paul LeBlanc en un simposio en 2010 sobre Materialismo Histórico, al que Lih respondió. Ver “Symposium on Lars Lih’s Lenin RediscoveredHistorical Materialism 18 (2010), pp. 64-74, 90-108 y 108-174.

4(Londres: Merlin Books, 1975). Los trabajos pioneros de Alexander Rabinowitch —Prelude to Revolution: The Petrograd Bolsheviks and the July Uprising (Bloomington, IN: University of Indiana Press, 1968); The Bolsheviks Come to Power: The Revolution of 1917 in Petrograd (New York: W.W. Norton & Co., 1976) y The Bolsheviks in Power: The First Year of Soviet Rule in Petrograd (Bloomington, IN: University of Indiana Press, 2007) demuestran que antes de finales de 1918, había apenas una pisca de la “homogeneidad” política que supuestamente caracterizó a los Bolcheviques.

5“Democratic Centralism: Fortunes of a Formula,” Weekly Worker (11 de abril de 2013) [http://goo.gl/G4GxF2].

6En la discontinuidad entre la práctica Bolchevique y lo que hoy se describe como “Leninsimo”, ver Valentino Gerrantana, “Stalin, Lenin and ‘Leninism’” New Left Review I/103 (Mayo-Junio 1977). Para el impacto de  las perspectivas organizacionales de Zinoviev en el movimiento trotskista, ver J. Geier, “Zinovievism and the Degeneration of World Communism,” International Socialist Review 93 (Summer 2014) [http://goo.gl/ZPIjlm].

7Lih, “Lenin’s Aggressive Unoriginality, 1914-1916,” Socialist Studies, 5,2 (Fall 1990); Lih, “’Kautsky As A Marxist’ Data Base” (2011) [http://goo.gl/Dqr2cg]

8“Karl Kautsky” (November 1938) [http://goo.gl/hMl2ny]

9(Chicago: Charles H. Kerr & Co., 1902), pp. 61-62.

10C. Post, “Exploring Working Class Consciousness: A Critique of the Theory of the Labor Aristocracy,” Historical Materialism 18,4 (2011); “The Myth of the Labor Aristocracy, Part I,” Against the Current 123 (Julio-Agosto 2006) [http://goo.gl/TqOYNA].

11Trotsky, “Tres concepciones de la Revolución Rusa” en Stalin: An Appraisal of the Man and his Influence (New York: Harper & Brothers, 1941). [www.internationalist.org/three.html]

12En Richard B. Day and Daniel Gaido (eds.) Witness to Permanent Revolution (Chicago: Haymarket Books, 2011).

13The Social Revolution, pp. 56-60. Lih, en “Lenin, Kautsky, and the ‘New Era of Revolution’” Weekly Worker (22 de diciembre de 2011) [http://goo.gl/Qz5P4y] argumenta que la vision de Lenin de la guerra imperialista  acompañada por una era de revoluciones mundiales estaba basada en The Road to Power (1909) de Kautsky.

14 International Socialism, 1st Series/Number 9 (Verano 1962) [http://goo.gl/GezSGM]

15Ver Howard Botwinick, Persistent Inequalities: Wage Disparity Under Capitalist Competition (Princeton: Princeton University Press, 1993—nueva edición por salir como parte de la serie de libros de Historical Materialism); y mi resumen de material más actual en “Exploring Working Class Consciousness,” pp. 25-28. Para una defensa y aplicación de la teoría de la competencia capitalista en Argentina, ver Juan Kornblihht, Critica del Marxismo Liberal: Competencia y Monopolio en el Capitalism Argentino. (Buenos Aires: Ediciones RyR, 2008).

16Lenin llegó a la conclusión de que Kautsky había incumplido sus compromisos marxistas originales y acogió un camino parlamentario al socialismo sólo después de 1914 –al menos cuatro años después de que Luxembrugo había llegado a la misma conclusión durante los debates de la social democracia alemana en la huelga de masas. Ver Luxemburgo, “Theory and Practice: A Polemic Against Comrade Kautsky’s Theory of the Mass Strike” (1910) [https://www.marxists.org/archive/luxemburg/1910/theory-practice/]. Mientras las formulaciones de Kautsky sobre el poder político de la clase trabajadora en La lucha de clases (El programa de Erfurt) (1892) y The Social Revolution (1902) hicieron eco de las ambigüedades de The Road to Power (1909), una traducción reciente de su trabajo sobre la Comuna de París, de 1905, parece plantear la necesidad de destruir el estado capitalista. Ver Kautsky, “The Second Empire and the Paris Commune,” Weekly Worker (May 25, 2011) [http://goo.gl/LLnX84]

17Este argumento es desarrollado en Post, “What’s Left of Leninism?” pp. 180-187; y C. Post and K.A. Wainer, Socialist Organization Today (Detroit, MI: Solidarity Pamphlet, 2006) [http://goo.gl/JyzrRO]

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