Por Cristian Lovotti y Guido Torena
Desde el comienzo del aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO), las condiciones laborales de la clase obrera se degradaron más aún. La burguesía busca recomponer su ganancia ya maltrecha y apela a suspensiones, recortes de salarios, subsidios estatales, entre otros. Los docentes no nos encontramos por fuera de los problemas que afectan al resto de nuestra clase y, en particular, los del sector privado aparecen como el eslabón más débil en esa cadena de ajustes pedagógicos, económicos y laborales.
Telexplotados
Si bien docentes de ambos sectores compartimos problemas comunes, en el inicio de la Pandemia la demanda de las patronales fue algo diferente. Mientras que los docentes estatales fueron convertidos en repartidores de bolsones, en las escuelas privadas inmediatamente aparecieron dos problemas. En primer lugar, la posibilidad de la caída de la recaudación de las cuotas, lo que sospechábamos rápidamente se traduciría en una rebaja salarial y, en segundo término, la necesidad de mostrar a las escuelas privadas como portadoras de una calidad educativa diferencial, fue uno de los desvelos de la patronal. Por eso, el teletrabajo que tiende a aumentar la carga de trabajo de todos los docentes pesó con más fuerza en el sector privado dada la presión de las escuelas del sector por mostrar una continuidad pedagógica ininterrumpida virtualización mediante.
En efecto, en los colegios privados de la Provincia de Buenos Aires y Capital Federal, el impacto de la cuarentena en los docentes se siente con fuerza. Sin horarios establecidos debido a la “cercanía” que permite la tecnología, la actividad se hace más extensa. La virtualidad, herramienta que debería facilitar la vida del trabajador en cuarentena, empobrece el trabajo que se extiende por agotadoras jornadas de 24 horas. El docente está a disposición de los dueños, directivos, alumnos, padres y colegas en todo momento del día, cualquier día de la semana incluyendo feriados. Es común encontrar compañeros haciendo consultas a largas horas de la noche, o actividades publicadas en aulas virtuales durante la madrugada. Correos electrónicos que llueven a cualquier hora; o la exigencia de presencialidad virtual para una reunión de personal, con un día de anticipación, requerimientos urgentes de un momento al otro, cambios en esas exigencias, cambios en las planillas en las que completar la información.
El resultado es claro: una absoluta alienación. Enviamos actividades a los estudiantes diariamente a pedido de los directivos, lo que implica una cadena sin fin de trabajo desde el hogar. Asimismo, son numerosas las situaciones de docentes que confiesan haber soñado con clases virtuales fallidas o explicitan el miedo al fracaso ante un grupo de alumnos, a través de una pantalla. Todo esto se oculta con la frase emitida por los directivos que oculta la carga de trabajo: “estamos aprendiendo juntos”. Sin embargo, preocupa el impacto en la salud física y mental de los trabajadores de la educación que dejará la Pandemia. Está claro que este proceso afecta tanto a los docentes de gestión estatal como a los docentes del sector privado. Regular el trabajo en esta etapa es central porque le ponemos el cuerpo a medidas extraordinaria en un cuadro de situación igualmente extraordinario. No generar esa normativa laboral prolongará esta tortura sobre cientos de miles de trabajadores. En un momento de crisis, la burguesía parece reeditar el apostolado docente, tan caro a la conciencia de los trabajadores, pero tan útil para los patrones. Así, se celebran los episodios individuales -tal docente que camina 10km para llevar tareas, tal otro que usa radio para comunicarse con sus alumnos- mientras se niega una solución para el conjunto de los trabajadores de la educación.
Payasos virtuales
En nuestro sector, todo se agrava por los requerimientos de hacer “amable” y entretenido el contenido virtual. Los directivos de la educación privada, así como los pedagogos que asisten, recomiendan contener al alumnado y evitar que se aburran. Los docentes debemos recurrir a todo tipo de aplicaciones para modernizar los vehículos de transmisión del conocimiento. Sin embargo, sabemos, estos vehículos se convierten en el nuevo contenido. Ya no importa si se enseña o problematiza la Revolución de Mayo: tiene que ser entretenido evitando que el alumno se queje de la materia lo que implicaría el posible despido del docente. Así, reemplazamos el contenido por la forma.
Pague dios
Todo este cuadro de stress laboral se cuece en caldo venenoso. En tiempos “normales”, es decir, capitalistas sin Pandemia, los docentes de la educación privada convivimos con el trabajo en negro y los pagos fuera de término. Pero hoy no sabemos hasta cuándo garantizarán nuestros salarios. En distintas escuelas del país, los docentes son avisados de posibles pagos en cuotas, de reducción salarial plena o solidaria (cuando justifican las escuelas con subvención del 100% que así pagarán a los trabajadores extra planta). Por eso, en las últimas semanas recibimos distintas advertencias sobre las dificultades que tendrían los empresarios del sector para pagar los salarios; advertencia que llegó ya en marzo y con el correr de las quincenas se volvió una realidad para muchos docentes. La excusa de los patrones: que los padres empezaron a no abonar las cuotas de sus hijos. Para peor, en algunas escuelas no se abonó el aumento acordado en paritarias. Hoy el pago en cuotas está a la orden del día. Este cuadro de situación evidencia una realidad que hemos explicado antes: el sector privado atrae a un pequeño capital y, a diferencia de los grandes pulpos financieros que suele suponer la izquierda tradicional, las quiebras en momentos de crisis están a la vuelta de la esquina.
Por otro lado, ya hay señales de que la contención social empieza a traspasar la frontera del ámbito público, para llegar a la escuela privada. En los últimos días, llegaron las primeras noticias sobre la entrega de bolsones en colegios subvencionados de la provincia de Buenos Aires, lo que da la pauta de que la degradación y pauperización no sería una exclusividad de la escuela estatal. Más aún, refleja las condiciones en las que viven los alumnos y sus familias en un contexto que exige presencia virtual para continuar la escolaridad y pagar la cuota correspondiente.
En este cuadro, el Sindicato de Docentes Privados (SADOP) es el gran ausente. Muestra de su encuadro patronal, delegan la organización docente en Alberto Fernández y lo felicitan y le agradecen por cuidar “al pueblo”. En relación a los despidos que se empiezan a conocer, o al atraso en los pagos emiten una serie de comunicados donde señalan la necesidad de luchar contra los despidos, sin indicar cómo.
El stress laboral no es exclusivo del personal docente. Vergonzosa es la situación a la que se somete al personal no docente de limpieza en las escuelas. Al estar en negro, ya hay denuncias de la inexistencia de aportes, ni de la obra social, cobran en cuotas semanales o para cobrar la IFE llegan a arreglos con los empresarios del colegio. La sobreexplotación también alcanza a los preceptores que deben realizar todo tipo de tareas: asistir a las clases virtuales; llevar registro de la devolución de los docentes sobre alumnos; dialogar con padres. Todo esto, insistimos, en la disolución de la jornada laboral: 24 horas, 7 días a la semana a disposición del personal docente, directivos, dueños y alumnos.
Qué hacer
Muchos de los problemas que atravesamos los docentes del sector privado son comunes con nuestros pares estatales. A menudo nosotros mismos nos desempeñamos en ambas gestiones. Por eso, en este cuadro actual, debemos unificar nuestras demandas. Juntos debemos pelear por la regulación de las condiciones de trabajo durante la suspensión de clases y cuando se continúe bajo la modalidad dual. En general, los docentes en privado solemos atender hasta 45 alumnos por curso lo que vuelve absolutamente enloquecedor el teletrabajo. La demanda de readecuar las aulas en una relación alumno/docente distinta es un reclamo que debemos impulsar y compartir con nuestros pares estatales. Por otro lado, exigimos que el Estado nos garantice la continuidad real de las clases virtuales, a través de WiFi de calidad gratuita para todos los docentes y alumnos; repartir notebooks donde sea necesario y contratar a la gran masa de docentes desocupados, que son necesarios para afrontar la Pandemia. Rechazamos el pago salarial en cuotas y los despidos en el ámbito de la educación privada y el trabajo precarizado de todo el personal no docente. El Estado debe garantizar las condiciones para la continuidad de la educación virtual.
No menos importante también en tiempos de Pandemia es combatir la ideología burguesa que se expresa en el currículum docente. En tiempos donde la educación se transforma, lisa y llanamente, en contención social, combatir la degradación es un deber del docente socialista. Entendemos que para educar tiene que estar la misión de transformar la realidad, de lo contrario, simplemente reproducimos contenido sin sentido.