Actualmente, en la Argentina tenemos dos proyectos inviables. Uno de ellos planea dejar las cosas como están y el otro busca tratar de ajustar un poco más el cuerpo al alma. Ambas son propuestas de la burguesía. Lo que a esta clase social la favorece en el corto y mediano plazo, en su momento la va a terminar destruyendo (a ellos y a nosotros).
Pero tampoco pueden digitar otra maniobra porque el capitalismo argentino no da para más, es una especie de enfermo terminal que uno no sabe cómo hace para seguir viviendo. Nuestro país tiene una estructura demasiado grande para lo que es su capacidad productiva y lo que le sobra básicamente es burguesía, es decir, una serie de empresarios que no tienen la capacidad de serlo en términos del mercado mundial.
En este contexto, nos encontramos que cada 10 años, aproximadamente, la realidad misma hace un ajuste y después viene algún gobierno a montar una recuperación donde todo parece mejor si lo comparamos con el momento de la caída, pero peor si analizamos el previo al derrumbe.
Uno de esos mandatos es el de Menem. Si bien este presidente da ciertas condiciones para que el empresariado pueda transformarse en un buen competidor a nivel mundial, no logra hacerlo. La economía no despega. Por el contrario, Kirchner se ocupa, básicamente, de evitar el problema político. Está más preocupado en la política que en la economía. Se dedica a tapar con plata los conflictos.
Así, a los piqueteros los transforma en organizaciones paraestatales, se gana a los municipios, organiza proyectos con las organizaciones de derechos humanos. Obviamente esto también genera una estructura que requiere dinero y cuando no lo hay, empieza a estallar todo porque no se armó una construcción política. Al no haber estructura, un partido, cuando hay crisis esas partes que estaban nucleadas se empiezan a ir.
Por su parte, el albertismo parecía florecer con una estrategia más desarrollista, de adecuar un poquito el cuerpo al alma y tratar de que en esa adecuación algunos músculos se desarrollen. Así consiguió a algunos intendentes. Pero, después Alberto dijo que se iba a incorporar a la cumbre por la democracia planteada por Biden, algo netamente político. Claramente, esto no le cae bien al kirchnerismo y tras algunos comentarios contrarios a su participación.
Ahora bien, los recientes eventos en Plaza de Mayo muestran que el kirchnerismo se resiste a abandonar el gobierno y el ámbito político. Frente a la escena de la supuesta plaza de la democracia organizada por La Cámpora, hay que recordar aquella otra del 2013, donde la podíamos ver a Cristina bailando con Moria Casan mientras las fuerzas represivas se la pasaban matando a la gente que iba a saquear los supermercados porque tenía hambre. Bueno esta imagen es parecida a la del viernes. En medio de la miseria general observamos festejos sin sentido: el realizado tras el fracaso de las elecciones y el de “la democracia”.
A todo esto, el sábado nos encontramos con una tercera plaza, aquella que decía ser contra el FMI. Frente a esto nos tenemos que preguntar: ¿Es otra Plaza de Mayo o es la misma que la del viernes? La del fin de semana fue de la socialdemocracia. Y es interesante porque en medio de un plan de ajuste general del gobierno, quienes asistieron no pidieron que se vaya el gobierno. De esta forma, quienes nos dirigen no aparecen como los responsables del ajuste, de la miseria, sino que el culpable de todo parece ser el FMI.
Lo que le están diciendo al gobierno es que no pacten con el Fondo como si pactar o no con este organismo vaya a resolver los problemas profundos de la Argentina. Recordemos que De la Rúa tuvo el megacanje, el blindaje y terminó como todos sabemos. Por otro lado, perfectamente pueden no acordar, el FMI tampoco tiene muchas ganas de llegar a un arreglo.
En estos momentos, Alberto parece tener tres alternativas. En la primera, quiere y puede hacer él mismo el ajuste y después quedarse o irse y ser víctima de eso. La segunda, la gran Macri, pasarle y le pase la bomba al que viene. Aunque esta opción resulta difícil porque los tiempos no le dan. Y, en la tercera alternativa, el presidente se cae y viene otro en su lugar. Frente a cualquiera de estos tres escenarios se viene una crisis muy importante en donde la clase obrera seguramente tenga una oportunidad, pero para ello va a tener que cambiar de dirección.