Por Ismael Sánchez
La tesis monopolista
Se suele escuchar que la economía está dominada por monopolios o acuerdos entre grandes empresas que la controlan a gusto y piacere, dejando así el precio o los precios ser la consecuencia de una ley objetiva que los determina y pasando a ser o a depender más bien de la voluntad de quienes toman las decisiones en las empresas monopólicas.
La idea expresada en el párrafo anterior tuvo su origen en la oleada de fusiones, adquisiciones y acuerdos de precios de finales del siglo XIX; esto dio lugar a que se pensara que el capitalismo de libre competencia había llegado a su fin y con él la ley del valor trabajo, ley que nos dice que los valores están basados en el trabajo, ya que dicha ley se impone a través de la competencia.
La competencia se manifestaría a través de las reducciones de costos, publicidad, marketing, propaganda, etc. La innovación tecnológica sería mantenida bajo fuerte control. El consumo de masas sería normalizado socialmente. Existiría un pacto de caballeros entre los potenciales competidores.
Contra la tesis monopolista
Si los monopolios tienen siempre la posibilidad de descargar los aumentos de sus costos en los precios, las crisis deben ser explicadas, no ya por el normal funcionamiento del sistema sino por conductas especulativas, razones políticas u otro tipo de cuestiones psicológicas.
Si bien hay tendencias y contratendencias, las razones argüidas por la tesis monopolista pueden ser atacadas teóricamente pero, sobre todo, podemos ver que no se verifican en la realidad de los hechos, donde la competencia por precios y la vigencia de la “ley de valor trabajo” se sigue viendo hoy en día.
Las guerras de precios y competitivas se han dado en innumerable cantidad de sectores, por ejemplo, semiconductores, automóviles, telecomunicaciones, acero, etc., incluyendo también a la industria farmacéutica, quien puede producir con mayor eficiencia logra sostenerse y seguir en el mercado y quien no, desaparece, nadie tiene “la vaca atada”. Los acuerdos de precios, los acuerdos de caballeros no pasan del mediano plazo.
¿Por qué estos pactos de caballeros no pueden mantenerse por mucho tiempo?
Varias son las razones, entre ellas, la caída de los costos de transporte de todo tipo; las posibilidades de importación; las inversiones transnacionales que mejoran la eficiencia operativa mediante el aprovisionamiento mundial y la transferencia internacional de conocimientos; el avance de las telecomunicaciones e internet; etc. La tendencia a la concentración y centralización de los capitales así como el surgimiento de nuevas unidades de capital llevan a que la ley de valor trabajo opere a escalas cada vez mayores, a escala mundial, las fusiones, compras u acuerdos se hacen para afrontar la competencia en mejores condiciones, no hay una disminución de la competencia sino un aumento de ella, además una fusión obliga a otras en los bandos rivales dentro de la rama, haciendo la lucha más álgida. La fusión incrementa las economías de escala, consolida el poder financiero, permite achicar los plazos de amortización del capital y mantenerse lo más cerca posible de la frontera tecnológica. Si bien es cierto que algunas fusiones o compras de paquetes de productos (por ejemplo de medicinas en etapas iniciales de investigación) se realizan con el fin de “controlar las innovaciones” que puedan resultar competitivas con productos ya establecidos (que seguramente demandaron importantes inversiones a recuperar), ello no anula la validez del hecho de que las fusiones y compras no suelen ser para anular la competencia sino todo lo contrario, para llevarla a un nivel más elevado.
Otras razones por las cuales la competencia finalmente se impone tienen que ver con la presión de grupos que quedan fuera del monopolio y por lo limitado del tiempo que suele mantenerse la vigencia de patentes y licencias, necesarias para garantizar los altos costos de desarrollo de productos innovadores. Incluso el Estado intervendrá si un capitalista individual está perjudicando al resto de los capitales más allá de lo razonable de la competencia o de las necesidades de recuperar una inversión que solo puede llevarse adelante bajo la protección de patentes, por ejemplo, típicamente en la industria farmacéutica.
La guerra competitiva en la industria farmacéutica. Ejemplos y datos.
La innovación en medicamentos es una condición necesaria para la industria farmacéutica, donde cada año se fusionan compañías con otras compañías que tengan una cartera de productos de investigación que se acomode a su público objetivo.
El volumen de las fusiones en el sector biofarmacéutico alcanzo en 2019 los 420.000 millones de euros, superando los 231.000 millones del año 2018.
La búsqueda de nichos de mayor rentabilidad, por un tiempo, y requiriendo mayores niveles de inversión (productos innovadores) lleva a las empresas a comprar a otros laboratorios más chicos y más innovadores que carecen de fondos para afrontar las últimas y costosas etapas de la investigación.
Fusiones y compras significativas en 2019
BMS compra Celgene incrementando fuertemente la facturación e incorporando nuevos tratamientos biotecnológicos a su cartera.
La biofarmacéutica Abbie compro Allergan (fabricante de botox) por más de 73.746 millones de euros.
La biofarmacéutica Amgen impulsa la compra de su competidora Alexion por 41.000 millones de euros y compró el fármaco de Celgene para el tratamiento de la psoriasis y la artritis psoriásica por 12.000 millones de euros.
Pfizer compra la biofarmacéutica Array por 10.000 millones para reforzarse con nuevas moléculas para el tratamiento del cáncer.
Novartis compro el fármaco Xiidar (síndrome del ojo seco) por 3.000 millones de euros.
Roche pago 3.300 millones de euros por la biotecnológica Spark, especializada en tratamientos contra la hemofilia con terapias genéticas.
La multinacional Gilead anuncio la compra de Inmunomedics por 21.000 millones de dólares para hacerse de Trodelvy, un medicamento contra el cáncer, además de llevar adelante una decena de operaciones corporativas para construir una sólida y diversificada cartera en oncología.
La fusión Sanofi – Aventis
En el año 2004 el grupo franco – alemán Aventis fue comprado por el francés Sanofi – Synthélabo, convirtiéndose así en el tercer grupo farmacéutico mundial y el primero en Europa, con 25.000 millones de euros de facturación y más de 100.000 empleados. La compra se realizo por una cifra superior a los 50.000 millones de euros.
La operación se concreto luego de que las presiones del gobiernos francés evitara que Aventis pasara bajo control del grupo suizo Novartis, quien tenía interés de compra y que se vio forzado a evaluar nuevos socios en medio de la competencia.
Conclusiones: al momento de hoy, la competencia es la norma en los mercados, incluido el mercado de fabricación de productos farmacéuticos. Habiendo competencia se impone la “Ley del valor trabajo” con todas las consecuencias que de ello derivan, principalmente que no hay monopolios que puedan manejar a su antojo la economía, la misma se encuentra regulada por leyes internas y no está al antojo de nadie, razón por la cual nuestra acción no pasa principalmente por influir en la voluntad de ningún monopolista sino por cambiar el sistema de raíz, es el normal funcionamiento del sistema el que nos aleja, entre otros cosas, del acceso a las medicinas y no la perversión de ningún personaje en particular. Tomar el control de la industria, y de la industria farmacéutica en particular, socializar la producción y ponerla al servicio de las necesidades sociales, incrementando su eficiencia por medio de una organización racional de la producción, esa es nuestra tarea, ninguna otra puede reemplazarla.