Juntos pero fragmentados. Unidad corporativa y fragmentación política en el sindicalismo misionero: docentes y tareferos – Exequiel Ferreyra

en El Aromo nº 85

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Unidad corporativa y fragmentación política en el sindicalismo misionero: docentes y tareferos

La unión de los gremios docentes y de trabajadores agrarios tiene como objetivo subsanar su debilidad numérica, pero son incapaces de reconocer que el estado actual de las cosas no responde a la mala administración de uno u otro gobierno sino a intereses de clase. Esa unidad corporativa limitada expresa la fragmentación ideológica del proletariado frente a la burguesía.

Por Exequiel Ferreyra

En las protestas llevadas adelante por los gremios docentes de la provincia de Misiones, se observa la confluencia con otros sectores de la sociedad, como los obreros rurales o los desocupados. En efecto, en 2011, la relación entre docentes y obreros agrarios se profundiza con el surgimiento del MPL, agrupamiento docente cuyo principal aliado es el Sindicato de Tareferos. Desde ese momento hasta la actualidad convergen en una serie de reclamos y protestas. Esto se puede observar, por ejemplo, en octubre de ese año cuando el MPL planteó elevar el básico de los empleados públicos, incluyendo a los tareferos, y a finales del 2012 cuando el sindicato de tareferos junto al MPL cortó la Ruta Nacional 12 en Montecarlo. En los últimos años se evidencia la misma relación: en el 2013 los tareferos fueron un elemento activo en las manifestaciones del gremio docente por la aplicación de la grilla de antigüedad y los docentes acompañaron la lucha de obreros rurales desalojados de las colonias Puente Alto y La Colorada (San Pedro). En septiembre del 2014, docentes del MPL y el Sindicato de Tareferos desarrollaron “la marcha de los olvidados” y, en lo que va del 2015, se manifestaron juntos frente a ANSES y desarrollaron una audiencia pública en el Congreso Nacional encabezada por la CTA.

Una unidad potente

La relación entre docentes y tareferos se da en el marco de lazos gremiales dentro de la CTA “michelista”, cuando se incorporan a esta central el Sindicato de Tareferos de Montecarlo, creado en el 2009, y el MPL, miembro de la Federación Nacional Docente (FND), desde el 2012. Desde entonces, la acción se da en el marco de la CTA. El 19 de diciembre de 2012, por ejemplo, durante una jornada de paro decretado por la CTA, ambos gremios mantuvieron un corte en la Ruta Nacional 12 a la Altura de Montecarlo. Luego de cinco horas, el MPL accede a una audiencia con el Consejo General de Educación (CGE), en la cual se resolvió la continuidad de los docentes suplentes, para los casos de licencias; el pago de proporcionalidad de vacaciones en dos tramos, durante los meses de febrero y marzo y el compromiso por parte de la CGE de analizar casos especiales de docentes suplentes para que no cesen el 21 de diciembre. Por otro lado, el Sindicato de Tareferos accedió a una audiencia con el responsable del ANSES del NEA, donde se discutió un plan de pago a las retenciones a las asignaciones familiares iniciada en el 2008.1 En la “marcha de los olvidados”, los docentes acompañaron la medida de fuerza de los tareferos, que se desarrolló en setiembre del 2014 y que consistía en marchar contra la retención a las asignaciones familiares, desde Montecarlo hasta Posadas, para reclamar frente al ANSES. A su vez, los Tareferos acompañaron cortes de ruta y marchas en reclamo de mejoras salariales del sector docente y tomas de escuelas por mejoras edilicias.

El programa de la unidad

La potente unidad de ambos gremios tiene como objetivo contrarrestar su debilidad numérica y ha mostrado su eficacia corporativa. Sin embargo, el programa que los une no permite expresar en su totalidad la potencialidad que porta. Se trata de un programa obrero solo en el plano corporativo, expresa la unidad de la clase obrera en relación a la venta de la fuerza de trabajo, sin progresar en su cuestionamiento.

En efecto, del análisis de las declaraciones en ocasión de las marchas y actividades realizadas por la alianza docente-tarefero, se puede extraer un programa común. Lo que se destaca en primer plano en ese programa es la limitación de la crítica en relación al Estado y la burguesía. Para la alianza que analizamos, el estado actual de las cosas no responde a intereses de clase, sino a la mala administración de uno u otro gobierno. Esa es la razón por la cual una alianza obrera termina jugando en la interna burguesa, alineándose con esta o aquella fracción según el caso, sin plantear nunca una alternativa política propia.

Este alineamiento con fracciones burguesas se expresa en los objetivos de la alianza: la obtención de “justicia y derechos”, sin reconocer que la “justicia” tiene carácter burgués y la igualdad de derechos no implica igualdad social, puesto que no suprime las diferencias de clase. Esa “justicia” e “igualdad” se obtienen mediante una buena administración y luchando contra la corrupción. Se cree, entonces, que es posible mejorar radicalmente las condiciones de vida de la clase obrera sin modificar la estructura de clases. La excusa es siempre la misma: queremos esto porque no da para más. Es decir, se justifican las limitaciones del programa con las supuestas limitaciones de la clase.

Se establece entonces una limitación programática que restringe esta convergencia de la clase obrera al plano corporativo. Al pasar, necesariamente, al plano político, en tanto que toda acción sindical, sobre todo de obreros estatales y población sobrante, interpela inmediatamente al Estado, esa unidad corporativa se fragmenta en tantas fracciones como fracciones burguesas haya. Unos gremios terminan con el kirchnerismo, otros con el macrismo, otros el sciolismo, etc., etc. Eso es así porque los obreros tienen distintos intereses particulares y, por lo tanto, terminan siempre refiriéndose a fracciones distintas de la burguesía, en tanto cada una de ellas puede satisfacer algunos pero no otros. La clase obrera, entonces, en vez de unificarse políticamente, se fragmenta y se debilita, entregando al enemigo la energía conseguida con la unidad corporativa. Se transforma, entonces, en un instrumento en la lucha intra-burguesa.

Esta limitación ideológica toma cuerpo en el concepto de “modelo”. En un comunicado del gremio docente, el 8 de abril del 2013, en apoyo a los desalojados de las colonias de la Colorada y Puente Alto (San Pedro), se declaraba:

“Nacemos para luchar contra el dolor profundo que nos genera la injusticia que padecemos como pueblo, fruto de este modelo de violencia que esta democracia administra y que los gobernantes, cobardemente, no tiene la voluntad política para cambiar”2.

No se trata de un “modelo”, sino de un tipo de sociedad, el capitalismo. Sin atacar las raíces, sino sus manifestaciones externas, simplemente jugamos en su interior. Ante la ausencia de un partido de clases que organice y estructure los reclamos de estas fracciones de clase como clase, es decir, tomando al capital como objeto de su acción, su confluencia corporativa se diluye políticamente. Así se evidenció el 23 de octubre del 2013, en Montecarlo, en un corte de ruta donde tareferos, ceramistas, municipales, obreros de la madera, adjudicatarios de Iprodha, reclamaban reivindicaciones de cada sector (desde la reincorporación laboral en el caso de los madereros, aumentos salariales docentes, subsidio interzafra, devolución de las asignaciones familiares y “Reforma Agraria”), pero confluyendo políticamente con las ilusiones de la CTA en la espera de que algún gobierno burgués “decente” lo conceda. De aspirar a un gobierno obrero, nada.

El problema más grave, es que los gremios ni siquiera cumplen con su programa corporativo. El sindicato docente, por más que discursivamente ataque la flexibilización laboral, lejos de ser la solución, es parte del problema, adaptando a sus militantes a la administración de la miseria. Durante esta década, los docentes, vinculados al gremio, fueron sometidos a condiciones de extrema flexibilización laboral, sin obtener condiciones mínimas para desarrollar tareas de enseñanza.

El pedido de reforma agraria, por parte del gremio de tareferos, es otra respuesta falsa a la política burguesa. Con ella se pretende poner un tope al éxodo rural. Sin embargo, el acceso a la tierra sin abolir las relaciones capitalistas no modifica la en mucho la situación de los obreros. La tierra es un medio de producción que necesita de otros medios para desarrollar el proceso de acumulación. Si la familia obrera no cuenta con ellos en la escala que corresponde al estado de la productividad del trabajo en la rama, simplemente no se consigue otra cosa que encadenar al obrero a una tierra improductiva. La consecuencia más grave es que ya no podrá echarle la culpa a nadie de su situación, ya que finalmente ha conseguido lo que quería, ser un propietario. En realidad, así se crea un proletariado con tierras condenado a la miseria, cuyo estatus legal lo inhabilita para actuar en conjunto con el movimiento obrero.

Unidad gremial, unidad política de clase

Hemos visto que la relación entre docentes y tareferos se profundiza no sólo por la acción en común, sino por la inclusión en una entidad mayor, la CTA Micheli. Sin embargo, esos obreros que actúan corporativamente en común, dando un paso adelante enorme en su desarrollo como clase, se fragmentan políticamente al no completar ese proceso en unidad política autónoma de la burguesía. La articulación de estos intereses requiere la creación de un partido que organice a estas fracciones de clase obrera y dispute la conducción política del Estado. De lo contrario, seguirán votando a sus propios opresores.

Notas

1Véase http://goo.gl/Alx16L.

2Cuenta oficial de Facebook MPL 08/04/13.

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