Las cosas por su nombre. Sobre el “precariado” y el ocultamiento de la clase obrera
Si queremos que la clase obrera avance hacia la constitución de una nueva sociedad, debemos comenzar por llamarla por su verdadero nombre y explicarle que las miserias que sufre son producto de estas relaciones sociales.
Julia Egan
TES-CEICS
“Precarizados”, “esclavos”, “marginales”, cotidianamente escuchamos estas referencias vagas que esconden tras de sí un sujeto común: la clase obrera más explotada. No es casualidad que, poco a poco, esta terminología se haya terminado imponiendo. Estas formas de ocultar a la clase obrera detrás de palabras despampanantes condensan una lucha ideológica y política importante. Por un lado, complementan la teoría del “fin de las clases” (particularmente, de la obrera), lo que implica la ausencia del principal antagonista de la burguesía. Por otro lado, buscan imponer a los trabajadores la idea de que ya no es necesario luchar contra la explotación capitalista, sino por los “derechos perdidos”. En esta nota veremos una de las versiones extremas de estas teorías, según la cual en la actualidad las clases se definen de acuerdo a las calificaciones. De allí, la existencia de una en particular, el “precariado”, que hace furor en el ámbito académico pero que poco aporta a soluciones reales. La discusión que proponemos no es un mero problema nominal, cual discusión posmoderna, si no que esconde graves peligros para la organización y la lucha de los trabajadores.
¡Qué bruto! Póngale cero
Quién se ocupó de historizar el origen y desarrollo del “precariado” como clase social es Guy Standing, un economista que se desempeña en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres. Standing no solo toma una concepción errónea del concepto de clase, ya que no parte de las relaciones sociales de producción, sino que se basa en una serie de preconceptos muy difundidos entre quienes critican la noción de clase obrera. Diferencia al precariado del “viejo” corazón del proletariado (dependiente del trabajo de masas y del salario, no propietarios de medios de producción y con trabajo estable), del “salariado” (básicamente empleados estatales), de los trabajadores independientes con altos salarios, de los desempleados y del lumpen proletariado.
Standing sostiene que la caída en el precariado no obedece a situaciones individuales sino estructurales. El precariado sería una clase distinta de la obrera, porque tiene relaciones de producción y de distribución específicas, que se contraponen con la situación de proletarización, a la que entiende como la adaptación a un empleo estable y asalariado. Un primer problema consiste en esta asociación. Como ya señalamos, la pertenencia de clase responde a la posición que los individuos ocupan en la producción en términos de propiedad de los medios de producción, cuya situación de empleo y salario puede variar numerosas veces a lo largo de su vida. Comprende a la clase de modo idealista y estático, imposibilitado de explicar las transformaciones que sufre históricamente. Un segundo problema es que el autor entiende relaciones de producción como sinónimo de condiciones de trabajo. En relación con esto, lo distintivo del precariado sería que son personas con un nivel educativo superior al que exigiría su trabajo, a la vez que este presenta condiciones de inseguridad, inestabilidad o es fluctuante. En cuanto a las relaciones de distribución, el precariado recibiría casi todos sus ingresos exclusivamente del salario y no gozaría de beneficios no salariales de empresa ni de los regulados por el Estado (como por ejemplo, premios o asignaciones familiares). Además, tendrían menos derechos civiles, sociales, culturales, políticos y económicos. El problema es que todo esto no se contradice con la pertenencia a la clase obrera. Aun tomando su definición de relaciones de producción, un elevado nivel educativo no se contradice con un empleo que requiera menores calificaciones. De hecho, la tendencia a la descalificación del trabajo ya ha sido señalada por Marx y en otros conocidos estudios, como los de Harry Braverman. La misma tendencia que produce la descalificación, el aumento de la productividad del trabajo social, tiende a expulsar trabajadores del proceso de trabajo, quienes buscan empleo en otras ramas que no siempre requieren las calificaciones que poseen. Sumado a ello, el aumento de la demanda de fuerza de trabajo hace que los capitalistas puedan aumentar sus exigencias de calificaciones formales, que pueden ser superfluas para la tarea a desarrollar, además de que la degradación educativa hace que muchos títulos tengan menor contenido del que prometen, como un repositor de supermercado, al que se le pide secundario completo. Por otro lado, el carácter inestable, inseguro y fluctuante que se supone caracteriza al precariado, también fue señalado por Marx como una característica propia de la capa estancada de la sobrepoblación relativa, aquella que presenta las peores condiciones de trabajo y de vida.
Standing afirma que el precariado presenta relaciones de distribución (salariales) desfavorables respecto del proletariado. El problema aquí, que es muestra de una falta más general, es la ausencia de un análisis histórico. El autor toma como clase obrera solo a los obreros de un determinado momento histórico (los de los altos salarios, empleo estable, que reciben un salario indirecto del Estado y las empresas), cuando las relaciones de fuerza eran más favorables a la clase y se conquistaron derechos. Es decir, un momento en el que se logró imponer un límite a la explotación y se elevó el valor de la fuerza de trabajo. Si tomásemos las definiciones de Standing, ni siquiera los obreros descriptos por Marx en El capital podrían formar parte del proletariado…
Las condiciones laborales del precariado, sus ingresos y su relación con el Estado, los distinguiría del proletariado, que Standing define como los obreros manuales, con empleo estable y que gozan de los “beneficios de la ciudadanía” y del salario indirecto, que contaban con una formación asociada al oficio. Estas características darían al precariado una conciencia específica, asociada a la pérdida y la relativa privación. Por lo tanto, para el autor, enmarcar a estos dos grupos (junto a otros…) dentro de la clase obrera enmascara distintas realidades materiales y, por lo tanto, distintos intereses. Se trataría de una clase en formación que estaría compuesta por tres grupos: aquellos que vienen de experiencias familiares proletarias (pero que se encuentran ya fuera de ellas), los migrantes y minorías étnicas, que han empeorado sus condiciones de trabajo y de vida, y los trabajadores altamente calificados, que han frustrado su expectativa de progreso en base a la educación. Esta última es, según Standing, la capa más progresiva. Aquí pueden distinguirse claramente dos grupos: las primeras dos fracciones, proletarias, cuyas condiciones de trabajo y de vida se han degradado y que son peores para los migrantes, ya miembros de la sobrepoblación relativa y la tercera, que más preocupa a Standing, una pequeña burguesía en vías de proletarización, cuyos deseos de ascenso social se ven frustrados. Paradójicamente, lo que Standing ve como progresivo es justamente el elemento más reaccionario: todo su libro es una queja respecto de por qué la pequeña burguesía no puede realizar su sueño de oro de vivir como un buen burgués gracias a su vocación y formación.
Siguiendo al autor, la aspiración del precariado debería ser convertirse en una clase para sí que persiga el salario universal y una representación fuerte, que se exprese en nuevas formas de asociación colectiva. A la vez, resalta que un punto fuerte del precariado es que rechaza “todas las viejas ideologías políticas predominantes”. Este aspecto y su progresividad se expresaría en que mientras el proletario promedio, como sus representantes, aspiraron a establecer el trabajo asalariado a tiempo completo, el miembro promedio del precariado aspira a conseguir un conjunto de actividades laborales enriquecedoras. Es decir, no se trata de conseguir, al menos en el plano sindical, un límite a las condiciones de explotación, si no de trascender en el plano moral.
La necesidad de una base científica para la lucha política y sindical
Standing parte de un problema real (la tendencia a la degradación de las condiciones de trabajo y de vida de la clase obrera) y tiene la virtud de querer dar una explicación desde el punto de vista del sistema social, a diferencia de otras caracterizaciones, como la del “trabajo esclavo”. Sin embargo, la denominación de “precariado” esconde una tendencia propia del capitalismo: el desarrollo cada vez mayor de una sobrepoblación obrera relativa, cuyas condiciones de existencia tienden a empeorar y además empujan a degradar las de los obreros en activo. En la medida en que la gran industria capitalista se desarrolla y expande en las diferentes ramas de la economía, el crecimiento de esta sobrepoblación es irremediable. Es decir que la situación actual en la que viven cientos de millones de obreros son la consecuencia lógica del desarrollo capitalista. Por lo tanto, no se trata de reformar aspectos del sistema, si no de darse una nueva organización social que ya no se organice en torno a la explotación.
Como mencionábamos, estas caracterizaciones resultan peligrosas, ya que retrasan la conciencia y la lucha de la clase obrera. En primer lugar porque borra a la explotación –la extracción de plusvalía, el enriquecimiento de la burguesía a partir de trabajo impago– como eje de la lucha de la clase. Todas las reivindicaciones que propone Standing son reformistas: salario básico mínimo, acceso al salario indirecto, a derechos “de ciudadanía”, etc. Esto no quiere decir que no hay que luchar por más salario, si no que no debemos imponernos meramente ese horizonte. En segundo lugar, fragmenta aún más a una clase que estructuralmente ya se encuentra fraccionada. En consecuencia, los trabajadores no pueden ver sus problemas comunes para encarar cualquier lucha. Si machacamos con que un joven trabajador de un call center es un “precario” y que un costurero migrante del bajo Flores es un “esclavo”, ¿cómo les explicamos que ambos deben organizarse contra la tercerización, el trabajo a destajo y el control de los tiempos de trabajo? Más aun, ¿cómo hacemos para que comprendan que el problema es la explotación capitalista y no tal o cual empleador o empresa?
Como vemos, no se trata meramente de un problema nominal, si no que la ausencia de criterios científicos y el uso y abuso del empirismo determinan gravemente la acción. Si queremos que la clase obrera avance hacia la constitución de una nueva sociedad, debemos comenzar por llamarla por su verdadero nombre y explicarle que las miserias que sufre son producto de estas relaciones sociales.
Es muy liberador, conceptual y esclarecedor la nota. Sobre todo porque nos hace ver como en nuevas teorías que parecen innovadoras no hacen mas que ser un retraso en la comprensión de la realidad que vive el mundo.
Muchas gracias por tus comentarios, Carlos.