Los recientes anuncios de Cristina en torno al aumento de los montos de la Asignación Universal por Hijo, al igual que su lanzamiento, llenaron de orgullo al progresismo K. Pareció que le cerraban la boca al resto. Lea este artículo y vea si la clase obrera argentina tiene algo para festejar.
Tamara Seiffer
OME – GIHECA
La Asignación Universal por Hijo (AUH) es una de las medidas menos discutidas del kirchnerismo, incluso por sus más acérrimos opositores, por su pretendido carácter progresista. Su lanzamiento tuvo la virtud de poner un coto a la crisis política abierta en 2008, encolumnando detrás del proyecto K a amplios sectores, genuinamente preocupados por la pobreza y la desigualdad persistente. Uno de los elementos por los cuales la AUH fue festejada es por el incremento que habría generado en el nivel de ingreso popular, tanto en términos absolutos como en relación a otras asignaciones. Para evaluar qué hay de cierto en esto, podemos, a modo de ejemplo, analizar los montos que percibiría una familia tipo beneficiada desde el 2002 con diferentes planes sociales. Como veremos, en la actualidad apenas puede comprar un 7% más que con lo que recibía con un plan Jefas y Jefes. Además, aunque se supone que es “universal” su cobertura es menor a la de los planes sociales previos y representa menos en el total del PBI.
Familia bajo planes
Tomemos el ejemplo de una familia, como muchas, conformada por un padre, una madre y dos hijos [1]. El padre trabajó toda la vida en la construcción y la madre, como empleada doméstica. En 2001, en el contexto de la gran crisis que abrió la década pasada, el padre no conseguía más que alguna changa esporádica, y la madre estaba sin empleo. Al calor de la lucha del movimiento piquetero, lograron que ella sea beneficiaria de un Plan Jefes y Jefas: un subsidio de $150 por el cual debía ejercer una contraprestación laboral, así como demostrar el cumplimiento de vacunas y de escolaridad de los niños a cargo.
Por “suerte”, en 2005 ya empezaba a haber algo de trabajo y ambos consiguieron changas “más estables”. Ese año, por una disposición del gobierno, ella tuvo que pasarse del Plan Jefes al Plan Familias. Gracias a un monto adicional por hijo, pasó a cobrar $175 y ya no se le exigió contraprestación laboral. Como contraparte, tuvo que encargarse de llevar a los chicos a la escuela y darles las vacunas, cosa que ya hacía. En los años siguientes, consiguieron más trabajo, ella algunas horas en casas de familia y él en su rubro. Aun así, nunca lograron tener un empleo en blanco y un salario que alcance para llegar bien a fin de mes, motivo por el cual siguieron dependiendo de la asistencia del Estado.
En 2009, el gobierno lanzó una nueva política, por la cual dejaron de recibir el Plan Familias y pasaron a percibir la Asignación Universal por Hijo. Al igual que el Plan Familias, el monto se definió por la cantidad de hijos y exigía condicionalidades en salud y educación. Cuando se lanzó, eran $180 por hijo. Para nuestro ejemplo (dos hijos): $360. Con los últimos aumentos, hoy son $920. En billetes, mucho más que los $150 de 2002.
Parece una mejora sustancial, pero un análisis de la evolución de los ingresos recibidos en términos de su capacidad de compra (gráfico n°1), es decir lo que valen luego de la suba de precios por inflación, indica que la implementación de la Asignación Universal por Hijo en 2009 representa ingresos un escalón por debajo del Plan Jefes de 2002. Recién con la última actualización, realizada en el mes de mayo de este año, se ubica apenas 7% encima del momento en el que se lanzó el Plan Jefes.
Es decir, más allá de las apariencias, esta familia hoy puede comprar solamente un 7% más de lo que compraba con un Plan Jefes y Jefas en 2002. En tanto, la AUH, al igual que el Plan Jefes y Jefas y el Plan Familias, actualiza sus montos por decreto, si hay inflación pierde capacidad de compra. La última actualización de la AUH apenas sirvió para seguir la carrera del proceso inflacionario. Así visto, incluso el 7% de su monto por encima del Plan Jefes, como viene sucediendo desde su implementación, se va a ir licuando progresivamente a lo largo del año.
Menor cobertura
Otros de los puntos señalados como positivos sobre la AUH son su amplia cobertura y el presupuesto que se le ha destinado. Sobre el primer punto, llamativamente parte de la bibliografía realiza la evaluación sobre la base de un error grosero. Se trata de tomar como titulares a los niños y no su padre o madre, que son quienes cobran la AUH, tal como sucedía con el Plan Jefes y el Plan Familias [2]. Teniendo en cuenta la cantidad de hogares a los que alcanza la AUH, mientras el Plan Jefes alcanzó a más de 2 millones de hogares, la AUH alcanza, a junio de 2012, a 1.829.525. La cobertura de la AUH es entonces levemente inferior de la que llegó a tener el Plan Jefes en 2003. Además, en cuanto al esfuerzo presupuestario y a su impacto en el consumo, la AUH representa hoy, según fuentes oficiales, el 0,9% del PBI. El Plan Jefes llegó a representar el 1%. Nuevamente, no encontramos diferencias en este punto.
A su vez, los intelectuales kirchneristas plantean que la AUH tuvo efectos progresivos sobre la educación y la salud. El problema es que es una afirmación que se basa en datos que no existen. En primer lugar, porque el diseño de la AUH no contempla mecanismos de evaluación de impacto. Además, los últimos datos oficiales de nutrición son de 2006 y vemos que, cada tanto, los medios cubren un caso de desnutrición aun en la “´década ganada”. A nivel educativo, como ya señalamos en ediciones anteriores de El Aromo, tampoco hay cifras [3]. Lo que es claro es que gran parte del problema educativo en Argentina no es su cobertura a nivel de la escuela media, que aun antes de la implementación de la AUH alcanzaba al 98,7% de los niños entre 6 y 13 años, sino su calidad. Así, todo lo que se afirma en este sentido es una verdad incontrastable, no por cierta sino porque no se producen los datos necesarios para evaluar su incidencia.
“Éramos tan pobres…”
Corresponde ahora mirar la AUH no en sí misma, sino como parte de una tendencia de extensión de los programas de transferencia de ingresos. Si tenemos en cuenta que en el contexto de la crisis de 2001 además del Plan Jefes existían numerosos programas provinciales y otros tantos dependientes del Ministerio de Desarrollo Social, la cifra total de beneficiarios alcanza a más de 3 millones de hogares. Esta cifra sufre un descenso a partir del año 2004 y se estanca hasta el año 2008 por encima de los 2 millones y medio de hogares. Con la AUH la cifra supera los 4 millones en 2009 y 2010 y sufre una reducción importante en 2011 estancándose en torno a los 3 millones y medio (gráfico n° 2).
Es decir, teniendo en cuenta no solo la AUH, efectivamente se verifica una ampliación de las políticas de transferencia de ingresos a las fracciones más pobres de la población. A su vez, puede observarse un aumento de otras políticas asistenciales y un aumento del gasto que el Estado realiza al efecto [4]. Se trata de un movimiento que no es exclusivo de la década, sino que viene, por lo menos, de inicios de los ´80.
Aunque parezca una tendencia progresiva, en realidad pone en evidencia lo que el capitalismo argentino tiene para ofrecer a la clase obrera. Aún con crecimiento económico relativo y cierta recomposición del empleo, la “década ganada” deja como saldo que millones de familias obreras no tienen forma de reproducirse, sino es a través de la asistencia estatal. La desocupación abierta post crisis descendió, pero lo hizo a costa de ofrecer empleos precarios con salarios de miseria. Como consignan los mismos datos del INDEC, más de un tercio de la fuerza de trabajo está empleada en condiciones precarias y la mitad de los trabajadores con empleo (registrado y no registrado) percibe menos de 3.000 pesos mensuales.
Cuando el discurso oficial y progresista presenta estos elementos como “lo que falta”, omite deliberadamente que aquí se encuentra una de las claves del “modelo”. El kirchnerismo se erige sobre la base de la expansión de la población sobrante, que permite relanzar la acumulación aumentando la tasa de explotación. Como esta población no se deja morir sin más y lucha, la asistencia es también condición necesaria para el relanzamiento de la economía. Entonces, el aumento de la tasa de explotación y la administración de la pobreza, a través de la expansión de la asistencia, son los rasgos constitutivos de la “década ganada”.
Con tan poco
La AUH aparece como una medida progresiva para la clase obrera por su amplia cobertura, sus niveles de ingreso superiores a políticas de transferencia de ingresos anteriores, por el presupuesto que se le ha destinado y su efecto positivo sobre el consumo, por su inclusión en el sistema de seguridad social y por su impacto en términos de la salud y la educación de los niños. Pero debajo de lo que se presenta como potencialidad, se oculta la impotencia del capitalismo argentino para dar respuesta a las necesidades de los trabajadores. Se trata de un capitalismo que solo puede sostenerse sobre la base del aumento de la tasa de explotación y de la apropiación de una masa creciente de renta agraria, que no depende de elementos que estén bajo su alcance controlar.
La asistencia, necesidad y objeto de lucha de la población sobrante, no puede más que reproducirlos en tanto tales. El Estado no resuelve la situación porque la existencia de esta población y sus problemas no se explica por una supuesta ausencia o retirada del Estado. El Estado es parte del problema y no de la solución.
La medida aparece como progresiva solo en la medida en que, cuando uno no tiene nada, con tan poco se puede hacer una diferencia: no es lo mismo comer que no comer. Pero no debe olvidarse que se lleva adelante con el esfuerzo de la propia clase obrera. Es comprensible que los beneficiarios apoyen inicialmente a quien aparece como el proveedor de ese cambio, pero indigna que la conciencia de gran parte del progresismo pueda comprarse con tan poco.
NOTAS:
1 Datos oficiales señalan que la cantidad de niños promedio por adulto titular de la AUH es menor a 2 y el ingreso promedio familiar es de $742. Véase http://www.anses.gob.ar/blogdeldirector/
2 Véase Repetto, Fabián y Díaz Langou, Gala: “Desafíos y enseñanzas de la Asignación Universal por Hijo para Protección Social a un año de su creación”, en Documento de Políticas Públicas, n° 88, CIPECC, Buenos Aires, 2010.
3 De Luca, Romina: “Sin nada que planear. Sobre el lanzamiento del Plan Nacional de Educación Obligatoria y Formación docente, 2012-2016”, en El Aromo, n° 71, marzo-abril de 2013.
4 Seiffer, Tamara: “La máquina de subsidios. La clase obrera argentina y la política asistencial”, en El Aromo, n° 60, mayo-junio de 2011.