El lector se preguntará por qué un dossier sobre “arte y revolución” hoy, cuando el gobierno Kirchner parece consolidarse y se profundiza el retroceso relativo del movimiento piquetero. Aunque podría demostrarse que la situación es más propicia a la izquierda que meses atrás, lo cierto es que la parte más visible de la lucha actual tiene un fuerte contenido cultural. No porque no existan tareas urgentes, todo lo contrario. Pero esos trabajos tienen ya sus Hércules prontos y eficientes, en particular, el Bloque Piquetero Nacional. Se trata de otra cosa: en la etapa actual la tarea del gobierno Kirchner se centra en la reconstrucción del sentido común burgués agrietado durante el año que estuvieron (ellos) en peligro. En efecto, durante el 2002 la hegemonía burguesa tambaleó, se asomó al abismo y retrocedió espantada. Le tomó todo el 2003 recuperarse del susto y encontrar una salida. En lo que va del 2004, pretende retomar la conducción moral del país burgués: los piqueteros a trabajar y todo el mundo a callar. No se cortan más rutas, no se habla más de que se vaya nadie. Aquí no pasó nada.
En esa tarea, los intelectuales, los artistas en particular, tienen un rol protagónico. Sucede lo de siempre: cuando el proletariado parece a punto de construir un mundo mejor para todos, no faltan las Bersuit ni los Gieco que pretendan ser la voz de la revolución; cuando el fuego parece extinguirse, son los primeros en echarle arena. Ahora más que nunca hace falta luchar contra esa tendencia derrotista y complaciente. La batalla cultural ha comenzado y Razón y Revolución quiere arrimar fuerzas al campo del proletariado revolucionario. Este dossier se inscribe, entonces, en esa línea. No puede faltar, tampoco, una perspectiva científica sobre la enorme cantidad de problemas que competen a la revolución. Por eso, este número incluye materiales para pensar el Argentinazo y esa otra revolución negada, la que inició nuestra historia, la de Mayo, tan lejana y tan urgente. Las revoluciones no siempre triunfan, razón por la cual es necesario afrontar el trago amargo de pensar la derrota, en especial, aquello en que nos equivocamos: la historia de la izquierda setentista es entonces imprescindible. Tanto como el debate, bienvenidamente áspero, con compañeros particularmente calificados: ¿Por qué perdimos? es una pregunta dura y digna de buena pelea, como todas las peleas duras. La pelea no es sólo piquetera, por lo que nos complace poder recuperar nuestra sección feminismo. Allí también se cocina la vida nueva.
Esperamos que el lector se sirva de esta mesa alimento bueno. Es nuestra intención: ahogarle la risa al pingüino. Risa falsa, como la del flamenco. Se sabe que los animales de pico no están capacitados para tales alardes de humanidad nueva.