La que se acuesta con chicos… – Rosana López Rodríguez

en El Aromo nº 94

el-andadorLa que se acuesta con chicos…Acerca de El andador de Norberto Aroldi

Si el varón no quiere asumir la responsabilidad que le corresponde y es, además, una persona irresponsable e inmadura, ¿cuáles serían las razones por las cuales esa mujer debería aceptar construir una familia con ese hombre?  ¿Cuál es el precio que las mujeres pagan para tener la familia nuclear que el patriarcado les impone?

Rosana López Rodríguez

Grupo de Investigación de Género-CEICS


Una obra del pasado

Corría el año 1965 cuando se estrenó, en Mar del Plata, una comedia dramática protagonizada por Tita Merello y Ernesto Bianco, El andador. Escrita por Norberto Aroldi1 y dirigida por el propio Bianco, tuvo tanta repercusión que, dos años después, Enrique Carreras dirigió la película, con Merello y Jorge Salcedo. Se trata de una comedia dramática, de costumbrismo porteño, que muestra una relación de pareja muy anclada en ese momento histórico. Con dirección de Andrés Bazzalo y la dramaturgia de Florencia Aroldi2, esta obra ambientada en el barrio de La Boca se reestrenó durante la temporada 2016, precisamente en el Teatro de la Ribera, del CTBA. Los intérpretes de esta nueva puesta son Muriel Santa Ana y Agustín Rittano.

Rosa y Julián viven juntos hace dieciséis años, son una pareja de hecho y sin hijos. Él vive con la ilusión del “bacán”. Como corresponde a esas ilusiones, convencido de que la plata no se hace trabajando, es un timbero incurable. Su último berretín es su caballo, Lince, bicho bastante venido a menos, por cierto, que le da sólo dolores de cabeza y gastos. Ella es un ama de casa con un temperamento responsable y realista, sabe que no se puede vivir sin trabajar e insta a Julián a que lo haga. La acción se mantiene temporalmente en los ‘60 y refleja la crisis de una pareja con intereses distintos. No se han casado porque él reivindica la libertad espontánea del anarquismo: “Eso te lo vengo diciendo yo desde el primer momento, conmigo nada de libreta, nada de papeles, acá el primero que se cansa cambia de rumbo, junta sus pilchas, junta sus bártulos y acá no ha pasado nada”. Declaración de principios de Julián sobre la base de la cual está constituida la unión.

Ideológicamente, Julián deposita en el mundo su propia irresponsabilidad. Como el mundo es un desastre a punto de estallar y cada vez hay más muerte, guerra, hambruna, habría que ser muy irresponsable para tener hijos. Como el anarquista que no trabaja porque no va a aceptar la explotación, pero vive del trabajo explotado de su familia, Julián encarna la libertad que se construye sobre la base de la falta de compromiso, la irresponsabilidad y el maltrato que impone a las personas que lo quieren. Cierto es que cuando pega algún “batacazo”, no priva de nada a Rosa, pero se trata de situaciones excepcionales. Estadísticamente hablando, un timbero de ley lo sabe aunque lo niegue: la banca siempre gana.

Una perspectiva amable de lo inaceptable

El statu quo se quiebra cuando Rosa le comunica a Julián que está embarazada. Él no quiere ser padre y le pide que aborte con la excusa de que “nunca quisieron tener hijos”. La respuesta de Rosa es muy triste: “Yo siempre quise. Si hice lo que hice fue para no perderte porque vos me amenazabas si quedaba embarazada.” Ella, que nunca le pidió nada, que ni siquiera lo “apuró para formalizar”, se niega. Esta vez, Julián no se saldrá con la suya. El nudo dramático es el hijo que vendrá. Julián abandona el hogar y la mujer debe enfrentar sola la situación: el trabajo, el embarazo, el parto, el hijo. Después de un tiempo, Julián regresa. El reencuentro con Rosa y con el niño es problemático tanto para los personajes como para el espectador. Para ella se plantea el dilema de aceptar al varón con sus condiciones, luego de que ha podido arreglárselas sola en el peor momento. Queda en evidencia que Rosa sigue enamorada de Julián. En ese contexto, el espectador actual comienza a inquietarse un poco, esperando que una mujer con semejante fortaleza no se abandone a un sentimiento que le ha resultado un peso emocional y material. Pues no, después de haberse negado a hipotecar el departamento que había heredado de su madre, después de haberse negado a abortar, después de criar a su hijo sola, en el marco de una red social que la contiene, no la juzga y la ayuda, y sabiendo que hay hombres responsables que pueden hacerse cargo del vínculo paterno, Rosa elige volver con Julián.

Se dirá “así es el amor”. Se dirá: “así era antes”. Pero ni el amor es así ni podemos reivindicar hoy aquello que consideramos errores del pasado. Incluso la actriz protagonista se encuentra incómoda a la hora de responder por el machismo que rebasa el escenario:

“Nos hicimos cargo de un lenguaje y una poética del pasado. Tan alejado de nosotros que nos divirtió hacerlo. […] A veces hay obras que son excusas para opinar desde la actuación. Es cierto que en lo ideológico la cosa se complica. La obra es admonitoria, baja línea sobre unas cuestiones que hoy suenan amplificadas por el Ni Una Menos. Pero en este sentido, acá no hay carga de agresividad: el personaje del hombre es más quejoso que maltratador. Y finalmente le pide a Rosa que lo ayude a sacar de sí al hombre que nunca se animó a ser. […] Rosa es abnegada, sometida, le pide a su pareja que por favor le deje tener a su hijo. Es una mujer muy machista. Pero también es interesante reconocernos como herederas de esa forma de ser. Como si fuera un recordatorio: de acá salimos. […] Bazzalo nos fue llevando hacia el humor, que tiene el efecto de alivianarlo todo. Pero también es importante cómo se dicen los textos. En este sentido, es un desafío muy grande hacer un personaje al cual uno no admira.”3

Y también:

“A mí me costó mucho asumir ese lugar de la mujer abnegada, relegada, pero entre el humor que le hemos encontrado y hacernos cargo de eso con una distancia y una opinión, la obra tiene un vuelo, una gracia y un encanto que creo que es lo que hemos podido encontrarle nosotros.”4

A confesión de partes… el machismo en los personajes y la necesidad de aligerar esa posición reforzando el humor, son antes que advertencias, una aceptación de lo inaceptable. En especial el tono celebratorio con el cual se cierra el conflicto es justamente el indicio de la imposición de los roles patriarcales.

¿Roles de otra época?

Los conflictos y roles expuestos en la obra son propios de esa época, de los ‘50, los ‘60, es cierto, pero no tanto. Esa pareja de concubinos expresa la limitación que tenían las mujeres a la hora de desempeñarse en la vida pública, la dependencia que desarrollaban con respecto a la familia y al varón y las libertades de que disponían los varones que, como contrapartida, no desarrollaban vínculos afectivos responsables. Los tiempos han cambiado, pero no tanto.

Rosa es una mujer tradicional, que apuesta al trabajo honesto y a los vínculos familiares como sostén de la vida. Julián es un vagabundo nocturno, que opone la timba a las certezas que prefiere su mujer. El tema de fondo es la responsabilidad en la reproducción de la vida humana. El par Rosa/Julián es también el par responsabilidad/irresponsabilidad, o también, madurez/adolescencia. Rosa es también la gente común, como la del barrio, que comparte sus valores, la ayuda con su trabajo y con su hijo. Incluso aparece una alternativa a Julián, Carmelo, chofer de taxi que parece interesado en ella, la protege y la cuida.

Julián, por el contrario, está solo, una soledad que constituye una crítica implícita al ámbito en el cual se mueve. Tiende a repetir sus conductas irresponsables, ya que no es la primera vez que obliga a Rosa a renunciar a la maternidad ni que ha estado preso. Se ha desentendido por completo del hijo y de su pareja, aunque de ambas cosas toma conciencia cuando ve el peligro que representa Carmelo. Un peligro que acecha no tanto a sus sentimientos cuanto a la posibilidad de reconstruir su vida, aunque sea a costa de resignarse a la “jaula”, como llama él a la vida familiar. Es decir, hay un fondo egoísta en su “resignación”, que no expresa necesariamente amor por los suyos sino más bien la derrota del que creía que se las sabía todas y termina preso, solo y abandonado. Es por ello que ni siquiera su arrepentimiento suena convincente, al punto que el espectador no puede menos que esperar cierto gesto de dignidad de Rosa. Que no se deje “engatusar” de nuevo. El autor no nos deja siquiera la duda sobre la honestidad del cambio protagonizado por Julián: en la última escena lo vemos reincidiendo precisamente en aquellas conductas que lo caracterizan. Julián es incorregible. Rosa, también…

…amanece mojada

Como si esas conclusiones que se derivan de las acciones de los personajes no fuera suficiente, ambos cantan en el cierre dos milongas a modo de homenaje a las letras de Aroldi. El tono festivo y celebratorio del ritmo es solidario con la letra y con el futuro anunciado para el compromiso limitado que asume Julián. “Pa’ que sepan como soy”, una reivindicación de la masculinidad que describimos en todo el texto: “En la timba soy ligero, yo nací pa’l escolaso / (…) / Pa’ las pilchas soy de clase, / siempre cuido mi figura, / para conquistar ternuras / hay que fingir posición.” Por su parte, el dúo de “Muchachos, a mí no me cambia nadie” es, además de una reivindicación del ambiente porteño, la consolidación de los caracteres. Ambos seguirán siendo tal cual son. Siempre enfrentados y siempre distintos.

Sin embargo, ese tono feliz con que cierra toda comedia dramática, que culmina con el casamiento, lleva a Rosa bien lejos del “Y fueron felices…”. Lamentablemente, la obra se perdió, con la adaptación, la posibilidad de adecuar el tono, variar el registro a uno crítico y escaparle a una relación entre los géneros que no puede proponerse como positiva. Florencia Aroldi cree que

“hay temas sobre el amor que son atemporales. ¿Se puede vivir sólidamente un afecto sin asumir ningún compromiso? Frente a la brutalidad del mundo, como plantea Julián, ¿se debe seguir teniendo hijos o es un despropósito hacerlo? […] Por otra parte, en esa relación el machismo también está alentado por la propia mujer. Rosa es un personaje por momentos de una pureza inalcanzable. Con Bazzalo nos preguntábamos a veces cuál es la contradicción de esta mujer que banca tanto a esa pareja en nombre del amor. Me parece que el texto deja ese interrogante sin respuesta, para que lo piense el espectador.”5 

Las preguntas con relación al amor y a los hijos son por completo impropias. Va de suyo que una relación exige algún grado de compromiso en el vínculo; de lo contrario estaríamos frente a una no-relación. Con respecto a los hijos, demuestra la obra, el problema no es el mundo en el que nacen, el problema es la clase de progenitores que tienen. Por último, que la sociedad actual siga siendo prejuiciosa o que haya habido (y aun las haya) mujeres machistas no significa que tengamos que aceptar que eso es válido, que es bueno. Y lo que es peor aún, que mostremos esa situación sin criticarla, con tono alegre y elogioso.

Es verdad que el andador es ese armazón con patas rematadas en ruedas que ayudan al bebé en la etapa de aprender a caminar, el que usará el niño. Pero el título de la obra es algo más. Julián continúa siendo sustancialmente inmaduro, es un niño disfrazado de adulto, básicamente un irresponsable tanto con lo material cuanto con lo afectivo. ¿Vuelve porque ama genuinamente a Rosa? ¿Vuelve porque no tiene donde caerse muerto? Tal vez sí, tal vez no. Lo cierto es que vuelve porque ni siquiera puede hacerse cargo de su vida, necesita un “andador”. La idea de que la obra habla de una masculinidad de otra época es falsa. Con otro lenguaje, con otras costumbres y con otra música, la celebración de la libertad del varón frente a la responsabilidad de la mujer sigue hoy tan viva como antes. Lo prueba la cantidad de mujeres a cargo de sus familias como consecuencia de varones ausentes, que huyen cuando las papas queman. A su manera, la obra es actual. Lo que es viejo (y lamentablemente conservador) es la decisión de no cuestionarla. La hija podría enmendar hoy, los errores de su padre.

NOTAS

1Norberto Aroldi nació en 1931 y falleció en 1978 en Buenos Aires. Fue actor y escritor, autor de letras de tangos, de obras de teatro y de guiones para cine y televisión.

2Bazzalo convocó a Florencia Aroldi para hacer la adaptación de la obra de su padre. El director le sugirió que el texto requería de cierta actualización. “Tenía claro que se trataba de una pintura de época y no pretendía que se cambiara nada de la historia, sino trabajar sobre ciertos modismos o tempos que tal vez no favorecían una recepción más fluida del espectador del presente. Había palabras o expresiones que, en el contraste con las de estos días, podían llegar a decir cosas que el texto no quiso decir. Entonces, mi trabajo profundo se alojó allí. Fue una tarea de relojería silenciosa y casi invisible. Yo conocía bien la obra, la había leído y trabajado en el taller de Raúl Serrano, pero como lectora y alumna de actuación. De modo que me volqué durante dos semanas intensas a cambiar aquellas expresiones, giros o ritmos para conseguir aggiornar el texto, pero sin modificar en nada el espíritu de la partitura ni de sus criaturas. Y en los casos que tuve duda traté de penetrar en el proceso creativo del autor en su época y bailar a la par para encontrar las equivalencias para el hoy. El trabajo tuvo que ver esencialmente con esto, no con el cambio de algún personaje ni nada por el estilo. Rosa y Julián siguen enteros, como los concibió mi padre.”, cuenta Aroldi de su trabajo de dramaturgia.

3“Al rescate de una obra poco transitada”, en Página/12, http://www.pagina12.com.ar/diario/suple mentos/espectaculos/10-39272-2003-07-19.html

4https://www.youtube.com/watch?v=rlLELyIRumg

5Revista digital Cabal, “Entrevista a Florencia Aroldi”: http://www.revistacabal.coop/entrevista-florencia-aroldi-0

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