La ciencia como bandera. El verdadero legado de la Reforma Universitaria

en Bandera Roja/El Aromo n° 100

Jonathan Bastida Bellot

Dirigente de Bandera Roja

En medio de entidades estudiantiles replegadas a funciones gremiales elementales como el manejo de las fotocopiadoras es bueno recordar que el movimiento universitario argentino nació con horizontes más amplios y tomó decisiones más audaces.  Si fue posible entonces, es posible ahora


Habitualmente se enlaza la Reforma Universitaria con el proceso de democratización abierto por la inmigración masiva, cuya culminación fue la sanción de la ley Sáenz Peña y la victoria radical en las urnas. Yrigoyen vendría a expresar el interés de una clase media en ascenso que buscaba desplazar a una vieja clase política oligárquica en pos de instaurar una verdadera república. Por lo tanto, la reforma en la universidad aparece como la expresión, en una escala más reducida, de todo ese movimiento democratizador.

El gobierno tripartito y la autonomía universitaria son los dos grandes caballitos de batalla de toda una escuela que estudia el movimiento cordobés desde una óptica liberal y socialdemócrata. En función de esa óptica terminan haciendo apología de las instituciones creadas por el Estado nacional como respuesta a la acción política de los estudiantes de la Universidad de Córdoba. Esa apología, a su vez, reproduce toda una línea de interpretación de la historia argentina llevada a cabo por la corriente que viene dominando los principales centros de investigación y universidades nacionales desde la década del 80, la Nueva Historia Social. El grupo de historiadores que la conforman analizan la historia con vistas a crear y apuntalar la “ciudadanía” y la democracia burguesa. Obviamente la acción directa y la lucha ideológica desaparecen. La Reforma Universitaria, de este modo depurada de sus componentes más radicales, puede ser celebrada hasta por Mauricio Macri, quien este año decretó a 1918 como “año del Centenario de la Reforma Universitaria”.[i]

 

Camarillas vitalicias

 

Las universidades argentinas de inicios del siglo XX (Buenos Aires, La Plata y Córdoba) estaban gobernadas por círculos de notables, pequeñas oligarquías. El eje del gobierno universitario pasaba por las “academias”, órganos de las facultades compuestos por quince personas que elegían al decano, armaban ternas sobre las que se designaban profesores titulares, nombraban los profesores, aprobaban o rechazaban los programas y planes de estudio y establecían las condiciones de ingreso a la facultad. En otras palabras, eran los órganos que manejaban las facultades.

No obstante el punto más conflictivo residía en su composición. En primer lugar, el cargo de “académico” era de carácter vitalicio. En segundo lugar, en caso de que quedara algún lugar vacante, eran los propios integrantes los que elegían a los nuevos miembros. Por otra parte, el único criterio para formar parte de estas academias era ser elegido por sus miembros, razón por la cual en muchos casos contaban con la presencia de personas que no tenían relación alguna con la propia facultad o universidad. Eran elegidos en su carácter de notables. Peor aún, una regla particular limitaba  la presencia de los profesores universitarios a un tercio de los integrantes de las academias como máximo. Los estudiantes carecían de representación.

A principios del siglo XX, en Buenos Aires, un movimiento de estudiantes y profesores había impulsado reformas estatutarias. En 1906 lograron derrotar parcialmente a estas academias vitalicias, al democratizar la selección del cuerpo docente y abrir la participación de los profesores al gobierno de la universidad. Por el contrario, la universidad mediterránea no había tenido un movimiento similar y hasta 1918 siguió rigiéndose con los estatutos de la década de 1880. Es decir, siguió gobernada por una camarilla que se retroalimentaba. De esta universidad hablaremos ahora.

 

Una Universidad eclesiástica

 

La Universidad de Córdoba de principios de siglo XX se diferenciaba del resto por la fuerte influencia del catolicismo. La universidad cordobesa nace vinculada con la Iglesia. Durante el siglo XVIII, antes de la Revolución de Mayo, la Universidad estuvo a cargo de los jesuitas. Por ello, su edificio fue construido al lado del convento jesuítico. Incluso, en vísperas de la reforma, solo una medianera separaba el convento de la casa de estudios. La arquitectura y la urbanística reflejaban la relación simbiótica que ambas instituciones mantenían en el plano cultural.Su escudo contenía iniciales jesuíticas y el nombre de Cristo.Además, hasta la Reforma Universitaria, todos los 8 de diciembre, día de la concepción de la Virgen, eran jornadas de fiesta, y se realizaba una ceremonia tradicional, con todo el brillo y la pompa de una celebración católica. Por otro lado, al graduarse y recibir su título, los egresados universitarios debían jurar en forma obligatoria sobre los santos evangelios. Si bien simbólica, la libertad de juramento sería una de las conquistas de batalla de la Reforma.

La influencia de la Iglesia no se limitaba a estos elementos simbólicos, que solo constituían la punta del iceberg. La iglesia también afectaba la formación de los estudiantes. Se enseñaba teología (estudio de Dios y de la Biblia), derecho público eclesiástico (las normas dictadas por el Estado para regular el funcionamiento de la iglesia) y derecho canónico (las normas o disposiciones legales de la propia iglesia). En filosofía del derecho se enseñaba que la voluntad divina era el origen de los actos del hombre. Los programas de estudio de filosofía parecían propios de universidades medievales. A tal punto que incluían temas como «deberes para con los siervos», un conocimiento que solo era útil en una sociedad dividida en señores feudales y siervos.

Los avances científicos no entraban en los claustros. Hacía casi un siglo que Charles Darwin, había publicado “La evolución de las especies.” Darwin había probado que todos los seres vivos son producto de la evolución. Con ello, Darwin había derribado el mito de Adán y Eva. Había mostrado que la idea de un ser humano creado tal cual es hoy por Dios a su imagen y semejanza era solo un cuento de hadas. Darwin, era para la iglesia un hereje. Por lo tanto, en la Universidad Nacional de Córdoba sus ideas no eran contempladas en ningún programa de estudio. Sus libros no podían ni siquiera encontrarse en su biblioteca. El proceso de la Reforma Universitaria es un movimiento de rebelión contra esta influencia eclesiástica, o sea, contra los cimientos mismos de la institución.

 

La Iglesia organiza al rebaño

 

El catolicismo no se expresaba solo en escudos y edificios heredados de antaño. Por el contrario, era una fuerza viva. Detrás de todo el aparato de gobierno estaba la “Corda Frates”, una especie de logia católica. Muchos de los miembros de las academias pertenecían a esta logia. Por esta vía, la iglesia tenía amplia incidencia en las facultades. Pero, además,actuaba a través de grupos de estudiantes católicos que estuvieron particularmente activos en los años previos a la Reforma Universitaria. Por inspiración de las autoridades eclesiásticas y bajo el patrocinio directo de las mismas, un grupo de estudiantes organizó en julio de 1917, la reunión de un Congreso de Estudiantes Católicos. La elección de la sede no fue casual y se realizó en la capital del catolicismo universitario, la ciudad de Córdoba. Este Congreso de carácter nacional decidió la creación de una federación de estudiantes católicos, con sede en Buenos Aires, y la fundación de una revista que fuera su órgano oficial, llamada Tribuna Universitaria.

Dicha Federación debería apoyar las iniciativas de los profesores, consejeros y decanos católicos, impulsar una mayor presencia de católicos en el gobierno de las facultades y luchar porque se habilitara la enseñanza superior privada, de modo de que se reconocieran los títulos de la Universidad Católica.

La existencia de una logia católica que operaba tras el gobierno universitario y la formación de la Federación de estudiantes católicos, mostraban a las claras que la Reforma no iba a ser sencilla, en la medida que la Iglesia se estaba organizando para conservar y ampliar su poder en el ámbito educativo.

 

El conflicto por el internado

 

Dados el mantenimiento de un rígido gobierno de camarillas vitalicias y el anquilosamiento científico de la universidad cordobesa, era solo cuestión de tiempo hasta que algún conflicto, aunque fuera menor, desembocaraen un ataque frontal a toda la estructura universitaria vigente.Esa chispa se enciende a fines de 1917, cuando la academia de la Facultad de Medicina suprime el internado del Hospital de Clínicas (hospital escuela).En medio de las protestas contra estas medidas, en marzo, se conforma el Comité pro-reforma y comisiones que organizan charlas difundiendo el movimiento.Inmediatamente el comité decreta la huelga general universitaria por tiempo indeterminado. El acatamiento fue completo. La huelga se complementó con formas de acción directa por las cuales se logró, por ejemplo, impedir la matriculación de los ingresantes. Los centros de estudiantes y federaciones estudiantes del país se solidarizaron y mandaron adhesiones.

El consejo superior, decreta la clausura de la universidad por tiempo indeterminado. Es decir, a la huelga estudiantil se responde con una suerte de loockout de las autoridades universitarias.

Ya desde el principio, la lucha no se limitó a la reivindicación meramente gremial. Se consideraba que la causa última de los problemas de la universidad estaba en su organización política y en el predominio de las academias compuestas por miembros vitalicios. Se pensó que ampliar la base política de ese régimen abriendo la participación al claustro de profesores sería la solución. Llegados a este punto, tanto el movimiento estudiantil representado por el Comité pro-reforma como el rector de la Universidad presionan por la intervención del gobierno nacional para que resuelva el conflicto.

 

Primera intervención

 

Tras un mes de iniciada la huelga estudiantil, Yrigoyen toma una decisión. Designa como interventor de la Universidad a José N. Matienzo. La primera medida del interventor fue dictar una resolución por la cual se reabría la inscripción de alumnos en todas las facultades, se invitaba a estos y a los profesores a reanudar la asistencia a clases y se suspendía cualquier medida disciplinaria. También se dio marcha atrás con el cierre del internado de practicantes en el Hospital de Clínicas. El Comité Pro-Reforma dio por terminada la huelga y ordenó la asistencia a clase. Los profesores también acataron las disposiciones del interventor.

Pese al impasse en Córdoba, esta reforma estuvo lejos de desactivar al movimiento estudiantil. En Buenos Aires se constituye la Federación Universitaria Argentina. En Córdoba el Comité pro Reforma se reconvierte y se erige una estructura organizativa permanente, la Federación Universitaria de Córdoba (FUC). Desde entonces este organismo de dirigió el movimiento y editó «La Gaceta Universitaria». Esta fue una importante herramienta de agitación política y de lucha ideológica en la cual se publicaron algunos de los documentos más importantes del movimiento reformista.

 

La traición de los profesores

 

El movimiento también logra un avance en la democratización del estatuto de la Universidad de Córdoba. El mismo es reformado por un decreto de Yrigoyen del 7 de mayo. El nuevo estatuto daba participación al cuerpo de profesores en la elección de consejeros y del rector. Ese mismo mes, el interventor Matienzo convoca a todos los profesores de la universidad a votar en asamblea a los nuevos decanos, vicedecanos e integrantes de los consejos directivos. El proceso electoral que seguiría reabriría el conflicto universitario.

La FUC impulsó la candidatura de profesores afines para todos los cargos en disputa. Si bien casi todos los cargos menores ganan los candidatos de la FUC, lo contrario sucede con el rectorado. Se enfrentaban Martínez Paz, auspiciado por la FUC, y Antonio Nores, candidato de la “Corda”, la logia católica que dominaba la universidad. Contra lo esperado, llegado el día de la elección y tras dos votaciones empatadas, muchos profesores considerados liberales y moderaros terminaron apoyando al católico Nores. De tal forma, una vez más un católico apoyado por la Corda, sería rector de la Universidad de Córdoba.

La reacción inmediata de los estudiantes impidió que el acto terminara por los canales institucionales. No se llegó a proclamar el resultado ni a aprobarse el acta respectiva. Los estudiantes invadieron la sala, con la intención de desalojar a los artífices de la victoria de Nores. Destrozaron parte del edificio y desalojaron violentamente a la policía. En la refriega una persona adicta al sector conservador apuñaló a unos de los estudiantes reformistas. Como reacción, algunos estudiantes intentaron asaltar infructuosamente el vecino edificio jesuita. La FUC decretó nuevamente la huelga general. Una a una todas las federaciones estudiantiles del país se sumaron a la medida.

 

Los estudiantes toman las calles

 

Después de aquellos acontecimientos, los estudiantes tomaron las calles de la ciudad de Córdoba. Todos los días había manifestaciones. Entre junio y agosto se realizaron varias movilizaciones y actos callejeros, los cuales llegaron a contar con hasta 20 mil personas. Estas cifras dan cuenta de la popularidad del movimiento y la importancia que llegó a tener entre sectores ajenos a la universidad. De esta manera, el movimiento estudiantil cordobés nace vinculado al movimiento obrero, que le imprime parte de su fuerza al aportar sus contingentes a las protestas callejeras. Los estudiantes trataban públicamente con los obreros en sus propios locales y les dictaban diariamente conferencias sobre la “revolución universitaria”. De esta época es el establecimiento de relaciones de la Federación Estudiantil con la Federación Obrera de Córdoba, cuyo secretario pertenecía al Partido Socialista Internacional (antecedente del Partido Comunista Argentino).

En esta nueva fase del movimiento, se comienza a reclamar la plena participación estudiantil en el gobierno de la universidad. No se podía confiar en los profesores. En estas semanas el movimiento estudiantil cordobés produce su “Manifiesto Liminar”, que plantea la demanda por la participación estudiantil en el gobierno universitario. Además, en este documento la lucha ideológica aparece con más intensidad pues se denuncian los vínculos de la Iglesia con la etapa colonial y se la asocia al atraso. Esto se suma al fuerte contenido anti católico que tenían las protestas callejeras donde se cuestionaba la influencia eclesiástica en el ámbito universitario. Las organizaciones estudiantiles católicas (como el Comité Pro Defensa de la Universidad y los centros católicos de estudiantes) y la jerarquía eclesiástica respondieron organizando contra actos y lanzando pastorales por parte del obispo de Córdoba contra el movimiento reformista, respectivamente.

El movimiento reformista cordobés recibe el espaldarazo del Primer Congreso Nacional de Estudiantes, convocado por FUA, integrado por delegaciones de Buenos Aires, Córdoba, Litoral, Tucumán y La Plata. De dicho congreso salió una propuesta de ley universitaria y estatutos. El Congreso también proclamó la necesidad de autonomía universitaria y el gobierno tripartito; asistencia libre, docencia libre (cátedras paralelas), régimen de concursos y periodicidad de cátedra, publicidad de los actos universitarios, bienestar estudiantil, extensión y orientación social universitaria, nacionalización de las universidades provinciales del Litoral y Tucumán, y libertad de juramento.

 

El interventor que no llega

 

Ante la envergadura que toma el conflicto, el 2 de agosto, el presidente nombra un nuevo interventor para la universidad de Córdoba. El hombre escogido es Telémaco Susini, de un definido perfil anticlerical. La iglesia se opone, al igual que sectores del radicalismo “azul” (pro católico). Por ello, su intervención no se concreta. Su llegada a Córdoba fue aplazada varias veces hasta posponerse indefinidamente. Yrigoyen priorizaba el armado provincial de su partido por sobre la resolución progresiva del conflicto universitario.

Luego de otra serie de movilizaciones,a fines de agosto Yrigoyen designa a un nuevo interventor: el propio ministro de Instrucción Pública, José S. Salinas. Sin embargo, tampoco el ministro parecía decidido a iniciar su misión.

 

Los estudiantes asumen el gobierno universitario

 

Ante la inacción del gobierno, los estudiantes deciden actuar. El 8 de setiembre alrededor de cien estudiantes toman la universidad. La FUC lanzó una proclama, decretando que ella asumía la dirección de la casa de estudios hasta que llegara la intervención nacional. Se designaron como decanos de las tres facultades a tres de los dirigentes el movimiento. Estos ejercerían conjuntamente la presidencia de la Universidad y se ocuparían de la designación de los profesores interinos. Con esto se decidía al mismo tiempo el cese de la huelga y el reinicio de clases. Tan solo horas más tarde ya estaban designados los profesores y constituidas mesas de examen.

La ceremonia de inauguración de la cursada fue interrumpida por el ejército. Los ocupantes fueron detenidos y procesados «por sedición». Yrigoyen que no había movido un dedo para que alguno de los interventores nombrados asumiera sus funciones, mostraba en cambio celeridad a la hora de reprimir a los estudiantes. Pero no bastaba con represión. Los estudiantes habían llegado demasiado lejos. No se trataba solo de la toma del edificio, sino del hecho histórico de que habían asumido el gobierno universitario en sus manos. En el proceso de lucha, los estudiantes habían trascendido sus objetivos iniciales. Por ello, la represión. Pero, por eso mismo, tampoco se podía volver a foja cero. Era necesario reinstitucionalizar el movimiento concediendo la mayoría de las demandas. La misma tarde en que reprime el ejército, el ministro del Interior comunica a la FUC que el ministro de Educación, José S. Salinas, saldría inmediatamente para Córdoba en calidad de interventor de la Universidad.

Salinas llegó pronto a Córdoba. Reorganizó la administración y la docencia en todos sus aspectos: estableció el gobierno tripartito, habilitó la asistencia libre a clases y reglamentó el funcionamiento de cátedras paralelas. Además, muchos reformistas ocuparon cátedras. Los consejos fueron reestructuradosy se designó por decreto a un rector. La nueva dirección universitaria llevaría adelante una serie de cambios tendientes a una renovación científica. La reforma podía darse por concluida.

 

Conclusiones

 

De lo expuesto se desprenden una serie de conclusiones. En primer lugar, las transformaciones institucionales referentes a la forma de gobierno y su parcial democratización no les sirvieron a los estudiantes para abrir las puertas de la universidad a la ciencia y el pensamiento crítico. Esto se vio tras la primera intervención, cuando, bajo el nuevo estatuto, el ultracatólico Nores, fue consagrado rector. Un gobierno elegido “democráticamente” por los profesores no les sirvió de nada a los estudiantes cordobeses, de igual modo que un gobierno elegido en forma tripartita no nos sirve hoy a nosotros. Eso no alcanzó en el 18 y no nos basta a nosotros.

En segundo lugar, el proceso reformista marca lo importante que es para la consecución de los objetivos la acción directa. A través de la organización gremial, la alianza con la clase obrera, los actos masivos y movilizaciones se lograron los objetivos del movimiento de reforma. En la última etapa el conflicto estuvo trabado hasta que la FUC  se decidió no solo a tomar la facultad, sino también a gobernarla.

La última intervención reinstitucionalizó el movimiento. Concedió gran parte de las demandas, pero estableció un régimen de gobierno universitario que habilitó y habilita aun la constitución de nuevas camarillas. Esto nos conduce de nuevo a la necesidad de discutir la forma de gobierno universitario. Los mecanismos hoy vigentes, que el gobierno y las autoridades educativas celebrarán este año como el producto más elevado de la Reforma del 18, no representan para nosotros el legado de esa magnífica lucha estudiantil. Para nosotros, instituciones caducas y burguesas, que como tales van en contra de los intereses de la actual mayoría estudiantil no pueden constituir nunca la herencia de la reforma. Por el contrario, las banderas que hoy debemos retomar y que expresan el punto más alto de la lucha del 18 son la acción directa y la lucha ideológica.

Durante la reforma, la lucha fue contra la Iglesia. Hoy es contra el posmodernismo. Se trata, en el fondo, de una lucha por el conocimiento y la ciencia. Bandera Roja, corriente estudiantil de Razón y Revolución, propone retomar esta bandera. Los estudiantes somos intelectuales en formación y como tales debemos actuar. En una sociedad que debe ocultar su naturaleza, el conocimiento es objeto de disputa. Las reformas del plan de plan estudio, las cátedras paralelas, los contenidos de cada una de las materias de nuestras carreras deben ser objeto de nuestro interés y lucha. Al mismo tiempo, nada cambiará realmente si aceptamos en forma pasiva el rol de socios menores de un gobierno universitario autoritario. Debemos establecer la fórmula una persona un voto como criterio básico para el gobierno universitario.

Muchas veces la izquierda moderó sus demandas debido a los compromisos de docentes del partido con las camarillas universitarias. Esos compromisos son inaceptables. Las camarillas deben quebrarse ante el avance estudiantil y no a la inversa. En síntesis, debemos retomar la lucha ideológica y la lucha política por el poder en las Facultades. En medio de entidades estudiantiles replegadas a funciones gremiales elementales como el manejo de las fotocopiadoras es bueno recordar que el movimiento universitario argentino nació con horizontes más amplios y tomó decisiones más audaces.  Si fue posible entonces, es posible ahora.

NOTAS

[i]Ambito, “Declaran 2018 como el Año del Centenario de la Reforma Universitaria», 08/01/18 https://goo.gl/dr4vWx.

 

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